Mauricio Osorio Pefaur es antropólogo y se ha radicado en Coyhaique, desde donde ha emprendido diversas investigaciones sobre cultura e historia aysenina. Durante la «primavera austral» del año pasado publicó un libro respecto al origen del cementerio de Isla de los Muertos en la comuna de Tortel, famosa por su envaralado, a través del cual […]
Mauricio Osorio Pefaur es antropólogo y se ha radicado en Coyhaique, desde donde ha emprendido diversas investigaciones sobre cultura e historia aysenina. Durante la «primavera austral» del año pasado publicó un libro respecto al origen del cementerio de Isla de los Muertos en la comuna de Tortel, famosa por su envaralado, a través del cual se conectan las instituciones y las casas de los más de trescientos habitantes del pueblo. «La tragedia obrera de Bajo Pisagua, 1906. Origen del cementerio Isla de los Muertos, comuna de Tortel, Patagonia occidental» constituye una enjundiosa y rigurosa investigación historiográfica respecto a un hecho que tiene por su principal vestigio las 33 cruces que forman, tal vez, el primer cementerio cristiano de la Patagonia chilena y entre las cuales, en una de ellas, se puede distinguir el nombre de Melchor Navarro grabado en su madera.
Cementerio de Isla de los Muertos, Bajo Pisagua.
Para llegar a Isla de los Muertos, situada en la desembocadura del río Baker, el afuerino puede ir en uno de los botes que los tortelinos, entre otras cosas, usan para tal viaje. Ya en el transcurso de la navegación se puede observar, en las laderas de La Teta de la Cucha y de otros montes igual de imponentes, los rastros de la explotación del ciprés, efectuada desde principios del siglo 20 y que fue el contexto de la tragedia obrera sobre la cual versa el trabajo de Mauricio Osorio.
En 1905, empleados de la Compañía Explotadora del Baker, dirigida por miembros de familias que aun son sinónimo de riqueza y poder en el país, buscaban hombres que pudiesen laborar en diversos frentes. Chiloé se constituyó en una verdadera cantera de brazos para éste y el resto de emprendimientos de la época. De acuerdo a la investigación, la Compañía había accedido a una concesión de miles de hectáreas ubicadas dentro de los márgenes del paralelo 47. Ahí se buscaba desarrollar la crianza de ganado vacuno y ovino en zonas planas aledañas al río Baker, específicamente en el sector La Colonia, y la tala de ciprés en su desembocadura y alrededores.
Según las fuentes consultadas por el autor, fueron unos doscientos obreros, principalmente chilotes, los enganchados a esta empresa. El principal traslado, o «enganche grande», fue realizado el segundo semestre de 1905, en tanto se buscaba aprovechar la temporada estival para la realización de las faenas, principalmente forestales.
«Los botes se apiñaron buscando una mejor ubicación para el embarque. Desde la cubierta empezaron a gritar la lista: Juan Mansilla, Bernardo Santana, Casimiro Soto, Cirilo Ruiz… A empujones con sus pilchas recién lavadas y el saquito con vívires: algunas tortillas y la infaltable ración larga de harina [tal vez harina tostada]». Este es el relato del sobreviviente Emilio Zuñiga Soto, quien tenía 21 años al momento del engache y que, posteriormente, fue entrevistado por el periodista Antonio Soto y su texto ha sido expuesto por Mauricio Osorio en el libro.
Según el autor, en el relato de Zúñiga también se explica que «al llegar a destino comenzaron a trabajar en el desembarque de las provisiones para la temporada: porotos, harina, arroz y chancaca». Los obreros laboraron seis meses y los víveres, considerados escasos desde el inicio, comenzaron a faltar, provocando su malnutrición.
Se pueden ver a los obreros acarreando la madera de ciprés desde la balsa hasta los «castillos» formado en la rivera del Baker. Foto publicada en revista Zig Zag, el 07 de octubre de 1906. Proporcionada por Mauricio Osorio.
