Escribí está libro en la convicción que las historias de los vencidos son intentos y que todos ellos son fuerza a metabolizar. Lo hice pensando, que los actos de resistencia de ese 11 de septiembre, hace 40 años atrás…de alguna forma también se expresan en los estudiantes, los mapuches, las mujeres, los tocopillanos, los […]
Escribí está libro en la convicción que las historias de los vencidos son intentos y que todos ellos son fuerza a metabolizar. Lo hice pensando, que los actos de resistencia de ese 11 de septiembre, hace 40 años atrás…de alguna forma también se expresan en los estudiantes, los mapuches, las mujeres, los tocopillanos, los trabajadores contratistas…y otros que retornan a las calles de Chile, para junto con empujar sus viejas y nuevas demandas… constituirnos nuevamente como pueblo.
Me asomé a un ventanal grande, y vi cómo se abrían los portones y salían como cohete unos autos y dije…seguro ahí va Allende, entonces esto va en serio. Mi casa estaba en la esquina de Tomás Moro con Volcán Llaima. Muy poco antes, alrededor de las seis de la mañana de ese martes 11, el periodista Leonardo Cáceres había recibido una llamada telefónica de un colega que le avisaba de un levantamiento en Valparaíso y que el golpe, ahora sí que iba. Más tarde, pasadas las 09:00 él como Jefe de Prensa de Radio Magallanes, intentaría anunciar a un acelerado compañero Presidente, en las que serían sus últimas palabras.
Con esta investigación, quisiera aportar a dar otra vuelta de tuerca en el conocimiento de los pormenores de ese día, y para eso me sitúo desde el testimonio y las voces de los vencidos en armas, de quienes ese martes dispararon, trasladaron armas o protegieron heridos, vieron morir a otros y al finalizar el día, fueron detenidos o alcanzaron a evadirse, para ser apresados tiempo después, pasar a la clandestinidad o tener que irse al exilio. Es ese el lugar que he querido asumir como periodista-cronista.
Otro de nuestros entrevistados: Sergio Parrau, hasta el momento en que nos juntamos a realizar la entrevista, en diciembre del 2011, había permanecido en un discreto silencio de casi 39 años, sin hacer público o compartir sus vivencias como participante de los enfrentamientos armados en la Población La Legua, o formando parte de la columna encabezada por Arnoldo Camú, Agustín, Jefe del Aparato Militar del PS. Con seguridad ese fue el único destacamento armado de poco más de un centenar de combatientes- hombres y mujeres- que armados de fusiles AK ese día cruzó la comuna de San Miguel, en la zona sur de Santiago para librar durante más de diez horas, diversos enfrentamientos con fuerzas de carabineros y de la FACH. Pese a todo, no pudieron cumplir su objetivo de constituir una columna conjunta con combatientes del PC y el MIR para ir a La Moneda a rescatar a Salvador Allende.
Ese día once Parrau estando en la Planta Sumar Poliéster al ver aproximarse un helicóptero Puma del Ejército, mientras otros le disparaban desde la copa de agua… a 30 o 50 metros de altura, recordaría:
Yo disparé en contra de ese helicóptero y no sé adónde iría a parar. Cada uno disparaba individualmente, no había un orden. Como éramos atacados, me refugié detrás de un poste y desde ahí disparé, sentía pasar las balas cerca, era un combate, no era ningún juego de niños. Disparábamos tiro a tiro, porque había que cuidar el parque…uno no sabía qué había por delante, si íbamos a estar todo el día o parar; recuerdo que luego desde Sumar nos trasladamos a otro lado con Camú.
Posteriormente, cuándo apenas habían transcurrido menos de dos meses, a comienzos de febrero de este año, Sergio fallecería de un fulminante ataque cardiaco, dejando tras de sí la consternación entre los suyos, y este su único y póstumo testimonio.
Este es un libro que trata sobre los que fueron vencidos, pero no quedaron derrotados
Creo que uno escribe por muy distintos motivos. En mi caso, he buscado responder preguntas que he ido acumulando en el transcurso de décadas. Me he colocado en el lugar de los jóvenes de 18 años, de 25, de 30…y hasta de más de 40…que no vivieron el Golpe del 73. Y por eso, este es un libro que no supone conocimientos previos sobre ese tiempo, más allá de algunos muy esenciales. Asumir esa opción, ha significado muchas notas y procurar que el relato esté acompañado con infografías, recortes de prensa, etc. Y que lo dominante sean las múltiples voces y las fuentes cruzadas, y que uno desde el rol de autor logre mimetizarme, y casi agazapado conduzca y oriente el fluir del relato.
