kelluafen trawultual tañi pu che wiñoltuafymi tañi mapuche rakiduam pelomtuafen antu ngunemapun chuchi rupu taiñ inaiafel Kume rupu, Kume rupu mu nga inaleltuafen fill mapu, fill mapu mu nga allkungeai nga rakiduam (Auka Purrun) Piensan el hombre y la mujer mientras escuchan, brazos cruzados sobre el pecho, escuchando, escuchándose, masticando las ideas que surgen de […]
kelluafen trawultual tañi pu che
wiñoltuafymi tañi mapuche rakiduam
pelomtuafen antu ngunemapun
chuchi rupu taiñ inaiafel
Kume rupu, Kume rupu mu nga inaleltuafen
fill mapu, fill mapu mu nga allkungeai nga rakiduam
(Auka Purrun)
Piensan el hombre y la mujer mientras escuchan, brazos cruzados sobre el pecho, escuchando, escuchándose, masticando las ideas que surgen de las entrañas a medida que las palabras van asentándose en su cabeza, evitando que la reflexión sea reemplazada por una andanada de juicios sin orden y terminen asi, siendo dichas de forma que el auditorio les reste seriedad. Hablan los antiguos, las antiguas, en recta posición frente a la mesa, el mate servido corre, esta vez puro, amargo, sin enjuagues, aquello avisa que la conversación es seria, lo suficiente quizás para durar días, el resto escucha:
Nosotros y nosotras, hijos, hijas de la noche, de la tierra, nos con-centramos en ella cuando sus rincones nos invitan al sueño de un otro futuro, distinto, diferente, transitado con los nuestros, al hombro, en brazos, delante o atrás, da igual, el asunto es ser bandada, y dirigir o ir detrás, y donde nos toque jugar. En su oscuridad nos preparamos para los desafíos del día, en ella nos hemos refugiado durante los largos días de inclemencia, en ella hemos descansado para retomar el desafío de seguir siendo vertiente, y aportar al fértil caudal de las ideas, acciones y pensamientos de nuestra gente, que son la vocación vital e imparable que nos recorre las venas y nos agita la esperanza. Nuestros hijos, «los de después», para quienes lo único que podemos legar es una montaña de posibles construidos con nuestras manos, nos reclaman ser plantados en tierra fértil donde germinar, vivir y proyectarse, y estamos en eso, peleando cada cual en su trinchera, avanzando lo que nos permitan nuestras fuerzas, pero así como de nada sirve un dedo fuera de la mano, de nada les servimos a los que vienen si no dejamos huella, surco, camino para seguir aquello que nosotros continuamos, de lo que otros y otras hicieron en otros tiempos.
Se produce una pausa, se cargan las teteras mientras se muerden las razones, se descansan los músculos responsables de nuestra posición y entonces toman su lugar los descansados, la vida busca su equilibrio, su acomodo, los cuerpos también, después de la pausa, quién habla continúa:
Sin embargo –sigue– no son solo las penumbras las dueñas de la noche, también son los miedos y temores que se han extendido hasta el día, ganándole terreno a las certezas que durante siglos construimos, miedos hijos de un sistema político, jurídico y legislativo impuesto por la fuerza de las armas durante la pacificación de la araucanía, y que instaló otro país en nuestros territorios y entre nuestras gentes, creando divisiones territoriales, al mismo tiempo que físicas y afectivas. Entre nosotros sembraron dolores, rabias y penas, creció la más espesa de las malezas, nuestra dispersión y sobrevivencia obligada, fue abono para el olvido y el desarraigo de nuestra gente que sobrevivió vagando en las ciudades ajenas, mismas condiciones en que se desarrolla el capitalismo y que construye su imperio en nuestra división, con el abono de las desconfianzas, competencias, e individualismos que nos siembra desde niños en las escuelas, iglesias, y sobre todo por la guerra… o por el miedo a ella…
de vez en cuando agita las brasas o de cuando en vez el azucarero, ambos signos de que nada quieto por mucho arroja buenas señales, pierde vida y cada pausa sirve para remojar la garganta, tal como el camino requiere descanso para ser terminado .
