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Marx, de la mitología al paradigma científico

Fuentes: Rebelión

«El Sol es nuevo cada día» (Heráclito) «El universo sólo está formado por átomos y vacío» (Demócrito) El primer gran cambio de paradigma, la búsqueda del logos Hace 2600 años Tales, natural de Mileto, una ciudad que actualmente pertenecería a Turquía, afirmó: «Todas las cosas son agua»(Isaac Asimov, Grandes ideas de la ciencia, Alianza Editorial, […]

«El Sol es nuevo cada día» (Heráclito)
«El universo sólo está formado por átomos y vacío» (Demócrito)

El primer gran cambio de paradigma, la búsqueda del logos

Hace 2600 años Tales, natural de Mileto, una ciudad que actualmente pertenecería a Turquía, afirmó: «Todas las cosas son agua»(Isaac Asimov, Grandes ideas de la ciencia, Alianza Editorial, Madrid, 2001). Hoy, basta el acervo de la Química moderna iniciada por Lavoisier a la luz del atomismo de Leucipo (?-450 aC) y Demócrito (470-380 aC) para saber que esta afirmación era falsa. La materia del universo es una combinación de los elementos, átomos de diferente tipo, de la tabla periódica de Mendeleiev. En particular, el agua (H2O) es una molécula formada por dos elementos de los 108 existentes, dos átomos de hidrógeno (H) y uno de oxígeno (O). Ninguno de los otros elementos (He, Au, etc.) es, en consecuencia, agua. No obstante, la afirmación de Tales era una de las primeras hipótesis científicas de la historia y, por tanto, llevaba implícita una gran revolución para la historia del pensamiento humano, implicaba el inicio de un cambio de paradigma, en el sentido de Thomas S. Kuhn, de un cambio drástico en la concepción del mundo dominante hasta entonces. Si hasta aquel momento los seres humanos explicaban la fenomenología de la naturaleza mediante la acción caprichosa de seres divinos de diversa índole, mediante la mitología, ahora se pasaba a entenderla mediante la formulación de hipótesis y la postulación de leyes inherentes a la naturaleza. Tales de Mileto, en resumen, personificó el inicio del tránsito de una concepción mítica y religiosa a una concepción científica y filosófica del mundo.

Sucesivos cambios paradigmáticos y fundamento de toda ciencia

Desde Tales de Mileto hasta nuestros días, tal y como indicara Kuhn, la historia de la ciencia ha evolucionado a saltos entre cambios paradigmáticos sucesivos. Por ejemplo, en lo que a la física concierne, se pasó de la ciencia teorética griega que encontró su refugio en el medievalismo religioso a la ciencia renacentista iniciada con el giro copernicano y culminada con la experimentación de Galileo y la unificación del universo -realizada por Isaac Newton- bajo un único conjunto de leyes, de la mecánica y el electromagnetismo clásicos a la Física Cuántica (1900), la Relatividad especial y general (1905, 1915) y los Sistemas Dinámicos Complejos. No es la intención de este artículo abordar de forma profunda y sistemática los sucesivos cambios paradigmáticos en cada una de las ciencias, entre otras cosas, porque sería algo completamente ingenuo e imposible. No obstante, sí es conveniente para el objetivo que persigue este artículo exponer como mínimo que, primero, toda ciencia, a pesar de su categoría histórica, ha venido operando dentro de la nueva concepción introducida por Tales de Mileto y que, segundo, la propia evolución del conocimiento científico ha establecido como denominador común y como fundamento de toda ciencia los siguientes puntos:

1) Una ciencia es un sistema de conceptos (fuerza, energía, entropía, valor, vector, etc.) que conforma una unidad coherente.
2) Este sistema se alza sobre leyes obtenidas por inducción (ley de la gravitación universal, ley de la conservación de la energía, ley del aumento de entropía, ley del valor, etc.) capaces de describir lo esencial del desarrollo propio del objeto de estudio.
3) Este sistema da con las relaciones causa-efecto propias del objeto de estudio en el espacio-tiempo y, por tanto, dispone de cierta capacidad de previsión.
4) El sistema dispone de sus propias técnicas de experimentación y método de investigación hipotético-deductivo más o menos matematizable.

Denominaremos test científico al conjunto formado por el giro epistemológico de Tales de Mileto y los cuatro puntos fundamentales indicados.

