La indiferencia políticas reflejada en una alta abstención en las recientes elecciones constituye una demanda por más democracia y por transformaciones de fondo, asegura Marta Lagos, directora de la Corporación Latinobarómetro (dedicada a estudios políticos en América Latina). Esta economista y socióloga sostiene que en Chile no se han hecho realidad las expectativas que se […]
La indiferencia políticas reflejada en una alta abstención en las recientes elecciones constituye una demanda por más democracia y por transformaciones de fondo, asegura Marta Lagos, directora de la Corporación Latinobarómetro (dedicada a estudios políticos en América Latina). Esta economista y socióloga sostiene que en Chile no se han hecho realidad las expectativas que se generaron después de la dictadura. En el próximo gobierno -adelanta- las demandas sociales van a continuar.
En conversación con PF la experta en estudios de opinión reflexionó sobre la desafección política que prevalece en la ciudadanía y delineó posibles escenarios para la administración que asumirá en marzo de 2014.
Según el Informe de Latinobarómetro 2013, Chile está siendo ganado por la indiferencia política. A la luz de este indicador, ¿qué sucede con los electores?
«Creo que la democracia trajo consigo una gran expectativa de democratización, pero eso no ha sucedido. La indiferencia es una demanda de democracia. Tengo la impresión de que hay una gran demanda de transformación. Pero no es una transformación de Izquierda, como la denomina la derecha, sino una demanda de desarrollo, de una sociedad más justa, más balanceada, y esa no es una demanda de Izquierda, es una demanda de civilización. Esta es una sociedad poco civilizada. Tenemos un nivel de desarrollo que no corresponde a nuestro nivel de civilización. Tenemos una sociedad desbalanceada y ese 51 por ciento que no votó el 17 de noviembre muestra ese desbalance».
El alto abstencionismo, ¿ refleja la crisis de la institucionalidad heredada de la dictadura?
«Lo que heredamos de la dictadura fue el miedo, no una institucionalidad. No cabe la menor duda que la Constitución de Pinochet juega un rol muy importante en esta crisis, porque el sistema binominal es el que aliena a los electores. Es lamentable que la clase política se haya demorado 23 años y 51 por ciento de abstencionismo para darse cuenta. Esto demuestra cómo ha disminuido la calidad de la política, porque en realidad los dirigentes podrían haber reparado hace 15 años en lo que estaba sucediendo. Había evidencia suficiente de que en el sistema político estaba bajando la participación y que estábamos en un problema que no dependía de las personas que tenían los cargos, sino de una estructura: lo que faltaba era un cambio de estructura».
¿Considera que se enfrenta una crisis de representación?
«Claro… hay una crisis de representación porque se produce la percepción de que el binominal fuerza al sistema político a dos bloques. Esto produce una exclusión de la pluralidad. Los nueve candidatos presidenciales no representaban esa pluralidad y por eso el 51 por ciento dejó de votar, porque no existe un mecanismo en que la pluralidad se manifieste. Los movimientos sociales se deberían transformar en partidos políticos, pero ese proceso no ha sucedido».
EX DIRIGENTES SOCIALES EN EL CONGRESO
¿Qué significado asigna a la elección de ex dirigentes estudiantiles como parlamentarios?
«Creo que van a jugar el papel de bisagra para orientar, precisar y concretar los cambios que se requieren. Estos dirigentes van a dejar claro que no son parte de la Nueva Mayoría. El peligro más grande que corren es ser considerados por el 51 por ciento que no votó como parte del nuevo establishment , que es un poco lo que le pasó a MEO. Ellos tendrán que jugar un papel muy contestatario para seguir teniendo ese poder. En la medida que se sumen a una opinión ya establecida, desaparecen. Será interesante esta bancada ‘alternativa’ porque jugará un papel importante para completar mayorías en el Parlamento y ¡ojo!, porque tienen una posición distinta y no están adentro de los partidos».
¿Qué ocurrirá con las demandas sociales latentes?
