En las AFP, en las Isapres, en las Farmacias, en los Bancos, en la Universidades, en las Clínicas, en el Retail, en los Supermercados, en las Mineras, en las Forestales, en la Energía, en las Telecomunicaciones, en los Recursos Pesqueros y Marítimos, en fin, en todas las áreas de la economía y de la sociedad […]
En las AFP, en las Isapres, en las Farmacias, en los Bancos, en la Universidades, en las Clínicas, en el Retail, en los Supermercados, en las Mineras, en las Forestales, en la Energía, en las Telecomunicaciones, en los Recursos Pesqueros y Marítimos, en fin, en todas las áreas de la economía y de la sociedad se nos estafa, se nos asalta, se nos humilla.
Según las últimas encuestas, un 75% de los trabajadores percibe ingresos inferiores a los 350 mil pesos mensuales. Otro 15%, según una reciente investigación percibe ingresos que fluctúan entre los 350 mil y 1 millón 600 mil pesos brutos al mes. En este 15% se ubican los funcionarios públicos, los trabajadores de la minería, del sector financiero, del comercio, los profesores, los trabajadores de la salud municipalizada y privada, etc. Estos grupos socioeconómicos son los llamados «clase media». Hogares conformados en su mayoría por cuatro personas, muchos de ellos monoparentales donde las mujeres asumen como jefas de hogar. Este estrato altamente endeudado se ha hecho muy vulnerable a la estrategia abusiva de los empresarios.
Este 90% de los trabajadores crea la riqueza en Chile, el resto, un 5% cumple el papel de capataces (altas jefaturas y gerentes) y el otro 5%, el más rico, es una casta parasitaria que vive a costa de la mayoría de los chilenos.
La corrupción, un arma predilecta del empresariado criollo
El caso de La Polar es una muestra de la conducta empresarial, otro, el de las 3 cadenas farmacéuticas que luego de ser descubiertas en colusión y quedando en la más absoluta impunidad, sus dueños volvieron a la carga, esta vez, ocultando los productos genéricos para colocarse al servicio de los grandes laboratorios que son en definitiva quienes premian a vendedores, químicos farmacéuticos y médicos por la venta de los productos más caros. Es decir, una cadena de atropellos de las que son víctimas los enfermos. Estos dueños duermen tranquilos sabiendo que están estafando a personas enfermas y pobres. Lucran con la vida de los seres humanos.
Los empresarios chilenos en su gran mayoría han ido obteniendo su riqueza sobre la más absoluta ilegitimidad. La concentración escandalosa de la riqueza en pocas manos permite que nuestro país aparezca en el ranking de Forbes con cinco familias multimillonarias, superando a países ricos como Japón, Canadá y Australia.
¿Pero, qué es lo que ha hecho posible esta profunda desigualdad?
Son varios los factores: la institucionalidad política (Constitución Política, Sistema Binominal, etc.); el modelo de «desarrollo económico», que cifró en el mercado la herramienta de distribución del ingreso, despojando al Estado del rol tutelar de los derechos fundamentales de las personas y que permitió la concentración de la economía, eliminando de paso, la negociación colectiva como herramienta de redistribución del ingreso. Estos ejes esenciales, que en el caso económico, además, implicó la expropiación ilegítima del Sistema de Seguridad Social el año 1981, con que contaban los chilenos, para colocar el cuantioso ahorro previsional de propiedad de los trabajadores al servicio y empoderamiento de los grupos económicos. Estos hechos explican en parte la profunda desigualdad existente en Chile heredada de la Dictadura y que los gobiernos de la Concertación cautelaron, corrigieron y profundizaron.
Estos factores, a los que se suman la privatización de la Salud, de la Educación, de la Energía y un largo etcétera, requieren para su perpetuidad de un nuevo «hombre y mujer». Precisan de individuos carentes de derechos y para tal propósito es fundamental ir construyendo mediante toda una arquitectura institucional, diseñada por los grupos de poder y aplicada a través de las múltiples instituciones de que dispone el Estado para contar con personas acríticas, irreflexivas, competitivas, ambiciosas, movidas sólo por el afán de lucro, carentes de solidaridad. Esta nueva «moral» que se impone desde los poderosos, explica en parte, el porqué de tanta estafa, el porqué de tanto abuso. Lo que se intenta instalar es una «nueva moral» y, por tanto, un nuevo hombre y mujer, portadores de valores individuales, contrarios por esencia a lo colectivo.