No cabe decir que este test científico es una función que depende del tiempo y, en consecuencia, sus presupuestos son una realidad en cambio ligada al momento histórico-concreto. En definitiva, que toda ciencia -tal y como indicara Gramsci y posteriormente demostrara Kuhn en su obra «La estructura de la revoluciones científicas»- es parte de la ideología correspondiente a una determinada fase histórica o, lo que es lo mismo, a una formación socioeconómica concreta.

Principales conceptos y leyes en el socialismo de Marx

1) El ser, lo que existe, es materia. El materialismo de Marx implica el reconocimiento de la existencia de la materia independientemente de la conciencia, como realidad objetiva, así como la asunción de una determinada relación entre ser y conciencia, materia y pensamiento, que se resumirá en la célebre frase «No es la conciencia la que determina el ser social sino el ser social el que determina la conciencia»(Carlos Marx, Introducción a la crítica de la economía política, Obras escogidas, Tomo III, Ed. Progreso, Moscú 1981). El pensamiento, por tanto, es consecuencia directa de la organización compleja de la materia en su dimensión biológica (cerebro) y social (ser social, formación socioeconómica).

La relación entre estructura (base económica, fuerzas de producción, relaciones sociales de producción, condiciones materiales de existencia, etc.) y superestructura (ideología, moral, valores, leyes, ciencia, etc.), en vista de la concepción materialista descrita en el párrafo anterior, es que la superestructura es reflejo de la estructura, la ideología es consecuencia de la organización material histórico-concreta o, lo que es lo mismo, de las relaciones sociales de producción. De aquí la importancia del estudio de la economía política.

Marx ve en el materialismo la culminación de una concepción científica integral y completa del mundo y, por tanto, la forma definitiva de liberar a la humanidad de los vestigios de la concepción mítica y religiosa que el idealismo ha arrastrado consigo a través de los tiempos, desde la prehistoria hasta nuestros días. Marx finaliza, en definitiva, el giro iniciado por Tales de Mileto, saca el pensamiento humano de su fase primitiva y, por este mismo motivo, es «intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda defensa de la opresión burguesa»(V.I. Lenin, Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, Obras completas, Tomo XIX, Ed. en lenguas extranjeras, Pekín 1980).

2) Las leyes de la dialéctica (leyes del movimiento) son ontológicas, inherentes al ser. Dónde Hegel ve una dialéctica del espíritu, Marx verá una dialéctica objetiva de la naturaleza en general y de las sociedades humanas, de la historia, en particular.

a) El ser, esto es la materia, está en perpetuo desarrollo, en cambio incesante. Por tanto, no hay nada definitivo, absoluto o sagrado. Un día el sol se apagará, la vida es efímera y lleva aparejada la muerte, etc. Las formaciones socioeconómicas en general y el régimen capitalista de producción en particular, como subsistemas del ser total, están marcados con fecha de caducidad desde sus orígenes.

b) Las diferentes partes (procesos) del ser conforman un todo unido e interrelacionado. No se pueden aislar los procesos entre sí, todo está relacionado con todo, los procesos se concatenan y se relacionan entre sí indefinidamente. «El todo es lo verdadero» (Hegel). El movimiento de la Luna no puede entenderse fuera del sistema planetario. En la medida que el ser humano lucha por su existencia deviene un ser plástico, una realidad en cambio permanente, es producto del entorno y sus circunstancias, de cómo y qué produce, pero a la vez tiene la capacidad de modificar ese entorno y esas circunstancias, el modo de producción, y por tanto, se hace a si mismo. Existe una autogénesis del hombre como proceso. La conquista de la libertad, saber determinar las necesidades propias, pasa irremediablemente por la praxis consciente, por liberar el trabajo, por una hacerse a si mismo conscientemente, por una toma de conciencia del curso histórico, por una fusión entre filosofía y praxis.

c) La dialéctica, el movimiento, tiene como demiurgo, como principio activo del cambio, la contradicción. La contradicción fundamental que origina el paso de unas formaciones socioeconómicas a otras es la existente entre relaciones sociales de producción y fuerzas de producción, esto es, lejos de los preceptos economicistas con que se ataca usualmente a Marx, la lucha de clases como motor de la historia. En el caso concreto del régimen capitalista de producción esta contradicción se manifiesta en forma de antagonismo entre el proletariado y la burguesía, antagonismo que es fiel reflejo del ser social, de la formación socioeconómica capitalista que encuentra su ley fundamental en la teoría de la plusvalía descubierta por Marx.

