Carlos Tuya (Madrid, 1941) es un político, escritor y periodista español vinculado desde su juventud a la lucha antifranquista. Participó activamente en la creación de las Comisiones Obreras de Artes Gráficas de Madrid. En 1973, fue uno de los organizadores de la OPI (Oposición de Izquierdas), corriente de opinión del Partido Comunista de España (PCE), nacida con la intención de abrir un debate sobre la necesidad de una política revolucionaria para España, que debía caracterizarse por un enfoque democrático, antioligárquico y antimonopolista, y estar basada en la unidad de la izquierda, tal como se recoge en su obra Aspectos fundamentales de la Revolución española: La vía al socialismo en un país desarrollado (1977). Posteriormente, cuando la OPI se transformó en el Partido Comunista de los Trabajadores (PCT), fue elegido secretario general, cargo que ostentó hasta su disolución en 1980. De esa época es su libro La función histórica del Estado y la democracia (Akal, 1980). A partir de entonces se dedicó principalmente al trabajo teórico. Carlos Tuya ha desarrollado una amplia producción intelectual, reflejada en numerosos artículos, recogidos en el libro Los pasos y la meta (Amazon, 2023). Tras el colapso de la Unión Soviética y el derrumbe del bloque socialista, ha centrado sus estudios en analizar las causas de ese fracaso, que supone el cuestionamiento de gran parte de la teoría marxista. Fruto de esta etapa de reflexión son sus libros La Democracia Ampliada (2015), Marx desencadenado (2017), El robot socialista (2019) y El voto y el Algoritmo (2022), todos ellos publicados en Amazon. Su último libro publicado por El Viejo Topo lleva por títuloGanancia social, beneficio privado. Explotación capitalista y transformación socioeconómica en la economía del conocimiento.
Salvador López Arnal.- Enhorabuena por su último libro. No son pocas las sugerencias, las nuevas categorías, las críticas argumentadas y las propuestas que en él podemos leer y estudiar. Empiezo por el título: ¿qué debemos entender por «ganancia social»?
Carlos Tuya.- Antes que nada, pido disculpas por la excesiva simplificación de mis respuestas. Son cuestiones tan complejas que he necesitado escribir un libro para abordarlas con un mínimo de rigor. En cuanto al concepto «ganancia social», es un término que se utiliza habitualmente en varios sentidos, pero que yo uso para referirme a la riqueza generada por el sistema productivo, que siempre tiene una dimensión social, incluso en el caso de ser fruto de una sola persona –un artesano, por ejemplo– ya que su trabajo solo es posible en un espacio relacional, y gracias a su educación y aprendizaje. Lo mismo podría decirse de cualquier actividad productiva basada en el conocimiento y la creatividad. Dicho de forma más precisa, la «ganancia social» es el remanente de riqueza, o beneficio, que el sistema capitalista convierte en privado para los propietarios de los medios de producción. ¡Salvo si los propietarios son trabajadores, cuyo medio de producción es su conocimiento! Y que en la Era Digital conforman la gran mayoría. Esa es una de las grandes contradicciones de nuestro tiempo. De ahí el título del libro: Ganancia social, beneficio privado.
Salvador López Arnal.- Sigo con el subtítulo, dos preguntas. La primera: ¿qué deberíamos entender por explotación capitalista? ¿Qué tipo de explotación es la explotación capitalista?

Carlos Tuya.- La explotación capitalista es el mecanismo por el cual la empresa privada se apropia de la ganancia social creada en su seno en virtud del derecho de propiedad. Esto incluye no solo a los dueños de la empresa, sino también a los socios, inversores y prestamistas; es decir, a toda la llamada cadena de valor. Por ejemplo, en el capitalismo financiero, la explotación es indirecta (lo que le otorga una gran flexibilidad y una escasa responsabilidad social), ya que se basa en la mayor rentabilidad del capital aportado, sea cual sea el espacio de creación de riqueza. Marx habla de plusvalía o plustrabajo, un concepto vinculado al valor de la fuerza de trabajo, que resulta insuficiente para describir la economía del conocimiento. El caso más paradigmático y extremo de economía del conocimiento son las plataformas de socialización como Facebook. ¿Dónde se origina la ganancia que Meta convertirá en beneficio? ¡En los usuarios! No se les paga nada, no se les pide nada; simplemente los algoritmos procuran que «habiten» en la plataforma el mayor tiempo posible mostrando sus gustos y preferencias de consumo, sus motivaciones culturales y políticas, sus fobias y pasiones…. Esa es la fuente de valor para las grandes tecnológicas y el poderoso instrumento de manipulación que utilizan. Aquí no tiene cabida el «tiempo socialmente necesario» del que hablaba Marx.
