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Macbeth, o la seguridad e impunidad en el poder

Fuentes: elpais.cr

Los versos magníficos de Shakespeare, en espléndida traducción, impactan con sus ideas, bellamente armadas. Las imágenes, la profundidad y contraposición de los conceptos, la potencia evocadora de las palabras, crea un hechizo ante el que, incapaces de otra cosa que de entregarnos a la fuerza interior que provoca y sobrecoge, se unen la fuerza de […]

Los versos magníficos de Shakespeare, en espléndida traducción, impactan con sus ideas, bellamente armadas. Las imágenes, la profundidad y contraposición de los conceptos, la potencia evocadora de las palabras, crea un hechizo ante el que, incapaces de otra cosa que de entregarnos a la fuerza interior que provoca y sobrecoge, se unen la fuerza de los conceptos, con el pathos de la sensibilidad y del conflicto interior. En el teatro Sir Laurence Olivier, la joven audiencia, en religioso pasmo, cual público de Esquilo bajo las estrellas de una noche ática, es conducida por los actores a la recreación del drama.

Con el gesto, el tono, el lenguaje del cuerpo y de la cara, los actores introducen la emoción y el conflicto interior, y con sus movimientos recrean la acción. Juntas, sus actuaciones recrean el drama, que, sin esa sintonía en su grandeza no podría alumbrar. Interpretación que es excelente, dentro de sus limitaciones, porque logra a plenitud la indicada recreación, que es lo importante.

La tragedia, que leída permite apreciar apenas como en impresión plana la grandeza de las ideas, bien representada lo expresa en todas sus dimensiones, cual creatura integral del sentimiento, la emoción ética y el pensamiento. Y ello es logrado satisfactoriamente por el grupo del Sir Laurence Olivier

Pero, independientemente de la obra como hecho artístico, de asistencia obligatoria para todo el que quiera experimentar un encuentro de alta tensión con su condición humana, es importante su enseñanza política, aunque sea sólo una resultante de su exploración de la mente y del corazón humano, y no su propósito como ocurre con la gran obra de arte. Porque la exposición en Macbeth de los más ocultos mecanismos del poder en el nivel más alto, necesariamente contiene enseñanzas políticas.

El tema de la obra es la fuerza avasalladora de la ambición de poder, cuando el logro es seguro, y no existe el temor al castigo. Porque la tentación del poder, como todas las tentaciones, solo nos mueve fuerte cuando la ejecución es segura.

Macbeth se atreve a tomar el camino del crimen, porque las brujas, en las que cree por una primera confirmación del augurio, le aseguran que será rey. Salta entonces todas las barreras, seguro del éxito, bajo la regla de la inmoralidad absoluta, sujeto solo a la obtención del provecho.

Y posteriormente comete más crímenes con el objeto de afianzar el poder, tanto porque en la mitad del pantano de la sangre como lo dice «da igual seguir que regresar», como porque las brujas en una nueva aparición le aseguran que «nadie nacido de mujer le podrá vencer», o sea, la impunidad.

La actualidad de Macbeth en el escenario político latinoamericano, que destaca Joaquín Gutiérrez, autor de la traducción, reside principalmente en dichas características de «seguridad» e «impunidad», que empatan con las modalidades regionales del asunto.

Con grandes sectores de la población latinoamericana, analfabetas o semi-analfabetas, y una tendencia caudillista en la mentalidad social, el abuso se favorece y puede ocultar. Así la violencia de las armas puede ser justificada, y la de la verdad y la razón camufladas y aún «explicadas» a satisfacción. Ignorancia e infantilismo político han sido el caldo de cultivo de las dictaduras y de los regímenes injustos de América Latina. Lo que también se sigue presentando en sus aperturas democráticas, porque el entorno caudillista y el sustrato de pensamiento infantil, permiten manipular las fuerzas liberadas por el sufragio universal.

Esta situación ha permitido en general, que la delincuencia de todo tipo, pueda ser un instrumento eficaz, en el camino hacia el poder o en el poder mismo, como la historia latinoamericana lo atestigua. Porque el crimen, que es la forma más burda y grotesca del abuso, brota fértil en la seguridad y la impunidad. Pliegues siniestro en la capa de la ignorancia y del atraso.

Por eso «Macbeth» comparte el tema con «El Señor Presidente», «Doña bárbara», «yo, el Supremo», «Tirano Banderas», «Facundo Quiroga», y «El otoño del Patriarca», que en la literatura regional tratan este modo especial de barbarie, del que trabajosamente América Latina ha empezado a liberarse. Pero que «Macbeth», y de ahí su trascendencia eterna profundiza hasta el corazón mismo del hombre, para señalar ahí los horrores que potencialmente lo habitan, listos para dejar la jaula apenas las circunstancias lo permitan.

Luchar contra esas circunstancias, tan arraigadas en su medio, es la gran tarea política de América Latina.

Fuente: http://www.elpais.cr/articulos.php?id=14461

* Juan José Sobrado es abogado