La última semana de mayo quedará en la retina de los que luchan en los diversos campos de batalla de los sectores populares y que no se aminoran con las vergonzosas y burdas ofensivas de los poderosos. Los medios de comunicación masivos lanzaron desde el lunes una nueva caricaturización de las casas okupas, continuó con […]
La última semana de mayo quedará en la retina de los que luchan en los diversos campos de batalla de los sectores populares y que no se aminoran con las vergonzosas y burdas ofensivas de los poderosos. Los medios de comunicación masivos lanzaron desde el lunes una nueva caricaturización de las casas okupas, continuó con una manipulación mediática sobre el HipHop [H2] y finalizó con un extenso silencio autocrítico, sobre la absolución judicial de seis personas, luego que el mediatizado «Caso Bombas» se desmoronara como un castillo de naipes ante la brisa de la realidad concreta.
Mega lo sabía. Sus ejecutivos, mercenarios del neoliberalismo, preocupados de la vergüenza que se destapó por todos los flancos el día viernes, al comienzo de la semana da un ‘manotazo de ahogado’, comparando ridículamente una casa tomada por personas para fiestas en la comuna de Providencia, con el Centro Social Autónomo Cueto con Andes, que dicho sea de paso fue denominado como okupa, cuando en realidad sus ocupantes arriendan dicha vivienda, pagándola en base a la fuerza de trabajo colectivo. El hostigamiento comunicacional -por no mencionar el policíaco- que sufre este espacio no es nuevo. La infiltración a eventos y la toma de imágenes sin consentimiento, son una penosa rutina de seudoperiodistas. ¿Cómo se sentirían los ejecutivos de los canales si se les filmara a la salida de sus casas, mientras trabajan en sus oficinas o cuando van a dejar a sus hijos al colegio? Seguramente no dudarían en llamar a sus guardias privados y defenderse. Seguramente ellos vociferarían legítima defensa, aullarían para que la Justicia, Carabineros, Investigaciones, o en suma, «El Sistema funcione«.
La asociación ilícita, las okupas como centros de ‘Poder’ y la colocación de artefactos explosivos, llamativos para un guion Hollywoodense, no pudo sostenerse por más tiempo. Si bien el comentario obligado y mayoritario en las redes sociales era la responsabilidad que le compete al Ministerio del Interior y a la Fiscalía Sur ante tamaño papelón, deja ausente a uno de los principales cómplices de esta campaña contra las casas okupas y el movimiento anarquista y libertario en general. La prensa, los medios de (des)información, con nombre y apellido: Mega, TVN, Canal 13, El Mercurio, La Segunda, La Tercera, entre otros, señalaron, enjuiciaron y sentenciaron a los imputados antes que incluso los tribunales iniciaran el proceso. Los mismos que durante el día viernes, más allá de señalar brevemente -sin comparación a los extensos minutos dispuestos el año anterior- el desenlace del caso, presentan una silente y sepulcral autocrítica de su labor difamatoria.
Desde el día lunes el H2 ya había sido aludido por el programa de Mega, así como en muchos otros ‘pocos’ rigurosos programas de la televisión. Luego la atención gravitó en torno a Chilevisión y su programa En la Mira. Todo comenzó con el pomposo título de avance del reportaje: «Militantes de la calle: «Música y balas: las crudas rimas del hiphop que disparan al ritmo de la ira » y las imágenes que desbordaban el amarillismo. Mostrando mucho armamento, testimonios de niños encapuchados de Valparaíso, con escopetas y pistolas en mano, señalando que las usan por que «Tení que enfrentarte contra la policía, con otros de otros sectores, de otros cerros». Con el correr de los días, en la medida que la noticia se difundía y el descontento dentro del movimiento H2 se acrecentaba, surgieron varias iniciativas que con el correr del tiempo se unificaron en una convocatoria de ‘Marcha y Funa’. Así Chilevisión, consciente de la contraofenvisa que se gestaba germinalmente, moderó levemente el video promocional del reportaje, agregando otras imágenes, además de las ya aludidas armas y drogas, y cambiando el título por la conciliatoria, pero sensacionalista frase: «Al ritmo de la ira. Son 28 años marcando la historia musical chilena. El Hip Hop reflejo precioso de la población chilena«. ¿Cómo se explica esta modificación? ¿Será un juego publicitario para captar la atención, ganar rating, polemizar? ¿Qué intenciones políticas habrá detrás de la palabra «Militante» para asociarla más a las tristemente imágenes delictuales, que al compromiso político orgánico, tinte que tiene ese concepto con una gran carga histórica? ¿Cuál era el objetivo de mostrar en la primera publicidad una gran cantidad de armas? Con certeza y responsabilidad puedo señalar que los medios de comunicación no son para nada inocentes, ninguna palabra es por que sí o para rellenar, todo está inserto dentro de un discurso elaborado y de una estrategia más amplia. En un contexto de ascenso de la lucha popular, los explotadores y poderosos pretenden utilizar la prensa para consolidar sus granjerías y privilegios, y por otro lado, ridiculizar y folclorizar ante las cámaras y periódicos a los explotados y pobres, como ladrones, ignorantes, despolitizados, salvajes y barbaros que nos descuartizamos sin motivo y razón aparente entre nosotros. La violencia es el común denominador que atraviesa y domina estas caricaturizaciones.