d) Los diferentes procesos que conforman el ser evolucionan cuantitativamente pero llegados a una determinada fase de desarrollo ocurren saltos cualitativos (saltos dialécticos), cambios de estado, cambios drásticos en el proceso, movimiento caótico o saltos cuánticos empleando las terminologías de la física moderna. Al calentar el agua gradualmente, llegados a los 100 ºC, ésta pasa de estado líquido a gaseoso. En el plano social esta dicotomía se expresa en términos de reforma, cambio cuantitativo, o revolución, cambio cualitativo. Las revoluciones históricamente abren el camino a nuevas formaciones socioeconómicas.

Los puntos 1) y 2) conforman el método de investigación del materialismo dialéctico que en su aplicación concreta al estudio del ser social conforma el llamado materialismo histórico o socialismo científico.

Marx… ¿pasa el test científico?

La doctrina de Marx supuso un cambio de paradigma, una revolución científica en el ámbito del conocimiento humano en general y en las ciencias sociales en particular. Esta nueva concepción del mundo, tal y como indicara Engels, será puesta a prueba acorde a la Tesis II de Feuerbach, «El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico»(Carlos Marx y Federico Engels, Tesis sobre Feuerbach, Obras escogidas, Tomo I, Ed. Progreso, Moscú 1981), cosa que implica a su vez que el contenido revolucionario de la obra de Marx, así como la confirmación de su carácter científico, es inseparable de la Tesis XI, «Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo»(Carlos Marx y Federico Engels, Tesis sobre Feuerbach, Obras escogidas, Tomo I, Ed. Progreso, Moscú 1981), esto es entender el marxismo como guía para la acción, como filosofía de la praxis.

Hasta el momento ningún revolucionario se ha asido de forma tan firme y consecuente a la XI Tesis de Feuerbach como Lenin, de ahí el impulso espectacular que bajo el leninismo se imprimió al Movimiento Comunista Internacional y a las luchas emancipadoras a lo largo de gran parte del siglo XX. Asimismo, el revolucionario ruso denominaba a la Tesis II de Feuerbach Criterio de praxis (V.I Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, Ed. en lenguas extranjeras, Pekín, 1974). Lenin, a diferencia de muchos «marxistas» actuales, era consciente del nexo inseparable que existe entre praxis (práctica) y episteme (ciencia). El Criterio de praxis afirma que el carácter científico de toda teoría, esto es el cumplimiento del test científico, es un problema esencialmente práctico, de contrastación experimental con la realidad objetiva. Dicho de otra manera y a modo de ejemplo, el principio de invariancia de la velocidad de la luz para sistemas inerciales que introdujo una anomalía insuperable al paradigma del éter se comprobaba mediante el experimento de Michelson-Morley (1887), la conversión de la teoría del quanta de Planck (1900) en ciencia normal únicamente pudo iniciarse cuando explicó de forma satisfactoria el experimento de la Caja Negra, cuando se corroboró nuevamente mediante el efecto fotoeléctrico (Einstein, 1905) e incluso cuando Bohr fue capaz de reformular satisfactoriamente la teoría del átomo (1913) sobre la base de los nuevos supuestos cuánticos.

De igual forma, la superación del test científico por parte del socialismo de Marx es un problema esencialmente práctico. En este sentido, por tanto, Lenin puso el socialismo de Marx en su categoría de ciencia en la medida que supo aplicarlo en su realidad histórico-concreta de forma exitosa mediante la construcción del instrumento de la Revolución, el Partido Comunista, y la victoria de la Revolución Socialista de Octubre de 1917. Igualmente, Stalin dotó de carácter científico a la doctrina de Marx en la medida que, a pesar de las condiciones terriblemente adversas de atraso secular y del cerco «sanitario» antisoviético impuesto por las potencias imperialistas, desarrolló la lucha de clases de forma consecuente y emprendió, en los años 20 y 30, una construcción del socialismo que posibilitaría el acceso a unas condiciones de vida digna en su dimensión material y cultural a la mayoría de la población soviética, así como la posterior derrota de la Wehrmacht (ejército nazi) por el Ejército Rojo en la II Guerra Mundial, acontecimiento este que significó el debilitamiento transitorio del imperialismo en su conjunto, el emergimiento del campo socialista y la descolonización de gran parte de los países del Tercer Mundo. Como ejemplo contrario, es decir, como muestra de la reducción del «marxismo» a pura mística pre científica, o a modo de símil a reducción de la química moderna a mera alquimia, pueden citarse la teoría y acción del profeta León Trotsky y acólitos, los cuáles, no sólo no han establecido el socialismo en país alguno sino que ni siquiera han dirigido un solo proceso revolucionario exitoso a lo largo del convulsionado y agitado siglo XX.

