Manuel Cabieses Donoso, director por varias décadas de la revista Punto Final, ha sido también uno de los críticos más directos y punzantes del modelo neoliberal. Desde las páginas de ese medio, un impreso quincenal que ha tenido la valentía de denunciar durante toda la transición las injusticias del capital sobre el pueblo chileno con […]
Manuel Cabieses Donoso, director por varias décadas de la revista Punto Final, ha sido también uno de los críticos más directos y punzantes del modelo neoliberal. Desde las páginas de ese medio, un impreso quincenal que ha tenido la valentía de denunciar durante toda la transición las injusticias del capital sobre el pueblo chileno con el apoyo de toda la clase política, se anunció también la catástrofe. No fueron pocos los testimonios de decenas de líderes sociales y personas que preveían el colapso neoliberal. Una advertencia, un llamado que Manuel Cabieses levantó cada quince días de la emblemática revista.
En estos días, sus palabras son absolutamente necesarias para comprender el trance que vive Chile. En esta breve conversación podemos hallar ideas e interpretaciones sobre el estallido social, la insurrección popular, los escenarios posibles, los liderazgos y el rol de la izquierda en este proceso. Chile despertó y seguirá despierto.
Punto Final siempre se definió como una revista de izquierda. Pero durante toda la transición junto con exponer un pensamiento de izquierda como mirada partisana, también lo hizo de forma crítica contra los múltiples efectos del modelo neoliberal, aquellos que hoy puedes ver en pancartas y oír en asambleas ciudadanas como demandas. A diferencia de muchos observadores que hoy dicen estar sorprendidos con la insurrección popular, tú advertiste que el modelo ya no podía continuar más sin efectos catastróficos. ¿Por qué motivos crees que esto reventó hoy y durante el gobierno de Piñera? ¿Por qué no lo hizo antes, por ejemplo, durante Bachelet? ¿Es que la Concertación y Nueva Mayoría podían contener los extremos del neoliberalismo?
-«Punto Final advirtió, como otros analistas del fenómeno, que el neoliberalismo no solo es una forma extrema del capitalismo moderno. Es también un sistema integral de dominación social, cultural y política. Crea una elite oligárquica en todos los terrenos. No solo superexplota a los trabajadores, también oprime a las clases medias y a la intelectualidad. Corrompe todo lo que toca, en especial a los políticos, y acumula un poder tan enorme que no deja lugar al disenso. Llega un momento en que sus víctimas no tienen otra alternativa que la rebelión. Es lo que sucede en Chile.
La Concertación -y en especial la Nueva Mayoría- disponían de cierta capacidad de cooptación de las burocracias sindicales, gremiales y poblacionales. Esto les permitió postergar una crisis inevitable. El entusiasmo socialdemócrata de esos gobiernos alcanzó niveles grotescos, como, por ejemplo, cuando el diputado comunista Daniel Núñez dio por superado el neoliberalismo. Afirmó que Bachelet «pasará a la historia como la mandataria que lideró, superando el permanente boicot de la derecha, el proceso para dejar atrás el neoliberalismo y avanzar con reformas que han beneficiado directamente a miles de familias vulnerables y de sectores medios». (1)
La indignación y rabia de un pueblo requieren un tiempo de maduración. Pero cuando la chispa incendia la pradera, en este caso la «evasión» en el Metro de los estudiantes secundarios, sucede lo que estamos viendo: una insurrección desarmada y pacífica, pero insurrección al fin y al cabo por cuanto pretender derribar el sistema».
En las marchas leemos centenares de carteles escritos a mano con demandas de todo tipo, pero estas demandas tienen un elemento en común, que es la crítica al neoliberalismo. ¿Está también presente aquí un pensamiento de izquierda? ¿Está la izquierda presente en las marchas?
-«Sí, por supuesto…La Izquierda está presente en esta insurrección que recoge sus valores sobre justicia e igualdad .Pero también están presentes los objetivos de lucha femeninos, medioambientales, de sexo, contra el TPP, etc. La Izquierda chilena está desarticulada. Ha sufrido años de persecución, el derrumbe de los «socialismos reales», etc. No está en condiciones de asumir la conducción del movimiento. Sin embargo sus distintas fracciones pueden contribuir a forjar una dirección unitaria que lleve al triunfo a este movimiento antioligárquico. En este movimiento se funden doctrinas: marxismo, anarquismo, cristianismo, etc. En esta fragua puede forjarse una Izquierda tan amplia, diversa y creativa como la misma insurrección».
