Hace un par de días escuché a la Presidente Michelle Bachelet hacer referencia al compromiso que adquiriera su gobierno respecto de elaborar una nueva Constitución para Chile, con participación de todos y todas, una de sus frases favoritas. Dijo que se había cumplido la primera etapa con mucho éxito y que ahora venía la otra. […]
Hace un par de días escuché a la Presidente Michelle Bachelet hacer referencia al compromiso que adquiriera su gobierno respecto de elaborar una nueva Constitución para Chile, con participación de todos y todas, una de sus frases favoritas. Dijo que se había cumplido la primera etapa con mucho éxito y que ahora venía la otra. No lo dijo exactamente así, claro, habría sonado burdo; fue más elegante, rimbombante, etc.; pero la idea es ésa.
Entonces me acordé de algo que escribí hace unos meses, cuando empezó este mentado procésico constituyente, para expresar la indignación que sentí al ver que ese remedo de invitación a la participación ciudadana no era otra cosa que un chiste de mal gusto.
Una amiga me había preguntado si estaba inscrita en la asamblea constituyente. Creí que quería gastarme una broma de mal gusto; pero después me di cuenta de que se trataba de un lapsus linguae. De todas maneras decidí inscribirme en unaconstitucionparachile.cl, aunque ya el nombre del sitio trasuntara propaganda y demagogia, y responder la así llamada consulta individual del proceso constituyente.
Estuve a punto de desistir a poco andar; sin embargo, invoqué a la diosa de la paciencia, a la de la tolerancia y a la de la humildad, y haciendo uso de mi más disciplinada disciplina política y ciudadánica, me dije,
«Guisela Parra Molina: no habrás de dejar pasar absolutamente ninguna oportunidad de expresar tu opinión e intentar un aporte social, aunque no sirva para nada. Tal vez lo que empezaste en los tiempos de la esperanza haya sido en vano, como has constatado tantas veces; pero no has de dejarte invadir por el escepticismo.
Ya la sudaste en marchas contra la dictadura, en marchas por el NO, por la educación, por el fin de la discriminación y de la violencia hacia las mujeres. Has organizado reuniones, hecho talleres, publicado boletines y panfletos, hecho activismo con tus estudiantes y en cuanta ocasión has hallado. Estás cansada de la farsa y la burla, sí; pero qué te cuesta hacer unos cuantos clics, aunque sea sin fe…».
Eso me dije pa mis adéntricos cuando me empezaron a enfurecer unas largas y aleatorias listas de dizque valores, derechos, instituciones, deberes y no sé qué más, que no eran otra cosa que una lluvia de ideas sin depurar, tal vez de -citando y parafraseando a la Viola- unos graciósicos, unos ociósicos y unos ignoránticos, que ciertamente, son funcionarios públicos poco lingüísticos, porque no creo que los caballeríticos almidonádicos almibarádicos minininini, desde el confort (el coludido y el otro) de los sillónicos donde están arrellanádicos, tengan tiempo para dejar de firmar papélicos bajito cuérdicas, y abocarse a ridiculeces como pensar en preliminares para elaborar una constitución participativa.
Sugerí en ese indignado, irreverente y poco esperanzado texto que en dicha consúltica hacía falta por lo menos un glosario, con el fin de explicar, esclarecer y desambiguar el uso de ciertos conceptos, para que la ciudadana y el ciudadánico pudieran responder de manera informada. Naturalmente, todo depende de quién sea el destinatario; pero tanto de las aseveraciones de la Presidenta como de la publicidad televisiva se desprendía que el llamado a la participación estaba dirigido a todos los ciudadanos, sin -supongo- requisito de determinado nivel de escolaridad.