A mediados de abril de 1905 habrían recalado en Bajo Pisagua, el gerente Florencio Tornero y Julio Vicuña Subercaseaux, primo del mayor accionista de la Compañía Explotadora del Baker. William Norris, quien estaba encargado de la progresión de las faenas de madereo y de crianza ganadera, narra en algunas cartas que éstos, inútilmente realizaron un extenso recorrido por la concesión, retirándose de ésta el 12 de junio, cuando la falta de alimentos y el invierno austral ya se hacían sentir en la salud de algunos trabajadores y la concurrencia de auxilio se hacía urgente.
Tornero y Vicuña Subercaseaux, se dirigieron en bote hasta Caleta Hale, situado en la isla Orlebar, desde donde podían avistar vapores de tránsito entre Punta Arenas y algún puerto del resto de país y así abordar alguno. Según las fuentes consultadas, éstos pudieron haber estado unas tres semanas esperando el paso de alguna embarcación, pues arribaron recién el 10 de julio a Punta Arenas, lo cual está consignado en la prensa de la época.
Ubicación de Caleta Hale sobre el margen occidental de isla Orlebar, frente al canal Messier, por donde transitaban los vapores. Imagen proporcionada por Mauricio Osorio.
No obstante, la llegada de los «empleadores» a la ciudad no implicó la agilización de gestiones en la consecución de un medio de transporte que fuera en busca de los obreros. Por su parte, el periódico La Alianza Liberal de Puerto Montt, el 8 de septiembre de 1906, publicaba la primera de una serie de notas en las cuales denunciaba la existencia de «jente abandonada». Explicando que «De Curaco [de Vélez] se denuncia que la Sociedad Esplotadora del Rio Baker ha dejado abandonados un cierto número de trabajadores que llevó a los terrenos de su Concesión… Se agrega al denuncio que varios de esos trajadores abandonado están muriéndose enfermos sin recibir auxilio de ninguna clase» [sic].
Una de las últimas publicaciones del periódico referidas a este hecho y transcrita íntegramente por Mauricio Osorio, indica: «Damos a continuacion la lista de los muertos con la fecha de la muerte. Faltan los nombres de los ocho que llegaron enfermos i murieron en Dalcahue.» El primer nombre de este obituario, es el de Santiago Barrientos y tiene como fecha de defunción el 7 de julio, tres días antes del arribo de Tornero y Vicuña Subercaseaux a Punta Arenas y casi tres meses antes de que pudiesen ser rescatados. El vapor Araucanía, se dirigía desde esta ciudad hasta Puerto Montt en busca de obreros dispuestos a laborar en la construcción del alcantarillado en Punta Arenas, cuando su capitán, Guillermo Titus, fue alertado por obreros instalados en Caleta Hale, pudiendo recoger a quienes sobrevivían y llevarlos hasta sus lugares de origen. La primera recalada fue el 1 de octubre en el Puerto de Achao [isla de Quinchao], la segunda fue en Dalcahue el 2 del mismo mes y la tercera en Ancud, el día 4. La Compañía Explotadora del Baker, sus gerentes y las autoridades políticas de turno no tuvieron ninguna participación en el rescate.
El 11 de octubre de 1906, el periódico Alianza Liberal publica la lista de fallecidos y sus correspondientes fechas de defunción. Imagen proporcionada por Mauricio Osorio.
Si bien no se puede aseverar el número exacto de los obreros muertos, ni las causas específicas de su deceso, los testimonios recogidos por el antropólogo, giran en torno a unos 70 hombres mientras estaban en Bajo Pisagua, unos 8 u 11 en el viaje de retorno y un número menos preciso de quienes perecieron luego de llegar a sus lugares. Las causas de muerte se vinculan a la malnutrición y muchos afirman que pudieron haber enfermado de escorbuto.
Vapor Araucanía, protagonista del rescate de los obreros sobrevivientes. Fotografía proporcionada por Mauricio Osorio.
Recientemente, Resumen ha conversado con Mauricio Osorio, quien ha respondido a nuestras consultas orientadas a conocer diversos aspectos de este valioso trabajo.
