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Mafias, conspiraciones y la «Coin»

Fuentes: Rebelión

Si llegáramos a acordar un cese al fuego bilateral en la Mesa de conversaciones de Quito, ¿quién detendría las operaciones paramilitares? Es de conocimiento público que a las zonas de donde salieron las FARC están llegando paramilitares y al tiempo arrecian sus ataques contra territorios en donde está el Ejército de Liberación Nacional. Todos saben […]

Si llegáramos a acordar un cese al fuego bilateral en la Mesa de conversaciones de Quito, ¿quién detendría las operaciones paramilitares?

Es de conocimiento público que a las zonas de donde salieron las FARC están llegando paramilitares y al tiempo arrecian sus ataques contra territorios en donde está el Ejército de Liberación Nacional. Todos saben que estos escuadrones son el soporte de las mafias del narcotráfico y que el régimen les deja hacer su negocio a cambio de que hagan contrainsurgencia, en una réplica al modo de guerra usado por los Estados Unidos en Afganistán.

No es coincidencia que el comandante de la Brigada 17 del ejército estatal destacada en Urabá haya dicho en enero que sus tropas allá «ya no son la punta de lanza» y que enseguida se haya desatado la inundación de paramilitarismo en esa región y en el Chocó. La existencia de un plan único entre militares y paramilitares en esa región lo demuestra el que no tienen para mostrar un sólo combate entre ellos. Mientras esto ocurre la Fiscalía mira para otro lado, pese a las decenas de denuncias que las comunidades presentan sobre la generalización del paramilitarismo.

Producto de esta arremetida de operaciones paramilitares es que este año han asesinado más de medio centenar de líderes comunitarios, todos ellos vinculados a la protesta social y a la movilización de la gente a favor de la paz.

El Departamento de Estado de los Estados Unidos -el principal aliado del Gobierno colombiano- afirma que existe «colaboración militar con grupos armados ilegales» en su Informe Anual sobre derechos humanos, dado a conocer en marzo de este año.

En estos primeros días de junio el general Naranjo, el Vicepresidente de Colombia, declaró que el Gobierno ya «no iba a proseguir diálogos» con la mafia más grande de Colombia, conocida ahora como el Clan del golfo. Las conversaciones que interrumpen estaban dirigidas a que estos paramilitares se acogieran a la justicia.

Mafias y contrainsurgencia

Es muy vieja la Triple Alianza entre los Gobiernos de EEUU, Colombia y las mafias para hacer contrainsurgencia. A ésta, en la jerga de los manuales militares estadounidenses, la llaman Coin.

La Coin inició de lleno como doctrina de guerra de la mano de J. F. Kennedy en 1962 y nos la envió a Colombia con el general Yarborough, quien visitó al país ese año para enseñar a los militares a «hacer acciones terroristas contra los comunistas» de manera encubierta y por medio de paramilitares organizados legalmente con tal fin.

Pablo Escobar entró en la Triple Alianza, en la década de los 80, lo que le permitió convertirse en el gran capo que fue. Su monopolio del narcotráfico democratizó el consumo de cocaína, porque en 1973 un kilo se vendía en los EEUU a 250.000 dólares. En 1980 el kilo había caído a 75.000 dólares y en 1990 costaba entre 25.000 y 32.000 dólares [1].

Al mismo tiempo el capo sirvió a las clases dominantes para ejecutar un genocidio de la izquierda colombiana, que exterminó a movimientos como la Unión Patriótica, el Frente Popular y A Luchar.

Cuando los paramilitares se desbordaron con la matanza de jueces en La Rochela, el 18 enero de 1989, el Gobierno se vio obligado a derogar las leyes que ordenaban la construcción de estos grupos.

El monstruo creado por la Triple Alianza también mató a candidatos presidenciales como Luis Carlos Galán, Pardo Leal, Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo. Por lo que el régimen creó otra Triple Alianza, esta vez con el cártel de la cocaína de Cali, para asesinar a Escobar, objetivo que logró en 1993.

Enseguida en 1994 inventaron otra ley para dar cobertura a la creación de los grupos paramilitares, bautizados por ella como Convivir. Los que sirvieron de base para que en Antioquia, siendo Álvaro Uribe el Gobernador del Departamento, surgieran como estructura nacional con la etiqueta de Autodefensa Unidas de Colombia (AUC).

La nueva Triple Alianza liderada por el clan mafioso de los Castaño Gil se ensañó de nuevo con las zonas y sectores de la oposición de izquierda, cometiendo un genocidio mayor y más atroz que el perpetrado en los 80.