Salvador López Arnal.- La segunda: ¿en qué consiste la economía del conocimiento?
Carlos Tuya.- Es la nueva fase del sistema productivo capitalista en la que los «intangibles» juegan un papel preponderante, cuando no exclusivo, en la generación, distribución y uso de riqueza. Mientras que en la economía industrial los factores de producción son tierra, trabajo y capital, en la economía del conocimiento son pensamiento (saberes, ideas, creatividad, innovación), tecnología e información. Es lo que llamo Capital Intelectual del Trabajador, el activo más valioso en una empresa, cuya característica principal es que pertenece al trabajador. No se agota en el trabajo materializado en las mercancías, no lo pierde cuando es contratado, sino que lo invierte. Y como inversor, debería poder ejercer sus derechos mediante lo que llamo la cogestión ejecutiva, la plasmación del derecho a intervenir con voz y voto en la gestión de la empresa y su toma de decisiones, así como a participar en los beneficios. Sin embargo, la empresa lo acapara y acumula como capital propio. Con el concepto Capital Intelectual del Trabajador (conocimientos, habilidades, experiencias, creatividad) busco superar la visión reduccionista del trabajador como mera fuerza de trabajo intercambiable al ejecutar tareas rutinarias y repetitivas, propia del fordismo y taylorismo.
Salvador López Arnal.- Señala usted que el «objetivo de este libro es analizar cómo puede llevarse a cabo un proceso gradual de transformación del sistema socioeconómico capitalista desde perspectivas alineadas con los avances científicos, básicamente las Ciencias de la Complejidad». ¿A qué tipo de conocimientos se refiere usted con la expresión «ciencias de la complejidad»?
Carlos Tuya.- A los que aportan las Ciencias de la Complejidad (sistemas autoorganizados, teoría de redes, teoría del caos, geometría fractal, teoría de las catástrofes, bifurcaciones, estructuras disipativas, etc.), imprescindibles para analizar de manera «científica la sociedad, ya que estamos ante sistemas no lineales, complejos, abiertos, dinámicos y adaptativos, con propiedades emergentes. Solo conociendo el comportamiento de los sistemas complejos podemos plantearnos su transformación, y entender las razones por la que debe ser necesariamente gradual. Y comprender por qué uno de los factores más importante (pero no el único) para dicha transformación son las capacidades científicotécnicas de la Era Digital: las tecnologías de la información (capitalismo informacional lo llama Manuel Castells), la automatización y robotización inteligentes, la supercomputación (pronto cuántica), el procesamiento masivo de datos(Big data), los Sistemas expertos, los Agentes Inteligentes, y la Inteligencia Artificial.
Salvador López Arnal.- ¿Qué es el capital humano? ¿Es un concepto equivalente al saber intelectual del trabajador? ¿No es contradictorio hablar de capital humano?
Carlos Tuya.- Si, por eso, en la introducción del libro, lo rebato ampliamente. El capital humano es un concepto adoptado por la OCDE para contabilizar los intangibles en la economía del conocimiento, en este el conjunto de conocimientos, habilidades, competencias y atributos que poseen los trabajadores. Se le considera parte del llamado Capital Intelectual de una empresa junto con el capital estructural y el capital relacional. Pero no es un concepto «neutro», sino interesado, ya que supone considerar propiedad de la empresa la aportación intelectual del trabajador, que pasaría a formar parte de su capital junto con el capital físico (maquinaria, edificios, etc.). Como digo en el libro, el derecho de propiedad del empresario le permite apropiarse de todo lo que se crea en su empresa como si lo hicieran máquinas. Y eso incluye el conocimiento aportado por los trabajadores.
