Cada grupo social, naciendo en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea al mismo tiempo, orgánicamente, una o dos capas de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de su propia función no solo en el campo económico, sino también en el social y político: el […]
Cada grupo social, naciendo en el terreno originario de una función esencial
en el mundo de la producción económica, se crea al mismo tiempo,
orgánicamente, una o dos capas de intelectuales que le dan homogeneidad y
conciencia de su propia función no solo en el campo económico, sino también
en el social y político: el empresario capitalista crea junto con él al técnico
industrial, al científico de la economía política, al organizador de una nueva
cultura, de un nuevo derecho, etcétera, etcétera.
Antonio Gramsci
A Mario Hernández Pérez
In memorian
La historia sobre la práctica de los intelectuales en el capitalismo resulta de gran relevancia en nuestra actualidad. Sobre todo para comprender que una parte de los intelectuales sostiene el orden económico político dominante, como lo demostró algunos años con la aparición del Manual de campo de contrainsurgencia 3-24, publicado por la Universidad de Chicago en el año de 2007 que fue utilizado como arma en las operaciones contrainsurgentes de las tropas de ocupación estadounidense en Afganistán e Irak. [1] En este sentido, se han cumplido más de 58 años de la aparición del Proyecto Camelot, considero que es un ejemplo para entender la intervención, invasión, infiltración, dominación y un largo etcétera de Estados Unidos en el mundo y particularmente en América Latina.
El Proyecto Camelot que apareció en Chile en 1964 causó gran controversia en América Latina y Estados Unidos por las intenciones que perseguía. Según el sociólogo estadounidense Irving Louis Horowitz el proyecto Camelot tenía la intención de «medir y pronosticar las causas de las revoluciones y la insurgencia en las regiones atrasadas del mundo. También se proponía buscar los medios para eliminar las causas o para bregar con revoluciones y actos de rebeldía». [2] La relevancia que adquirió en su época, tuvo repercusiones en los años que le siguieron e incluso se presenta en nuestros días. Sin embargo, las investigaciones que refieren o estudian dicho proyecto han quedado prácticamente en el olvido. Han aparecido algunas investigaciones poco convincentes para una historia crítica de América Latina. Lo que hacen es actualizar alguna información sobre su relación con las ciencias sociales. En realidad seguimos en espera de una investigación que de cuenta cuál era el objetivo del proyecto sociológico que había sido financiado por el gobierno estadounidense. Si bien, por lo poco que sabemos ahora, su intención era controlar a los pueblos y gobiernos de América Latina que no se sometían a sus designios.
Mark Solovey publicó un artículo en 2001 titulado: «Project Camelot and the 1960s Epistemological Revolution: Rethinking the Politics-Patronage-Social Science Nexus», que carece de una reflexión sobre la intención del gobierno y los grupos de poder dominantes estadounidense en la región. Reflexiona sobre las presumidonamente autodenominadas [3] ciencias sociales y el papel de los intelectuales en torno al proyecto Camelot de los años sesenta. El autor consideró que con la desaparición del proyecto obligó repensar las ciencias sociales y la relación con la política y el patrocinio militar; sobre todo porque se presentó en un periodo en el que las ciencias sociales alcanzaron un estatus que se ha denominado «revolución epistemológica». El Proyecto Camelot, entonces, se convirtió en un episodio importante y de largo debate sobre la naturaleza de las ciencias sociales. Su mirada la fijó en la centralidad, la evolución y las preocupaciones políticas en que se dio la «revolución epistemológica». Según el autor, desde sus orígenes, a finales del siglo XIX, las ciencias sociales no habían entrado una discusión de tal magnitud en el que involucrara a muchas instituciones políticas y sociales. La discusión se dio en los años en que las ciencias sociales alcanzaron un gran desarrollo y una participación muy activa en la sociedad. Se alimentó de nuevas investigaciones como la obra de Thomas Kuhn titulada La estructura de las revoluciones científicas, publicada en 1962, que originó una revolución no sólo en la historia de la ciencia, sino también en la filosofía de la ciencia y otros campos de estudio científicos. El autor se preocupó más por las autodenominadas ciencias sociales, que estudiar propósito del proyecto en la dominación estadounidense sobre los pueblos latinoamericanos. Nunca menciona la reacción de la sociedad cuando se difundió que el Proyecto Camelot se aplicaba en Chile. Si bien, no se le puede pedir mucho a un autor que escribe y labora desde las oficinas y aulas académicas de las potencias dominantes.