Yo creo – dice – que los jinetes del apocalipsis montados sobre el dinero, expulsaron de nuestras relaciones colectivas al cariño, el respeto y el acuerdo, y reemplazáronles con los estériles y pasajeros valores wingka; la inmediatez del consumo, la impaciencia, el apuro, el saludo «a la pasada», la verdad absoluta de «lo técnico», el relego de las pasiones al rincón de lo ilógico, la conveniencia como brújula de nuestras relaciones políticas, orgánicas, sociales, la acumulación, el bienestar propio instalado sobre el malestar de otros, todo eso y más, y aún no damos debida cuenta de aquello. Sin embargo no pudieron expulsar a la voluntad, que se mantiene incólume refugiada en nuestros huesos y en los huesos de los dominados, esperando que amaine la tormenta, a que regresen los despatriados ahora contenidos en un «nosotros» con miles de formas, rostros, manos, sexos, edades e ideas, ya dejemos de soñar, ya es tiempo de despertar.
un sorbo, dos, y pasa:
Hoy, a los pueblos oprimidos del continente, nos resulta imperativo y urgente construir un porvenir conjunto y nuestroamericano, resulta urgente sentar la obra gruesa de ese proceso de unidad que abrirá un nuevo período en la historia de las relaciones humanas y que sentará Estados plenos, democráticos e incluyentes, que asuman la política ya no «hacia» los pueblos, sino «desde» los pueblos, de forma tal que nadie se sienta con la facultad de decidir por nosotros y nosotras, aquello que nos compete. Y para despertar a ese desafío debemos planificar la musculatura de nuestro sueño colectivo con nuestras propias manos, bien sabemos que todo músculo requiere «ejercicios» preparatorios que fortalezcan nuestra potencia de cara al gran desafío, que cimenten nuestro valor, nuestra confianza y nuestra unidad; donde la organización, el debate, las ideas, las apuestas, son parte constitutiva de este proceso que pretende abrazar a todos los marginados de la tierra, porque tal como las gentes y los pueblos, las ideas que nos nacen requieren circular, respirar, caminar y transformarse hasta ser superadas creativamente y en sentido positivo por otras ideas, fruto de otros hombres y mujeres paridos en otras circunstancias históricas.
se produce un silencio, nadie interrumpe, nadie pregunta, la pava arde, el mate cruje y el fuego crepita, aun no termina la vuelta y ya son varias las manos ansiosas que esperan su turno, y aun quedan palabras refugiadas en garganta:
Los anteriores desafíos, requieren que vayamos reconociéndonos y despojándonos de las ataduras en las que nos obligaron a crecer como planta de huerta, atados a una guía, amarrándonos con el menosprecio, el machismo, el mesianismo y el caudillismo, todos valores coloniales traídos por el conquistador, ataduras que nos abundan y nos rigen como las únicas seguridades ante los miedos; el miedo a crecer, el miedo a debatir, el miedo a transformar, a sumar, el miedo al otro y la otra y sobre todo el miedo a perder, agotando así las posibilidades de reunirnos en la misma mesa a debatir nuestros distintos caminos para un fin compartido. Debemos entonces organizar las urgencias y las importancias, sin pretender jamás homogeneizar nuestras diferencias para reducir nuestras contradicciones en aras de un sujeto-objeto estático y a-histórico interconectado por su dependencia salarial. Las contradicciones que nos surjan, debemos entenderlas como el motor de las transformaciones que nos permitirán avanzar a pasos agigantados hacia un amanecer que sea antorcha de esperanza para los pueblos del mundo. Estamos hechos de historia y la historia la tejemos nosotros y nosotras, que ante el cansancio y la desazón de la soledad obligada de los nuestros en sus trabajos, donde sus fuerzas se pagan por debajo de su valor, donde otros se roban nuestro bienestar calculado en papel moneda, donde los nuestros se resignan a la competencia permanente y la promesa individual de surgir a costa del otro/otra, sobre cadáveres flanqueados por el crédito y el consumo, somos sombra y agua en el desierto para los errantes. Sigamos haciendo y siendo esperanza para despertar a los nuestros y sumarlos a este camino.
Somos fruto de quienes resistieron a la comodidad de ser esclavos, y tal como ellos no aceptamos vivir sin el control de nuestro porvenir, que lo sabemos ligado al porvenir del todo completo y complejo que es la vida en la tierra- Que ésta rabia y esta alegría sean aviso de que la larga noche de los 500 años agoniza en nuestras manos, y que de nuestra apuesta colectiva y unánime, nacerá la unidad entre pueblos que complemente nuestras diferencias para administrar nuestro territorio conforme a nuestras leyes, nuestra formas de ser, de luchar, de creer, de pensar, transformar, de vivir y de morir con dignidad. Nadie habla de volver al pasado (que nos ha permitido existir, nada más ni nada menos que 14 mil años, por lo que , algo sabemos), no, nadie dice eso, pero tenemos el desafío de construir un mundo que sea mundo también para los que vienen y los que les sucederán, sin el riesgo permanente de las crisis generadas por el «desarrollo», ni estar contando siempre el tiempo que nos queda en la tierra, ni por los riesgos de retrotraer la historia ante los conflictos derivados de la administración de los recursos.
