Lo que hemos conocido desde 1985 en torno a la producción filosófica y política de Sacristán (apuntes y materiales para cursos universitarios de licenciatura y doctorado, memoria académica para las oposiciones a la cátedra de lógica, notas de lectura para traducciones, conferencias y ensayos propios, materiales clandestinos,. etc.), señalaba Francisco Fernández Buey en su intervención […]
Lo que hemos conocido desde 1985 en torno a la producción filosófica y política de Sacristán (apuntes y materiales para cursos universitarios de licenciatura y doctorado, memoria académica para las oposiciones a la cátedra de lógica, notas de lectura para traducciones, conferencias y ensayos propios, materiales clandestinos,. etc.), señalaba Francisco Fernández Buey en su intervención de 2005, confirmaba y ampliaba la opinión generalizada que se tenía en el momento de su muerte.
Varias de esas cosas que no eran conocidas en 1985, el año de su fallecimiento, habían sido publicadas ya en las dos últimas décadas, entre 1985 y 2005. FFB se refirió señaladamente a:
Lógica elemental , Ed Vicens Vives, Barcelona, 1996. Edición a cargo de Vera Sacristán Adinolfi. Cuenta la edición con un prólogo de Jesús Mosterín, un amigo de Sacristán.El criterio en que se basa esta antología es la intención de presentar al lector una imagen concreta -puesto que no puede ser completa- de la obra de Antonio Gramsci, entendiendo por «obra» lo producido y lo actuado, el fruto del poieîn y el del práttein. Esa intención no se inspira principalmente en el deseo de reconstruir la individualidad de Antonio Gramsci, sino en la necesidad de pasar por encima de las clasificaciones académicas tradicionales cuando se quiere entender el pensamiento revolucionario. Para que haya pensamiento revolucionario tiene que haber ruptura con la estructuración del pensamiento culturalmente consagrado. Y para que el pensamiento revolucionario se logre, esa ruptura tiene que responder a la naturaleza de las cosas, no ser veleidad de decadente harto de ciencia aprovechada, pero no entendida.
Del mismo modo, proseguía el traductor y estudioso de la obra grasmciana, que Marx no había sido ni economista, ni historiador, ni filósofo, ni organizador,
[…] aunque aspectos de su «obra» se puedan catalogar académicamente como economía, historia, filosofía, organización político-social, así tampoco es Gramsci un crítico literario, un crítico de la cultura, un filósofo o un teórico político. Y del mismo modo que para la obra de Marx es posible indicar un principio unitario -aquella «unión del movimiento obrero con la ciencia»- que reduce las divisiones especiales a la función de meras perspectivas de análisis provisional, así también ofrece explícitamente la obra de Gramsci el criterio con el cual acercarse a la «obra» íntegra para entenderla: es la noción de práctica, integradora de todos los planos del pensamiento y de todos los planos de la conducta.
En el caso de Gramsci la conveniencia de acentuar la unidad práctica de la «obra» parecía obvia
[…] porque las publicaciones antológicas en lengua castellana no se han beneficiado casi hasta ahora de la disponibilidad, desde hace años, de numerosos escritos políticos juveniles en los que se manifiesta inequívocamente la raíz de todo el hacer de Gramsci.
El criterio general expuesto se especificó en dos reglas para la construcción de la antología:
1ª, no separar completamente los textos «personales» de los textos públicos, sino considerar que la cronología es más fuerte razón de homogeneidad que el género literario; 2ª, acentuar la temática en la que más se realiza la unidad de la «obra», el «genero» literario que más se puede considerar como capaz de contener aquella unidad; ese género es la literatura política; en él confluyen naturalmente el filósofo y el periodista, el historiador y el político, el crítico literario y el crítico de la cultura. La última consecuencia importante de esos puntos de vista ha sido la ordenación de los textos según un esquema básico cronológico. Este esquema puede ser llevado hasta el detalle cuando se trata de la juventud de Gramsci. Para los cuadernos de la cárcel y para las cartas sin fecha segura se ha preferido evitar riesgos de error grave: la datación es más global.
Causas de dos órdenes, señalaba finalmente, «técnicas de edición y también sustantivas», debidas apuntaba «a la problematicidad de algunos puntos de la investigación, impiden que esta antología aparezca con el estudio introductorio que el editor había previsto. El editor se propone publicarlo más adelante, aparte».
No lo hizo, no pudo hacerlo. Fue Jacobo Muñoz quien salvó el texto de la papelera. Por el momento, añadía el autor, convenía hacer de necesidad virtud, «descubrir que los textos de Gramsci están probablemente mejor sin compañía, o sin más compañía que la de las tablas cronológicas que los preceden fase por fase».