Salvador López Arnal.- Déjeme insistir: ¿qué son las intangibles?
Carlos Tuya.- De forma muy general, los intangibles son activos no físicos que generan valor, como conocimientos, habilidades, experiencia y creatividad, y sus derivadas: imagen de marca, fiabilidad, know-how desarrollado por organizaciones, software, datos, plataformas digitales, etc. Hay un apartado en el primer capítulo de mi libro titulado «El intangible valor de los intangibles», que lo dice todo sobre la naturaleza de estos activos característicos de la economía del conocimiento. Una de sus peculiaridades de mayor trascendencia teórica es la inaplicabilidad de la teoría valor-trabajo que, no lo olvidemos, nace como una herramienta de análisis del capitalismo industrial, donde la mercancía se caracteriza por su divisibilidad y exclusividad. En la economía del conocimiento, los intangibles son indivisibles, intercambiables, reproducibles, transmisibles, difusibles, compartibles, incluso pirateables. Todo ello afecta de facto al principio jurídico de la propiedad empresarial, a la vez que otorga una nueva dimensión a la explotación capitalista.
Salvador López Arnal.- ¿Por qué da usted tanta importancia a la inteligencia artificial? En su opinión: ¿instrumento para mejorar la vida humana o, más bien, un medio de generar graves disrupciones socioeconómicas, sin olvidar su uso en genocidios como el ejercido por Israel sobre Palestina?
Carlos Tuya.- Ya he señalado que la Inteligencia Artificial juega un papel fundamental en el proceso gradual de transformación del capitalismo, posibilitando, por ejemplo, la implementación de formas democráticas de planificación de la actividad económica, el incremento de la racionalidad del mercado, o facilitando las nuevas formas de democracia participativa, deliberativa y directa, etc. Su impacto en la actividad socioeconómica y cultural es impresionante. Ya forma parte de nuestras vidas la mayoría de las veces sin que seamos conscientes de ello. No exagero si digo que la Inteligencia Artificial es la creación humana con mayor capacidad de transformación. Hoy no solo hace cosas por ti mediante la automatización y robotización inteligente, sino que puede pensar y crear por ti gracias a las potencialidades de la Inteligencia Artificial generativa, como GPT-4. Y, lo más inquietante, puede decidir por ti. Por ejemplo, invertir en bolsa, pero también matar y destruir mediante drones, como parece que ocurre en Gaza, tal como sugieres. Su potencial es tan enorme que ha originado un intenso debate sobre la necesidad de regular y controlar su uso. Digamos que esa es su faceta positiva. Pero, al mismo tiempo puede ser un instrumento poderoso de dominación, especialmente si se encuentra en manos de las grandes corporaciones tecnológicas, cuyo objetivo es conseguir los mayores beneficios y, como se ha visto con la nueva presidencia de Trump, el acceso directo al poder político. Por eso, la Inteligencia Artificial se ha convertido en una cuestión política estratégica.
Salvador López Arnal.- No son pocas las críticas que realiza a la teoría marxista del valor-trabajo (o teoría laboral del valor). ¿Nos puede señalar las más importantes? ¿El valor de un bien o servicio no está relacionado con la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción?
Carlos Tuya.- Es un tema complejo, multifacético, con dimensiones filosóficas y no solo de economía política. Ocupa casi la mitad del libro así que tratar de dar una respuesta breve y concisa es prácticamente imposible.
Salvador López Arnal.- De acuerdo, tiene razón. Le ruego un intento.
