Expertos, foristas e investigadores coincidieron en que respetar y fomentar la autonomía de las y los adultos mayores, y educar a las nuevas generaciones en ese respeto, son claves para evitar las diferentes manifestaciones de violencia hacia este grupo de personas.
Así quedó reflejado en el foro convocado el pasado 15 de junio por la Cátedra Universitaria del Adulto Mayor de la Universidad de La Habana, en su perfil de la red social Facebook, en ocasión de celebrarse el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato a las Personas Mayores.
Distintas intervenciones en este espacio de debate apuntaron a las expresiones de maltrato que se observan en la cotidianidad y, en particular, al trato que reciben las personas mayores en el contexto de la pandemia de la covid-19.
El reto más grande ha sido quedarnos en casa, señaló Mercy Copa, una de las foristas. «Fue muy difícil tener que delegar en hijos, amigos, familia… la satisfacción de sus necesidades personales por cuidarse del coronavirus, cuando esas salidas los hacen sentir útiles e independientes», dijo.
«Sociabilizar a nuestra edad es algo muy importante y en estos momentos es casi imposible», añadió.
Uno de los desafíos identificados por varios foristas para las personas de la tercera edad, no solo en Cuba, fue la disyuntiva de cuidar su salud física, aislándose, y al mismo tiempo preservar su bienestar psicológico y hacer frente al miedo que genera pertenecer a un grupo de alto riesgo y que mayores complicaciones puede presentar ante el contagio.
La ecuatoriana Silvia Carpio aludió al abandono que experimentan algunas personas ancianas, a quienes sus familiares no las protegieron, ya fuera por la falta de conciencia del peligro especial que representa para ellas la enfermedad para o por mantenerse alejados para cuidar sus propios intereses.
En el caso cubano, algunos participantes se refirieron a que hubo adultos mayores que se expusieron porque no tenían nadie cercano que los apoyara en la satisfacción de necesidades básicas, y no en todos los lugares funcionaron los servicios de mensajería.
De acuerdo con datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en la nación caribeña más del 20,8 por ciento de la población tiene 60 años y más y 15 por ciento de las personas mayores viven solas.
Tal escenario demográfico supone para Cuba desafíos crecientes en el control de la pandemia provocada por el coronavirus SARS-CoV-2, y la enfermedad que este genera, la covid-19. Pero también obliga a voltear la mirada hacia otras realidades de este segmento poblacional en medio de la crisis sanitaria generada por el virus.
Expresiones silenciosas del maltrato
En ese sentido, varias reflexiones del debate se centraron en la necesidad de identificar elementos que impactan en la subjetividad de este grupo etario y que también pueden desencadenar malos tratos, privar de autonomía y capacidad de decisión.
Hay formas naturalizadas de maltrato que no se entienden como tal y que van desde asumir la vejez como sinónimo de incapacidad, hasta creer que las personas mayores no tienen su propio proyecto de vida, consideró la periodista Lisandra Fariñas.
La psicóloga Leela Laura Sánchez agregó que las expresiones «silenciosas» del maltrato pueden menoscabar la independencia de la persona mayor y reforzar una relación de dependencia que puede ser condicionante y, a la vez, detonador de situaciones de malos tratos.
Varios foristas comentaron sobre situaciones cotidianas que se invisibilizan, como encargar a los ancianos tareas asociadas al cuidado de menores y la búsqueda de provisiones, porque otros miembros de la familia están trabajando, al tiempo que se ignoran las necesidades de ellos o sus intereses.
«Es importantísimo considerar que, al igual que en todas las etapas de la vida, los mayores no somos un grupo homogéneo», advirtió Soledad Carvacho.
«Tenemos miradas diferentes, intereses diferentes. Respetar esas diferencias es vital para la felicidad de cada persona».
Ana Luisa Herreros manifestó que el maltrato tiene un espectro amplio que va desde la agresión física y/o verbal, que es explícita, hasta la sobreprotección y la sobredimensión del cuidado. Estas últimas, dijo, muchas veces están solapadas por las buenas intenciones.
De ahí que respetar y reforzar la autonomía comienza por escuchar la voz de las personas adultas mayores. «Cualquier acción pensada para ellas, pero no con ellas, puede ser una acción bien intencionada, pero que omite su capacidad de decisión y participación», expuso Soledad Carvacho.
Al papel de los medios se refirió Teresa Orosa, presidenta de la Cátedra, quien precisó que estos son fundamentales, pues pueden reforzar tanto actitudes positivas como paternalistas e infantilizadoras.
Jorge Enrique Torralbas abordó la importancia de cuidar a la persona mayor en aspectos comunes, como el tiempo adecuado en los semáforos, la altura de los ómnibus al subir y la estructura de las instituciones, entre otros aspectos.
En general, se habló de lograr entornos amigables con este grupo poblacional, una estrategia que contempla hacer más inclusivos los servicios de todo tipo.
Tratar bien a las personas mayores implica respeto y comunicación asertiva, sostuvo Ana Luisa Herreros, quien también enfatizó en reconocer la riqueza de sus experiencias y saberes para potenciar una vejez saludable.
Para ello, coincidieron varias intervenciones, se requiere educar en el buen trato desde los primeros años de vida, tanto desde la escuela, la familia como la comunidad
Del mismo modo que los padres se muestran preocupados por la realización de la tarea de sus hijos, deberían preguntarles qué buena acción de solidaridad hicieron en el día hacia una persona mayor, sugirió la profesora Teresita Martínez Pérez.
Nuestras pequeñas acciones cotidianas resultan valiosas, acotó Ana Luisa Herreros y exhortó a cuestionarse si hay personas mayores en la comunidad que vivan solas y cómo podemos ayudarlas. «Puedo hacerles algunas compras, saber cómo se sienten, regalar un abrazo con la mirada… Respetando su capacidad de decisión se puede acompañar y cuidar», enfatizó.