También, creo que la motivación responde a lo que hubiese querido saber ese día, a mis 18 años de estudiante secundario del 4to medio A, del Liceo de Aplicación, cuando era un dirigente estudiantil del FER y militaba en el MIR, al igual que mi hermano Gastón.
Ese martes once estaba convocada una gran marcha de estudiantes de izquierda. Esa convocatoria respondía a las crecientes asonadas de Patria y Libertad. Las calles eran un territorio en disputa con…los fachos que estaban cada vez más audaces…y nosotros estudiantes de izquierda no estábamos dispuestos a entregárselas. Eso, significaba bataholas en el centro de Santiago, para las que no faltaban piedras que provenían de las excavaciones de la Línea 1 del Metro en construcción por esos meses.
Cerca del mediodía, pude ver, escuchar y sentir el bombardeo a La Moneda, a no más de quince cuadras, desde una fábrica, donde nos comenzamos a reunir trabajadores y estudiantes en el sector de Mapocho. Sentimos impotencia y también desconcierto, al no poder hacer nada más que limitarnos a esperar instrucciones. A la vez, la dimensión de lo que vendría en los próximos años, era un punto inalcanzable aún para nuestra desbordante imaginación de esos combativos 18 años. Pero, sin ninguna duda, ese día nos marcaría como generación, al igual que a otras mayores y también a otras un tanto menores. Porque ese día marcaría a Chile, al refundarse este país. Y lo que allí se instauró, transcurridos estos 40 años y de múltiples formas, aún determina lo posible y lo imposible en este país.
Silvio, el escolta del Auto Tres
En los inicios del año 2010 partíamos este trabajo con la realización de una serie de entrevistas a un hombre extraordinario: Juan Osses. Seguramente el último GAP en ser reducido por los asaltantes en el sector nororiente de la Moneda, donde esa mañana se había concentrado la resistencia de quienes acompañaban al Presidente.
Él, fue uno de los integrantes de esa escuálida comitiva que acompañaría esa mañana al Doctor, como le decían los muchachos y muchachas del GAP al presidente Allende. Con una memoria privilegiada y con mucha consistencia Silvio -su chapa en la Escolta- fue relatando esas horas y sus entretelones futuros. Él es uno de los tres sobrevivientes de los cerca de 25 GAP que efectivamente combatieron en La Moneda. Posteriormente, sería apresado al igual que cerca de 50 más, asesores y detectives. El desorden reinante en el Regimiento Tacna que se originaba en la congestión de centenares de prisioneros y de prisioneras, capturados en muy diferentes circunstancias durante esos días…permitiría que Juan Osses y sus compañeros terminaran confundidos como prisioneros por toque de queda. Luego, sería trasladado al Estadio Chile – y vería a Víctor Jara- para finalmente ser destinado al Estadio Nacional. Desde ese lugar, a fines de septiembre sería liberado gracias a un acto de consciente complicidad de un suboficial de la FACH, que cambiaría su clasificación de peligrosidad dispuesta por sus interrogadores. Él es Silvio, el mismo que relata un instante del combate en La Moneda, inmediatamente posterior al bombardeo:
Ese es el momento, cuando al Manque le llega una ráfaga que lo tira contra la pared de atrás. Para mí, fue súper impactante porque era mi amigo y lo veo que sale disparado con una ráfaga de ametralladora, seguramente de uno de los tanques. Me giro, y veo que está apoyado con la cabeza contra la pared, tiene el estómago abierto y las tripas afuera y su arma queda caída. En ese momento tuve que tomar una decisión, mi dilema era si lo ayudaba o seguía combatiendo, lo volví a mirar y para mi estaba muerto. Dejé a mi amigo y seguí combatiendo como loco, no sé, cuánto fue el tiempo que pasó. Sentí que el tiempo se detenía. Manque no gritó nada… nada.
Ha caído la noche en Santiago y el Chino, Javier Bertín es parte de una estructura mirista dispuesta a resistir en el territorio del Cordón Cerrillos. El Chino es cercado por una patrulla de la FACH y los enfrenta lanzándoles una granada casera, que en los primeros minutos ni siquiera explota. Es reducido de dos balazos de fusil, y ya detenido es entregado a la comisaría de carabineros más cercana, como él lo testimonia:
Cuando vamos caminando el Sargento me dice: …pucha cabro para que siguen en esto si la cosa ya se dio vuelta, Allende murió…casi como un papá… y yo le digo… con nuestra mentalidad de trabajo en F… no, si todavía hay capacidad de lucha, los trabajadores y ustedes que tienen las armas, en lugar de estar con los poderosos deberían estar con sus hermanos, y el Sargento me mira y me dice: tu eres del MIR no? Y recién en ese momento me pego la cachá que las cosas han cambiado un poco en Chile y le digo: no, yo soy de izquierda…no me dice él, tú eres del MIR.
