Se trata de aprender de la historia para evitar cometer los mismos errores y construir una economía más sólida y resistente a las crisis futuras, y que de paso no de alas al fascismo.
En contra de los pronósticos de ciertas demoscopias capitalinas, con un claro afán de desanimar el voto progresista, el Gobierno de coalición ha resistido y se va a poder reeditar. Se pueden analizar los resultados desde ópticas distintas pero complementarias. Desde un análisis meramente político, el 23J ha sido el fracaso de un trumpismo madrileño regado económicamente por unas élites rentistas que, desde el famoso Tamayazo, hacen y deshacen a su antojo, sin ningún tipo de rubor. La visión de una España grande y libre, que siempre ha servido como coartada para que aquellas amasaran pingues beneficios, ha fracasado este 23J. La ciudadanía, con su voto, ha vuelto a demostrar que España es un país con una rica diversidad cultural, lingüística y de gentes, pero con un denominador común: tratar de vivir dignamente.
Sin embargo, permítanme centrarme en otra óptica distinta. Cómo la formulación de políticas económicas puede acabar favoreciendo finalmente el ascenso del fascismo, que, hasta ahora, en nuestro país hemos sido capaces de frenar. Los datos económicos de España de los últimos dos años, a pesar de los augurios de ciertos economistas adscritos ideológicamente a la derecha, han sido mucho más positivos de lo esperado. España crecerá alrededor del 3% este año, tras un 5,5% en 2022, y su tasa de inflación interanual se moverá alrededor del 2% al cierre de 2023. Se crece más del doble que nuestros socios europeos y, además, con la inflación más baja.
Pero ahora que todos los economistas y organismos internacionales rehacen sus predicciones al alza, porque no entendieron el ciclo actual, es cuando yo empiezo a detectar los primeros síntomas de desaceleración. Desde Europa, burócratas que no han sido elegidos por la ciudadanía, están proponiendo una mezcla de política económica que hará implosionar el crecimiento económico de Europa, y, en menor medida, de España. Los actuales irresponsables del Banco Central Europeo, en un diagnóstico erróneo de la inflación actual, han emprendido una loca carrera por subir los tipos de interés. Sus efectos ya empiezan a notarse en nuestra economía. El MIPred de la Airef ha corregido a la baja el PIB del segundo trimestre de tasas intertrimestrales próximas al 1% a cifras alrededor del 0,4%. Pero si además en 2024, a los burócratas de Bruselas se les ocurre implementar consolidación fiscal, de esas que le gusta a la muchachada de Feijóo, da igual lo que propongamos, en la segunda mitad de 2024, esa policy-mix, unida a una inexorable crisis de deuda privada en los países anglosajones nos haría entrar en recesión. Y eso sí que daría alas al fascismo, como en la Gran Depresión. Parece que no hemos aprendido nada.
Lecciones de la Gran Depresión
Permítanme desempolvar un libro que ya tiene sus años, y que siempre me gusta recordar, Lecciones de la Gran Depresión (Alianza Editorial, 1995), escrito por el economista Peter Temin. En él, Temin busca explorar las causas, consecuencias y lecciones extraídas de la Gran Depresión, la peor crisis económica del siglo XX. Temin aborda el origen y desarrollo de la crisis, señalando cómo factores como la especulación desenfrenada en el mercado de valores y la falta de regulación financiera contribuyeron a la debacle económica de la década de 1930. La financiarización actual nos ha aboca, si nadie lo remedia, a que la historia se repita. Pero, bajo este contexto, sobre todo, son las políticas contractivas bajo el patrón oro las que llevaron forzosamente a una Gran Depresión debido a la naturaleza rígida del sistema monetario basado en este estándar.
Bajo el patrón oro, la cantidad de dinero en circulación estaba vinculada a las reservas de oro del país, lo que limitaba la capacidad de los gobiernos para expandir la oferta monetaria según las necesidades económicas. Durante la Gran Depresión, varios países seguían este sistema, lo que implicaba que las autoridades tenían que mantener una política monetaria restrictiva para mantener la paridad del oro y evitar la depreciación de la moneda.
Esto significaba que cuando la economía estaba en recesión, los gobiernos tenían poca flexibilidad para estimular la actividad económica mediante la expansión monetaria. La incapacidad para inyectar suficiente liquidez en la economía exacerbó la contracción económica y condujo a una espiral descendente de deflación, desempleo y crisis financiera.
Además, la rigidez del patrón oro también limitaba la capacidad de los gobiernos para llevar a cabo políticas fiscales expansivas. Los esfuerzos para reducir los déficits presupuestarios y mantener una disciplina fiscal rigurosa empeoraron la situación, ya que se reducía la inversión pública y la demanda agregada.
En resumen, el patrón oro llevaba a políticas contractivas que restringían la capacidad de los gobiernos para responder adecuadamente a la depresión económica, lo que agravó la crisis y prolongó su duración. Estas lecciones históricas resaltan la importancia de contar con sistemas monetarios y políticas económicas más flexibles y adaptables para hacer frente a los desafíos económicos y evitar caer en situaciones similares en el futuro.
El consenso sobre la consolidación fiscal es erróneo
En la actualidad, el consenso sobre la austeridad o consolidación fiscal no se basa en ninguna comprensión lógica del sistema monetario moderno e ignora deliberadamente muchas de las opciones reales que están a disposición de los gobiernos emisores de moneda “fiat”. El pensamiento gregario dominante tiene un carácter destructivo al imponer recetas cuyos supuestos macroeconómicos fundamentales no se basan en la realidad.
Tras la ruptura de Bretton Woods en 1971, la mayoría de los gobiernos empezaron a emitir sus monedas mediante decretos legislativos bajo un tipo de cambio flotante. Un tipo de cambio flexible libera a la política monetaria de tener que defender una paridad fija. Por lo tanto, las políticas fiscal y monetaria pueden concentrarse en garantizar que el gasto doméstico sea el suficiente para mantener altos niveles de empleo. Los gobiernos que emiten sus propias monedas ya no tienen que financiar su gasto, ya que los gobiernos emisores de moneda nunca pueden quedarse sin dinero. El culto a la austeridad se deriva de la lógica del patrón oro y no son aplicables a los sistemas monetarios “fiat” modernos. Pero erre que erre. Se trata de aprender de la historia para evitar cometer los mismos errores y construir una economía más sólida y resistente a las crisis futuras, y que de paso no de alas al fascismo en sus diversas versiones.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/analisis/alla-del-23j-frenar-auge-fascismos-lecciones-gran-depresion