Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen, fue la frase de Julio Anguita, que hago mía, después de que su hijo Julio A. Parrado, falleciera en Irak al ser alcanzado por un misil, en un ataque realizado por el ejército iraquí en su ofensiva contra la capital, mientras realizaba labores de corresponsal de guerra.
Desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial ha habido más de doscientos enfrentamientos armados en más de ciento cincuenta lugares del mundo. Guerra tras guerra, violencia constante, masacres y genocidios, odio, destrucción y muerte, hasta llegar a nuestros días, en los que seguimos como siempre.
Observemos desde las alturas las guerras en la historia. Pero no voy a citar las del Peloponeso, ni las Termópilas, las Púnicas o Médicas; ni las de Egipto, ni de la Roma Imperial. Ni la de los Hunos, ni la de los otros. No quiero ni recordar las Cruzadas. Ni las de la colonización de las Américas, ni la de secesión norteamericana, ni las imperialistas o de colonización europea, las napoleónicas, las de sucesión en Castilla o las Carlistas borbónicas o la de la Independencia. De aquellos polvos, son estos lodos. Siempre igual. Guerras por el dios verdadero, por los dioses del Olimpo o el del dinero. Desaparecidos en Chile y Argentina y en tantos otros lugares en la historia. Ahora en Afganistán, abierto en canal y todo por ver con los talibanes en el poder.
Tampoco me voy a referir a las del siglo próximo pasado, modelos de la barbarie occidental. En Rusia, China, Japón, Corea, Vietnam y las recientes yugoslavas. Ni siquiera me voy a referir a la guerra española de 1936. Demasiadas víctimas están pendientes de la reparación que el Estado les debe. En España hay 140.000 desaparecidos, según la Plataforma de Víctimas de Desapariciones Forzadas por el Franquismo, los perdedores de la guerra, esparcidos sin identificar por cunetas y fosas comunes.
La Primera Guerra Mundial o Gran Guerra fue un conflicto armado que tuvo lugar entre 1914 y 1918, y que produjo más de 10 millones de bajas. Se produjo por la rivalidad entre las potencias imperialistas. Fue en su momento el más sangriento de la historia. Por su parte la Segunda Guerra Mundial ha sido, hasta el momento, el conflicto armado más grande y sangriento de la historia en el que se enfrentaron las Potencias Aliadas y las Potencias del Eje, entre 1939 y 1945. Participaron más de setenta países en combates aéreos, navales y terrestres. Murió alrededor del 2% de la población mundial de la época (unos 60 millones de personas), en su mayor parte civiles.
Ha habido guerras de cien años, seis días o treinta y ocho minutos; de las naranjas y de las Malvinas y las mandarinas chinas contra Japón. Se terminó la guerra fría, pero sigue habiendo guerras calientes por interés geoestratégico. Guerras que caen en el olvido, por las noticias frescas de otras guerras: nucleares, químicas o bacteriológicas, de información y económicas; contra el terrorismo o contra el narcotráfico. Guerra santa, relámpago o eterna. También guerra total o madre de todas las guerras. Pocas contra la miseria y la pobreza. Abundantes contra el bienestar y los derechos de los «miserables».
Hasta diez guerras y conflictos activos identifica Ayuda en Acción en 2021: La ONU estima que cuatro millones de personas necesitan asistencia humanitaria en Camerún. Los conflictos armados se concentran en el norte del país (debido a ataques yihaidistas) y en el oeste, en una guerra que desde 2017 enfrenta a los grupos separatistas con el Gobierno. Preocupa especialmente la situación de inseguridad en la que se encuentran escuelas y docentes: están el punto de mira de los grupos armados que apoyan a los separatistas.
Etiopía situado en el Cuerno de África lleva tiempo viviendo una tensa situación política, agravada el último año por la escalada de violencia de carácter étnico y las crecientes hostilidades en la región de Tigray. El conflicto estalló en esta zona etíope en noviembre, cuando el gobierno iniciaba una ofensiva militar contra el Frente de Liberación Popular de Tigray.
A los daños provocados por los ciclones Kenneth e Idai y la crisis sanitaria por la COVID-19, se suma la creciente violencia e inseguridad en varias regiones de Mozambique. Los ataques de grupos yihaidistas se ha intensificado desde marzo y el Estado Islámico de África Central se hecho con el control de algunas localidades. Todo ello ha provocado que se agrave la situación humanitaria y la seguridad alimentaria de la población. Pero también ha tenido como consecuencia el incremento del número de desplazados internos. La ONU estima que, incluyendo a las comunidades de acogida, el conflicto afecta directamente a 1,3 millones de personas.
Si hablamos de conflictos activos en 2021 no podemos olvidar Oriente Próximo, región del mundo que alberga uno de los más longevos de nuestra Historia. Es el caso de la lucha entre Israel y Palestina, cuya solución parece cada vez más difícil. De un lado, Palestina sigue reclamando a la comunidad internacional su reconocimiento como Estado. Por su parte, Israel −con el apoyo de Estados Unidos− está consiguiendo el reconocimiento de más países.