Si incurro en error o falta de respético, ruego excusar mi ignorancia; pero se me ocurrió que si los conceptos no resultaban claros para una profesional que antes de la universidad estudió en los tiempos de las preparatorias, cuando la educación cívica era parte del currículum, era bastante probable que alguien más joven, nacido y educado bajo preceptos dirigidos hacia derogar o trastocar el significado de conceptos como «política» y «cívico», o simplemente, alguien con un nivel menor de educación, se hiciera preguntas como las que pa mis adéntricos yo comentárica y no lográrica responderme.
La consulta individual del proceso constituyente era aparentemente súper facilita, como una prueba de selección múltiple. En la primera pregunta había que escoger algunos valores y principios, sin pasarse de un número máximo. Entiéndase: si el ciudadano o, como en este caso, la ciudadana, estimaba que en un país debían regir todos los principios y valores propuestos, o un número superior al máximo establecido, tenía que hacer una elección previa; a saber, establecer una escala de prioridad, o bien hacer una especie de ene-tene-tú cape-nane-nú para decidir, algo así como elegir un alcalde tirando al aire una moneda.
Más aun, la ora separación, ora mescolanza de conceptos como, por ejemplo, república, democracia y ciudadanía, hacían difícil decidirse. Me pareció que había algunos conceptos y su relación, o falta de ella, que podían suscitar en la población algunas dudas, tales como: ¿Las repúblicas no son todas democráticas? ¿Puede haber democracia sin ciudadanía? ¿En qué consiste el principio llamado «de amistad cívica»?
Otros principios y valores, como el de subsidiariedad, eran fáciles de aclarar consultando el Diccionario de la Real Academia Española: «criterio que pretende reducir la acción del Estado a lo que la sociedad civil no puede alcanzar por sí misma». Sin embargo, me pareció detectar una trampita: entre las alternativas se echaba de menos alguna que permitiera elegir el principio contrario o, al menos, uno diferente; por ejemplo, que al Estado correspondiera garantizar los derechos básicos de los ciudadanos. Esa alternativa no era parte de la selección múltiple.
Me llamó la atención también el principio de «transparencia y publicidad». El primer concepto lo entendí y pensé -pienso- que es algo de lo que carece este país desde hace tiempo y eso está más que claro; pero el segundo… ¿quería decir que se debe respetar la publicidad en general, o que no se debe objetar la publicidad aunque sea engañosa, o qué?
Por otra parte, «justicia» y «equidad de género» se presentaban como principios separados. Yo me pregunté, entonces: ¿Puede respetarse el valor de la «justicia» sin equidad de género o de cualquier otro tipo?
La segunda sección de esta prueba se relacionaba con derechos. Había conceptos que, aparentemente, no necesitaban aclaración, como el derecho «a sufragio/votar» -aunque habría sido más claro llamarlo, simplemente, «a sufragio» o «a votar», pero está de moda usar barras (o «slash», que le dicen ahora)- o el derecho a «libre iniciativa económica/libre empresa» (y dale con el «slash»); especialmente este último, base del modelo neoliberal, cuyos efectos conocemos bien.
Sin embargo, «a sufragio/votar» se presentaba como alternativa independiente de «participación», y de «ser elegido en cargos públicos». Entonces pensé: ¿Acaso puede el derecho a sufragio excluir el derecho a la participación y viceversa, o puede alguien «ser elegido en cargos públicos» sin derecho a «participación» y a «sufragio/votar»? No parecía lógico, pero no había a quién preguntar. Había que resignarse a poner los dedos en la barbilla y mirar hacia arriba, con cara de emoticón de whatsapp.
El derecho «a la vida» parecía sumamente amplio y claro; sin embargo, sabemos que es ambiguo, ya que, como hemos visto repetidamente con ocasión del debate sobre aborto, entre otros, esta expresión es susceptible de ser manipulada para constituir una restricción del derecho a «libertad de conciencia», otra de las alternativas. Cabía preguntarse, además: ¿el derecho a esta libertad incluye las alternativas, presentadas separadamente, de «libertad personal» y «privacidad e intimidad», o estas libertades hacen referencia a algo más íntimo que la conciencia?