Polémica con Karl Popper (1902-94)

Muchos científicos en el ámbito de las ciencias particulares han establecido a Popper como una auténtica autoridad en la crítica a Marx y al historicismo en general. Este motivo es suficiente para estimular al lector, aunque sólo sea con unas líneas breves, a la reflexión entorno a este filósofo.

Karl Popper rechazó la verificación como criterio para aceptar una teoría como científica, establecía el Criterio de falsación, la necesidad de que toda teoría pueda ser falseada para ser científica. En consecuencia, podríamos pensar que Popper descartaba el Criterio de praxis en sentido afirmativo y únicamente podríamos decir que le valía en un sentido negativo, como función negadora. Pero ni tan siquiera eso, el filósofo austro-británico extrae del dominio de la función negadora al marxismo, al psicoanálisis e incluso al evolucionismo darwiniano en la medida que estas teorías -afirma- no pueden ser negadas desde su lógica interna. Pero la cuestión estriba (¡atención!) en que desde una exclusiva lógica interna tampoco puede ser negada la mecánica de Newton, ni el electromagnetismo de Maxwell, ni la relatividad general de Einstein, ni la teoría del flogisto imaginada por Stahl, ni las teorías del átomo de Thompson, Rutherford o Bohr, etc. Estos paradigmas son negados siempre desde fuera, esto es en la práctica, en su contraste vía la experimentación con la realidad objetiva, así como en su contraposición con nuevos paradigmas que dan solución a los enigmas ya planteados. Las anomalías y/o limitaciones de todo paradigma que puede abran el camino a una nueva concepción del problema (u objeto de estudio) son encontradas, directa o indirectamente, en la práctica, en el laboratorio.

Este punto de vista acerca de la cientificidad o no de toda teoría antepone, por tanto, la posibilidad de falsación a la conjunción entre test científico y Criterio de praxis. Para Popper era más importante establecer cláusulas que descartaran a determinados paradigmas como científicos que constatar los resultados prácticos de dichos paradigmas. A modo de ejemplo, una teoría circunscrita al ámbito de lo antropológico y construida a partir de la afirmación «todos los seres humanos son imbéciles» goza -según Popper- de más crédito científico que otro hipotético paradigma formalmente no falseable que en su estudio de la realidad humana pase con creces nuestro test científico. Popper, de esta manera, reduce la ciencia, sus hipótesis y sobretodo sus leyes, las cuáles se obtienen mediante inducción, a mera opinión conjetural, opone doxa a episteme, ambos términos entendidos en un sentido aristotélico, y, por tanto, niega la posibilidad de la aproximación sucesiva al conocimiento objetivo del ser.

Popper dice mucho de lo que -según él- no es ciencia pero nos dice bien poco de lo que sí lo es. La deficiencia de Popper en cuanto a su noción de ciencia le llevará a tener serias limitaciones a la hora de determinar la manera en que se da el tránsito entre diferentes paradigmas científicos. Su visión estrictamente formal, falsacionista y antiparadigmática le impedirá comprender que el cambio entre teorías científicas supone repensar los conceptos sobre los que se construyen. En este sentido y a modo de ilustración decir que, por ejemplo, el paradigma relativista de Einstein no sólo daba soluciones a muchos de los enigmas y anomalías planteados por el paradigma newtoniano sino que, a su vez, traía consigo una nueva manera de pensar el tiempo, el espacio, la gravedad, etc. De hecho esta es la esencia y potencialidad de la interpretación paradigmática de las ciencias descubierta por Kuhn. Las ciencias son algo más que teorías formales negadas o no en la experimentación son concepciones del mundo, paradigmas.

