El 20 de diciembre murió en La Habana el revolucionario cubano Luis Fernández Oña, de sólidos vínculos políticos y familiares con Chile. Desde muy joven abrazó las ideas revolucionarias y luchó en la clandestinidad contra la dictadura de Batista. Fue esposo de Beatriz (Tati) Allende Bussi, hija del presidente Salvador Allende, y padre de Maya […]
El 20 de diciembre murió en La Habana el revolucionario cubano Luis Fernández Oña, de sólidos vínculos políticos y familiares con Chile. Desde muy joven abrazó las ideas revolucionarias y luchó en la clandestinidad contra la dictadura de Batista. Fue esposo de Beatriz (Tati) Allende Bussi, hija del presidente Salvador Allende, y padre de Maya (actual diputada del Partido Socialista) y de Alejandro, que vive en Nueva Zelanda. Desde los años 60 estuvo en tareas políticas y de inteligencia que lo relacionaron con numerosos dirigentes de la Izquierda chilena. Vino a Chile en varias oportunidades cuando no existían relaciones diplomáticas con Cuba. Lo hizo con distintos nombres integrando delegaciones cubanas a congresos científicos y deportivos. Los chilenos que lo conocieron en La Habana lo conocían como «Demid». Pertenecía al equipo que dirigía el comandante Manuel Piñeiro Losada, viceministro del Interior y encargado de la inteligencia cubana.
Pero Luis Fernández Oña tampoco era su nombre real. Lo tomó de una lápida en el Cementerio Colón de La Habana, para usarlo en sus tareas clandestinas de militante del Partido Ortodoxo. El verdadero Fernández Oña fue un revolucionario venezolano fallecido en Cuba. Con el paso del tiempo, sin embargo, el cubano adoptó legalmente ese nombre con el cual falleció a los 80 años de edad.(1)
Nuestro Fernández Oña nació en el seno de una familia pobre en la capital cubana. Tuvo una hermana. Los padres eran de origen catalán. Estudió en una escuela pública y obtuvo una beca de una escuela politécnica en la provincia de Matanzas. A los 15 años comenzó su interés por la situación política de su país. Lo despertó el «aldabonazo» nacional que significó el suicidio de Eduardo Chibás, fundador en 1947 del Partido del Pueblo Cubano o Partido Ortodoxo. Chibás, que denunciaba en forma implacable la corrupción del gobierno de Carlos Prío Socarrás, se pegó un tiro el 5 de agosto de 1951 al concluir su programa semanal de radio. Falleció once días después. Chibás tomó esa decisión al no poder presentar las pruebas -que había prometido- de los negociados del ministro de Educación.
El Partido Ortodoxo se distinguía por su enérgica lucha contra la corrupción que producía la trenza política-negocios. Su símbolo era una escoba y su lema: «Vergüenza contra dinero». Por esa actitud, el Partido Ortodoxo atrajo a sus filas a lo mejor de la juventud cubana, entre ellos al joven abogado Fidel Castro Ruz. Lo propio hizo el muchacho que aún conservaba su apellido catalán y que en el futuro sería Luis Fernández Oña. Ingresó a la Acción Cívica Ortodoxa y comenzó a participar en las protestas contra el gobierno de Prío Socarrás y enseguida en la lucha clandestina contra la dictadura de Fulgencio Batista, a partir del golpe de marzo de 1952. El 26 de julio del año siguiente, Fidel encabezó el asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, acción que buscaba desatar una insurrección popular. La mayoría de los combatientes que siguieron a Fidel, procedían del Partido Ortodoxo.
