En buena parte de Colombia pasaría lo mismo. Efecto de la globalización, podría decirse. Porque tuvo que correr sangre para que el país pusiera sus ojos en la Serranía de la Macarena. Y aún así, lo que se ve y se oye es inverosímil. Se habla de la Macarena como si se tratara de algo […]
En buena parte de Colombia pasaría lo mismo. Efecto de la globalización, podría decirse. Porque tuvo que correr sangre para que el país pusiera sus ojos en la Serranía de la Macarena. Y aún así, lo que se ve y se oye es inverosímil. Se habla de la Macarena como si se tratara de algo parecido a Monserrate. Como «una montañita» con «parcelitas» de coca, escoltadas por «bandidos perfumados».
Pero la Macarena no es Monserrate, los cultivos no tienen nada de diminutivo y la guerrilla no se acaba con artillería verbal. La Macarena es todo un sistema montañoso ubicado en el Meta. 6.200 kilómetros cuadrados de parque natural. Selva húmeda y bosque.
Digamos que hasta ahí la concepción errada podría ser producto de la falta de conciencia sobre lo robusto de la geografía nacional. Algo que le puede pasar a un gringo, un europeo y hasta a un periodista que, como lo hago yo, analiza la realidad nacional desde un computador. ¿Pero que le pase al Presidente de la República?
Porque sólo con una visión miope de la realidad y una gran falta de previsión se puede lanzar una ofensiva de erradicadores manuales, hacer un show mediático bajándose del avión presidencial para arrancar unas matas, tomarse fotos, hacer política, irse de ahí y empezar luego a ver que todo fue un perfecto desastre cuando comienzan a caer policías. ¿Y ahora qué hacemos? Ya sé: «Bombardeen esa vaina».
Bueno, pues el bombardeo no arreglará nada y sí acrecentará los problemas sociales. Lo dijo el párroco de la Macarena: «Nadie sabe en realidad qué está pasando en los campos». Y tiene razón. Allí nadie llega. Lo único estatal es la metralla oficial y de resto, manda la guerrilla.
Los estragos ecológicos también serán mayores. El bombardeo es una puñalada a este pulmón del mundo. Y si el bombardeo acabara con la guerrilla, de pronto en lo militar sería válido. Pero es que no la acaba sino que la acrecienta. Un civil muerto por una bomba, es una semilla que generará más guerrilleros.
El enfoque del problema está errado. La guerra en Colombia tiene un origen social y la solución debe ser política. Mientras no se acepte lo evidente, no se podrá llegar a ningún lado. Sólo habrá más muertos de lado y lado, todos colombianos. Mientras el Presidente desde Washington sigue dando órdenes a través de las cámaras de televisión.