Carlos Tuya.- Quizás sirva comparar una mercancía de la economía industrial con otra de la economía del conocimiento. El valor de una sartén, por ejemplo, sería la suma de los gastos necesarios para fabricarla, fácilmente cuantificables, lo que incluye el coste del tiempo invertido por el trabajador. Pensemos ahora en un software. Es evidente que el capítulo del gasto referido al trabajador informático no es referible a las horas que ha dedicado a crearlo, algo que depende de sus conocimientos, creatividad, experiencia, etc. El valor del software es un intangible lleno de incertidumbre e imposible de cuantificar con la teoría clásica del valor-trabajo. En realidad, todo intangible, fruto del conocimiento del trabajador, es una inversión.
Salvador López Arnal.- ¿Sigue siendo Marx un pensador para el siglo XXI? Usted, por ejemplo, sostiene que el filósofo alemán defendió un concepto mecanicista de la maquinaria.
Carlos Tuya.- Marx es un pensador de una talla descomunal, pero con las limitaciones inevitables de su tiempo, el desarrollo de la Revolución Industrial. Pero tuvo geniales intuiciones, desgraciadamente no desarrolladas, como la que denomina en los Grundisse «general intellect» para referirse a la inteligencia socialmente creada y objetivada en los medios de producción como consecuencia del desarrollo del maquinismo. Algo que se contradice con la visión mecanicista, lógica en su tiempo, de que, y cito textualmente, «la maquinaria, al igual que cualquier otra parte componente del capital constante, no crea ningún valor». El valor solo lo crea el trabajo humano, según Marx. Hoy existen robots que fabrican íntegramente mercancías sin intervención humana, que, por lo tanto, deberían carecer de valor. Estoy convencido de que Marx, al final de sus días, era consciente de las debilidades conceptuales y prácticas de la teoría valor-trabajo.
Salvador López Arnal.- El catastrofismo profético, el colapso inmediato del capitalismo, que usted critica con razones de peso y muy atendibles, ¿está implícito en el materialismo histórico en su opinión?
Carlos Tuya.- En cierta forma, pero no totalmente. Es más su interpretación vulgar y dogmática, finalmente voluntarista. El problema estriba en el determinismo lineal implícito en la concepción del cambio social como un proceso de tesis, antítesis y síntesis. La realidad se describe mejor mediante los sistemas complejos no lineales, abiertos, dinámicos y adaptativos, donde los desajustes y conflictos inherentes a un sistema por naturaleza inestable generan campos de posibilidades probabilísticas, tanto para las reformas adaptativas como para la transformación gradual del sistema.
Salvador López Arnal.- El colapso de la URSS, la desaparición del bloque socialista, el fracaso del socialismo en otros países, ¿anula o problematiza el ideal de sociedad igualitaria, comunista?
Carlos Tuya.- La aspiración a una sociedad igualitaria tiene un fuerte componente moral, pero también puede considerarse una exigencia sistémica en la medida en que la desigualdad extrema genera inestabilidad social y pone en riesgo la propia supervivencia del sistema. Los procesos evolutivos son la respuesta a presiones adaptativas, tanto internas como externas, que buscan mantener o incrementar la eficiencia y la eficacia del sistema. Es el resultado de estos procesos el que determina si se alcanza o no una sociedad más justa e igualitaria que, a su vez, incremente su eficiencia y eficacia. Si no lo consigue está en riesgo su supervivencia. El colapso del campo socialista es un ejemplo claro. Pero también la evolución de China.
Salvador López Arnal.- ¿Refuta ese colapso histórico ideas centrales de la teoría marxista de la historia?
Carlos Tuya.- ¿Refuta la relatividad general de Einstein la mecánica de Newton? La respuesta es no, pero la complementa y la expande. Es evidente que la teoría marxista de la historia, si es que tal cosa existe –habría que hablar de teorías con un nexo común– explica o posibilita el comprender, al menos parcialmente, ciertas fases o periodos de la historia de las sociedades humanas. Por ejemplo, el mecanismo propuesto por Marx de la relación dialéctica entre fuerzas productivas y relaciones de producción permite visualizar aspectos básicos de la evolución de las sociedades. El problema es cuando se quiere explicar todo, y en todo momento, desde presupuestos marxistas, algo nítidamente antimarxista.
