El megaproyecto HydroAysén ha causado mucho revuelo en la opinión pública del país. Por una parte, el gobierno y algunos personeros de la oposición han manifestado su franco apoyo para que el proyecto se realice. Por otra parte, se han producido manifestaciones en las calles y se observa actividad en las redes sociales criticando el […]
El megaproyecto HydroAysén ha causado mucho revuelo en la opinión pública del país. Por una parte, el gobierno y algunos personeros de la oposición han manifestado su franco apoyo para que el proyecto se realice. Por otra parte, se han producido manifestaciones en las calles y se observa actividad en las redes sociales criticando el megaproyecto. En esta confrontación, a su vez, se distinguen dos ideas-fuerza que se contraponen: Satisfacer las necesidades de energía futura para el país y la sostenibilidad de las decisiones energéticas. En definitiva, estamos frente a dos racionalidades que compiten por ganar un lugar privilegiado en la conciencia del ciudadano común. Como en toda disputa aparecen puntos a favor, en contra y descalificaciones entre las partes ¿Quién observa esta disputa? Lamentablemente, les interesa a muy pocos chilenos. La mayoría de los ciudadanos evitan estas materias; muchos de ellos piensan y sienten que su opinión no cuenta y se auto-marginan de partida de este trascendental debate.
Toda nueva tecnología alternativa pasa por períodos de prueba donde se ajustan las prácticas para su generación y consumo. La curva de costos de las energías alternativas, a largo plazo, van alcanzar a las formas de generación de energía no sostenibles. Esto es esperable si en la ecuación de costos se considera el impacto ambiental de las energías no sostenibles y el hecho que los combustibles de origen fósil se están agotando en el planeta. Si actuamos con convicción ésta podría ser una gran oportunidad, a largo plazo, que puede aprovechar Chile. En este sentido, cito un principio sistémico acuñado por el premio nacional de ciencias Dr. Humberto Maturana «Todo cambia en torno a aquello que se conserva». Este principio nos indica que debemos decidir qué tipo de desarrollo de Chile queremos, qué nos importa e inspira para mantenerlo como ejes de acción, sólo después nos acometemos a reorganizar todo entorno a esos ejes rectores. Luego, si tomamos como eje de desarrollo la energía sostenible daremos impulso a nuevas carreras y materias en nuestras universidades como cartógrafos de mareas, tecnologías apropiadas y generación de energía limpia como lo sostiene el Dr. Manfred Max Neff. Además, las políticas públicas sobre energía tenderían a favorecer la generación y consumo responsable de energía a todo nivel. Al principio compraríamos la tecnología energética alternativa a aquellos países más avanzados en estas materias, al final seríamos los impulsores de este tipo de tecnología con un proyecto-país que aprovechara las ventajas naturales de nuestro territorio. Esto nos permitiría apropiarnos de la tecnología de la sostenibilidad para siempre.
Usando el lenguaje bélico las armas en esta disputa de estas dos racionalidades -mercado versus sostenibilidad- también son asimétricas en HydroAysén. Por un lado, la ingeniería de opinión o maquinaria de lobby a favor del megaproyecto viene trabajando hace mucho tiempo con capitales cuantiosos sobre las conciencias de los ciudadanos, como suele suceder en el mundo con estos megaproyectos. Por otro lado, tenemos a un grupo de personas sin la solvencia económica ni la orgánica suficiente para influir sobre las decisiones políticas del país. Resultado: una nueva versión de la épica de «David contra Goliath». En este caso, los que estamos por la opción de David no hemos sido lo suficientemente convincente. No se trata de dejar sin energía al país, sino que se tome la decisión con criterios de sostenibilidad en su sentido más amplio. En efecto, existen fuentes alternativas de energía, por cierto más caras de extraer que tenemos en abundancia y de origen natural: el suelo con mayor potencial térmico en el mundo, fuertes corrientes submarinas a lo largo de toda la costa de Chile continental, viento en todas las regiones, el desierto de Atacama tiene más de tres mil horas de sol al año y es considerado uno de las regiones con mayor potencial del planeta para la generación de energía solar. Sin embargo, la lógica economicista de corto plazo es ciega a todas estas maravillas, bellezas y ventajas de nuestra naturaleza. Ya me imagino las caras de los expertos en energía y economistas que se mofan de este listado de ventajas naturales de Chile y consideran irracional o a lo menos romántico cualquier consideración fuera de la racionalidad del mercado. Esta racionalidad dominante es un paradigma muy distinto a la racionalidad de la sostenibilidad.
