Es inimaginable que un gobierno lacayo como el de Alvaro Uribe se lance a secuestrar en Caracas al miembro de las FARC Rodrigo Granda sin tener antes «luz verde» de Washington. Si alguien tenía duda sobre quién está tras la operación y sus objetivos, la comparecencia de la Secretaria de Estado designada Condoleeza Rice ante […]
Es inimaginable que un gobierno lacayo como el de Alvaro Uribe se lance a secuestrar en Caracas al miembro de las FARC Rodrigo Granda sin tener antes «luz verde» de Washington. Si alguien tenía duda sobre quién está tras la operación y sus objetivos, la comparecencia de la Secretaria de Estado designada Condoleeza Rice ante el senado de Estados Unidos, arroja mucha luz sobre el asunto. La señora Rice citó una lista de «reductos de tiranía» con los que hay que acabar, entre las que figuran Cuba, Irán y Corea del norte. Luego calificó al gobierno del presidente Hugo Chávez como una «fuerza negativa» en América Latina y elípticamente manifestó que procuraría actuar contra él en la OEA mediante la aplicación de su Carta «Democrática». En la visión ofrecida por la secretaria a los legisladores, el gobierno de Urive Véliz, que instrumentó el secuestro de Granda en brutal violación de la soberanía de Venezuela, es el modelo al que aspira Estados Unidos en la región. Por supuesto, el plagio se propone privar de su vocero internacional a la guerrilla, catalogada por Estados Unidos como organización «terrorista» al igual que el Ejército de Liberación Nacional (ELN). De paso, viene a cuento plantear que es ya indispensable que la izquierda tome una posición clara sobre la definición de terrorismo.
Pero esta operación de gran envergadura realizada por los cuerpos policiales colombianos en Venezuela tiene otro propósito fundamental, que es crear un gravísimo conflicto colombo-venezolano y dividir a los gobiernos de la región, donde Caracas ha venido gestando un embrión de integración latinoamericana, actuado de valladar contra el ALCA, desarrollado una política frontalmente antineoliberal y estrechado fraternas relaciones con Cuba. Por supuesto, la implantación de una democracia profundamente popular, la redistribución más justa del ingreso, los formidables cambios sociales y culturales logrados y la instrumentación de una política exterior digna e independiente por Caracas es inaceptable para los fundamentalistas neoconservadores hoy al frente del imperio. El ejemplo venezolano obstaculiza seriamente el proyecto colonial yanqui en la región, lo que explica de dónde vino el sí para el secuestro de Rodrigo Granda.
El hecho sienta un precedente ominoso de quebrantamiento del derecho internacional y está fundamentado en la misma ley de la selva en que se basó Estados Unidos para lanzar la sangrienta agresión contra Irak. Sin embargo, el gobierno colombiano no ha respondido a la mano tendida por el presidente Chávez para discutir el asunto y al contrario, se ha jactado de su «derecho» a combatir el «terrorismo» dentro y fuera de sus fronteras y de pagar una recompensa millonaria a los autores del secuestro, con la complicidad de la maquinaria mediática internacional. La presencia en las puertas de America del sur de un gobierno independiente y antineoliberal que cumple, además, con los parámetros de la democracia «occidental» es un quebradero de cabeza para el nuevo gabinete de Bush porque es muy difícil justificar una desestabilización desembozada en esas condiciones. De allí viene la idea de vincular a Venezuela, vía las FARC, con el terrorismo internacional, el nuevo sambenito pos guerra fría concebido por Estados Unidos para satanizar aquellos gobiernos que no convienen a sus intereses. En este caso se trata de aislar a Venezuela mediante una campaña propagandística que justifique futuras acciones de Colombia o de la OEA contra Caracas, incluyendo una intervención armada de Estados Unidos.
El gobierno de Chávez, una vez que sus cuerpos policiales comprobaron la intervención del Estado vecino rompió los vínculos de negocios con este hasta tanto su gobierno ofrezca una disculpa o acepte discutir el diferendo. Con ello Caracas da otra muestra de no estar dispuesta a aceptar en ninguna circunstancia la violación de su soberanía. No son pocos los sectores colombianos que han censurado la conducta del gobierno de Uribe, mientras en América Latina se levantan cada vez más voces solidarias con Venezuela en los movimientos populares. En Colombia se refugia un grupo de golpistas venezolanos encabezados por Carmona «el breve» y desde allí partió una fuerza de paramilitares colombianos ligada a planes subversivos de la contrarrevolución venezolana capturados en Venezuela, de la que Bogotá se desentendió, como si fuera posible que esos elementos realicen un operativo de esa naturaleza sin su visto bueno.