Para el Chino, más tarde vendrá la cárcel y un Consejo de Guerra. En ese lugar de Santiago cuando ya es de noche, las patrullas de la FACH aún respetan ciertos procedimientos que Carabineros de La Legua no aplicaría algunas horas antes, cuando encontró herido y botado en la calle a Eduardo Ojeda Disselkoen , León y optar por rematarlo.
Esa desesperada resistencia está representada en Enérico García custodio de la Comisión Política del MIR, quien protegerá en la retirada a Miguel Enríquez y los demás integrantes de su dirección, en los momentos que rompían un cerco en la industria Indumet, donde los partidos intentaban a destiempo coordinar el rescate de Allende. Hay heridos en los enfrentamientos y allí estará la enfermera Celsa Parrau, militante socialista que se queda a prestar primeros auxilios en esa fábrica. Pronto, será apresada y estará entre las 100 mujeres que la noche del 11, estarán prisioneras en el Regimiento Tacna.
Patricio Quiroga , formara parte de la Columna de Agustín que saldrá del Estadio de Avenida La Feria-Cormu. Recogimos los testimonios del Teniente Carlos Pérez Tobar del Regimiento Buin, que al retornar con su Compañía de una misión, que sólo era una estratagema de inteligencia para neutralizarlo frente al golpe, ser apresado y luego ser objeto de atroces torturas durante meses.
Opté por que nuestros entrevistados fueras muy heterogéneos, cuidando sólo un rasgo común: haber sido protagonista de actos armados ese día 11. Por eso entrevistamos también a personas con roles tan distintos como Andrés Pascal Allende, que esa mañana irá a buscar armas a la Embajada de Cuba y posteriormente estará junto a Miguel en la industria Indumet o el Subteniente Santiago Bulnes, oficial constitucionalista asignado al Comando de Aviación, que también sería sacado del escenario del golpe y que terminaría asilado en la Embajada de Holanda, luego de asilar perseguidos políticos, escudado en su uniforme de campaña. La única excepción al criterio anterior seria Soledad, la hija de Bruno, Domingo Blanco, apresado en la Intendencia cuando acudía con refuerzos y Alejandro, el hijo de Aníbal, Juan José Montiglio, ambos cuadros de jefatura del dispositivo. Considere que entrevistarlos era también una forma de acto reparatorio, extensible a muchos hijos, que además en el caso del GAP, nacerían cuando sus padres ya eran detenidos desaparecidos o ejecutados.
El desfile de militares ante el ministro Carroza
Posteriormente y en momentos en que había avanzado mi plan de entrevistas, durante el 2012, me llegaría desde manos amigas los tomos de la investigación judicial por la muerte del presidente Salvador Allende a cargo del Ministro Mario Carroza. De inmediato al conocerlo asumimos que con ese material, se transformaba el propósito del libro, desde las entrevistas iniciales… a buscar que calzaran en un amplio perímetro, los movimientos de las tropas con los testimonios de los combatientes sobrevivientes. Porque por primera vez, de manera sistemática, teníamos las voces de muy diversos oficiales de Ejército pertenecientes a los diversos regimientos que cercaron y asaltaron La Moneda. Ahora, los pañuelos naranjos y los brazaletes blancos con tortugas, contraseñas de los golpistas ese día, se corporizaban en un capitán o un mayor con nombre y apellido.
Varias docenas de ex oficiales, durante el 2011 debieron concurrir a prestar declaraciones judiciales sobre sus roles ese día, cuando eran hombres de 22 a 35 años, tan jóvenes como los defensores de La Moneda o los que cruzaban Santiago con autos cargados con armas esa mañana. Ciertamente, no ignorábamos que el carácter de ser una declaración judicial podía restarle significación a sus dichos, sin embargo para nuestro objetivo eran valiosos insumos a la hora de componer el rompecabezas de la operación militar del golpe.
Para esta investigación, esas confesiones de subtenientes, tenientes, capitanes y mayores tienen el mérito que son prácticamente lo único existente ante el silencio institucional sobre cómo se hizo operativamente el golpe. Antes, sólo habían estado disponibles vaguedades u apuestas ególatras de los generales Pinochet, Brady, Baeza, Palacios, Leigh, Díaz Estrada etc. Desde esas nuevas declaraciones judiciales relacionadas con otras fuentes documentales y audiovisuales, además de nuestros entrevistados, nos fue posible inferir planes, órdenes y tensiones de los mandos durante el transcurso de esas tensas horas.