Salvador López Arnal.- ¿Por qué afirma que la relación dialéctica entre las fuerzas productivo-destructivas de una sociedad y las relaciones de producción imperantes es una contribución marxiana, que usted acepta, pero que Marx no llegó a desarrollar plenamente?
Carlos Tuya.- En mi opinión, Marx pasó de la euforia a la indiferencia por razones que se me escapan. Tras la aparición de El origen de las especies de Darwin, Marx exclama alborozado que su tesis sobre la relación entre fuerzas productivas y relaciones de producción suponían en el campo social lo que la selección de las especies. Eran el motor del cambio histórico. Pero supongo que era consciente de que su formulación resultaba claramente economicista, como si esa relación llevara inexorablemente a que la humanidad cumpliera su telos histórico, y las sociedades se desenvolvieran progresivamente, pasando por el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo, capitalismo y, finalmente, el comunismo.
Salvador López Arnal.- Sus críticas a Marx, ¿se extienden a otros autores de la tradición marxista? ¿Alguno en su opinión que tenga interés relevante?
Carlos Tuya.- La mayoría de los grandes pensadores marxistas que cito en el libro han realizado valiosas contribuciones al pensamiento original de Marx, adaptándolo a las nuevas realidades históricas y sociales, y corrigiendo posibles limitaciones o sesgos idealistas en unos casos, ampliando el foco sobre los factores evolutivos en otros, o incorporando los avances científicos. Lo que no tiene sentido es insistir en una ortodoxia marxista, como hacía la Academia de Ciencias de Moscú con su Manual, que habría horrorizado a Marx.
Salvador López Arnal.- Habla usted de la paradoja de los valores de uso y de cambio. ¿Cuál es el punto nodal de esa paradoja?
Carlos Tuya.- Es parecida a las paradojas de la física cuántica. Por ejemplo, la paradoja del agua y los diamantes descrita por Adam Smith para explicar el valor. O las diferencias entre valor y precio, cuya máxima expresión es que una mercancía puede tener un valor de uso inmenso pero su valor de cambio ser igual a cero. Paradoja que desaparece si pensamos que son manifestaciones de «momentos» espacio-temporales diferentes de la mercancía. La raíz de la paradoja estriba, en mi opinión, en la persistencia del idealista dualismo ontológico.
Salvador López Arnal.- El segundo capítulo del libro lleva por título «El perturbador papel del conocimiento». ¿Qué tipo de perturbación genera el conocimiento? ¿No es el conocimiento, el saber contrastado no dogmatizado, un bien para la Humanidad y, especialmente, para las clases más desfavorecidas?
Carlos Tuya.- En el segundo capítulo abordo cómo la economía del conocimiento supone, entre otras cosas, una «perturbación» de las categorías clásicas de la economía política, como valor-trabajo, y todo lo que ello conlleva. Pongo el ejemplo de una experta desarrolladora de software. En su trabajo aporta conocimiento, Y no solo no lo pierde, sino que lo incrementa. Lo utiliza, pero no se destruye. Es inconsumible. Es su «capital» que crece con su inversión como trabajo. Eso supone un cambio trascendental de paradigma. Y, claro, una conquista social de gran importancia estratégica.
Salvador López Arnal.- En su opinión, ¿podemos seguir hablando de plusvalía, en la acepción marxista del concepto?
Carlos Tuya.- Por supuesto. De hecho, es un término que está plenamente incorporado al lenguaje. Expresa un hecho admitido por todos, aunque no todos saquen las mismas conclusiones. Supone reconocer un hecho empírico: la producción de mercancías genera un sobrante, un beneficio, que deja de ser social en el sistema capitalista para convertirse en beneficio empresarial privado. Es el «derecho» del capital, y su razón de ser. Otra cosa es aceptar ese «derecho» sin más, simplemente porque nace de la contraprestación salarial.
Salvador López Arnal.- Lo ha tocado de pasado, pero me permito insistir. Habla usted de la cogestión ejecutiva, del derecho obrero a intervenir con voz y voto en la gestión de la empresa y su toma de decisiones. ¿Por qué es tan importante? De hecho, si no estoy mal informado, en algunas empresas nórdicas y alemanas los trabajadores han conquistado (aunque sea parcialmente) ese derecho y no parece que el mundo del capital se haya transformado sustantivamente.
