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Precariedad laboral y empleo

Más allá de la mina San José

Fuentes: Rebelión

Los trágicos sucesos ocurridos en la Mina San José han puesto nuevamente en el debate público el «tema laboral». Como era de esperarse – y descontando las posiciones neoliberales más ortodoxas como las planteadas por Luis Larraín– la mayoría de las opiniones desarrolladas por políticos y expertos se han basado en dos discursos. Por una […]

Los trágicos sucesos ocurridos en la Mina San José han puesto nuevamente en el debate público el «tema laboral». Como era de esperarse – y descontando las posiciones neoliberales más ortodoxas como las planteadas por Luis Larraín– la mayoría de las opiniones desarrolladas por políticos y expertos se han basado en dos discursos.

Por una parte, se ha argumentado y desarrollado la idea de que la tragedia minera se produjo por las particularidades de esta actividad laboral. En este sentido, se ha difundido una visión centrada en la noción de que no existe un «problema de la seguridad laboral» como tal. Desde este punto de vista, parece aventurado e innecesario tematizar el tema de la seguridad (o cualquier otro) más allá de la pequeña minería, y por lo mismo, las soluciones tienen que concentrarse en este nivel, tal como lo ha mencionado en varias ocasiones el Ministro de Minería.

Por otro lado, ha cobrado fuerza la tesis de que la tragedia minera tiene como punto de partida los errores de los empresarios. De esta manera, se ha potenciado la idea de que el derrumbe de la Mina San José se produjo por la existencia de un grupo de «capitalistas inescrupulosos», que no representan el verdadero espíritu de los patrones chilenos. Desde este punto de vista, las soluciones pasan por que los empresarios puedan «entender mejor su rol» y así puedan preveer que esto no vuelva a ocurrir. Entre otros, esta posición ha sido defendida por la senadora Isabel Allende y por los mismos mineros.

Lo cierto es que, más allá de sus intenciones, ambos puntos de vista producen y reproducen una mirada que oculta los crecientes procesos de precarización y pauperización de los trabajadores chilenos. Para ilustrar este hecho, es posible encontrar a lo menos tres puntos críticos que contradicen esta argumentación.

En primer lugar, es claro que ambos discursos entienden el proceso de precarización laboral como un proceso delimitado a determinados espacios locales -La Mina San José- o a determinados actores sociales -los dueños de la Mina San José-. De esta forma, se desconocen los crecientes niveles de precarización general de la vida laboral chilena, los que se producen a través de distintos fenómenos, como la subcontratación, donde los trabajadores subcontratados ganan, en promedio, 2.7 veces menos que los no subcontratados en la minería, la desvinculación del proceso de trabajo, ya que la mayoría de los trabajos son ficticiamente contratados a honorarios, aún cuando tienen relaciones jerárquicas directas y horario de trabajo, y la desregulación del trabajo, a través de las legislaciones sobre el trabajo juvenil y la próxima legislación sobre el teletrabajo. De esta manera, los discursos han tendido no sólo a «empequeñecer» la tragedia de la mina, sino que han formulado una visión que no permite cuestionar, en términos generales, la tendencia de los procesos sociolaborales.

Junto con esto, ambos discursos han desarrollado un proceso de «hipersingularización» de los actores claves, desvinculándolos como sujetos que poseen rasgos comunes a los demás. Esto ha ocurrido, fundamentalmente, con los trabajadores y los empresarios involucrados en este incidente, quienes han sido personalizados hasta extremos inimaginables. De esta manera, la nominalización y personalización del problema ha potenciado su particularización, dando poco espacio para la generalización de la realidad laboral ocurrida. Por cierto, esta generalización guarda bastantes similitudes con la realidad, ya sea del sector minero (por ejemplo, la tasa de accidentabilidad de la minería es de 0,13 muertes por millón de horas trabajadas en la última década, que sigue siendo alto si se compara con el 0,058 de Australia o el 0,0041 de Nueva Zelanda) pero también con otras realidades laborales (el no pago de remuneraciones y/o horas extras y el bournout o acoso laboral son problemas generalizados en el país).

Finalmente, ambos discursos dan por sentadas las bases de la relación laboral como algo perpetuo y natural. De esta manera, no se plantean soluciones estables ni de largo plazo, sino sólo mejoras parciales. Así, no es posible plantear o visualizar procesos de colectivización o recuperación de la centralidad laboral por parte de los trabajadores, donde estos tengan un rol importante en toda la cadena productiva, especialmente en las fases de diseño, elaboración e implementación de la misma. Así, se desconoce un elemento fundamental de la precarización: La creciente insatisfacción que los trabajadores demuestran con el trabajo, y con la vida en general, lo que les hace comprender al sistema de trabajo como un proceso injusto, más allá de cualquier justificación.

De esta manera, es claro que la tragedia acaecida en la Mina San José se convierte en una posibilidad de proyectar discursos: Ya sea para mantener los procesos actuales, transformando lo necesario para mantener lo relevante (conocido como «gatopardismo»), ya sea para generar transformaciones orientadas a mejorar la calidad de vida de los trabajadores. Si bien está por verse lo que ocurrirá, es claro que hasta el momento lo primero manda por sobre lo segundo.