Si bien el tema de la violencia, sus causas y orígenes, puede dar para varias páginas por si mismas, es necesario recordar a los lectores que desde las ciencias sociales existe cierto consenso en que el fenómeno está presente en gran parte de las relaciones humanas. Como mecanismo peculiar en la resolución de conflicto y como acción transformadora de la realidad. Sus expresiones más comunes -pero no únicas- son sociales, políticas, familiares y económicas. El reportaje del programa En la Mira fue un ataque sin cuartel al H2, violento y crudo, de corte terrorista. Buscaba infundir miedo, despolitizando e inmovilizándonos, pretendía que nuestros vecinos, familia, amigos y gente en la calle nos temieran. Se pasmarán ante nuestra presencia, cruzaran la calle y murmuraran sobre las armas que podríamos andar portando. Ellos saben que nosotros no tenemos miedo, que las pistolas 635, 22 corto, 9 milímetros y las escopetas son habituales en nuestra vida periférica. Fueron y son parte de la vida popular y marginal de las poblaciones. ¿Pero entonces que fue lo que violentó a gran parte del movimiento H2? Fue la burda manipulación de repetir una y otra vez las imágenes del niño con escopeta diciendo que «desde los 6 años que andaba robando«, de asociar secuencialmente durante todo el programa el armamento con los entrevistados. Sobrecargando el reportaje con las imágenes de armas, manipulando las respuestas, sacando de contexto algunas opiniones y entrelazándolas con la realidad de las poblaciones. Con una mirada acrítica e irreflexiva sobre las causas estructurales de esas manifestaciones violentas. Además de la utilización de imágenes y canciones sin permiso alguno. En cambio, ¿Que se privilegió? Imágenes de los protagonistas matizados de fondo con niños fumando pasta base.
Parafraseando a Malcom X, podría apuntar, con toda justicia, que en mi población o en ninguna población, existe una fabrica de armamento. Si cualquiera de los que lee estas líneas quisiera saber el origen de esas imágenes revise y busque el número de serie de las armas, y le aseguro que llegará a una importante fábrica internacional. Podrá googlearla, localizar su ubicación e incluso saber sus multimillonarias ganancias.
¿Cuáles son las principales causas en el consumo de drogas? ¿Qué clase social consume las drogas sicodependientes más peligrosas, como la pasta base? Nada, el silencio dijo más. El tráfico a gran escala, los factores que inciden en el consumo de pasta base, estuvieron ausentes, debido a la superficialidad con que normalmente la TV chilena trata estos temas.
Sin rigurosidad periodística y mirada crítica, el reportaje se alinea con lo grotesco. Su razón principal se debe a que si lo hubieran hecho, se habrían introducido en las entrañas de la problemática, del sistema, hubieran encontrado a muchos de sus jefes, se hubieran topado de frente con ellos mismos. Con el capitalismo brutal y salvaje, que genera marginalidad y exclusión. Que es más violento, incluso, que cualquier arma casera. Se habrían encontrado con la televisión misma, que fomenta la competitividad a cualquier costo, con sus realitys y farándula que exponen la más baja degradación humana. Que atiza los conflictos horizontales entre nuestros pares, pretendiendo que nos apropiemos de prácticas nocivas como el consumismo, la superficialidad y que divulga con total normalidad la denigración a la mujer.
El problema no fue la presencia de los hermanos de clase que aparecieron en el reportaje, quizás pecando de ingenuidad, pensando en una oportunidad para difundir su creatividad artística, fueron usados por la prensa. Esa realidad, ese reality sin cámaras que vivimos en las poblaciones, fue vinculada con el H2, siendo que esa desbordante realidad violenta es transversal a ser pobre y marginado.
Nos preparamos, vimos el panfleto audiovisual de En la Mira, se discutió y se reflexionó. El H2 se preparó para la contraofensiva. Y en dos días logró movilizar a más de 500 personas, y no 150 como señalara Marcelo Sandoval, jefe de comunicaciones del canal, y mucho más del centenar como dijera un titular de Las Últimas Noticias. Fuimos más que hiphoperos indignados como indicara el diario, fuimos hiphoperos organizados, con ira y rabia quizás, pero que la transformamos en rebeldía, cultura rebelde y rimas subversivas. Al ritmo del break dance, bombardeando con panfletos, latas y plumones, y poesía. La movilización terminó, como en muchas otras ocasiones, con una brutal represión no sólo con los asistentes, en un desigual enfrentamiento, también con la prensa independiente que asistió a cubrir los hechos. Lumazos a diestra y siniestra, rompiendo cámaras y piernas de los reporteros. La violencia otra vez no se origina desde los que osamos levantar la voz, sino desde el Estado y sus organismos represivos. Las escaramuzas se extendieron por una hora más o menos, desde el canal hasta Plaza Italia.
No es mi intención sensibilizar a la prensa o tener su indulgencia. Realizar eso es solicitar una petición a un enemigo de guerra. Es como implorar al Estado y al capitalismo una humanización de la explotación. Es pedir que a los pobres no se nos excluya de la planificación urbana y que se nos deje, ‘por favor’, de criminalizar. En suma, es pedirle a esa prensa que deponga ser el órgano de difusión oficial de los explotadores.
Todos los que luchamos y que somos representados por los medios de comunicación de manera criminalizadora y estereotipada; mapuches, okupas, estudiantes y muchos más, sabemos de lo que es capaz la televisión, no le tenemos confianza y tampoco la buscamos. Por eso, y como dice mi compa’ Portavoz: «voy a salir en la tele, el día que la construya el pueblo o cuando el estado cerdo me encarcele…». Y que lo tengan claro, que si «la prensa es del capital, el Rap y el HipHop es nuestro».
José Antonio Palma, Replica LumpenCrew
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