Carlos Tuya.- Lo que llamo cogestión ejecutiva es la plasmación del derecho de los trabajadores a participar plena y efectivamente en la dirección, organización, toma de decisiones y beneficios de la empresa, algo que cobra una nueva dimensión en la economía del conocimiento, como he señalado. No se trata de una concesión del empresario a la busca de mayor compromiso y productividad de los trabajadores, sino de un derecho que, a su vez, democratiza la empresa. El reconocimiento efectivo de ese derecho no supone ya la transformación del sistema capitalista, con bien señalas, sino un cambio estratégico en las relaciones distribuidas de poder que suponen no solo la democratización del espacio empresarial, sino la «socialización» de la actividad productiva en el camino de la autogestión. Es un pilar del proceso gradual de transformación del capitalismo, ya que el motor deja de ser exclusivamente la maximación del beneficio del capital.
Salvador López Arnal.- Se refiere usted en diversas ocasiones al proceso gradual de transformación del sistema capitalista. ¿En qué consiste ese proceso gradual? Salvo error por mi parte, algunas de sus formulaciones parecen afines o no muy alejadas del discurso eurocomunista de los años setenta y ochenta, o incluso de la socialdemocracia de izquierdas (no, desde luego, del neoliberalismo realmente existente).
Carlos Tuya.- El gradualismo transformador no es una táctica adaptativa reformista, sino una exigencia evolutiva de carácter universal, propia de todo proceso que termina alumbrando una nueva «especie». Supone ir eliminando los aspectos no necesarios, desarrollando los más útiles y posibilitando la «emergencia» de otros nuevos, de forma que se mantenga y desarrolle la eficiencia del sistema. En otras palabras, el gradualismo permite la «poda» —apoptosis en lenguaje biológico— de las partes que ya no son útiles o que están impidiendo el desarrollo de nuevas funciones; y una «deriva» evolutiva, como ocurre con el lenguaje. Todos los intentos destructivos que pretenden partir de cero han terminado en fracaso.
Salvador López Arnal.- Señala también que el proceso gradual de transformación no es necesariamente un proceso lento. ¿No hay aquí una inconsistencia? ¿Proceso gradual no implica lentitud o, cuanto menos, transformación extendida a lo largo del tiempo?
Carlos Tuya.- En absoluto, lo gradual tiene una dimensión temporal y otra sustantiva. La dimensión temporal está sometida a numerosos condicionantes, como la correlación de fuerzas interna del sistema, las coyunturas político-económicas, la interrelación con el «exterior», etc. Pueden darse periodos de estasis y otros de aceleración. En la evolución biológica se conoce como equilibrio puntuado. En los sistemas sociales estos fenómenos son más abiertos, inciertos, y probabilísticos, ya que todos los agentes son conscientes y tienen distintos proyectos de «futuro».
Salvador López Arnal.- ¿Qué son las relaciones distributivas de poder? ¿Por qué son tan importantes? ¿Cómo se conquistan?
Carlos Tuya.- Es un concepto novedoso que describe las «fuerzas» que actúan en el sistema y lo garantizan. Hay que partir de que los sistemas socioeconómicos están conformados por redes complejas de nodos interconectados de cuyas relaciones surgen los fenómenos emergentes, condicionados, a su vez, por las interacciones sociales. Esas fuerzas permean todo el sistema y sus redes, creando jerarquías, posibilitando el dominio y la subyugación, garantizando el estatus quo. La resistencia del PP a la renovación del Consejo General del Poder Judicial es un buen ejemplo de su importancia. La lucha política es, en cierto modo, una lucha por mantener o alterar las relaciones distribuidas de poder, condición necesaria para todo proceso de reforma adaptativa y transformación socioeconómica. En ese sentido, es un acierto la propuesta de reforma del acceso a las carreras judicial y fiscal del gobierno de coalición, con la que se pretende cambiar el perverso mecanismo socioeconómico que sustenta la actual mayoría conservadora en uno de los principales espacios de poder institucional.
