Una existencia extraordinaria marcada por 23 años en prisión durante el régimen de Francisco Franco, una obra poética sellada por el aliento de una época y de una generación espléndida en la que poesía y acción social inmediata dialogaban sin detrimento de la altura artística, hacen del escritor Marcos Ana, uno de los huéspedes más […]
Una existencia extraordinaria marcada por 23 años en prisión durante el régimen de Francisco Franco, una obra poética sellada por el aliento de una época y de una generación espléndida en la que poesía y acción social inmediata dialogaban sin detrimento de la altura artística, hacen del escritor Marcos Ana, uno de los huéspedes más reconocidos en Cuba durante la XVII Feria Internacional del Libro que comenzó el pasado día 14.
En entrevista exclusiva para Cubarte y tras presentar aquí Decidme cómo es un árbol. Memorias de la prisión y la vida, el octogenario poeta ilustra muy gráficamente su experiencia y nos transmite su pasión.
¿Qué es para usted la soledad?
Aparece cuando tus compañeros te abandonan y a mí no me abandonaron nunca. Tampoco pesaba porque convertimos las cárceles en universidades. No te imagines a los presos políticos españoles como seres con la cabeza baja, meditabundos, nosotros no teníamos tiempo de estar solos porque clandestinamente había escuelas a todos los niveles, cursos políticos…He estado frente a la muerte en dos ocasiones, una en un colegio habilitado como prisión, no había celdas, los condenados a muerte estábamos todos juntos y el ejemplo colectivo te ayudaba a mantenerte fuerte. He estado también en la prisión de Ocaña, una cárcel antigua y muy dura, en un lugar donde hay un Departamento Federal muy fuerte y estaba solo en una celda donde si estiras los brazos tocas las paredes. Eso es lo más terrible que hay, sólo te ayudan las ideas y la voluntad de resistir. Me servía hasta memorizar poemas. Pero nosotros estábamos acompañados, a veces por hermanos de causa, a veces con nuestras ideas.
¿Cómo era el hombre que entró en prisión y cómo el que salió de ella?
Cuando eres joven asumes la vida más deportivamente. Después de salir en libertad, todo lo que tocaba lo convertía en placer, me parecía que era un sueño y que podía despertarme. Viví muy intensamente. Estar con una mujer era tremendamente importante, sobre eso hay historias muy bonitas en el libro, también aparecieron complejos porque me parecía que no podía actuar de una manera normal. Cuándo me preguntan qué fue lo más difícil, la gente espera que diga la tortura, la separación de la familia, la cercanía de la muerte, y yo digo que la libertad recuperada. Yo en la cárcel era como una piedra más de la prisión, hubiera podido vivir allí cien años, pero ya no estaba preparado para vivir en libertad. Tuve que aprender.
¿Cómo fue ese aprendizaje?
Un niño nace y va adaptándose poco a poco a la vida. Es distinto salir a los 42 años para insertarse en un «planeta» desconocido. Las cosas las tuve que ir descubriendo poco a poco, devolvía los alimentos constantemente, durante 23 años yo había tenido siempre distancias cortas y verticales, entonces cuando iba al campo, por ejemplo, me mareaba, como si tuviera unos espejuelos ajenos. El proceso de adaptación fue muy difícil en todos los terrenos.
¿También usted sufrió la tortura?
He sufrido todas las violencias del régimen franquista y precisamente por haberla conocido, sería incapaz de ejercer la violencia contra nadie. Lo que me ha tocado vivir, quisiera que no fuera posible nunca más para nadie.
¿Qué es para usted la poesía?
Como decía Gabriel Celaya es «un arma cargada de futuro» y un sostén cuando estás en momentos difíciles. Mis poemas recorrieron el mundo y contribuyeron a mi libertad y a la de mis hermanos. Además, me llevan al placer de crear. Sigo escribiendo sobre todo cuando me enamoro y a pesar de mis años me enamoro con frecuencia, lo que quiere decir que pierdo el sentido de la realidad.
¿Qué recuerdos tiene de los poetas de su generación?
He sido muy amigo de Rafael Alberti, de Miguel Hernández, muerto en una cárcel a causa de una enfermedad que le pudieron haber curado. Los poetas de mi generación estuvieron muy comprometidos con el progreso, con el futuro.
¿Tiene algún recuerdo en especial de alguno de ellos?
De Alberti y de Neruda muchos, y de Nicolás Guillén, que escribió sobre mí. He tenido ese privilegio. Hubo compañeros que salieron de la cárcel, nadie los conocía y tuvieron que enfrentarse solos a las asperezas de la vida. Yo, sin embargo, salí en libertad, me sacaron fuera de España y recorrí el mundo en andas casi como los santos.