Debemos prepararnos para vencer y crear. Ya conocimos sus armas, su ambición autodestructiva, sus tecnologías esclavistas, sus intenciones genocidas y sus divisiones internas hijas de sus privilegios de clase, son sus diferencias y su competencia irracional las oportunidades que nos servirán de trinchera en días aciagos, y serán nuestras fortalezas como pueblo las que nos permitirán derribar el modelo capitalista y su depredadora inconsciencia, el wingka no colabora, el wingka compite. la colaboración, sepulturera de la competencia, implica acercarse, generar afectos, saberse ahí, disponibles para las urgencias, aun siendo iguales en dignidad pero distintos en humanidad, ¿Cuánto nos conocemos para abordar ese camino de colaboración y unidad en la diferencia que abra las posibilidades a un futuro radicalmente distinto, que destrone a la competencia actual por fundar alternativas prometeicas, endogámicas y en solitario?.
Pues bien ¿Cómo nos imaginamos el futuro? explicitar aquello que se desea implica plantear tácitamente lo que no se desea, que es también un conocimiento obtenido gracias a la experiencia de vivir en medio de aquello que se quiere transformar precisamente por ser considerado nocivo, nefasto y causa de una serie de desequilibrios que originan la desgracia en la que nos encontramos, intentemos voltear la ecuación:
Pensar las características de los tiempos en que estamos viviendo, implica a su vez asumir que nuestra sociedad mapuche es diversa y multiforme, que en ella han surgido a través del tiempo diversos liderazgos que, fruto de una identidad colectiva común, se han planteado caminos que permitiesen salvar la situacion de subordinacion en la que se encontraban y encuentran los pueblos originarios ante el Estado de Chile. En ese sentido, el diagnóstico común, dice relación con un proceso de despojo que no solo fue territorial sino también cultural, lingüístico, corporal y filosófico y determinó la situación actual de dispersión, invisibilización y negación de la población mapuche a ambos lados de la cordillera, en la que la subordinación en las ciudades, la de aquellos que fuimos paulatinamente empujados a dejar nuestros territorios por la instalación del latifundio, devenido en la actualidad en 3 millones de Há forestales, nos impulsó a trabajos precarios, enrolamientos tempranos y oficios agobiantes que nos permitieran superar el hambre a que nos obligaron. La discriminación permanente tuvo por resultado la pérdida masiva de los rasgos culturales distintivos como la lengua y la filosofía, generando un contexto en que al día de hoy, por ejemplo, el 90% de la población mapuche percibe menos de $500.000, con las consecuentes implicancias que ello tiene en materia de capital cultural, social y oportunidades.
Así, las primeras generaciones que llegaron a las ciudades, solo pudieron «resistir» estos embates permitiendo a las siguientes generar las condiciones que permitieran a sus nietos, nosotros, retomar los caminos y los intentos que nos habilitaran para, al menos, volver a creer que ese estado inicial de soberanía plena es posible hoy, en un contexto marcado por la fuerte emergencia del conflicto del Estado de Chile con el Pueblo Mapuche, reorientando nuestras adscripciones identitarias en función de un «común» de origen que nos responsabiliza e interpela, pese a su dispersión, y aportando nuestros saberes adquiridos a ese fin, aún en la soledad de las ciudades.
las gentes caminan sobre sus espacios, esperan el baño, comparten impresiones bajo la tenue luz del amanecer, comentarios van, vienen, la pausa abre paso al murmullo…ya ha pasado bastante tiempo desde la última vez que salió el sol, y no se tiene pleno recuerdo de aquellos días, pero se sienten. Los desafíos palpitan en las entrañas y uno dubita ¿puede el fruto negar el árbol que le dio origen?¿puede el fruto negarse a ser semilla o abono?¿podemos nosotros olvidar quienes somos, abrazar porvenires ajenos y negarnos a ser abono o semilla?:
Durante el empeño de construir una sociedad totalmente diferente a la actual, lo que implica la extinción total del capitalismo y por tanto la expansión de nuestro objetivo a otras fronteras. Donde seamos capaces de defendernos el derecho a participar como pueblos con plenas potencialidades en la planificación de nuestro destino, uno de las desafíos pendientes que debemos afrontar, dice relación con condiciones estructurales que nos impiden o nos limitan nuestro propio desarrollo como Pueblo, de cara al desafío de nuestra construcción nacional. Factores económicos, políticos, culturales, sociales y geográficos, entre otros que hemos enunciado, se confabulan para hacer de nuestra vocación un intento que le resulta difícil despegarse de la situación general del pueblo chileno y sus organizaciones: la falta de proyecto político (y por tanto expresión política unitaria) capaz de superar a la consigna y que se pre figure como apuesta concreta y viable en el territorio a recuperar, consensuar internamente elementos de organización de la política y de lo político, de modelo económico, de estructura administrativa, de formación de sujetos y sujetas capaces de construir, defender y administrar ese territorio conforme a las exigencias actuales y futuras.