A partir de testimonios y de diversos registros expuestos en el libro, surge la pregunta de cómo vivían en Chiloé, los trabajadores enganchados en las empresas propagadas en la Patagonia y por qué optaban por abandonar su lugar en busca de un salario, bajo condiciones tan severas, si se dedicaban a la agricultura y, aparentemente, podían aprovechar los recursos costeros y marinos para subsistir.
En aquellos años, Chiloé estaba en franca crisis económica. Los minifundios no daban suficiente producción para alimentar a las familias que eran numerosas. Por ello siempre se estaba atento a las oportunidades laborales, a las ofertas de trabajo en diferentes faenas sean agrícolas, forestales, mineras, pesqueras.
Por otra parte, ya desde mediados del siglo anterior (XIX) se había instalado la cultura del viaje temporal a faenas lejanas, primero «al ciprés», a las pieles, al marisco. Luego trabajaron en explotaciones forestales al interior de la isla grande y en Chiloé continental. También trabajaron en faenas pesqueras.
El éxodo laboral a la Patagonia aparecía entonces como un nuevo escenario, esta vez de ganadería y trabajos urbanos (en Punta Arenas) que daba continuidad a esta cultura del viaje laboral.
-Cómo describirías la cotidianeidad de estos obreros en las faenas de Bajo Pisagua.
Es difícil dar una respuesta que al menos se pudiese acercar a lo que fue aquella vida, pero podríamos especular que se organizó una cotidianeidad en función del trabajo maderero, donde las faenas debieron organizarse por cuadrillas que debían trasladarse a distintos sectores de la zona del Baker (en su desembocadura), trabajar en la corta de árboles, el acopio, el traslado y la transformación de la madera bruta en distintos productos (estacones, estacas, postes, entre otros). Es posible que desayunaran todos en el campamento general (Bajo Pisagua), almorzaran en los frentes de faena y cenaran de regreso en el campamento, lugar donde debieron igualmente pernoctar.
Lo anterior implica que debió haber una logística relacionada con la alimentación y el transporte, donde debió haber encargados de la distribución de víveres y otros a cargo de la boga hacia y desde los frentes de faena. También se puede considerar que hubo desde el inicio dos grupos claramente diferenciados: los empleados de rango medio (a cargo del campamento) representados por dos británicos que al decir de Norris en su carta, eran bastante ineficientes; y los obreros mismos, el grupo más numeroso.
-De acuerdo a tu investigación, los obreros, o al menos parte de ellos, habían establecido que el pago de sus salarios fuese hecho a sus familias, las cuales dejaron de percibirlo mucho antes conocer el desenlace de esta empresa ¿Qué pasó con los salarios de estos trabajadores?
Al parecer los obreros contratados tardíamente por Tornero, el gerente, en abril de 1906, no sabemos para qué tareas, fueron quienes acordaron que sus salarios se pagaran a sus familias.
Pero tanto estos salarios como los de los obreros chilotes que al parecer pactaron un pago al final de la faena y en Chiloé, no recibieron la totalidad de lo que les correspondía, ni tampoco sus familias indemnización por la muerte del trabajador.
-En el libro se registra el inicio y petición de investigaciones respecto a este hecho. Una de ellas, la ordena el Ministro de Marina de entonces, también se consigna el inicio de una en el diario La Alianza Liberal. Los deudos de los fallecidos exigieron justicia y, por otra parte, el senador Elías Balmaceda también demandó acciones legales. ¿Cuál fue el derrotero de estos anuncios?
Es muy difícil responder esta pregunta. Busqué en los archivos judiciales sin éxito, tampoco di con el supuesto sumario instruido por la Marina y que debió realizar la marina mercante. Pese a esto es importante seguir pesquisando dónde pudiesen estar estos eventuales juicios. Por ahora la hipótesis que manejo es que si hubo acciones judiciales (incluida la quiebra) habrían sido ocultadas o tal vez eliminadas. Esto hay que comprobarlo en todo caso.