Esta parte de la selección múltiple incluía también cuatro alternativas diferentes de derecho a la «igualdad» (¡qué difícil, elegir entre igualdades!). Estaban los derechos de «igualdad» a secas, de «igualdad ante la ley», de «igualdad de acceso a la justicia/debido proceso», y de «igualdad de género». Eso, sin mencionar otras alternativas difíciles de separar, como el derecho a la «protección judicial de los derechos», a la «no discriminación» y «a la integración de discapacidad». Debo aclarar que esta especie de agrupación en campos semánticos es mía: en la consúltica los ítems estaban al azar. Como dije, en forma de lluvia de ideas.
Otros ejemplos de interrogantes que complicaban la selección: ¿Hay diferencia entre «derecho de asociación» y «a sindicalizarse»? ¿Quiere decir esto que agruparse en una asociación o en un sindicato son derechos distintos? En ese caso, faltaría el derecho «a colegiarse», «a agruparse en un colectivo», tal vez otros… Por otra parte, el derecho «a la negociación colectiva» era independiente de los dos anteriores, de modo que: ¿Significaba aquello que se contempla la posibilidad de que en Chile exista el derecho «a sindicalizarse» y «de asociación», sin derecho a negociación colectiva? (En cualquier caso, esto último parece coherente con nuestro sistema político). ¿El derecho a «reunión pacífica» significa que se concibe un derecho poco deseable a «reunión violenta»? ¿Qué es «libertad ambulatoria»? Después de consultar nuevamente el DRAE, supuse que tenía más relación con la práctica de andar que con los procedimientos médicos ambulatorios; pero ¿un derecho a libertad para andar? ¿Acaso tiene relación con los derechos del niño que aprende a caminar?
La independencia del derecho «al trabajo», a «libertad de trabajo» y «al salario equitativo» me llevó a deducir que nuestra nueva constituciónica podría garantizar la posibilidad de a) derecho a trabajar pero no a elegir en qué, y b) trabajar y elegir, pero no necesariamente con salario equitativo; por ejemplo, entre hombres y mujeres. Difícil elección. El derecho «a la información» y «a la información pública» también se planteaban de manera independiente ¿Es porque se contempla la posibilidad de que los chilenos tengamos derecho a la información privada, y no a la pública, o al revés? Quizá…
Y he aquí una pregunta que podría ser fundamental para cualquier insurrecto o insurrecta que tuviera la osadía de combinar la pregunta de los principios y valores con la de los derechos: ¿Cómo se relacionan los derechos «a la educación», «a la salud» y «a la vivienda digna» con el principio de subsidiariedad? Recordemos que esta prueba de selección múltiple no presentaba otra opción a este principio; ergo, no hay posibilidad de eliminar el Estado subsidiario, en cuyo caso, por muchos derechos y libertades que logremos incluir en la nueva Cártica Fundamentálica, no podemos esperar ningún cambio en la manera precaria que hemos vivido hasta ahora el acceso a estos «derechos» y «libertades». Otra vez el emoticón. Sería preferible cambiarlo por esos de puños y músculos varios, digo yo…
La tercera secciónica tenía relación con deberes y responsabilidades. Mi mayor signo de interrogación aquí fue la responsabilidad llamada «ejercicio legítimo y no abusivo de los derechos». ¿Cómo se podría hacer un ejercicio abusivo de los derechos? Parece una contradicción en los términos.
En cuanto a la sección dedicada a decidir la índole de nuestras instituciones, me pareció poco probable que los ciudadanos comunes y corrientes estuvieran capacitados para diferenciar una institución llamada «Jefatura de gobierno» de una llamada «Gobierno nacional» y otra denominada «Presidencia de la República». De hecho, yo no lo estoy.