Hablamos de un movimiento, pero nadie se atreve hoy a calificarlo. ¿Qué ves tú en el movimiento? ¿Lo calificarías?
-«Es una insurrección, ni más ni menos que una insurrección, aunque no diga su nombre. Pone en riesgo toda la estructura institucional. Exige la renuncia de Piñera y una Asamblea Constituyente. Pretende cambiar el país de arriba abajo. Calificarla solo como «explosión social» después de más de 17 días de incesantes protestas callejeras y las manifestaciones más grandes de la historia del país, es quedarse muy corto en la apreciación. Chile está al borde del cambio histórico…a la medida de una insurrección».
Están algunos sindicatos, la CUT, el Colegios de Profesores, los estudiantes y otros en la plataforma Unidad Social. Pero el movimiento es mucho más amplio. ¿Qué estrategia debe tener Unidad Social? ¿Debe conducir el movimiento? ¿Tiene la capacidad de hacerlo?
-«Es importante que exista la mesa de Unidad Social. Pero necesita llegar a ser una instancia real de unidad social, o sea incluir a los diferentes sectores sociales, ideológicos y culturales que desafían al modelo neoliberal. Sería engañoso que pretendiera aparecer ahora como la conducción del movimiento. Ni siquiera están aún todos los trabajadores. Una minoría de los asalariados están organizados en sindicatos (20,6%), y la CUT representa sólo una porción. Ahora, sin embargo, es el momento de unir a la mayoría de los trabajadores con los pobladores, jubilados, estudiantes, mujeres, pueblos originarios, profesionales, artistas, pequeños y medianos empresarios, etc. La estrategia de acumulación de fuerza es obvia: no cejar en la lucha y no caer en el oportunismo».
Por décadas ha habido una enorme brecha entre la clase política y la población, incluso con las organizaciones sociales. En este momento, eso es indudablemente una enorme falencia. ¿Cómo ves la recomposición de esta relación en momento en que no hay ninguna figura que conduzca?
-«No creo que la tarea de hoy sea «recomponer» la relación del pueblo con la «clase política». Eso ya quedó atrás y no por culpa de las organizaciones sociales. Ahora es el tiempo de una nueva política: que la voluntad del pueblo se convierta en política. Desde luego habrá que elegir representantes de la voluntad popular para deliberar en la Asamblea Constituyente y conformar la nueva institucionalidad. Pero serán -espero- representantes del pueblo sujetos a la revocación de sus mandatos si no cumplen sus compromisos.
En cuanto a la ausencia de liderazgos: van a surgir en el curso de este proceso. Serán nuevas caras de hombres y mujeres ajenos por completo a la corrupción de los políticos que nos han gobernado durante 30 años.»
El auge y el fortalecimiento del movimiento ciudadano avanza de forma paralela a la decadencia del gobierno, su nula capacidad de respuesta y al desprestigio y desconfianza ciudadana con la clase política más tradicional. ¿Qué salida política puedes observar? ¿Crees que el frente Amplio y el PC por si solos pueden abrir una salida política que canalice las demandas ciudadanas?
-«El camino que llevará a la democracia participativa pasa por la convocatoria a la Asamblea Constituyente. Una nueva Constitución permitirá echar abajo, pacífica y democráticamente, la carroña de institucionalidad que heredamos de la dictadura. La renuncia del presidente Piñera podría aliviar la tensión, evitar más derramamiento de sangre, atender las demandas sociales más urgentes y convocar la Constituyente en mejores condiciones de orden público.
No creo que el FA y el PC, juntos o separados, puedan canalizar las demandas ciudadanas. Es una tarea superior a sus fuerzas que, además, exige una conducta muy definida de antagonismo con el sistema. No veo en partidos del FA, esa disposición. Representan más bien una versión moderna de la política tradicional.»
¿Están las bases para una Asamblea Constituyente?
-«Sí están las bases políticas y sociales para el plebiscito que consulte al pueblo si quiere Asamblea Constituyente. No solo es una aspiración de una minoría (que se viene planteando desde hace más de 40 años). Ahora es la voz potente de un pueblo que la exige. Una necesidad democrática impostergable, el oxígeno que dará vida a una democracia participativa e igualitaria en derechos.»
Nota:
(1) El Mostrador, 1 de junio del 2017 («PC califica como «contundente» la cuenta pública de Bachelet).
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