-Llama la atención la respuesta del Ministro del Interior al Intendente de la provincia de Llanquihue, en el cual afirma que «su telegrama referente trabajadores Backer es de carácter esencialmente privado sobre cuyo contenido nada puede hacer Ministerio» p.125. De acuerdo a, tu opinión, qué representa esta contestación.
Representa una clara intención de desentenderse de lo que estaba aconteciendo. Pero al mismo tiempo es una muestra de la situación gubernamental respecto a la cuestión social, ineptitud, falta de legislación en cuanto a protección o seguridad laboral. Por otro lado, los propietarios de la empresa contaban con importantes redes de apoyo en el mismo gobierno o más bien en la clase gobernante. Redes de parentesco, económicas (negocios) y políticas (militancias).
La intención de hacerse un lado o de evitar que la tragedia salpicara a la administración de turno se manifestó también meses después, cuando el Ministro de Relaciones exteriores fue interpelado y en el Senado leyó una «explicación» redactada por el gerente (general) de la Explotadora, Julio Subercaseaux Browne. Con ello intentaba plantear que la empresa «respondía» y que el gobierno poco había podido hacer «por la lejanía de aquella faena». En el intertanto, y debido a las presiones originadas por las denuncias del periódico La Alianza Liberal, de Puerto Montt y las comunicaciones de las autoridades de Chiloé, el gobierno se vio obligado a instruir una investigación, la que -a mi juicio- mañosamente se orientó a conocer si el vapor que rescató a los sobrevivientes había incumplido alguna normativa. Interior instruyó investigar a Marina y este ministerio instruyó a la Dirección de la Armada, la que a su vez ordenó a la Marina mercante hacer la investigación. Es decir, el organismo de menor rango posible, se encontró investigando un viaje de un vapor… y los obreros enterrados en Baker fueron invisibilizados.
-Hay testimonios que afirman la existencia de un segundo cementerio, donde inhumaron los cadáveres de los últimos trabajadores muertos, pues los sobrevivientes ya no contaban con fuerzas para el traslado. ¿Han habido hallazgos que lo puedan confirmar?
Todavía no. La hipótesis de un segundo sitio de inhumación la planteo, a partir del testimonio del antiguo poblador Reinaldo Sandoval quien aseguraba que eran dos los sitios de entierro, y uno de ellos habría sufrido los embates de los cambios de marea junto a la fuerte corriente del Baker, llevándose ataúdes y cruces. Como nunca ha habido evidencia que compruebe este segundo sitio (en el que yo postulo fueron inhumados los trabajadores que fallecieron desde el 01 al 26 de septiembre de 1906), se mezclaron los testimonios para construir el relato que acusa al río Baker y su corriente de haberse llevado tumbas desde Isla de los Muertos (hecho que tampoco nunca ha sido comprobado!). Por ello es necesario efectuar prospecciones arqueológicas en una playa ubicada al noroeste de Bajo Pisagua.
-A partir de los antecedentes recabados, cómo describirías la política de colonización de la Patagonia, por parte del Estado, en cuanto a sus orígenes, implementación y repercusiones en la vida nacional.
El seccionamiento del territorio chileno entre los 42º y 52º de Latitud Sur fue parte de una política estructural de los gobiernos parlamentarios de principios del siglo XX, una política del laissez faire donde se entregaron a especuladores y capitales chilenos e ingleses porciones siderales de tierra para que ellos «vieran como hacerlas productivas». No sólo habían redes entre las principales autoridades gubernamentales y los grandes capitalistas, sino que también entre funcionarios de primera línea que no veían con malos ojos la colonización empresarial y de hecho prestaban asesorías e información sensible para lograr hacerse de los territorios.
Las repercusiones en la vida nacional son en general lejanas, pero es claro por ejemplo que la modalidad implementada en Aysén significó una demora de 2 décadas en la llegada del Estado a ejercer soberanía de hecho y 4 décadas para hacerlos de derecho (recién en 1941 el Estado inscribió a su nombre las tierras de Aysén, en la notaría de Coyhaique!