Por otra parte, quizá sea también mi falta de competencia lo que me lleva a creer que los conceptos de «división territorial», «gobierno provincial», «gobierno local/municipal» y «gobierno regional» se relacionan directamente con la «Forma de Estado». Ahora, si una posibilidad es «Forma de Estado: federalismo/autonomías regionales» y otra, «Régimen de gobierno presidencial/semi presidencial/parlamentario», creo que habría que esclarecer ese uso obsesivo de la barra (o «slash», si se prefiere), que al menos para mí, no hace más que enredar el panorama: ¿Son ítems independientes entre los cuales hay que escoger? ¿O un régimen presidencial es lo mismo que uno semi presidencial? ¿Uno semi presidencial es igual a uno parlamentario? ¿En un régimen parlamentario hay o no hay presidente? ¿Uno presidencial tiene o no tiene parlamento? Complicado. Lo que sí es indiscutible -aunque no me parece suficientemente claro con tanta barra- es que en la Constitución de un país debe definirse explícitamente, con claridad suficiente, de tal modo que no quede ninguna duda y nadie se confunda, si se trata de una república, una monarquía, un gobierno federal, una dictadura… ¿o no?
Casualmente, a los pocos días asistí a la Cuenta Pública de una entidad gubernamental, y me entregaron una bolsita con logo, que contenía una carpeta atingente a esa actividad y ¡oh, sorpresa! también un folleto llamado ¿Qué constitución queremos para Chile? Guía para el diálogo. Y además, ¡oh, otra sorpresa! La guía incluía un glosario. Se llamaba Constitucionario, no sé si para hacer una figura poética con el diccionario o porque tienen un problema con las palabras esdrújulas, en realidad quisieron llamarlo Constitucionárico en honor a la Violeta, como mi Mazúrquica, y no les resultó. En cualquier caso, vino a reafirmar mi opinión anterior: sólo un piñúflico la formulárica.
Lo primero que me llamó la atención, y me hizo pensar nuevamente en el problema de las esdrújulas, fue el calificativo «inédito y democrático»: creo que confundieron «inédito» con «insólito» y «democrático» con «burocrático». Luego, la ambigüedad en el enunciado «estas Bases Ciudadanas servirán para que la Presidenta de la República envíe un proyecto de cambio constitucional».
Cabe preguntar qué se entiende por «cambio constitucional»: no está claro si contempla la posibilidad de cambiar la Constitución que nos ha venido perpetuando la dictadura y jodiendo la vida desde el año 1980 por otra, muy distinta, o solamente la de introducir modificaciones, en la línea de lo que se ha hecho durante todos los gobiernos del arcoíris, es decir, «en la medida de lo posible».
Me surgió esta pregunta, particularmente después de haber escuchado la opinión de Tomás Mosciatti, basada en desesperanzadora y, lamentablemente, muy verosímil información periodística, de que la famosa constitución del proceso participativo ya estaba hecha.
En segundo lugar, al igual que a Mosciatti, me sorprendió el misterio de la identidad de las «personas de gran prestigio en distintas áreas del quehacer nacional» que conformaban el así llamado «Consejo Ciudadano de Observadores», encargado de conocer e informar sobre este «inédito y democrático» proceso insólito. No veía -no veo- la necesidad de mantener la identidad de estos ciudadanos en secreto. ¿Es idea mía o esto tiene alguna relación con «transparencia», uno de los conceptos en debate?
Entre los principios inspiradores de la etapa participativa (de donde se deduce que hay una etapa no participativa; es decir, impuesta, inspirada por otros principios) estaba el de «certeza», definido como «que las reglas sean previamente conocidas». Que no fuera la definición de la Real Academia Española no era tan importante como el hecho de que el principio así definido no se estaba cumpliendo, ya que el mencionado folleto recién se distribuía; sin embargo, según la información que allí mismo aparecía, el proceso «participativo» había comenzado hacía ya una semana, y supongo que el de «preparación» y «conocimiento» de los «Observadores» había empezado antes.
