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«Me adhiero a la campaña de Jorge Arrate porque es quien representa de forma más nítida a la izquierda»

Fuentes: Rebelión

Adhiero a la campaña de Jorge Arrate porque es quien representa de forma más nítida y contundente, más austera, la opción que se grafica en este «100% de izquierda». Me seduce una propuesta que no sólo no evade la palabra «izquierda» sino que la invoca y la convoca. La izquierda, hoy más plural y fluida […]

Adhiero a la campaña de Jorge Arrate porque es quien representa de forma más nítida y contundente, más austera, la opción que se grafica en este «100% de izquierda». Me seduce una propuesta que no sólo no evade la palabra «izquierda» sino que la invoca y la convoca. La izquierda, hoy más plural y fluida en sus contornos, nombra un horizonte de lo igualitario y lo libertario cuya tradición -siempre abierta a relecturas- sigue vitalmente activa para impulsar propuestas de democratización del poder y de radicalización democrática.

La palabra «izquierda» nombra una tradición de reivindicaciones y combates populares -nobleza y dignidad- que componen una memoria: un archivo de luchas sociales pero también de símbolos, de pasiones y de afectos que es necesario rescatar para que el presente no sea pura instantaneidad mediática que se disuelve en el reinado de lo efímero, lo cambiante y lo intercambiable. La memoria de la izquierda -encarnada, en el caso de J. Arrate, por el socialismo-allendismo- nos sirve para historizar un presente que no puede ser reducido al flash noticioso de la actualidad publicitaria que lo vuelve todo desechable para fabricar olvidos.

100 % DE IZQUIERDA: Me gusta que el «100% de izquierda» de J. Arrate no tenga miedo de ir contra la corriente (la de las encuestas) que erigen a la opinión pública en sustituto de la sociedad civil: una opinión pública formateado por las tecnologías comunicacionales de la mediatización de la política. Me gusta que la campaña de J. Arrate revierta paródicamente el 1% de las encuestas con un 100 % de compromiso ético y de radicalidad creativa a través de ese llamado a artistas e intelectuales a reinventar las palabras «cambio», «transformación» y «emancipación».

El 1 % de las encuestas participa del orden numérico de la cuenta y los recuentos. La izquierda siempre ha tenido que ver, de distintas maneras, con los desfavorecidos por los cálculos: con los que no cuentan, con los que no son parte de, con los que están de más (sobrantes) o los que están de menos (excluidos, negados, rechazados). El «100% de izquierda» involucra, finalmente, a todos aquellos que no calzan con el orden general de los repartos, de la distribución y las asignaciones (de propiedades, identidades, clases, género, etc.) . A todos aquellos que se sienten perjudicados por las lógicas dominantes de lo cuantitativo y con los recuentos de la política como simple cálculo y administración de intereses: una política que segrega a los que no calzan, porque el desajuste del no-calce interrumpe la homogeneización del consenso normalizador.

NO-EXCLUSIÓN: La campaña de J. Arrate se pronuncia a favor de la inclusión en materia de régimen político y sistema electoral, para ampliar y diversificar las redes de participación que reforzarán una ciudadanía activa. Pensada desde la cultura, la no -exclusión significa no sólo la incorporación de lo marginado por los pactos hegemónicos de la política institucional. Significa también el deseo de multiplicación de las diferencias. La cultura -concebida como una zona de disputas de significaciones, representaciones e interpretaciones entre discursos, identidades, relatos, subjetividades, etc- defiende un pluralismo crítico que reivindica la diversidad, pero sin disolver las oposiciones ni anular los antagonismos: algo contrario al liberalismo de mercado que se congracia con el menú de la diversidad a costa de que ninguna confrontación de juicios y posiciones desarmonice su banal suma de ofertas.

La inclusión es multiplicidad y también disenso: activación de lo plural y lo heterogéneo, de lo discordante, en contra de la uniformación del pensamiento único y del consumo acrítico. La mirada política de la cultura se muestra siempre más atenta a lo disidente y lo oposicional que a lo consensuado y lo unánime. Explora los pliegues e intersticios de universos de lucha en los que la tensión entre dominación y resistencia no obedece a una lógica única, totalizante, sino que se expresa en posicionalidades locales y contingentes, múltiples y fluctuantes.

EMANCIPACIÓN: Los gobiernos de la transición han tenido como consigna el «realismo de lo posible», debido al pacto neutralizador entre consenso y mercado. La palabra «izquierda» encierra el compromiso ético-político de una no-renuncia a lo emancipador: a lo que compromete la imaginación crítica a expandir los límites de lo posible, a desear lo que aún no está formulado, a incitar el presente a que libere sus devenires-otros en un proceso de transformación siempre inconcluso.

El dimensionamiento crítico de la cultura en una constelación de izquierda(s), nos invita a marcar la diferencia entre la política (la administración de los medios para conquistar o ejercer el poder) y lo político (las luchas por el sentido y las luchas de sentidos en torno a las definiciones hegemónicas de lo social y sus bordes de insatisfacción).

CULTURA: El listado de quienes apoyamos a J. Arrate (artistas, creadores y pensadores) nos permite restituirle a la palabra «cultura» su espesor discursivo para sacarla de la versión burocrática-administrativa que, en nombre del mercado cultural, de las industrias culturales y de las políticas culturales, la reduce a los vocabularios planos de la gestión y del servicio, de la planificación y la ejecución.

La cultura no es un suplemento decorativo que debe ilustrar los programas políticos. Nombra un espacio -denso y tenso- de formulación de imágenes e imaginarios que trabajan con los residuos y los excedentes de sentido, con las fallas y lapsus del sistema, con lo que no sabe integrar la racionalidad económica y sociopolítica.

La transición ha favorecido a los «expertos» que desplazaron a los «intelectuales críticos» en el mercado de los saberes (bien) remunerados. Ha reemplazado el cuestionamiento del orden (las preguntas incómodas que no le temen a dislocar el sentido común de los pactos de comprensión dominantes) por el conocimiento tecnificado que se adapta funcionalmente al reticulado productivista de la agencia neoliberal.

Los artistas, creadores e intelectuales reunidos en torno a la campaña de J. Arrate sabrán replicarle a la comodidad de la cultura ya convertida en patrimonio o en servicio, con la vibración utópico-contestaria de una cultura crítica -insatisfecha- que siempre ha inspirado a los imaginarios de izquierda(s) .