Independientemente del juicio que merecen las posturas de Popper en relación a su filosofía de la ciencia, cabe precisar que reveló en su examen de Marx un desconocimiento cabal. Popper criticó concepciones ajenas a Marx como, por ejemplo, el mecanicismo económico o la argumentación teleológica (explicación del fenómeno no por la causa sino por la finalidad) propia de Hegel y, en su frenesí lógico metafísico formal, llegó a construir un «contraejemplo» al historicismo que, a todas luces, es pura miseria de la «ciencia» social e histórica (ver su libro «Miseria del historicismo»).

Principales diferencias de la ciencia de Marx respecto a las ciencias particulares

Es muy común reducir la ciencia al ámbito de las denominadas ciencias particulares, esto es a la Física, la Química, la Biología, la Geología y, en otro sentido, también a la Matemática. Esta visión, sumamente limitada, es una herencia directa de la metafísica, de la parcelación paulatina del conocimiento sobre la base de los diferentes objetos de estudio ocurrida desde el Renacimiento hasta nuestros días. Esta parcelación o partición de la ciencia, este aislamiento de los problemas, permitió profundizar en la comprensión de muchísimos fenómenos naturales, así como desarrollar las grandes teorías científicas (Física, Química, Biología, Geología, etc.) y sus aplicaciones (Informática, Medicina, Robótica, etc.) que han cambiado en gran medida la realidad material de la historia contemporánea. No obstante, este «éxito» tiene su reverso, su vertiente negativa, en una marcada tendencia a la creación de compartimentos estancos de la ciencia que pierden la perspectiva totalizadora, la perspectiva de entender toda ciencia como parte del estudio de una misma realidad total, como parte del ser. Esta inercia, conjugada con el hecho de que las ciencias particulares y la matemática se desarrollaron con anterioridad a la ciencia social, ha conllevado históricamente a una identificación cultural entre ciencia y método hipotético-deductivo dejando al método materialista dialéctico en un segundo plano o incluso en el olvido. Esta concepción metafísica que tiende a ver la realidad a trozos es incapaz de concebir el ser social, esto es las formaciones socioeconómicas históricamente dadas y la existencia plástica del ser humano en ellas, como un subsistema más del ser, como parte de la naturaleza, y niega, por tanto, lo que le reconoce a las partes de la naturaleza que son objeto de estudio de la Física, la Química o la Biología, la existencia de sus propias leyes que describen su desarrollo y lógica interna, la existencia de su propia ciencia.

El objeto de estudio del marxismo, las sociedades y el origen del cambio de unas a otras, tiene como principales «protagonistas» a seres humanos dotados de conciencia, voluntad, etc. En cambio, en el resto de ciencias los «protagonistas» son materia, inerte o viva, que carece de conciencia o pensamiento alguno. Por ejemplo, el objeto de estudio de la matemática lo forman las relaciones espaciales y cuantitativas del universo, las cuáles es obvio que carecen de conciencia alguna. Este hecho implica un grado de complejidad superior en el desarrollo de la ciencia social respecto al de las ciencias particulares. Marx, en el estudio del ser social y su dialéctica, percibirá ya a mediados del siglo XIX una dinámica compleja, un movimiento caótico en el sentido de la física moderna, que va más allá de la evolución estrictamente gradual. Esta dinámica compleja se caracteriza por los saltos dialécticos, revoluciones en el plano social o saltos cuánticos, cambios de estado (salto de los electrones de una a otra órbita del núcleo) en la mecánica del átomo desarrollada por Bohr. En este sentido se puede afirmar que Marx fue el primero en descubrir la naturaleza «cuántica» de la materia y que, posteriormente, los descubrimientos de Planck (1900) y, sobretodo, la teoría de Bohr vendrían a confirmar a nivel nuclear las concepciones que tenía el propio Marx acerca de la naturaleza.