Al finalizar este trabajo quedaría más convencido que en la FACH, las órdenes del general Leigh respecto del secreto de las identidades de los pilotos que bombardearon objetivos en Santiago, han estado siempre vigentes. En sus declaraciones ante el magistrado el ex general Fernando Mathei justificaría ese secreto, como protección mínima ante la posibilidad de venganza de los mecánicos de los Hawker Hunter.
También, en el mismo proceso quedo registrado el careo entre la periodista Mónica González enfrentando a Rufián, nombre de combate del ex Comandante en Jefe de la FACH Fernando Rojas Vender, luego de revelar su identidad y misión. Después del 2000 todas esas identidades se conocerían, por más que el Alto Mando institucional insistiera todavía el 2011 ante el magistrado, que no tenía ningún documento ni registro al respecto.
Es válido preguntarse. ¿Cuántas veces el general Rufián debió concurrir al Palacio de La Moneda por actos oficiales? Departió en los mismos en los mismos salones que había bombardeado con los cohetes SURA…Esa era también otra postal de esta transición, caracterizada por su infinita prudencia y generosidad.
Las preguntas para ese día
En el curso de esta investigación periodística me formule decenas de interrogantes y fueron esas las que he buscado responder o al menos aproximar para armar las acciones de guerra y resistencia de ese martes 11.
¿Cómo fue posible que el golpe se demorara tan pocas horas en imponerse en Santiago? ¿Qué sucedió con todos los preparativos de las diversas orgánicas de la izquierda o era sólo retórica? ¿Más allá de La Moneda en qué otros lugares hubo resistencia a la ocupación de la ciudad por las tropas terrestres? ¿Cuántas fueron las bajas militares? ¿Cómo incidió el temprano repliegue dispuesto por la dirección del PC? ¿Qué sucedió con las armas tan esperadas y que nunca llegarán a fábricas, centros de estudio y viviendas? ¿Quiénes fueron los francotiradores que desde muy diversos lugares del centro hostigaron a las tropas del general Javier Palacios causándole significativas bajas? ¿Cómo iba el Presidente en ese veloz trayecto? ¿Por qué el cadáver del Presidente estaría en exhibición a todo quien deseara verlo durante casi tres horas? ¿Qué sucedió con los Cordones Industriales? ¿Qué pasó al interior de Carabineros esa mañana en el perímetro del cerco? ¿Cómo incidió en los enfrentamientos la ausencia del Regimiento Buin y el retraso de las tropas provenientes de la Escuela de Infantería de San Bernardo? Y decenas de otras…
La gesta del pronunciamiento militar, quedaría borrada de los museos militares, carente de documentación y antecedentes para los investigadores de todo tipo: periodistas, jueces, historiadores, tesistas etc. Salvo testimonios muy acotados o la versión oficial construida por Pinochet para acrecentar su rol, el día 11 de septiembre todavía permanece huérfana de una versión oficial que revele la apreciación de la situación y la orden de combate, base de toda operación militar, más aún si se trata de esta magnitud.
El Estado chileno, nunca se ha planteado juzgar a los autores uniformados del golpe, mucho menos a sus instigadores civiles, que hicieron su acumulación originaria. En Chile, no sólo no ha habido desclasificación luego de 40 años, sino todo lo contrario, el ocultamiento ha sido y es la norma y eso continúa hasta el presente, más allá de meras declaraciones y algunos actos simbólicos.
En Chile a diferencia de muchos países europeos, es aún infrecuente que se asuma: fui un resistente… estuve en la Resistencia y que ello se traduzca de inmediato -al menos en la mayoría de los casos- en motivo de orgullo y reconocimiento social. Aquí, la dictadura instalo los conceptos de subversivo y terrorista y esos han perdurado en el tiempo. Quizás, ello explica que transcurridos 40 años aún existan personas, que por razones de trabajo o familiares, aún no se decidan a compartir sus experiencias resistentes, particularmente armadas en las que participaron ese día y durante los 17 años siguientes.
La forma en como se ha contado el día del Golpe, ha estado muy determinada por la fuerza y bestialidad de la intervención terrestre y aérea. Por la barbarie. Los bombarderos Hawker Hunter destrozan el palacio de gobierno…los prisioneros son obligados a tirarse en la calle, mientras un tanque amenaza con destrozarlos vivos, etc. O sea, la condición dominante ha sido la de manos arriba…las posturas encuclillados, los ojos vendados…sin duda todo eso sucedió, pero no puede entenderse como mera casualidad el que junto con destacar eso…fuera del cuadro queden centenares y miles de pequeños actos de resistencia en La Moneda y fuera de ella. Porque era muy distinto ser asumido sólo como una víctima, digerible en la lógica del consenso y la transición a reivindicarse…además como un activo resistente. Porque los combatientes-rehenes de La Moneda o La Legua, también tenían pleno derecho a que se respetaran sus derechos humanos.
