A los 14 años ya combatía junto al Che Guevara y Fidel Castro en la Sierra Maestra. Luego del triunfo de la revolución, Guevara lo seleccionó para la misión internacionalista en el Congo para luego volver a luchar en el Cono Sur, en busca de la revolución continental. Tras la caída del Che en Bolivia, […]
A los 14 años ya combatía junto al Che Guevara y Fidel Castro en la Sierra Maestra. Luego del triunfo de la revolución, Guevara lo seleccionó para la misión internacionalista en el Congo para luego volver a luchar en el Cono Sur, en busca de la revolución continental. Tras la caída del Che en Bolivia, comanda el grupo que logra llegar a Chile superando el cerco de la CIA. De vuelta en Cuba, marcha nuevamente al Africa, donde combate en Angola contra el régimen racista de Sudáfrica. Por todo lo anterior, ha recibido la condecoración «Héroe de la República de Cuba». A sus 64 años es general de brigada de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), miembro del Partido Comunista Cubano, vicepresidente y secretario ejecutivo de la Dirección Nacional de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. Hablamos de Harry Antonio Villegas Tamayo, más conocido como «Pombo», su nombre de guerrillero, uno de los combatientes que acompañó a Ernesto Che Guevara durante trece años en diferentes escenarios de la lucha revolucionaria.
¿Cómo un niño pobre se convierte en guerrillero?
«Yo soy de origen campesino, de las estribaciones de la Sierra Maestra, donde comienza el proceso de la revolución cubana. Los jóvenes siempre tienen la inquietud de buscar nuevos horizontes y un sentido a la vida, aunque uno sea un humilde campesino. La atracción del proceso revolucionario nos fue llamando a incorporarnos. La misma revolución nos dio más elementos, más preparación, más cultura. Al tener una cultura política más amplia, te vas radicalizando».
¿A qué edad tomó por primera vez un arma y cuál fue su motivación?
«A los 14 años, en una célula de acción y sabotaje en un poblado chiquito de la Sierra Maestra. Nuestras acciones eran pintar consignas, poner banderas del Movimiento 26 de Julio, cortar la electricidad y otras acciones que iban creando efervescencia política y ayudando a la toma de conciencia del pueblo. Pero mi motivación era fundamentalmente contra el dictador Batista. Si te dijera que en esos momentos estaba luchando por el socialismo sería una mentira. Yo luchaba por la caída de la tiranía de Fulgencio Batista, que fue lo que motivó a los jóvenes cubanos. Después conocimos el programa del Moncada que tenía reivindicaciones como que la tierra fuera de quien la trabaja, erradicar el analfabetismo, trabajo para todos, abolir la discriminación racial y que las mujeres tuvieran igualdad de derechos con los hombres».
¿Era muy fuerte la discriminación racial en esa época?
«Sí, a pesar de que la esclavitud se derogó en 1868, realmente no se materializa hasta mucho después. El negro supuestamente era libre. Pero no había igualdad, ni de educación ni de cultura, y eso te segrega, porque no puedes desempeñarte como los blancos por no tener preparación. Seguías trabajando en un plano de servidumbre. Después, en la seudo república, se fue creando una forma metamorfoseada de esta discriminación. Pero siempre estaba latente que los negros se juntan con negros, los mulatos se juntan con mulatos y los blancos con los blancos. Y había lugares -como las plazas- que estaban divididos. La parte externa para negros y mulatos y la parte interior para los blancos. Ahora en Cuba ya no se dan estas manifestaciones brutales de racismo, pero se mantienen algunas muy sutiles».
¿Cuándo conoció al Che y a Fidel?
«Luego de algunas acciones, nos vimos obligados a subir a la Sierra Maestra. Allí tuve la suerte de caer en la columna del Che y Fidel, que ya eran símbolos para los cubanos. Yo tenía 14 años y el Che unos 27. El Che nos explicaba que la guerrilla tenía dos momentos estelares: uno, esporádico, era el combate y otro era la comida, que también era esporádica. Esos dos momentos le daban sentido a la vida del guerrillero. Para el Che, el guerrillero era un reformador social, no sólo un hombre que porta un arma, sino un hombre con un objetivo: cambiar la sociedad. Para él tenía gran importancia educar a la gente de su columna, que por lo general éramos campesinos y no teníamos una formación ideológica definida. El Che trataba por vías como lecturas comentadas, de irnos formando. Nos decía que la libertad se sustenta en un hombre pleno, un hombre culto, que domine las ciencias sociales y otros conocimientos».
¿Cómo es el día normal de un guerrillero?
«La guerrilla es una de las formas más difíciles y complejas de la guerra revolucionaria. Requiere de gran capacidad de sacrificio y tenacidad. Hay un momento en que uno tiene que renunciar a todas las comodidades de la civilización. Te conviertes en un animal de la montaña, y eso requiere convicciones muy fuertes. Por eso el Che decía que la guerrilla permite alcanzar el escalón más alto de la especie humana. En la primera fase tienes una vida nómade, eres muy débil y tienes que desconfiar de todo. Es una etapa de continuo movimiento, de estar vigilando, listo para combatir en cualquier momento, para romper el contacto con el enemigo. La guerrilla no debe dar batallas que no le convengan, por eso su táctica se denomina ‘muerde y huye’.