«Las demandas sociales van a continuar. La elección de Michelle Bachelet no es un tapón a las demandas sociales, incluso más, la elección de Bachelet es una puerta abierta para más demandas sociales. Se van a articular más demandas y más temas. La gente va a exigir ser escuchada y dirá ‘ahora yo quiero este pedazo de la torta’. A mí me sorprende que la discusión siga siendo sobre la Izquierda y la derecha. Hay un 40 por ciento de los chilenos que no se ubican en la Izquierda o en la derecha, hay un 30 por ciento que se ubican en el centro. No se le está hablando a ese 70 por ciento. Aquí la ganadora del sistema es Michelle Bachelet. Ella obtuvo 3 millones 70 mil votos y en la elección de 2005 logró 3 millones 190 mil. Con 6.6 millones de votantes y con nueve candidatos, ella solamente pierde 120 mil votos. Sin ella no hay elección: el sistema político es de una fragilidad brutal, no se puede basar en una persona. El que perdió fue el sistema político».
A su juicio, ¿se prevén más protestas, más manifestaciones por el sistema político y económico?
«Sí, ahora se abre la ventana para las transformaciones. Es como poner a la sociedad chilena a la luz para que se vean todas las imperfecciones. Todo lo que el desarrollo no ha traído y que se cree que se puede obviar, tanto demandas de desarrollo como sobre la pobreza, saldrá a luz. Habrá un aumento sustantivo de las demandas».
REINAGURAR LA DEMOCRACIA
¿Se ha cumplido un ciclo político?
«Creo que sí y si se produce una ola de transformaciones, me atrevería a llamarla una segunda reinauguración de la democracia. Si hay un cambio constitucional y se logra avanzar en esto, sí se podrá hablar del término de la transición. Podríamos tomar los 23 primeros años como el periodo en que se recuperan las libertades políticas y civiles y después tenemos una segunda transformación, donde comienza el tema de las garantías sociales y económicas. Eso sería un buen cambio, pero al mismo tiempo pensar en todo ello y tener un 51 por ciento de gente que no vota, es lo más complejo. Si en la segunda vuelta vota menos gente que en la primera y Michelle Bachelet sale elegida con menos de 3 millones de votos, estaríamos con una pata chueca. No se puede cambiar la Constitución aunque se tengan los votos en el Senado si la mitad de los electores no votó. Habría que hacer un plebiscito que convocara al 80 por ciento. La legitimidad de la próxima Constitución sería débil».
¿Qué opinión le merece el 8 por ciento de votos por la Asamblea Constituyente?
«Si el voto por la Asamblea Constituyente hubiese sido formal, habría sido mucho mayor. El resultado de las elecciones es favorable al cambio, y entre ellos el de la Constitución».
Según el estudio de Latinobarómetro, Chile tiene un apoyo del 63 por ciento a la democracia. Sin embargo, el abstencionismo es de más de 50 por ciento. ¿Cómo se explica esto?
«El abstencionismo es una demanda de más democracia. Si se observa este estudio, en Chile solamente el 3 por ciento considera que estamos en una democracia plena. Más del 70 por ciento sostiene que a esta democracia le falta mucho. Ese es el problema: la gente quiere más democracia ¡pero no ésta democracia!».
¿Cuál es el mensaje que dejó la primera vuelta. Hacia dónde va el país?
«Creo que mientras más actividad de los movimientos sociales haya, mejor le irá a la democracia. Eso va a ser desordenado, y no le va a gustar a la gente que manda, porque le quitará poder. Las organizaciones van a demandar ser escuchadas. Si el sistema político no sabe hacer lo suyo, la gente estará reclamando y eso es bueno, es un buen síntoma. Ahora, si la coyuntura baja, a Michelle Bachelet le tocará bailar con la fea. Porque tendrá menos plata para financiar las reformas. Estamos en un proceso donde el Estado tiene que perfeccionarse. Este es un Estado débil donde los poderosos pasan por encima de la autoridad estatal. Existen fallas feroces al interior del funcionamiento del Estado que no permiten que esta institucionalidad funcione. No existen los recursos, el capital humano, etc. Se requiere una mirada crítica de cómo funciona el Estado para que el ciudadano tenga acceso, haya transparencia, participación, inclusión, que todos sean considerados por igual».
EL FIN DEL PINOCHETISMO
¿Cómo abordar el tema del modelo económico y la Constitución, que permanecen inalterables?