En algún momento intentaba hacer una investigación en la que buscaba analizar un tema relacionado con la práctica de los antropólogos y sociólogos en la historia latinoamericana, sobre todo de aquellos que servían (y sirven) a las potencias dominantes. Preocupado por observar especialmente el oficio de los antropólogos, del cual me formé, pues desde su nacimiento y su larga historia, casi en su mayor parte han estado por el lado de los grupos de poder económico mundial. Con esa idea llegué al Proyecto Camelot en Chile. Me metí a trabajar en los archivos y las bibliotecas de Santiago, Valparaíso y Temuco en Chile, además de algunos archivos y bibliotecas de Buenos Aires Argentina. Lo que trabajé, en términos más precisos, fue examinar el impacto del proyecto Camelot en Chile entre los años de 1964 y 1965, que fueron los años en que apareció. Encontré que los estadounidenses propusieron a un grupo de antropólogos y sociólogos para llevar a cabo la investigación, sin embargo, al intentar concretarse, prácticamente se interrumpió. Lo que dio lugar una serie de repercusiones políticas y académicas, nacionales e internacionales. Los grupos sociales que reaccionaron entraron en un periodo de críticas y polémicas entre diversos grupos sociales en el interior país. Lo cuales fueron, en primer lugar, la prensa, que tuvo una labor en la denuncia y jugó un papel en la polémica del proyecto. Los periódicos que más destacaron fueron El siglo, Las Noticias de Última Hora, Clarín, El Día y El Mercurio. [4] El segundo grupo fueron los diputados del Congreso Nacional del Chile, quienes abrieron un periodo de sesiones para analizar, discutir y recaudar la información sobre el proyecto. Quienes al final redactaron sus conclusiones y condenaron la intervención de Estados Unidos en Chile. Citaron, por ejemplo, a una cantidad de personas que directa o indirectamente se relacionaron con el proyecto. [5] El tercer grupo fueron los sociólogos y las instituciones universitarias en donde laboraban estos. La mayoría de los sociólogos chilenos y de otras nacionalidades reaccionaron cuando fueron invitados a participar en el proyecto o cuando se enteraron del mismo.
La polémica que se desató en Chile en torno al Proyecto Camelot se debió al cuestionamiento que refería al origen del financiamiento, es decir, a las sospechas de que provenía de instituciones militares estadounidenses. Además de la intención que perseguía: estudiar a los pueblos de Chile. El proyecto en realidad provenía del Departamento de Defensa de Estados Unidos, particularmente de la Universidad Americana, a la cual había recurrido este departamento para solicitar sus servicios. Los detractores (como los periodistas que laboraba en la prensa chilena y los sociólogos o intelectuales) lo consideraron un problema de espionaje e intervención a la soberanía de Chile. Esta postura se mantuvo durante toda la discusión en el congreso y en la prensa de izquierda chilena.
El Proyecto Camelot en Chile había sido un primer experimento para crear después un planteamiento sociológico más estructurado con el fin de que fuera aplicado con mayor seguridad, certeza y precisión en los países que originalmente se había planeado. Es decir, la aplicación de proyectos se tenían contemplados en otros países latinoamericanos; Chile no aparecía en la agenda estadounidense. Los que eran considerados para los estudios sociológicos y antropológicos debido a los conflictos internos que vivían serían Argentina, Guatemala, Venezuela, Bolivia, Colombia, Cuba, El Salvador, la República Dominicana, Perú, Brasil, México y Paraguay. [6] Chile no era su prioridad, pero al final resultó que también era necesario.