Luego hay un momento en que quien debe dominar el terreno eres tú. Eso es determinante. Hay que caminar mucho para conocer el terreno, saber si estás en un lugar firme y si viene el ejército, por dónde te puedes ir o cómo puedes sorprenderlo. Hay que ser muy hábil para dominar el terreno: buscar las ventajas, aprovechando la información y estar listo a desplazarte, caminar, tener disposición para no agotarse, porque el enemigo tiene posibilidades y ventajas como los helicópteros. Y la comida del guerrillero es muy escasa: sólo la que va apareciendo en el camino».
¿Dónde y cómo dormían?
«Cuando se monta un campamento, tienes que organizar la guardia con observadores en varios ángulos, para que no te sorprendan. Pero también depende de los jefes. Por ejemplo, el Che tendía a ser más sedentario, por las características de su enfermedad (asma). Entonces, buscaba lugares que fueran muy difíciles de acceder para el enemigo y organizaba avanzadas. Si el ejército llegaba, chocaba con esos pelotones y daba tiempo a reaccionar. Fidel, por el contrario, se movía todos los días y a toda hora. Por lo tanto, con él no sabías cuándo ibas a poder dormir, dependía de cómo estuviera pensando en ese momento. Si creía que tenía que moverse, así lo hacía y eso lo salvó un montón de veces.
En la invasión al occidente de la isla, por ejemplo, dormíamos dos o tres horas, prácticamente parados, porque traíamos detrás al ejército. Pero a veces nos quedábamos dormidos incluso cercados, cuando ya no dábamos más, porque la resistencia humana también tiene límite».
Che exigente y autocritico
En cuanto a la muerte del Che en Bolivia, usted ha señalado que no fue mérito del enemigo.
«Yo pienso que él pudo escapar. Pero traía un grupo de gente enferma que no se podía desplazar a la misma velocidad que él. Cuando el ejército comienza la persecución, decide pararse y dice a los enfermos que sigan. Entretanto el cerco se va cerrando. Sin embargo, los enfermos logran salir. O sea el enemigo fue más lento que los enfermos. A los que venían en la persecución directa, el Che los aguanta. Cuando él va a continuar, el cerco se cerró y entonces se produce el enfrentamiento directo. Pero si él hubiese salido con los enfermos, se habría salvado. Fue por el factor moral, de no abandonar a los compañeros que lo habían seguido, que el Che cayó».
Se dice que el Che era muy crítico, muy exigente. Que incluso los obligaba a aprender otras lenguas, como el quechua…
«Es cierto. Pero el Che era fundamentalmente autocrítico. Esa inconformidad lo llevaba al constante perfeccionamiento. Por ejemplo, cuando estuvo dirigiendo la economía de Cuba, él consideraba que no lo podía hacer sin tener dominio absoluto de las matemáticas. Aunque tenía un buen nivel en eso, no se conformó y empezó a estudiar matemáticas superiores. En las cuestiones filosóficas tenía como norma leer, subrayar y luego comentar. Desde muy joven intentó escribir un diccionario filosófico, lo estuvo redactando pero no lo finalizaba nunca porque tenía una sed insaciable de perfeccionamiento. Quería que la gente a su alrededor se preparara para ser más útil. Quien tenía que dirigir la revolución, decía, era quien la había hecho. Por eso, había que preparar a la gente, dotarla de posibilidades culturales e intelectuales para que tuviera conciencia de por qué se hacían las cosas. Para el Che esto era fundamental. Como en Bolivia íbamos a actuar en una zona de cultura quechua, la mejor forma de llegar era a través de su idioma, aprender el quechua era determinante».
¿Alguna vez discutió con el Che?
«Muchas veces, pero nada grave. Una vez, durante la invasión al occidente de la isla, yo marchaba en la escolta como enlace. Tenía que moverme entre cinco pelotones y el Che determinó que no fuera a caballo hasta que sobrara uno. Pero los caballos no iban a sobrar nunca. Llegó un momento en que no aguanté el cansancio y me subí a las ancas del caballo de un compañero. Pero el caballo tropezó, yo caí, se me escapó un tiro y estábamos cercados por soldados. Entonces, el Che me mandó al ‘pelotón de los descamisados’, que era para la gente que cometía errores, cargando una olla de cocina más grande que yo, más mi equipo y tres o cuatro libros, porque teníamos una biblioteca ambulante. Todos los soldados llevaban libros que el Che distribuía. Mandé a decirle que ya tenía tres días en ese pelotón y él me respondió que quién me había dicho que el castigo eran tres días. Pero al cuarto me mandó a buscar. Se sentó conmigo y me explicó que yo había cometido una indisciplina que podía haber ocasionado la muerte del pelotón. Me dijo que era imprescindible que nada quedara impune, porque la impunidad crea elementos para que se vuelvan a repetir los errores. Y ustedes, chilenos, cuídense de dejar impunes a los que aquí asesinaron».