Cuando Fidel y los pocos sobrevivientes del asalto al Moncada salieron en libertad, se constituyó formalmente el Movimiento 26 de Julio. Uno de sus primeros militantes fue Fernández Oña. Al triunfo de la revolución (1º de enero de 1959), participó durante unos meses en la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), promoviendo las Patrullas Juveniles. En 1960 integró la Comisión Nacional de Pioneros de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (la actual Unión de Jóvenes Comunistas). Dos años después fue reclutado por el viceministro del Interior, comandante Manuel Piñeiro, que lo encargó de los vínculos con la Izquierda chilena. Fernández Oña no sabía nada de Chile pero se puso a estudiar y comenzó a tratar a los chilenos que llegaban a La Habana haciendo largos viajes vía Praga. Entre ellos, Salvador Allende, Carlos Altamirano, Luis Corvalán, Volodia Teitelboim, María Elena Carrera, Miguel Enríquez, Luciano Cruz, Manuel Cabieses, y otros.
En 1967 conoció a Tati Allende que acompañaba a su padre en un viaje a la URSS, invitado al 50° aniversario de la Revolución Bolchevique. Tati -entonces casada con Renato Julio- se quedó en La Habana un tiempo. Fernández Oña estaba casado con una cubana y tenía dos hijos.
Al año siguiente se inició un pololeo en serio que culminó en 1970 cuando se casaron en La Habana.
A comienzos de 1970 se había creado el Departamento Liberación a cargo del comandante Piñeiro («Barbarroja»). Era el conducto por el cual la revolución cubana se relacionaba con los movimientos revolucionarios y partidos de Izquierda en América Latina. Muchos cubanos se incorporaron a experiencias guerrilleras en Bolivia, Venezuela y otros países de América Latina. Luego Liberación se convirtió en el Departamento América del comité central del Partido Comunista de Cuba, siempre a cargo de Piñeiro. Fue reemplazado en 1992 por José Arbesu Fraga, ex encargado de la Oficina de Intereses Cubanos en Washington. Finalmente el Departamento fue desmantelado y su personal jubilado. Como funcionario de esos eslabones con la Izquierda latinoamericana, Fernández Oña estuvo varias veces en Chile como miembro de delegaciones cubanas a reuniones de Cepal (1968), deportistas (1969), veterinarios (1970), etc.
Cuando la victoria electoral del presidente Allende, Fernández Oña fue transferido al cuerpo diplomático. Estuvo a cargo de reabrir la embajada cubana en Chile hasta la llegada del embajador Mario García Incháustegui. Continuó en funciones diplomáticas como ministro consejero hasta el golpe de Estado de 1973. El personal de la misión cubana logró salir del país al día siguiente. En el avión soviético de Aeroflot iban Fernández Oña, su esposa Tati (embarazada del hijo que nacería en La Habana) y la pequeña Maya.
Tati Allende, que participó activamente en las tareas de solidaridad con el pueblo de Chile, se suicidó en octubre de 1977. Tenía 33 años. Fue víctima de una severa depresión provocada por la situación en su país y sobre todo por la dispersión de la Izquierda chilena. Militante socialista, también había militado en la sección chilena del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Bolivia, fundado por el Che. También lo hicieron otros socialistas como Arnoldo Camú, Celsa Parrau, Elmo Catalán, Carlos y Fernando Gómez, Rolando Calderón, etc.
Fernández Oña recordaba a Tati Allende de esa época: «Tenía una pesonalidad fuerte. Era una mujer de 25 años que se había graduado de médico. Vivía un proceso de maduración revolucionaria. Estábamos imbuidos de un gran espíritu idealista revolucionario. Ella comenzó a trabajar en un hospital. Estaba muy ligada a su padre y se identificaba con su pensamiento. Pero también se sentía motivada por la revolución cubana y las ideas y amistad que compartía con Miguel Enríquez, Bautista Van Schouwen, Luciano Cruz, y su primo Andrés Pascal Allende.Todo eso alentó su participación como militante».