Un nuevo escenario para la memoria
Y en este nuevo clima de cuanto contar y decir las movilizaciones del 2011 han sido determinantes. No fue casualidad ver en las multitudinarias marchas estudiantiles y sociales de estos años a actores personificando a Salvador Allende y Miguel Enríquez u otros personajes históricos. Ellos podían pasearse entre los manifestantes y aún más, mucha gente les pedía tomarse fotografías, aunque ello fuera paradojal respecto de otros dirigentes políticos o parlamentarios que intentasen asomarse a esas movilizaciones. ¿Qué reivindicaban los jóvenes en esos liderazgos? O dicho de otra forma ¿Que habían tenido, hecho o dicho ellos, que les faltase a los líderes actuales? Recuerdo que la misma pregunta me la planteé luego de los funerales de Gladys Marín, que seguramente han sido en su tipo una o la más masiva manifestación de duelo en estos casi 23 años.
Y creo que en estos tres ejemplos de líderes, especialmente desde los jóvenes y de quienes participamos de esas movilizaciones se reconocía la consecuencia, el compromiso y la entrega más allá de lo individual y su suerte. Y me detengo en la consecuencia, porque es un valor deteriorado y desgastado en nuestro ambiente político, tan enredado de intereses y medias aguas.
Y por cierto este es un libro transversalmente de Salvador Allende. Emergiendo como el jefe cercano y fraterno preocupado de los regalos de Pascua de los niños y niñas de Tomás Moro, o viendo películas de pistoleros en El Cañaveral junto a sus amigos de la vida y de la muerte. O siendo el presidente-doctor acompañando a Elena Araneda, la Nena al Hospital San Juan de Dios en busca de un diagnóstico certero y una pronta hospitalización.
Julio Soto fue el conductor del Auto 1, esa mañana en que junto a otros vehículos acompañarían al Doctor al que sería el lugar de su despedida y de su muerte. Julio en la Escolta será Joaquín y le correspondería comandar al grupo de conductores del GAP que desde lo alto del Ministerio de Obras Públicas hostigarían a las tropas del cerco. Será el mismo Joaquín quién recordará que el Presidente a poco de subirse al Fiat 125 le diría: compañero se ha alzado la Marina, corra!!…tenemos que llegar antes que los marinos.
Pero en todo esto, hay también otra derivada. El cuestionamiento al modelo económico, a sus consecuencias concretas en la felicidad de las personas y de las familias fue asociándose particularmente desde los estudiantes al cuestionamiento a la forma de transición pactada. En el 2011 los estudiantes darían el campanazo para cuestionar lo que parecía inamovible. Creo que ello revelaba que esas generaciones post golpe, no tenían ni tienen la misma carga de prudencia, y lo escribo así por no decir francamente temor o terror, que nosotros los más viejos llevamos marcado en nuestros cuerpos y vivencias.
Me propuse en esta crónica inventariar actitudes resistentes en esas primeras horas de ocurrido el golpe de Estado. Y las encontramos en el relato de Milton Silva, uno de los GAP que le disparará al helicóptero Huey de la FACH con una ametralladora Punto 30, en la defensa de la residencia presidencial de Tomás Moro, estando aún la Tencha en su dormitorio. Encontramos actos de resistentes en Mapocho, en un grupo parapetado en el Campamento Hasta la Victoria Siempre que hostiga en las primeras horas de la tarde a camiones de la FACH, con precarias armas que incluso se recalentaban una vez empleadas. Mientras, en muy diversos edificios del centro de Santiago, francotiradores de cuello y corbata hostigan a la tropa, que arriba de los tanques M 41 o camiones mira hacia arriba buscando descubrir el balazo que hirió a su compañero.
Por último, ya al final de nuestra investigación se haría evidente, que los tenientes que habían cercado y asaltado La Moneda, en su inmensa mayoría se habían convertido en generales después del 90. El contrasentido sería un inexistente reconocimiento desde el Estado para Juan Seoane, el Jefe de la Escolta de Investigaciones que había permanecido junto a sus hombres con el Presidente o el largo y tortuoso camino de los ex miembros del GAP para ser reconocidos como exonerados.