Pero, además, hay un elemento más en Marx que provoca el rechazo visceral de ciertos científicos positivistas o neopositivistas, lo denominaré el principio epistemológico. Este principio, que arranca de la concepción materialista descrita, Lenin lo describía de la siguiente manera: «[…] en una sociedad erigida sobre la lucha de clases no puede haber una ciencia social «imparcial». […] Esperar una ciencia imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada sería la misma pueril ingenuidad que esperar de los fabricantes imparcialidad en cuanto a la conveniencia de aumentar los salarios de los obreros, en detrimento de las ganancias del capital»(V.I. Lenin, Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, Obras completas, Tomo XIX, Ed. en lenguas extranjeras, Pekín 1980). Marx adopta, epistemológicamente hablando, un punto de vista de clase, pues la división de la sociedad en clases implica necesariamente que toda idea, teoría política, etc. expresa y/o es reflejo en último término de dichas clases sociales existentes. Por tanto, los científicos sociales aún en el supuesto de que quisieran (cosa que sería un contrasentido) no podrían adoptar un punto de vista al margen de las clases, al margen de cómo está organizado el ser social, al margen, en definitiva y utilizando una terminología estructuralista, de las ligaduras y grados de libertad que definen la propia estructura. La doctrina de Marx es ciencia a la vez que, como consecuencia del principio epistemológico, es ideología del proletariado. Esto es consecuencia directa de que únicamente esta clase social está objetivamente interesada, por el lugar que ocupa en la sociedad y por la necesidad que tiene de liberarse de sus propias cadenas, en el desarrollo del conocimiento científico social, en el ejercicio de la crítica radical.

El objeto de estudio de la teoría marxista y el principio epistemológico conllevan que, a diferencia de las ciencias particulares, allí donde el pensamiento de Marx se constituye en ciencia, su laboratorio particular, es el escenario histórico-concreto en que se desarrolla la lucha de clases. El comunista, a diferencia de un biólogo o un matemático, ejerce su oficio en contacto directo con el proletariado, siendo parte de la clase, entendiendo sus problemáticas, preocupaciones y anhelos. La doctrina de Marx sólo cobra vida en tanto que ciencia a través de la acción práctica de los comunistas en el marco concreto de la lucha de clases, esto es sobretodo y ante todo allí donde se da el proceso de producción, junto a los medios de producción, aunque también en los espacios en que la lucha de clases se da de forma indirecta.

Conclusión práctica

Hemos visto que la cientificidad o no de la doctrina de Marx, su «terrenalidad» en una palabra, es un problema práctico. Ahora bien, ¿qué rasgos esenciales debe tener esta práctica? La respuesta a esta cuestión y conclusión de este artículo es que sólo una militancia consciente, sólo una práctica comunista que arranque, primero, de un conocimiento profundo de la teoría de Marx y, segundo, de una orientación a la fusión efectiva con el proletariado, puede poner nuevamente al socialismo en su categoría de ciencia. Los «comunistas» que pretendan lo contrario se asemejarán al «físico» que intente enfrentarse a los enigmas planteados por la física de partículas elementales en condiciones de ignorancia respecto a la Mecánica Cuántica y, además, alejado de los laboratorios nucleares de altas energías tipo CERN (Centre Européen pour la Recherche Nucléaire).

Bibliografía

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2. Carlos Marx, Introducción a la crítica de la economía política, Obras escogidas, Tomo III, Ed. Progreso, Moscú 1981
3. Carlos Marx y Federico Engels, Tesis sobre Feuerbach, Obras escogidas, Tomo I, Ed. Progreso, Moscú 1981
4. Carlos Marx y Federico Engels, La ideología alemana, Ed. l’eina, 1988
5. V.I. Lenin, Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, Obras completas, Tomo XIX, Ed. en lenguas extranjeras, Pekín 1980
6. V.I Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, Ed. en lenguas extranjeras, Pekín, 1974
7. Gramsci, Antonio, Antología, México, Siglo XXI, 1999
8. J. del Turia, Temática del marxismo, Ed. Cinc d’Oros, 1977
9. J. M. Bermudo, Filosofía marxista, Ed. Madrágora, 1976
10. J. M. Bermudo, Los filósofos y sus filosofías, Ed.Vicens-Vives, 1983
11. B. Nicolaevsky y O. Maenchen~Helfen, Marx, Ed. Yunque, 1965
12. Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, Ed. Fondo de cultura económica, 2001
13. John D. Bernal, Historia social de la ciencia, Ed. Península, 1968
14. Jesús Lahera, Bohr, Ed. Nivola, 2004
15. Bertrand Russell, Historia social de la filosofía, Ed. 62, 1996

25 de diciembre de 2004