Coincidió la declaración a finales de 2001 de las AUC como organización terrorista con el inicio del Plan Colombia, que buscó la reingeniería de las fuerzas militares estatales. Esta vez la Coin, tuvo el disfraz de «lucha antidrogas», mediante la cual las ofensivas militares atacaban las base de la insurgencia mientras dejaba intacto y prosperando el noroccidente de Colombia, la zona de asentamiento de los paramilitares de extrema derecha y sus plantaciones de coca.

Cuando Álvaro Uribe ejerció la presidencia (2002-2010), el régimen se dio a la tarea de premiar a sus paramilitares, para lo cual creó en 2005 una justicia transicional que llamó «Ley de Justicia y Paz». Uribe clasificó como sediciosos a estos grupos y les concedió un amplio indulto, del que quedaron 15.000 expedientes por sus crímenes de los cuales dos terceras partes inculpan a determinadores civiles -empresarios, terratenientes y banqueros- de estas bandas y sólo un tercio incrimina a militares y policías.

Se rompió esta Triple Alianza, cuando Uribe extraditó a  los EEUU, el 13 de mayo de 2008, a los 13 capos principales de las AUC. Uno de los extraditados gritó antes de subir al avión de la DEA: «HP nos traicionaron».

Paz y nuevo genocidio

En la presidencia de Santos (2010-2018), éste buscó limpiar los estragos de la Triple Alianza, comenzando por desarticular la agencia estatal de espionaje (DAS), tomada por los paramilitares de extrema derecha y mafias, responsable de miles de asesinatos de opositores al régimen.

Pese a que Santos adelanta el proceso de paz con las FARC (2012-2017), la Marcha Patriótica, el movimiento político creado para apoyar este proceso, ha sufrido una persecución política idéntica a la de décadas anteriores que deja en estos 5 años el asesinato de 133 de sus militantes.

El régimen colombiano agrede con una tenaza a las fuerzas políticas alternativas que se le oponen y retan su monopolio del poder. Con el brazo legal las judicializa y criminaliza mientras el brazo ilegal, paramilitar, las extermina y amenaza con un nuevo genocidio.

Moraleja: cría cuervos…

J. F. Kennedy estaría cumpliendo 100 años de edad de no haberse echado de enemigas a las agencias de espionaje -la CIA, FBI y otras- y a sus socios, las mafias de su país, quienes adelantaron una conspiración que acabó con su vida en un atentado perpetrado en Dallas, Texas, el 23 de diciembre de 1963 en el que participaron 8 francotiradores a quienes pagaron sus servicios con heroína y que para encubrir el crimen debieron matar a más de 50 testigos [2].

Kennedy, el inspirador de la Coin, podría decirse que «fue víctima de su propio invento». Perversidad que llevada a su máxima expresión mantiene a países como Afganistán y Colombia en el tope de producción de narcóticos y en el fondo de la crisis a sus sociedades. El Washington Post, a principios de los años 90, así entendía a la Coin y su Triple Alianza, como arma degradada de la Guerra Fría:

«La política de narcóticos estaba subordinada a la guerra contra la influencia soviética» [3].

La Triple Alianza también deja funestos resultados y valiosas enseñanzas en Italia, donde estudiosos, como Salvatore Lupo, profesor de la Universidad de Palermo, califican a «la mafia como una patología de la democracia» [4].

Volviendo a territorio colombiano hay que preguntar por el estado actual de la Triple Alianza y las elecciones aprendidas sobre esta arma de guerra para poder saber si algún día sus promotores van cesar en las operaciones paramilitares que de ella se desprenden… y si ya compararon las enseñanzas que extrajeron con el refrán popular que dice «cría cuervos y te sacaran los ojos».

Notas

[1] Sergio Uribe Ramírez, investigador de la Universidad del Rosario, Bogotá.

[2] Teoría de la conspiración. Desconstruyendo un magnicidio: Dallas 22/11/63, libro de Javier García Sánchez publicado por la editorial Navona. Reseñado en «A Kennedy lo mató la mafia bajo la supervisión de la CIA y el FBI lo sabía semanas antes». RT, 31-05-2017.

[3] «De cómo una flor rosada ha derrotado a la única superpotencia mundial: La guerra del opio de EEUU en Afganistán». Alfred W. McCoy. TomDispatch.com. Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández, 27-02-2016.

[4] «Cómo está la Cosa Nostra 25 años después de los atentados que sacudieron a Italia y transformaron la mafia para siempre». Pablo Esparza. BBC Mundo. 2-06-2017.

Pablo Beltrán, jefe de la delegación de diálogo del ELN.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.