Los movimientos de liberación nacional, ya sean partidarios de la autodeterminación o de la independencia de los pueblos sin estado, han suscitado desde siempre intensos debates en el seno de la izquierda, y en concreto de la izquierda marxista. No es casual que las posiciones defendidas por Karl Marx, Rosa Luxemburg o Vladimir I. Lenin, […]
Los movimientos de liberación nacional, ya sean partidarios de la autodeterminación o de la independencia de los pueblos sin estado, han suscitado desde siempre intensos debates en el seno de la izquierda, y en concreto de la izquierda marxista. No es casual que las posiciones defendidas por Karl Marx, Rosa Luxemburg o Vladimir I. Lenin, entre otros dirigentes, sean tan diversas en relación a este tema.
Marx, por ejemplo, aunque no tuvo una posición uniforme en relación al tema nacional, al mismo tiempo que apoyaba la lucha revolucionaria de los obreros ingleses, y en nombre precisamente del internacionalismo, defendía la independencia de Irlanda respecto al Reino Unido, aunque no descartaba que después de una hipotética separación pudieran llegar a constituir una federación.
En cambio, Rosa Luxemburgo consideraba que el derecho a la autodeterminación era una reivindicación del nacionalismo burgués, que anteponía la emancipación nacional por encima de la lucha de clases, y consideraba innecesaria y utópica, por ejemplo, la hipotética independencia de Polonia.
Por su parte, Lenin, el autor y dirigente marxista que más profundizó en el tema, defendía, en su texto sobre «El derecho de las naciones a la autodeterminación» (1914) un punto de vista absolutamente diferente, apelando a la necesidad de «reconocer, no sólo la completa igualdad de derechos de todas las naciones en general, sino también la igualdad de derechos respecto a la edificación estatal, es decir, el derecho de las naciones a la autodeterminación, a la separación…» También en «La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación» (1916), afirmaba: «El proletariado no puede dejar de luchar contra el mantenimiento por la fuerza de las naciones oprimidas dentro de las fronteras de un Estado determinado, y eso equivale justamente a luchar por el derecho a la autodeterminación (…)»
Es precisamente en relación a la posición leninista sobre la autodeterminación de los pueblos, que el historiador marxista británico Eric Hobsbawm, en su obra «Naciones y nacionalismos desde 1780», escrita en 1991, afirmaba: «mucho más sorprendente e inadvertida es la inmensa coincidencia entre la atracción del descontento nacional y la del descontento social que Lenin, con su habitual perspicacia para las realidades políticas, convertiría en uno de los cimientos de la política comunista en el mundo colonial (…) En la Unión Soviética (…) fue el régimen comunista quien deliberadamente se propuso crear «unidades administrativas nacionales» de signo etno-lingüístico y territorial, es decir «naciones» en el sentido moderno de la palabra»
Es evidente que el llamado «problema de las nacionalidades» tuvo un papel muy destacado en el triunfo de la revolución de octubre. De hecho, desde la insurrección bolchevique de octubre-noviembre de 1917 hasta la constitución de la Unión Soviética, cinco años después (diciembre de 1922), Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Georgia, Armenia y Azerbaiyán fueron paises socialistas formalmente independientes, los tres últimos unidos en una república federal transcaucásica. Por su parte, Estonia, Letonia, Lituania y Finlandia, que habían formado parte igualmente del imperio zarista ruso, fueron reconocidos como nuevos estados independientes por la Rusia soviética, aunque las repúblicas bálticas serían nuevamente ocupadas por Stalin al final de la segunda guerra mundial.
A pesar de las evidentes diferencias respecto a la revolución de octubre, los movimientos de liberación nacional y antiimperialistas han tenido también un relevante papel en otras grandes revoluciones del siglo XX. Desde el frente único nacional antijaponés en la revolución china al Frente Nacional de Liberación de Vietnam, más conocido como Vietcong, desde el Movimiento 26 de Julio en la revolución cubana al Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua.
A modo de conclusión, el marxismo ha diferenciado siempre entre los nacionalismos opresores e imperialistas y los nacionalismos minoritarios y oprimidos, y se ha opuesto decididamente a los primeros, pero no siempre ha defendido con suficiente determinación a los segundos. Mientras para algunos autores o dirigentes, la autodeterminación es una reivindicación del nacionalismo burgués, que antepone la emancipación nacional a la lucha de clases, para muchos otros marxistas o comunistas, el derecho de autodeterminación de los pueblos es un derecho democrático inalienable, que va de la mano de la lucha por los derechos sociales, por la igualdad de las mujeres, por los derechos de las minorías en general.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.