La triste realidad nos dice que los ostentadores del poder y del dinero y aquellos seducidos con «regalitos» no están dispuestos a conceder una oportunidad a la sostenibilidad. En realidad, su mirada es pequeña y cortoplacista. Su truco es travestir sus decisiones de imparcialidad – con juicios expertos – cuando saltan a la vista quienes serán los mayores beneficiados con este proyecto, los mismos de siempre: los poderosos. Hacen de todo para ganar, parten el proyecto en dos para que la generación de energía esté separada de su distribución y se voten como dos proyectos distintos. Es un verdadero insulto a la inteligencia de los chilenos que se esgriman este tipo de trucos en una sociedad democrática como supuestamente es la nuestra.
El choque de racionalidades del mercado y la sostenibilidad es similar a la contraposición entre las visiones de Tolomeo y Copérnico sobre el centro del universo. Ambos viven en el mismo universo, pero con centros muy distintos. ¿Cuál es el centro en los sistemas de creencias o racionalidades que hemos considerado? ¿La tierra o el sol? ¿El dinero o la sostenibilidad? El enfoque centrado exclusivamente en el valor del dinero está mostrando sus nefastas consecuencias, llamadas por sus sostenedores con el eufemismo «imperfecciones del mercado». En el enfoque con centro en la sostenibilidad, en cambio, incluye lo económico pero no lo hace su eje central. Hoy en día, economía, comunidad y ambiente son los tres ejes a balancear para considerar que una organización sea socialmente responsable de acuerdo a la ISO 26000, adoptada como norma chilena en enero del 2011.
Un Estado se puede considerar socialmente responsable no sólo por cumplir con estándares ambientales legales. Es preciso tener un proceso de diálogos con las partes interesadas para llegar a consensos de los beneficios sociales, culturales y ambientales del proyecto. En este sentido, el trabajo que se da a chilenos con la construcción de las plantas en HydroAysén es un beneficio de corto plazo en relación a la profunda cicatriz que quedará por largos siglos en el sur del continente americano. No se trata de satanizar un modelo de generación de energía versus otro, ni ser tan ingenuo para no saber que siempre alguien pierde en un megaproyecto como éste. Obviamente, las termoeléctricas contaminan más que las hidroeléctricas, y al parecer, en este caso, la lógica del mal menor se está imponiendo, y una vez más, sin considerar la racionalidad de la sostenibilidad. Luego, es un imperativo ético -por el futuro de las generaciones que aún no nacen- poner las decisiones de país de hoy en un contexto más amplio de sostenibilidad futura. Ya la escusa que el gobierno pasado hizo poco o nada en materia ambiental y energética y que HidroAysén es un paso en la dirección correcta no es sostenible. Deseo ser enfático en esta materia: el tema energético en nuestro país no se trata de un asunto de gobiernos, se trata de Chile, de los chilenos y de su ambiente. La condición de existencia de la economía es la naturaleza, pero parece que al momento de tomar las decisiones no nos damos cuenta de ese elemental hecho.
Estimaciones hablan de que en Chile existen menos de dos mil huemules y que la mayoría habita en las zonas donde el complejo se construirá ¿Qué me diría usted si por el hecho de mantener 5.000 hectáreas anegadas por los embalses y por las nefastas devastaciones naturales para instalar torres de transmisión de 70 metros de altura los huemules se extinguieran? ¿Tendríamos que borrar el huemul del escudo nacional? Si eso ocurriera sus nietos, no sabrán jamás como era este hermoso siervo, porque ya nunca más lo verían libres y pastando en las praderas de Aysén ¿Puede borrar de su conciencia el peso de no haber hecho absolutamente nada para que esto ocurriera?
*Edmundo P. Leiva Lobos es académico de la USACH
Fuente: www.lemondediplomatique.cl/Caso-de-HydroAysen-Mercado-versus.html