Salvador López Arnal.- Cuando habla usted de procesos de transformación, ¿en qué países está pensando? ¿España, por ejemplo, está en condiciones de realizar un proceso de estas características?
Carlos Tuya.- Los procesos graduales de transformación exigen mayorías sociales participativas, por lo que tienen un recorrido común con las fuerzas reformistas socialdemócratas. En España se ha logrado, con dificultades, dar el paso necesario de un gobierno de coalición progresista, pero no es suficiente. Es cierto que se han conseguido notables mejoras sociales, laborales y económicas, pero todavía no se ha logrado cambiar las relaciones distribuidas de poder en los ámbitos económico e institucional, salvo en el caso del Tribunal Constitucional. La situación de la izquierda alternativa no invita a la excesiva esperanza.
Salvador López Arnal.- Dada la actual correlación de fuerzas, en España, en la UE y en muchos otros países del mundo, ¿no es algo utópico pensar en transformaciones con orientación socialista?
Carlos Tuya.- Lo que resulta utópico es pensar que las graves turbulencias y desafíos a los que nos enfrentamos pueden resolverse solo con reformas adaptativas. El capitalismo, especialmente en su actual fase plutocrática tecnofinanciera, puede y debe mejorarse, sin duda, pero es incapaz de superar las tensiones críticas generadas por la exigencia fundacional de maximizar el beneficio privado. Ello provoca efectos socioeconómicos y medioambientales disruptivos, como la precarización de amplios sectores, el aumento de la desigualdad, la mercantilización de la actividad social, reducida a una mera oportunidad de negocio, y la incapacidad de frenar el cambio climático, problemas que no pueden resolverse dentro de sus propios límites. Un fenómeno similar al que establece el famoso teorema de incompletitud de Gödel: ningún sistema formal suficientemente complejo puede ser completo y consistente al mismo tiempo. Es decir, siempre habrá problemas intrínsecos que el sistema no podrá solucionar por sí mismo.
Salvador López Arnal.- Habla de cuatro pilares del proceso transformador: ampliación de la democracia, democracia económica, fortalecimiento del Estado social y democrático de Derecho, proyecto federalista. ¿Qué deberíamos entender por democracia económica?
Carlos Tuya.- Es un concepto que ha evolucionado a lo largo del tiempo. Básicamente, propone y promueve la participación ciudadana en la toma de decisiones económicas, ya sea a través de mecanismos de participación directa o indirecta; busca el control democrático de la economía mediante formas como la cogestión y la ampliación de los derechos de los trabajadores; promueve la coexistencia entre diferentes formas de propiedad y organización económica como cooperativas, empresas públicas y empresas privadas con fuerte componente social. En definitiva, busca mayor legitimidad, eficiencia, equidad, y sostenibilidad.
Salvador López Arnal.- ¿Cómo podemos ampliar la democracia de manera efectiva? Los intentos llevados a cabo en algunos países (pienso en Brasil por ejemplo, en el ámbito municipal), ¿han sido exitosos?
Carlos Tuya.- El déficit constitutivo de la democracia liberal representativa estriba en la delegación de soberanía por los ciudadanos, un sistema que tiene grandes ventajas deliberativas y condicionantes operativos. De hecho, la historia de la democracia liberal es la de la lucha por su «ensanchamiento» hasta lograr la universalidad del voto. Lograda esta, el siguiente desafío es su ampliación con formas de democracia participativa, deliberativa y directa en el sistema institucional del Estado. Algo que posibilitan y facilitan enormemente las herramientas de las nuevas tecnologías de la información y comunicación. Ya existen experiencias notables como los presupuestos participativos de Porto Alegre (Brasil), las asambleas ciudadanas deliberativas y aleatorias en Irlanda, el proceso constituyente participativo en Islandia tras la crisis financiera de 2008, etc. Entre nosotros hay iniciativas destacables como las desarrolladas en Barcelona por la alcaldesa Ada Colau. Son pasos incipientes y esperanzadores aunque todavía no resuelven los límites y las limitaciones de la democracia liberal.
