A todos sorprendió el anuncio del presidente Piñera en la cuenta pública de apoyar y dar urgencia al proyecto de matrimonio igualitario.
Su decisión terminó por desordenar aún más todo el entramado de alianzas sobre el cual se viene sosteniendo la conducción política de la burguesa chilena desde el fin de la dictadura.
La medida en sí misma es un avance progresista. Iguala los derechos civiles en relación al matrimonio de las parejas, independiente de su orientación sexual e identidad de género. De este modo, se reconoce formalmente la existencia de uniones que generan obligaciones mutuas a efectos de la ley que escapan al canon hombre-mujer.
El anuncio, y la decisión detrás de este, fue sin duda un gesto de audacia. A pesar de ser un católico convencido y practicante, Piñera es a fin de cuentas un capitalista práctico, que más de una vez ha sorprendido a su sector con giros de esta naturaleza (apoyo al NO y cierre del Penal Cordillera por ejemplo).
Más allá de las cualidades personales de Piñera como estadista que hayan podido motivar su decisión, lo relevante son las tendencias de la dominación burguesa que el mismo saca a la superficie.
Por un lado, el anuncio dejó de manifiesto el profundo quiebre y falta de conducción que atraviesa a la coalición de derecha. Es probable que la derecha esté asistiendo al fin de su forma transicional y el proyecto liberal en lo económico y conservador en lo valórico que abrazó durante dicho período. Así también denota, al mismo tiempo, el fracaso del piñerismo –que hoy por hoy seguramente no deber pasar más allá del presidente y un círculo de confianza en extremo reducido– como fuerza política conductora de la burguesía chilena.
No obstante, el desmarque de sectores importantes de la derecha respecto a las posiciones tradicionales sobre el matrimonio que el anuncio de Piñera expresa deja en evidencia otro fenómeno más profundo: la crisis terminal del rol de la iglesia católica como aparato ideológico de la dominación.
En efecto, el período transicional, asignó a la cúpula de la iglesia católica –junto a la camarilla de militares nucleada en torno a Pinochet– un rol relevante en la articulación del poder del gran capital. A esta correspondió, en particular, la conducción valórica de la sociedad surgida de la contrarrevolución burguesa.
El anuncio de Piñera aparece así como “el” hito que termina por quebrar uno de los aparatos ideológicos más antiguos en la política nacional. En este sentido, tanto las declaraciones de la Conferencia Episcopal, rechazando el proyecto de matrimonio igualitario, como la posición de algunos legisladores UDI de torpedear el proyecto de IFE universal del gobierno como forma de manifestar su molestia al anuncio, no parecen sino más que manotazos de ahogado tratando de evitar lo inevitable.
Así las cosas, y como consecuencia de la crisis de la Iglesia en tanto aparato ideológico, no resulta descabellado plantearse el escenario de futuras leyes que puedan ir en contra de del ideario conservador que ella encarna, prefigurando las características del nuevo periodo, con una derecha desprendida de la tradición católica y con mejor “sintonía” política con las fracciones ilustradas de las actuales clases medias.