¿Quién se casa? ¿Por qué se casa? ¿Con quién se casa? preguntas desmembradas y desarticulas, sin un orden temporal análogo, ni ninguna referencia específica concreta. Más bien parecen preguntas y observaciones habituales cuando sabemos que habrá una casa-miento. Lo que hoy motiva el dialogo y el bombardeo discursivo sobre los casamientos, es la referencia a […]
¿Quién se casa? ¿Por qué se casa? ¿Con quién se casa? preguntas desmembradas y desarticulas, sin un orden temporal análogo, ni ninguna referencia específica concreta. Más bien parecen preguntas y observaciones habituales cuando sabemos que habrá una casa-miento.
Lo que hoy motiva el dialogo y el bombardeo discursivo sobre los casamientos, es la referencia a legalizar los casamientos entre personas del mismo sexo en el derecho civil chileno. Las discusiones se encuentran hegemonizadas a partir de distintos discursos, que obviamente responden a poderes en el campo práctico de lo social. Así es como podemos encontrar fácilmente las declaraciones del extremismo radical conservador del fascismo clerical (Iglesia, Patria y Familia) del cardenal Errázuriz, hasta el exaltamiento de Fulvio Rossi (PS), para la réplica de la ley de matrimonios conseguida hace una semana atrás en Argentina por los movimientos de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales, y con el gran apoyo solidario de los movimientos y partidos de la izquierda política marxista.
Si bien ahora aquí resulta indispensable saber que en Argentina se produjo el mismo revuelo con los elementos conservadores, seudo(y)oligárquicos existentes en la sociedad de clases, los mismos problemas y contradicciones se desarrollarán en Chile. No por una asimilación absurda de homologación, sino porque esos elementos existen como fuerzas materiales, y con mayor poder en la actualidad en la institucionaliza política de gobierno y poder en el estado.
Está claramente presente y manifiesto el poder de la iglesia católica, su tradición conservadora, con distintas expresiones políticas que, en la actualidad, no pueden hablar de la distinción «moderna» entre estado y religión. a la vez un cierto espectro o fantasma de la moral católica que intenta justificar/explicar la cultura, etc., dando cabida a ideas conservadoras y profusamente teológicas que dan contenido aún a los programas políticos del gobierno, y más allá de el: una ramificación de códigos de control y auto-disciplinamiento que de forma coercitiva se impone en la actualidad.
A mí solo me gustaría hacer referencia a algunas primeras reflexiones con respecto al hecho:
1. La actitud que, de seguro será lanzada a la palestra ‘argumentativa’, sobre la capacidad de los/as chilenos/as de «copiar» las discusiones o temáticas sociales, como si redujesen al campo de una moda objetual y pasajera. Un intento de banalizar la conversación, obviamente, y de llamarla artificial. La idea principal es saber como se tematizan los temas (aunque suena estúpido), pero es central reconocer las condiciones sociales que hacen emerger/no-emerger discusiones en el escenario de lo público. si bien nadie puede decir que esto se reduce a un conducta imitativa, porque «nadie sabe» (me refiero a un escenario de lo público ampliado) cual es la vida de un homosexual, cuales han sido sus luchas políticas por ser reconocidos, etc. y esto porque ellos han sido barrados por la discusión pública, se les ha invisibilizado del escenario público, mientras que es claro que tienen la misma aspiración que en argentina, solo que el reconocimiento en Argentina no era legal, aquí el des-conocimiento es una práctica subversiva de la política del orden y la negación represiva. Por ello, la discusión no es artificial, es incluso mucho más radical, y visibiliza la violencia agresiva de un conjunto de dispositivos de una sociedad.