Al enjuiciar a muchos antiguos «amigos» de Cuba a los que conoció directamente, Fernández Oña decía: «En la Concertación está la mayor parte de la gente que tuvo relaciones con la revolución cubana. Algunos fueron muy amigos, pero ahora no quieren ni saber de nosotros. Tampoco les interesa la memoria histórica. Pero también hay gente muy buena que nos está apoyando. Y otros están muy ocupados en sobrevivir, no tienen tiempo para meterse en otras cosas. Pienso que en Chile hay mucha desinformación sobre Cuba. Todos los sectores sociales engullen la propaganda adversa que pinta a Cuba como un infierno. Pero quienes visitan mi país se dan cuenta que no es así, tampoco somos un paraíso pero estamos lejos de ser un infierno».
Hasta el fin de su vida, Luis Fernández Oña mantuvo sus convicciones revolucionarias. Era militante del PCC y miembro de la Asociación de ex Combatientes de la Revolución. En una entrevista con PF en 2001 afirmó: «Estoy plenamente identificado con la revolución. He hecho y voy a hacer todo lo que sea beneficioso para ella. Soy revolucionario y punto».
(1) Su nombre de nacimiento era Rodolfo Gallard Grau, según Eduardo Labarca ( La Tercera , 23/12/16)
—————————-
El Diario del Che y los guerrilleros cubanos
Luis Fernández Oña fue el primer cubano en leer el diario de campaña del Che Guevara en Bolivia, que llegó a Chile en películas fotográficas ocultas en discos de música folclórica del Altiplano.
Asi evocaba Fernánez Oña ese episodio:
«Estaba aquí (en Chile) cuando se produjo un contacto con Punto Final que permitió recibir las fotografías del diario, camufladas en unos long plays de música folclórica boliviana. Me acuerdo que nos reunimos Manuel Cabieses, Alejandro Pérez (gerente de PF) y yo en casa de Manuel, en Santos Dumont 280. Cuando comprobamos que los negativos parecían ser el Diario del Che (a la luz de una ampolleta, N. de PF) programamos un viaje de Mario Díaz a México y de ahí a Cuba con el diario (oculto en una muñeca que preparó Flora Martínez, esposa de Cabieses. N. de PF). Así se hizo y en Cuba se ratificó que el documento era auténtico». A Fernández Oña también le correspondió participar en el episodio del rescate de los tres cubanos sobrevivientes de la guerrilla del Che:
«La primera señal en Chile la dio un ingeniero boliviano militante del ELN, que una noche llegó a golpear la puerta de la casa de Manuel Cabieses, entonces periodista del diario Ultima Hora y director de Punto Final . Aunque no se conocían le habló de los sobrevivientes que debían salir de Bolivia, para lo cual solicitó ayuda. Cabieses conversó con el periodista socialista Elmo Catalán, que era secretario de Carlos Altamirano. Elmo pertenecía a la rama chilena del ELN. Posiblemente él alertó a Cuba. Luego intervinieron miembros del Partido Comunista chileno que fueron a la frontera a esperar a los guerrilleros. Yo llegué a Chile por coincidencia. Me entrevisté con Luis Corvalán, con Carlos Altamirano y Elmo Catalán. Este se movilizó al norte para tratar que los guerrilleros entraran sin caer en manos de la policía. Finalmente entraron solos y llegaron a un retén de Carabineros. Era un momento de mucha efervescencia de la Izquierda en Chile. Por medio de un llamado telefónico desde La Habana se le pidió a Allende que ayudara a salir a los compañeros. Salvador los acompañó en el avión hasta Tahiti, donde los entregó al embajador cubano en Francia. Así, los guerrilleros llegaron a Cuba gracias al apoyo de las organizaciones políticas de Izquierda, al pueblo chileno y a la participación de Salvador Allende».
Esta nota ha sido elaborada a partir de la entrevista a Fernández Oña que escribió Patricia Bravo en PF 491, marzo de 2001. También se ha consultado la entrevista de Hernán Soto en PF 647 (2007).
Publicado en «Punto Final», edición Nº 868, 6 de enero 2017.