¿Qué le parece que la figura del Che se haya convertido en una especie de icono popular, incluso comercial?
«Yo pienso que no es un icono, él es un héroe, un ejemplo, un paradigma. Tenemos que lograr que no lo esquematicen. Sin embargo, pienso que en estos momentos la comercialización no es mala, porque logra que la gente sepa que hubo un Che Guevara, que simboliza al héroe. Quien se lo pone en el pecho en una polera, en algún momento va a tener inquietud por saber quién es, qué hizo, cómo lo hizo, qué representa. Se empieza por moda, sin saber de su altruismo, de su sacrificio. Pero en algún momento se irá al fondo del asunto. Los jóvenes chilenos que he podido contactar demuestran una gran admiración por alguien que fue capaz de darlo todo por el ser humano sin pedir nada a cambio».
La situacion tiene que reventar
¿Qué pasó con su ex compañero de revolución Daniel Alarcón (Benigno), otro sobreviviente de la guerrilla del Che?
«Se fue de Cuba en el marco de nuestras limitaciones económicas. El tenía una finquita, un buen trabajo, y lo más importante, el reconocimiento y cariño de nuestro pueblo. Pero, bueno, no le bastó con eso. Recuerdo que el Che hacía evaluaciones y en ellas decía que Benigno era simple, sin matices, sin dobleces y con problemas con la comida. En el fondo no era un revolucionario. Indiscutiblemente Benigno era una persona muy fuerte, muy útil abriendo trochas, era valiente en combate, pero también tenía problemas con la comida, a veces se robaba latas de comestibles. Si no estás dispuesto a pasar las necesidades que pasa nuestro pueblo, el estómago te lleva a buscar en otro lado, como Francia, donde está ahora, humillándose como ser humano yendo frente a la embajada cubana a protestar contra Fidel. Yo creo que en el fondo ni él mismo sabe por qué se fue. Lo han manipulado y le han hecho un libro, Vida y muerte de la revolución cubana, que es una grosera mentira, propaganda que han esquematizado los órganos de prensa internacional. Personalmente, me duele lo que pasó. Porque en varios momentos estuvimos juntos en la invasión desde la Sierra Maestra, después estuvimos en Bolivia, y todo esto me llevó a tener muchos vínculos con él, desde el punto de vista de la lucha, de la organización, del combate. Yo tenía confianza en él, por lo tanto me duele que nos haya traicionado a mí y a mi pueblo».
¿Concuerda usted con que Allende murió como debería haber vivido?
«Pienso que sí, por lo que he visto y hablado con muchos compañeros. Cuando Allende se percató que estaba realizando una transformación profunda y verdadera y que el enemigo no se lo iba a permitir, trató de reaccionar y crear condiciones para que el pueblo pudiera defenderse del golpismo, pero ya era tarde. Murió heroicamente, pero el golpe es la culminación de un proceso. Durante ese proceso Allende podía haber generado fuerzas para defenderse. Pienso que se confió mucho, porque si hubiese organizado la defensa, y hubiese llamado a las masas a salir a la calle con respaldo armado, podía haber ganado».
Usted ha dicho que mientras persistan las condiciones sociales que dieron origen a la lucha armada en los 60 hay posibilidad de que surja un movimiento revolucionario. Pero la desigualdad social y la pobreza aumentan y no se vislumbran nuevas revoluciones…
«Hoy los problemas son más grandes: hay más pobreza, más hambre, más analfabetismo. El continente de mayores desigualdades es América Latina. La distribución de la riqueza es muy desigual. Ustedes los chilenos tienen unos poquitos que tienen bienestar y que son la vitrina que quieren mostrar los norteamericanos para convencer al resto. Pero puedes estar seguro que no hay mal que sea eterno. En algún momento esto tiene que reventar por algún lado, y puede ser una gran explosión revolucionaria de los pueblos, porque ya no se trata de salvar sólo la independencia de un país, sino de salvar a la humanidad. Hay necesidad de controlar la depredación del planeta, las emanaciones de gases, los cambios climáticos, etc. Y llegará un momento en que la gente tendrá que volver a luchar».
Se dice que en Cuba no hay democracia…
«Primero hay que explicar bien qué es democracia. Porque democracia no son sólo elecciones y pluripartidismo. Democracia es el gobierno del pueblo. Los griegos tenían un concepto limitado de pueblo. Nosotros los cubanos tenemos un concepto muy amplio de pueblo. Son todos los ciudadanos que tienen derecho a voto, pero no tenemos pluripartidismo porque no lo concebimos así desde la lucha organizada por Martí. No tenemos por qué renunciar a nuestras raíces para complacer a algunos. El pluripartidismo nos produjo división, debilidad, y cuando ves el principio del imperio de dividir para vencer, te das cuenta que eso es lo que quieren los norteamericanos: que no haya nada que esté unido, sino varias partes para manipularlas como les dé la gana»