En la polémica en torno al proyecto generó una controversia entre el gobierno chileno y el estadounidense. El gobierno de Chile desconocía completamente el proyecto a pesar de que había ciertos acuerdos entre los dos gobiernos. Aunque el gobierno estadounidense influía en las decisiones del país. Es decir, a pesar de que el gobierno de Estados Unidos estaba sumamente infiltrado en muchas instituciones chilenas, [7] no permitió que se compartiera información. Las relaciones del gobierno de Frei con Estados Unidos fueron muy complejas, se reflejó, entre otras cuestiones, en fuertes tensiones y controversias entre la cancillería y el secretario de Estado. El nivel de tensión se generó también por la presión nacional e internacional que se dio sobre el gobierno chileno para denunciar a Estados Unidos sobre el proyecto. Al mismo tiempo, por las críticas y reacciones que provocó el proyecto en el interior de Estados Unidos. El nivel de controversia lo dio a conocer la prensa chilena durante casi seis meses. Aunque también se dieron otras partes de América Latina e incluso en llegó a Europa, en donde algunos intelectuales tomaron una posición a favor o en contra.
La aparición del proyecto Camelot se sitúa dentro del escenario internacional de la llamada guerra fría. La lucha de Estados Unidos por mantener su hegemonía en América Latina frente a la influencia soviética y el triunfo de la Revolución cubana motivo la formulación de una serie de políticas. En ese sentido, se distinguieron varios aspectos que abren la perspectiva histórico-social que se vivía en aquel momento. En primer lugar, el gobierno y los grupos de poder económico estadounidenses como la Ford y Rockefeller, junto con algunas oligarquías latinoamericanas, llevaron a cabo intervenciones militares como la invasión a Bahía de Cochinos, a la República Dominicana y el golpe de Estado en Brasil en 1964. El golpe en este país inauguró las dictaduras llamadas de Seguridad Nacional. Sin dejar de lado otros países se vieron inmersos en experimentos dictatoriales que se aglutinaron en la nueva política estadounidense. En segundo lugar, la política socioeconómica a través de la llamada «Alianza para el Progreso», como un medio para «resolver» los problemas económicos que vivían los países latinoamericanos. La intención era que la economía se industrializara, la productividad en la agricultura exigía que se incrementara, la esperanza de vida debería aumentar, entre otras cosas. Sin embargo, el objetivo era frenar la influencia que ejercía el reciente triunfo Revolución cubana sobre América Latina. [8] En tercer lugar, el financiamiento a centros de investigación y proyectos de estudio en ciencias sociales en las que destaca la sociología y la antropología, como el caso del proyecto Camelot. Aunque en ese mismo sentido se ubican el Proyecto Simpático y Proyecto Marginalidad.
Las autodenominadas ciencias sociales latinoamericanas, en la década de los sesenta, vivían un periodo de consolidación e institucionalización cuando se dio la polémica en torno al Proyecto Camelot. Las ciencias sociales y los científicos sociales en Chile, en correspondencia con el resto del subcontinente, atravesaron también por un proceso de institucionalización, expansión y legitimación. La sociología y los sociólogos tuvieron un papel destacado en la polémica en torno al Proyecto Camelot por ser la que más se había desarrollado. La antropología y/o los antropólogos, poco se había desarrollado. Si bien había un pequeño grupo de antropólogos, no jugaron un papel en la polémica. Por tal motivo, las ciencias sociales latinoamericanos o chilenas, no cayeron en desprestigio por el citado proyecto, más bien fueron las estadounidense que se hundieron en una profunda crisis que obligó y sigue obligando a algunos sociólogos a replantearse preguntas para conocer los problemas que atravesaron y atraviesan. Los problemas se deben precisamente al papel que jugaron en el Proyecto Camelot y a la polémica que se generó en aquel momento. Un ejemplo es justamente el planteamiento de Mark Solovey.
[1] López y Rivas, Gilberto , Antropología, etnomarxismo y compromiso social de los antropólogos, México, Ocean Sur, 2010.
[2] Horowitz, Irving Louis; «Vida y muerte del Proyecto Camelot», disponible en http://www.rebelion.org/hemeroteca/ddhh/labriego011201.htm, consultado el día 10 de mayo de 2018.
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