2. la idea de una sociedad que desea romper una prohibición como forma del goce del otro, que se ve limitado y restringido por una medida de control, directa, violenta y agresiva, y las contradicciones y formas que encontrarán los poderes enraizados en «negar el goce» (como parte de una tradición sádica y a la vez masoquista) intentan mantener sus discursos en pie, es decir, sostener el orden discursivo con el cual fundan sus prácticas políticas. En el punto anterior señalábamos que sería fundamental la perfomance con que la sociedad se observará así misma en el reconocimiento de los dispositivos aplicados. Esta contradicción a la vez, mostrará al sujeto, una relación con su yo (jé), a partir del otro, que está institucionalmente castrado a ser. esta lucha que no es solo parte de la negación al reconocimiento matrimonial, sino que implica las características históricas del goce y sus represiones, abren una nueva exploración al inconsciente, que de seguro los psicoanalistas no demorarán en desnudar (sea con o desde un interés represivo que alimente la neurosis social, o hasta un desborde libidinal con un llamado subversivo al inconsciente).es una lucha con respecto a los propios esquemas incorporados, es a la vez una ruptura con un mundo simbólico, lo cual abre el pensar del debate del género, desde una posición más amplia, como la de Judith Butler su teoría del queer.
3. La reflexión innecesaria de «si estamos listos», que es una de las terceras posiciones del horizonte discursivo que supone una «retraso cultural» o una cierta existencia de patrones fundamentales e insalvables, que subyacen en sí, la idea de «evolución cultural» que trasciende la realidad situacional temporal actual e histórica. creo que éste es el discurso más esquizofrénico de todos. envuelve una cínica actitud de «estoy de acuerdo, pero la sociedad no». La justificación de la creencia en el otro, es algo ya analizado por Slavoj Zizek en su descripción del sujeto interpasivo. Pero lo que aquí preocupa es el intento justificatorio de «desaparecer» del acto de la decisión para entregarla a una indeterminada amorfa sociedad, que supuestamente, estaría llena de preceptos diacrónicos que requieren la prohibición como forma de reproducir esta cadena de significantes. Aquí es donde se proceden una serie de «salidas intermedias» que no serán más que una forma de reproducir el castramiento social, esencial para el orden, ya que se hablará de «unión civil», en el marco de un derecho burgués (con problemas como las pertenencias, los bienes, la herencia, la propiedad, etc.)
4. Por último es importante analizar el tema de los matrimonios como articulación de la sociedad burguesa. la cristalización de las relaciones afectivas en instituciones como el matrimonio son elementos insoslayables para el análisis marxistas, y a la vez nos debe hacer pensar en que si bien el «derecho» a casarse es parte de una lucha política-social válida, en cuanto crítica a la discriminación, a la reproducción de las relaciones de control y disciplinamiento, etc., es necesario ver que el alcance de esta demanda esconde (o no lo esconde) un corte liberal, que es el mismo que le permite a Rossi (PS) pedir la aprobación del matrimonio homosexual. Lo interesante es que finalmente la idea de reconocimiento descansa en una armazón ideológica de la exclusión: el capital y el estado burgués. Proponer la idea de un falsa conciencia en éste caso exige un trabajo sistemático, pero que finalmente en la coyuntura no es abordable más que desde la radicalidad romántica de un «deber ser» ideal. éste el problema para el marxismo y, más aún, para los/as marxistas.
La idea es fundamentalmente reconocer y reconocernos en el debate, identificar los síntomas que están presentes en ésta discusión. los poderes que están en juego, y las necesidades de los sujetos que hoy, como siempre (no como una artificialidad del hoy) luchan por el reconocimiento de sus derechos sociales.
Las preguntas que quedan abiertas en el plano de la acción son, obviamente, si de esta pugna y debate ¿se organizará ¿se organizará la posibilidad de una lucha contra otras políticas de castración y disciplinamiento? ¿o sólo terminará en el horizonte del plano liberal de la lucha por el reconocimiennto en el orden burgués de la figura del «matrimonio» con un desmovilizamiento normalizante? ¿Se seguirá en un movimiento ascendente, por ejemplo, derechos reproductivos, en la idea de separar el poder del estado de la influencia de la iglesia?
En un plano reflexivo e investigativo científico podemos abrir el debate a las preguntas sobre las condiciones culturales, las dimensiones específicas y el papel de la creencia (en términos de Pascal)en términos de subjetividad política; los estudios sobre la diversidad sexual, la diversidad sexual, y la ya mencionada teoría feminista del queer sobre el género.
Hay muchas posibilidades, el debate está abierto y hay mucha represión aplicada y sublimada, para decir que «no estamos listos».