«El problema no son los bienes económicos, son los bienes políticos. Si hay competencia electoral, si hay participación del electorado, el modelo económico se resuelve solo. Lo que está pasando con este modelo es consecuencia de la ausencia de competencia en el sistema político. Si se reforma el sistema binominal y los partidos canalizan realmente las demandas de la gente, entonces llegarán al Parlamento quienes van a hacer las reformas que están en cuestión, por ejemplo, la salud, la educación, temas centrales que están en el corazón del modelo económico. El modelo está funcionando porque Pinochet dejó leyes que no se pueden reformar, ¡porque hacerlo requiere quórum calificado! Ese no es un problema del modelo económico sino del sistema político. Entonces el tema es cambiar la ley, hay que modificar lo que está mal. Aquí hay monopolios, hay concentración del mercado, hay falta de control de las empresas, hay desigualdad, los que tienen que supervisar no se atreven a castigar a los que están haciendo las cosas mal. Impuestos Internos no se atreve a auditar a los que no pagan impuestos. Por eso el Estado tiene que ser más fuerte. En Chile hay una captura del sistema político por los grupos económicos. El Estado no es lo suficientemente fuerte para hacerle respetar a esa gente lo que corresponde ante la ley».
¿Qué opinión le merece el magro resultado electoral de la derecha en primera vuelta?
«Esto es un castigo al pinochetismo. Puede ser el fin del pinochetismo. Por ejemplo, perdió Alberto Cardemil (ex subsecretario del Interior de la dictadura), perdieron los dos candidatos a senadores de la UDI en la Región Metropolitana, y fueron elegidos senadores de RN. Hay un rechazo evidente a las posiciones de extrema derecha. Esta puede ser la última elección en que el pinochetismo compite como tal. Si la derecha se logra renovar, debería haber una sola versión de lo que ocurrió el 11 de septiembre de 1973 y no tendríamos esta situación ambigua en que la gente dice ‘Pinochet hizo cosas buenas e hizo cosas malas’. No es aceptable en la sociedad moderna que se diga ‘pido perdón porque Pinochet mató gente, pero encuentro que la modernización económica es buena’. No se puede calificar en esa forma una parte de la acción de un régimen. Eso es lo que expresa ese 51 por ciento de abstención. Se aleja de la política porque ‘esa política que interpreta el mundo de esa manera tan ambigua es en la que yo no quiero participar'».
De acuerdo con el Informe de Latinobarómetro, sólo el 17 por ciento de los chilenos manifiesta interés por la política…
«Es que lo que hay de la política no representa lo que la gente espera de ella. Me parece que los nueve candidatos presidenciales, donde tres prácticamente no sacan ningún voto, es una manifestación de que el sistema político no tiene bien hecho su umbral. No es normal que un candidato presidencial saque 12 mil votos. Eso está bien para un concejal».
DEMOCRACIA Y DESIGUALDAD
Según el informe la democracia en América Latina se ve opacada por la desigualdad.
«En Chile la vuelta a la democracia trajo consigo, el 5 de octubre del 88, la libertad de expresión, etc., pero la democracia no implicó la inclusión social y el acceso a los bienes. Eso no cambió nada y la gente no tuvo las oportunidades que creyó, en veinte años. Las desigualdades se fueron consolidando con el crecimiento económico. En vez de desmantelarse se fueron enquistando, congelando y el movimiento social, que se produce en 2011 con el ejemplo de los estudiantes, muestra de qué manera hay una protesta contra ese congelamiento, la falta de acceso a los bienes, de movilidad social, a ser alguien. Tenemos barreras que impiden entrar al sistema. Si uno no es un conocido, no existe. En Chile el mundo está definido en términos de los que mandan. La igualdad ante la ley, el acceso a la justicia, la inclusión social son temas que no se han podido instalar porque los grupos económicos son los que deciden».
Latinobarómetro señala que parte importante de América Latina sigue pensando que es posible la democracia sin Congreso y sin partidos. ¿Cómo se explica esta afirmación?
«Aquí hay un tema: cuando llega la democracia, llega a sociedades muy desiguales, entonces la democracia se evalúa en cuanto a su desempeño. En Europa llega la democracia a sociedades que ya tenían desarrollo económico, entonces ese desarrollo no era el tema. Nosotros tenemos democracias donde el desarrollo económico es central y por lo tanto, la democracia se juzga en la medida que es capaz de entregar resultados. Por ello en América Latina los Parlamentos y los partidos están cuestionados, porque no han rendido los resultados que la gente esperaba».
Publicado en «Punto Final», edición Nº 795, 6 de diciembre, 2013