Salvador López Arnal.- ¿Cómo se fortalece el Estado social y democrático de derecho en un país como España donde la vivienda empieza a ser un lujo fuera del alcance de muchos colectivos de familias trabajadoras?
Carlos Tuya.- El fortalecimiento del Estado social y democrático de Derecho es un proceso complejo, ya que afecta a numerosas áreas de su actividad. Pero, básicamente, potenciando y blindando su dimensión social centrada en el Estado del bienestar, lo que incluye el gravísimo problema de la vivienda que señalas. Y eso, al tiempo que se desarrollan políticas encaminadas a racionalizar la actividad productiva, regular los mercados y planificar la economía. Dicho en pocas palabras, el proceso trasformador del sistema capitalista exige un Estado Social y democrático de Derecho que proteja, impulse, regule, coordine y socialice.
Salvador López Arnal.- ¿Es realista un proyecto federalista en la España actual teniendo en cuenta el poder e influencia de los movimientos y formaciones nacionalistas, aparte de la existencia, avalada constitucionalmente, del concierto vasco y el régimen foral navarro?
Carlos Tuya.- En el mundo hiperglobalizado, la forma óptima de organizar la pluralidad de un Estado plurinacional como es España, es la federal, entendida como un sistema territorial eficiente, equitativo, solidario y respetuoso con las identidades y aspiraciones de las nacionalidades históricas y la diferentes regiones. El Estado de las Autonomías es una buena base de partida.
Salvador López Arnal.- Habla de ello en las últimas páginas de su libro, le pregunto sobre ello. ¿El cambio climático representa un desafío existencial sin precedentes? ¿Estamos en condiciones de variar el rumbo hacia el desastre en el Siglo de la Gran Prueba (Jorge Riechmann)?
Carlos Tuya.- Sin duda. Es uno de los aspectos que dotan de «singularidad» a la etapa histórica actual. Ya hemos sobrepasado el objetivo de limitar el calentamiento a 1,5 grados, y las emisiones de CO2 han logrado un penoso récord en 2023. La alarmante realidad es que el ritmo y la escala de las medidas adoptadas hasta el momento, así como de los planes actuales, son insuficientes para hacer frente al cambio climático. Las estrategias de mitigación y adaptación no pueden estar subordinadas a la exigencia económica del beneficio privado, ni regidas por las leyes del mercado capitalista. La salida del Acuerdo de Paris y las políticas negacionistas de Trump evidencian el peligro que supone la dominación plutocrática tecnofinaciera del capitalismo para la supervivencia de la especie humana.
Salvador López Arnal.- ¿Quiere añadir algo más?
Carlos Tuya.- Me gustaría insistir en la necesidad de que la izquierda alternativa se dote de un «marco teórico» que le permita jugar el papel transformador que le da sentido. Particularmente cuando en nuestro país la socialdemocracia está jugando el suyo desde posiciones más consecuentes. Un «marco teórico» que debe sustentarse en la experiencia histórica, la evolución del capitalismo, la comprensión de la complejidad de los sistemas socioeconómicos, los efectos de digitalización prácticamente en todos los espacios de la vida, y el desafío existencial de la emergencia climática. Porque vivimos en una encrucijada histórica, técnicamente lo que se conoce en ciencias de la complejidad como una bifurcación, donde se dirimen dos grandes tendencias: o dominación de la plutocracia tecnofinanciera, o proceso gradual de transformación del sistema socioeconómico capitalista. Lo que está en juego es gravísimo, no solo social, política y económicamente, sino desde el punto de vista de la lucha contra el cambio climático, un desafío existencial donde, por cierto, la Inteligencia Artificial puede jugar un papel decisivo. Con mi libro trato de perfilar los aspectos fundamentales de la alternativa transformadora. Espero que, al menos, sirva para impulsar un debate cada vez más urgente y necesario.
Salvador López Arnal.- Sirve por supuesto. Gracias por su libro, sus respuestas y su amabilidad.
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