-En el desarrollo de esta investigación pudiste comunicarte con descendientes de estos trabajadores. ¿Qué representan estos encuentros para ti?
Sí, el mismo año 2013, a través de las redes sociales, buscando información llegué a un blog en el que una persona efectuaba un comentario indicando que creían que el bisabuelo era uno de los trabajadores que quedaron en Baker. Busqué como llegar a un correo electrónico de esta persona y logramos contactarnos. Le entregué toda la información y poco a poco fueron rearmando la historia. Les costó un poco porque tenían una confusión con el nombre del bisabuelo. Pero sólo había un obrero con el apellido de esta familia, así que lograron confirmar todo. Este año, en febrero, Orlando -a quien contacté en 2013- y su padre, José Cardenas (nieto del obrero Enrique Cárdenas) viajaron a Isla de los Muertos a reencontrarse simbólicamente con su abuelo. Llevaron una placa con el nombre del familiar, la que obsequiaron a la Biblioteca de la localidad (ya que no se puede colocar nada dentro del cementerio por ser Monumento Histórico). Estuvimos junto a ellos en este rito sencillo, pero lleno de emoción, sentido y justicia. Ellos sentían que habían cumplido con encontrar a su abuelo y visitar su tumba.
Hay al menos 4 familias que han reconocido a trabajadores en la lista de fallecidos, pero también hay familias que han recordado que sus antiguos fueron parte de los sobrevivientes. Por esto es que trataré en un nuevo proyecto de investigación reunir los testimonios orales de descendientes para reconstruir la historia desde esa mirada.
-La tragedia obrera de de Bajo Pisagua y otras episodios históricos de la Patagonia, como la Guerra de Chile Chico, se han empezado difundir a partir de iniciativas relativamente recientes. ¿Cuál es la importancia del trabajo de rescate de memoria patagona para el presente? ¿Qué crees que hace falta para potenciarlo?
Es clave porque nos permite comprender los mecanismos y procesos de conformación social, cultural y económica del territorio de Aysén, revisar o directamente discutir el relato historiográfico que se ha construido -donde si bien se habla de sacrificio en el poblamiento- se plantea desde un punto de vista poco crítico, poco develador de las sombras u obscuridades que esa construcción tiene.
Hace falta dar espacio a investigadores jóvenes, a equipos de investigación que tomen los temas de Aysén para analizarlos desde diversos puntos de vista, tanto de la historia inicial como de la historia contemporánea (pienso en el reciente Movimiento Social de 2012)
-A tu juicio ¿se podría establecer un parangón entre la colonización de principios de siglo 20 y la colonización de la cual está siendo objeto la Patagonia, actualmente?
La colonización libre no tiene parangón y por ello es relevante estudiarla y develar sus procesos. La colonización empresarial puede tener algún parangón en el sentido que tanto la de principios de siglo XX como la actual ponen su foco en los recursos naturales o potencialmente explotables. Antes la idea era la explotación radical de los mismos, su extracción. Hoy es la conservación radical y su uso turístico.
-Tu laboras en Ñire Negro, institución que, además de desarrollar otros proyectos, es la editora de este libro. ¿Cuál es su propósito y qué cuáles son sus proyectos más urgentes?
Ñire Negro nació en 2010, cuando junto a unos amigos decidimos crear nuestro espacio de trabajo independiente. Desde esa fecha en adelante hemos logrado consolidar la línea editorial y estamos trabajando para fortalecer la de producción cultural, estudios e intervención social.
Nuestros proyectos más urgentes son la edición de una nueva colección de literatura infantil, el año 2015 editamos 8 títulos bajo el nombre de Cuentos del Ñire, este año esperamos poner en circulación un número similar de cuentos, todos escritos e ilustrados desde una mirada regional. Preparamos también dos textos de historia regional y colaboramos en la edición de diversos autores que lanzarán sus títulos este año.
También participaremos en algunas ferias del libro nacionales y esperamos poder participar en al menos una feria internacional este 2016 o el 2017.