Invitado por Piedad Córdoba y el colectivo de Colombianos por la Paz y en a en el marco del seminario «Haciendo Paz en Colombia» (21 al 23 febrero 2011) presenté, o mejor puse a prueba ante un muy selecto auditorio, la ponencia sobre mi experiencia en el proceso de diálogos del Cagúan llevado a cabo […]
Invitado por Piedad Córdoba y el colectivo de Colombianos por la Paz y en a en el marco del seminario «Haciendo Paz en Colombia» (21 al 23 febrero 2011) presenté, o mejor puse a prueba ante un muy selecto auditorio, la ponencia sobre mi experiencia en el proceso de diálogos del Cagúan llevado a cabo entre las guerrillas de las FARC y el gobierno de Pastrana 1998-2002, atentamente colgada por los portales (http://www.argenpress.info/
Son muchas y muy variadas las impresiones que en tan pocos días tuve, no sólo del largo viaje desde este norte global donde trascurre mi exilio, de la segunda impresión que me causó la hermosa y vivaz ciudad porteña, de la salida del pueblo argentino del infierno del Cuarto Reich impuesto por los militares genocidas hoy convertidos en momias vivientes, del corralito neoliberal y demás plagas que el imperialismo valido de sus aliados criollos volcó sobre ese pueblo batallador con gran mirada del futuro, y de sus esfuerzos inagotables que todavía se perciben por superar colectivamente semejante atrocidad histórica. Mucho he comprendido leyendo a Miguel Bonasso.
El seminario, de una amplitud y civilidad sorprendente, con un espectro más amplio que el del arco iris, celebrado en un hotel al lado del emblemático obelisco bonaerense, tuvo un efecto semejante: rasgar definitivamente el apacible celofán azul del pequeño firmamento donde la oligarquía latifundista y transnacionalizada de Colombia sustentada o mejor sostenida por Washington, ha logrado con relativo éxito encerrar, encapsular, aislar y enmudecer el llamado conflicto colombiano, por medio de un control férreo de los medios de comunicación pertenecientes a la más típica familia de la oligarquía gobernante directa (Francisco y Juan Manuel Santos) desde hace más de 10 años. La amiga personal de Juan Manuel Santos presente en el seminario lo acaba de reconocer en su columna «de la paz y la política». (El Tiempo 28.02.2011)
Todo el continente Suramericano y otros más de Centroamérica, cuyo núcleo estuvo centrado durante esos días en Buenos Aires, finalmente se ha apersonado de la tragedia que vive el pueblo trabajador colombiano, y la ha hecho suya. Ha escuchado silenciosa y atentamente lo que allí se expuso desde las más diversas vertientes y miradas del pensamiento, sobre el llamado conflicto social y armado colombiano.
Y «el salario del miedo» con que Bogotá y Washington trataron de rodear el evento aterrorizando a los asistentes, con grotescas, homosexuales y «uribescas» amenazas de guerra como; «le estoy respirando en la nuca a Alfonso Cano. Falta por identificar su cadáver. Lo aplastaré como a Jojoy. Pérez Esquivel es un terrorista de civil» etc, no surtieron efecto, ni impidieron su realización, ni el ambiente amplio y democrático de sus deliberaciones, ni la elaboración de sus conclusiones autónomas. El seminario Haciendo Paz en Colombia de este febrero en Buenos Aires cumplió sus dos objetivos principales: primero, romper el «Cerco Mediático» tendido por la oligarquía colombiana y sus sostenedores de Washington sobre el conflicto social y armado de Colombia; y segundo, hacerlo en un ambiente amplio y democrático de cara al mundo.
Por lo demás, el desenmascaramiento de la grandiosa estrategia militar del «Fin del Fin», basada en ir matando uno a uno los comandantes del Secretariado de las Farc, presentada por el mariscal de campo Padilla de León como su máxima obra y que rodeó la realización del seminario; hoy empieza a conocerse por los cables de Wiki Leaks que fue un antiguo plan táctico del US Army implementado paralelamente con el Plan Colombia, el cual, tanto Uribe Vélez como presidente de Colombia y Juan Manuel Santos como su ministro de defensa, realizaron no para ganar la guerra sino para dar la impresión mediática de irla ganando, y cuyo resultado (hoy deben reconocerlo) no produjo la desbandada en las filas guerrilleras que se había planeado con tanto esmero.
Y entonces, se puede explicar claramente por qué el Doctor de la muerte Luis Carlos Restrepo, por orden directa del Presidente reclutaba en las cárceles colombianas masivamente y en secreto, delincuentes comunes y asesinos para armarlos con fusiles oficiales y disfrazarlos de «guerrilleros desmovilizados masivamente» e incluirlos en su famosa Ley mafiosa de Justicia y Paz, con el objetivo de darle al público la imagen falsa positiva de ir ganando la guerra; exactamente igual a los falsos positivos de Juan Manuel Santos que se sucedieron símultáneamente, de los miles de jóvenes desempleados vestidos de guerrilleros y fusilados para luego presentarlos como dados de baja en encarnizados combates por parte de los «héroes de la patriaaa», y así mostrar por los medios de comunicación familiar que se estaba ganando eficientemente la guerra.
A pesar de todo, Buenos Aires bien vale una misa. ¿Cuándo lo volveré a ver?
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