Ahora bien, en esta guía se indicaba que podían participar personas «desde los 14 años». Me pareció lógico suponer que era desde esa edad hacia arriba, es decir, 14 años y más, no 14 años y menos. Sin embargo, al leer el glosario me quedó claro que, una vez más, había más de una alternativa: o mi lógica estaba equivocada y los participantes serían personas desde la etapa escolar llamada medio menor (quizá incluso sala cuna) hasta 14 años, o sencillamente la tomada de pelo y la falta de respeto a la ciudadanía era incluso mayor de lo que pensé. Y aclaro que no me refiero al recurso lúdico de las ilustraciones del folleto; sino, por ejemplo, a las siguientes definiciones (incluyo preguntas y comentarios de párvulos y escolares imaginarios):
1. Congreso: «¿Sabías que nuestro Estado tiene poderes? No son tan impresionantes como los de los superhéroes, pero son de verdad.» –¿En serio son de verdad, profe? ¿Más de verdad que los poderes de los empresarios? 2. Constitución: «La llave maestra de nuestros derechos y libertades, tan poderosa que ninguna ley o regla la puede contradecir… Es la madre de todas las leyes de un Estado, y ya sabemos que las madres son MUY importantes.» –Oiga, profe, ¿Llave maestra significa que puede abrir y cerrar nuestros derechos y libertades, así como mi mamá puede abrir y cerrar la puerta? 3. Democracia: «Los que vivimos en Chile también tenemos un poder ¡en serio! El poder de elegir cómo queremos vivir…» –¿Eso es democracia, profe? ¿O sea que la gente pobre elige vivir así? ¿O usted quiere decir que por ejemplo los pobres, las mujeres, los mapuches y muchas otras personas no tenemos derecho a ese poder? ¿Cómo puede ser, si también vivimos en Chile, profe? 4. Gobierno: «…Tiene un montón de oficinas. El capitán del barco llamado Chile es el Presidente. Ya sabemos que también puede ser mujer…no pueden hacer lo que quieran, así que para no enredarse ordenan sus planes y acciones en políticas.» –Sí, profe, hemos visto la montonera de oficinas que tiene, incluso a veces son tantas que parece que fueran a hundir el barco. (Si fuera adulta, la niña diría que flaco favor nos hace a las mujeres eso de que «también puede ser mujer»: no quedaba muy claro si es que todos los presidentes se enredan o es propio de las mujeres que ocupan ese cargo). 5. Historia: «…la suma de los acontecimientos que hemos vivido y que han dejado huellas en nosotros, en forma de cicatrices o de recuerdos. Como todos, nuestro país también tiene una historia; a veces ha sido alegre, pero también ha tenido momentos dolorosos, grandes catástrofes, peleas, reconciliaciones y pequeños cambios cotidianos. Lo importante es que mientras crecemos sigamos aprendiendo de lo que nos pasó, para hacer las cosas mejor en el futuro.» –¿O sea que si no hacemos mejor las cosas nos van a castigar de nuevo, profe? ¿Así como bombardear La Moneda y matarnos a la familia dice usted? (Me asalta una duda: ¿es que al comienzo al educador se le olvidó que los niños son concretos y se fue en una volá poética con las cicatrices, o es referencia explícita a efectos de la tortura? De cualquier modo, fue bien didáctico: primero mencionó la llegada de la alegría; para no provocar terror en los párvulos le bajó el perfil a la dictadura refiriéndose a ella como «momentos dolorosos» y «peleas»; nombró la «reconciliación», que para los niños y la derecha viene siempre después de las «peleas»; como recordó que los niños son concretos evitó abstracciones como «impunidad», y finalmente, supongo que los «pequeños cambios cotidianos» apuntan a las modificaciones que se han hecho a la Constitución. Una clase de historia y educación cívica inmejorable). 