Tenemos un potencial inmenso que desarrollar, que es una ventaja a la vez que una responsabilidad inmensa, y es que aún tenemos memoria de aquello que anhelamos, nuestra soberanía suspendida a punta de fusil, no ha podido ser borrada de nuestras sobremesas, de cómo nuestros antiguos y antiguas organizaban la vida, sus valores y la relación con el entorno, tenemos esa memoria circulando y enseñándonos en la resistencia cotidiana desde nuestro primer llanto en la tierra.
Es imperativo entonces desarrollar nuestros aspectos programáticos, que es ni más ni menos que imaginarnos el «wallmapu» como país en relación a otros países, como nación, con otras naciones y que estructura será la que resuelva esa pregunta, unas estructura con respuesta a las necesidades del presente, aspectos que nos permitan dibujar elementos estratégicos que nos hagan capaces de dialogar con organizaciones nacientes del pueblo de chile en función de acuerdos y avances compartidos, y que, desde la nueva izquierda, puedan significar construir un proyecto común de mediano plazo que abra la puerta a un futuro co-construido en equilibrio, apoyo y respeto. Esas carencias o urgencias, nos dicen que más allá del mismo enemigo, tenemos quizás más puntos de contacto en nuestras propias debilidades; ergo, la construcción de nuestra «común-unidad» pasajera (juntos pero no revueltos) que exige la superación del capitalismo, excede y con creces al común-enemigo. (para ponernos de acuerdo en que viene después, después).
Paralelamente, y como las orillas de un río o las vías del tren, ¿podemos vencer en solitario e independiente de lo que suceda con el pueblo chileno?¿como hacer para que la respuesta negativa a la pregunta anterior, no implique a su vez ser colonizados, o sea nuevamente subordinados, ahora desde la izquierda?.
Sabemos que la culpa no es ni será del chancho, y por tanto somos y seremos responsables tanto de lo que hagamos como de lo que dejemos de hacer, estamos obligados y obligadas si queremos liberar a nuestra sociedad, a avanzar en la politización y educación profunda de nuestros pueblos y sociedades, debemos generar los espacios que, en función de rescatar la cultura y la identidad mapuche, permita a sus hombres y mujeres, avanzar en grados de consolidación del proyecto de sociedad, expresado en nuestra capacidad de conflictuar de manera sólida y unitaria contra el Estado neoliberal, y con él al proyecto histórico del bloque en el poder que se basa en el robo de nuestros recursos naturales, debemos construir niveles de masividad que doten de viabilidad al proyecto de liberación mapuche, tanto en los campos como en las ciudades, y en estas últimas, construir los senderos que traigan a los mapuche errantes que aún buscan saber de dónde vienen, porque la sociedad wingka definitivamente, no les pertenece.
Para aquello: ¿Podemos prescindir de las alianzas estratégicas con el pueblo de chile y sus organizaciones para este objetivo aun cuando ello implique apostar por un gobierno de los pueblos en dicha perspectiva unitaria? yo creo que de ninguna manera, ¿en que condiciones se debe dar dicha relación?, al menos, de respeto entre las partes y sus espacios y equilibrio político en las relaciones internas e intra pueblos:
«la cultura y la sociedad mapuche siempre se mostraron permeables a los «préstamos culturales», y «lo mapuche» es más complejo hoy de lo que fue alguna vez en el pasado, y se expresa tanto bajo la forma de una minoría campesina, como por sobre todo, una mayoría urbana. Los mapuche son la suma de todo eso, y la suma de todo eso es lo mapuche» (José Mariman)
La superación de la condición de subordinación actual de nuestro pueblo, de nuestros pueblos, tiene como requisito fundamental el florecimiento exponencial de nuestras propias cualidades y capacidades como sujetos y sujetas políticas, hacia niveles superiores a los que actualmente nos rigen para liberarnos, ese proceso no será de un día para otro y quizás ni siquiera alcance una generación para dicha superación.
Pero si hoy comenzamos a pensarnos, a mirarnos como hombres y mujeres con la capacidad total de llevar a cabo dichas transformaciones, de pensarlas, de confiarlas, de sentirlas, creyendo firmemente que son posibles, sin vacilaciones, entendiendo que la extinción del capitalismo no será de un día para otro pero será, y que no obstante cada día que avanzamos los pueblos, es un día menos de tranquilidad para los ricos, y es así no sólo porque lo queremos y lo creemos, sino porque cada vez que llegamos a nuestras casas, la oscura esperanza de la noche contenida en los ojos de nuestros niños y niñas, nos convencen de que es absolutamente necesario asumir estos desafíos, porque ningún fruto cae lejos de su árbol, porque ninguna astilla le rinde tributo a un madero diferente al que la parió. Si es así, podemos estar seguros y seguras que más de diez veces…Venceremos.
El autor es Mapuche- Lafkenche. Militante Izquierda Libertaria – Chile
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.