El Sáhara Occidental, es una de las últimas las regiones en el mundo que se ha unido a la triste lista de guerras y conflictos activos en 2021. Tras casi 30 años de alto al fuego entre el gobierno marroquí y el Frente Polisario, este se rompía el pasado mes de octubre. El detonante se produjo en el paso fronterizo de Guerguerat, cuando el ejército marroquí penetraba en la zona para desalojar a un grupo de saharauis que habían acampado en la pista con el objetivo de interrumpir el tránsito de mercancías.
Sahel en árabe significa borde o costa; está situado entre el desierto del Sáhara (al norte) y la boscosa sabana sudanesa (al sur). Comprende 11 países, muchos de ellos se encuentran entre los más pobres del mundo y cubre una distancia de 5.400 km. Esta zona está marcada por la presencia de milicias y grupos terroristas, especialmente en Nigeria. La ONU alertaba hace unos meses que las necesidades humanitarias en la región están alcanzando niveles históricos. La violencia y los efectos del cambio climático, entre las causas más destacadas, están provocando el aumento del desplazamiento interno y el incremento de la inseguridad alimentaria.
La guerra de Siria cumple 10 años. El conflicto armado comenzaba para derrocar al presidente Bashar Al Assad. Aunque el Gobierno ha recuperado el control de buena parte del territorio y se han rebajado las tensiones, no se ha llegado a un acuerdo para el alto al fuego y los ataques se siguen produciendo. Tras una década de conflicto la ONU estima que ocho de cada diez sirios viven en condiciones de pobreza y prevé que su situación empeore. Precisamente debido al conflicto armado, 5,5 millones de sirios han buscado refugio en países vecinos como Turquía o Líbano. Siria se enfrenta a una grave crisis económica y los refugiados ya suponen casi una cuarta parte de su población.
El 27 de diciembre era una fecha clave para detener la escalada de violencia persistente en la República Centroafricana desde 2012. Con las elecciones que se celebraban ese día se pretendía consolidar el acuerdo de paz firmado por el Gobierno y catorce grupos rebeldes hace dos años. Sin embargo, seis de estos grupos se alzaron en nueva rebelión, logrando controlar varias localidades y tratan de tomar Bangui, la capital del país.
Desde hace seis años la población yemení está sumida en una guerra civil. Esta se inició como consecuencia de un golpe de Estado que ha dividido en tres partes el país. La norte, controlada por los huthis tiene el respaldo de Irán y, en el sur, conviven dos fuerzas: las separatistas y los seguidores del presidente Al-Hadi. Lejos de mejorar, la situación ha empeorado el pasado 2020 con el recrudecimiento del conflicto. Las cifras de desnutrición infantil se han disparado. Yemen se sitúa, como la mayor crisis humanitaria a nivel mundial.
En Afganistán, en febrero del año pasado se iniciaban las conversaciones de paz entre los talibanes y el gobierno afgano. Con la salida de Estados Unidos del país, los talibanes se han hecho con el poder y formarán gobierno siguiendo los principios de la ley islámica, excluyendo a las mujeres. Si bien la guerra dicen que ha terminado, queda pendiente su relación con el Estado islámico presente en Afganistán y con la propia población afgana. De hecho, el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, ha advertido del probable desarrollo de una guerra civil en Afganistán, la cual conduciría a la reconstitución de Al Qaeda o el crecimiento de Estado Islámico.
Hay otros conflictos que sin llegar a ser guerras abiertas, originan sufrimiento y muerte a la población, y graves crisis políticas, con consecuencias económicas catastróficas. No me refiero a las guerras de guerrillas, ni a los conflictos territoriales ni a los movimientos de liberación e independencia del pasado, sino a los actuales. Me refiero a los conflictos políticos y sociales que se producen en América Latina (Colombia, Ecuador, Guatemala, México, Nicaragua, Perú o Venezuela). Hablaremos sobre ello.
La guerra saca lo peor del ser humano. Las guerras han cambiado poco en la historia, si acaso los instrumentos para la destrucción, el sufrimiento y la muerte. Estamos en las guerras de cuarta generación −guerra de guerrillas, guerra asimétrica, guerra de baja intensidad, guerra sucia, terrorismo de Estado u operaciones encubiertas−. En este tipo de guerras no tiene por que haber enfrentamiento entre ejércitos regulares. Usan drones y las víctimas −civiles, mujeres y niños inocentes− son llamadas daños colaterales. EEUU ha creado un mundo de guerras interminables. En 2008, muchos de los simpatizantes de Barack Obama (Premio Nobel de la Paz) tenían la esperanza de que pusiera fin a la guerra global contra el terrorismo, pero optó por extenderla y sus sucesores no han hecho nada para cambiar el rumbo belicista.
Maldigo al dios de la guerra y a sus señores, a los guerreros que combaten y a los generales que ordenan; a los canallas que las provocan y a quienes se benefician de la destrucción y del dolor inocente. #NOalaGuerra.
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