6. Igualdad: «…no se trata de que todos nos vistamos con la misma ropa o escuchemos la misma música ¡por favor!» –Pucha profe, menos mal, porque a mí me cargan los uniformes y tampoco me gusta esa canción que dice «¡Chile! ¡la alegría ya vieeneee!» 7. Organizaciones sociales: –¿Sabe profe? Yo he escuchado eso de «la unión hace la fuerza» y conozco el «centro de alumnos» de los niños grandes; mi mamá va a las reuniones de la «junta de vecinos» de mi barrio y he oído decir a mi papá que sus patrones se pasan al «sindicato» por ahí mismo; pero ¿cómo sería ese «Frente Ciudadano por la Sandía Cuadrada» que usted dice que debería existir? 8. Persona: «Mírate ¿eres humano? ¿eres humana? Sí. Bien, entonces eres persona, ¡felicidades!» –Gracias, profe… ¿me saqué un siete? 9. Política: «… busca resolver los problemas que aparecen por vivir juntos. Y es necesaria porque aunque haya muchos problemas, siempre es mejor que vivir solitos.» –Ahora entiendo, profe: mis papás se separaron por falta de política. Pero igual, profe, yo prefiero vivir solita antes de que gente irrespetuosa y sin escrúpulos, pero poderosa, viva poniéndome la pata encima o me quiera vender pomadas democráticas participativas. (De más está decir que para cambiar la definición demoníaca de «política» que instauró la dictadura hace falta algo más que esa explicación, que podría causar desconcierto en una persona nacida o criada en esa época). 10. Quórum: «Viene del latín, el abuelito del castellano» –Profe, fíjese que yo siempre juego con mi abuelito… ¿El latín jugaba con su nieto, el castellano? 11. República: «… No hay rey (salvo el rey del mote con huesillos)» –Entonces, profe, ¿con la constitución nueva se va a tener que ir de Chile el rey del completo? ¿Es por lo de la comida saludable? Pucha… a mí me gustan… 12. Tribunales de Justicia: «Es el mundo de los jueces, los juzgados, los tribunales.» –Pero el otro profe nos dijo que no podemos definir una palabra usando la misma palabra, porque no se entiende… parece que tenía razón… 13. Voto: «Es un papelito superpoderoso y secreto.» -Secreto, qué entretenido; pero no entiendo bien, profe, porque si mi papelito tiene superpoderes ¿cómo sé si mis superpoderes son más superpoderosos que los superpoderes de mi compañero? Y más encima usted me dice que «todos valen lo mismo»…
Insisto: sólo un piñúflico la formulárica, tanto la consúltica como su instructívico.
En su parte final, la prueba de selección múltiple traía una «pregunta de desarrollo», donde se pedía un «aporte a la memoria histórica de este proceso» e «ideas, propuestas y visiones sobre nuestro país para las futuras generaciones».
Ya dije que las otras preguntas eran difíciles; pero, derechamente, ésa me desconcertó tanto que no la pude responder: ¿Qué se supone que debían la ciudadana y el ciudadano plasmar allí? ¿Una frase pa’l bronce? ¿Piensan ponerlo junto a las varias matáncicas que tiene la histórica, y publicar una antología? ¿Van a hacer un museo con sus pagínicas bien imprentádicas? ¿En el Centro Cultural de La Moneda, al ladito del Museo de la Memoria, acaso?
Me van a perdonar, pero si este «proceso constituyente» no es una más de las innumerables burlas (por no usar un impropérico) a las que nos han venido sometiendo por quedar bien con dios y con el diablo -a las que quiera dios o quiera el diablo que nunca me acostumbre-, no sé qué es.
Es una más de las libertades garantizadas en Chile «en la medida de lo posible», en nombre del arcoíris que ya no viene ni del norte ni del sur, ni va hacia ninguna parte. Esa frase, de hecho, debería ser la que encabezara las pagínicas de la antología y el bronce del museo.
Y más no cántico porque no quiérico, tengo flojérica en los zapáticos… Gracias, Violeta, por el humor…
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