Esta nueva moral que instalan los empresarios en Chile
Un parte considerable de los empresarios se declara católico, los más poderosos pertenecen al «Opus Dei» o a los «Legionarios de Cristo», ésta última congregación se ha hecho conocida por los abusos sexuales que han cometido sus máximas autoridades. Su «sacrosanta» moral, es decir, su conducta diaria, sus actos, consiste como mínimo en la asistencia a misa dominical, ahí exculpan su pecados. Algunos, han instalado en los bancos y grandes empresas, «capillas» para que los trabajadores se encomienden diariamente al más allá y se olviden de sus derechos terrenales. Su moral, o sea su costumbre, les hace «caritativos», dan limosna generosa a los mendigos, aportan principalmente mucho dinero al Hogar de Cristo y, privilegian ideológicamente en sus donaciones -que entre otras cosas descuentan de impuestos-, a instituciones vinculadas a su fe y a su ideología. Así por ejemplo, la Universidad de Los Andes, perteneciente al Opus Dei ha sido la más favorecida con estas donaciones, en desmedro de instituciones públicas como la Universidad de Chile, o sea donaciones con la plata de todos los chilenos.
Esta nueva moral instala en las grandes empresas la idea de que todos los trabajadores somos una «gran familia», trabajadores y, gerentes y accionistas, aunque en algunos bancos por ejemplo un trabajador respecto de un alto director reciba un ingreso 400 veces inferior. Se promueve la idea que es a través de la empresa, donde podemos conseguirlo todo, que de nada vale la organización colectiva de los trabajadores (sindicato). Esa idea tan propia del liberalismo, de que individualmente se puede conseguir y mejorar la situación personal, es contraria por el vértice a las concepciones humanistas y éticas que entienden que el «Ser Humano» es ante todo, persona y, que para alcanzar esa categoría, requiere y hace falta tener garantizados ciertos derechos esenciales que resultan imposibles de alcanzar y desarrollar en el campo individual, pues es la sociedad quien debe garantizarlos a través del Estado. Si el Estado está dominado mayoritariamente por instituciones pertenecientes a los grupos empresariales es claro que los derechos fundamentales no serán garantizados.
La necesidad de corromper
La actual conducta empresarial lo que oculta es la transgresión a principios fundantes de la sociedad chilena. En efecto, los chilenos hace algunas décadas éramos portadores de una ética irreprochable; en todos los planos. Por ejemplo, la «honradez», entendida como el acto de no apropiarse de aquello que no le pertenecía era un valor compartido por la gran mayoría de los chilenos. Especial importancia adquiría esta dimensión, si se trataba de un trabajador bancario o del sistema financiero, pues debía ser una persona con una alta probidad. Igual exigencia corría para el conjunto de trabajadores del sector público y privado. Y aunque los empresarios, nunca promovieron estos principios, en general, la sociedad de antaño estaba cubierta ante los delincuentes de «cuello y corbata». Existía una suerte de convención, un juicio social contra quien atentara contra este principio, principio que además, se fomentaba en la escuela, en la familia, desde niños.
La remuneración variable como arma de corrupción (los incentivos perversos)
¿Qué ocurre hoy? Los empresarios en todos los rubros, requieren para sus fines cambiar esta moral. Comenzaron cambiando ciertos principios de la esencia del capitalismo; traspasaron el riesgo del negocio y el costo del funcionamiento a los usuarios, a los clientes a los trabajadores. Por ejemplo, los estudiantes que trabajan empaquetando en los supermercados y en el Retail no reciben sueldo, viven de la propina de los clientes, son contratados por «fundaciones» que les cobran por trabajar y éstas les prestan el servicio a los Retail. No cuentan con previsión y los empresarios se desentienden de su salud, de sus accidentes laborales, en fin, se desligan de todo, sólo se preocupan de extraer su fuerza de trabajo, su humanidad.
Esta estrategia se ha ido instalando a través de una política denominada «meritocracia» que consiste fundamentalmente en que cada trabajador obtiene su remuneración a través de su «esfuerzo individual», por merito propio. Tanto en el sector privado como público, se trata de medir cada cierto tiempo a las personas y determinar si cumplen con ciertos objetivos, cuyos criterios y objetivos los determinan unilateralmente los altos ejecutivos, gerentes o directores de servicio, pasando a llevar aspectos valóricos importantes de la vida de los chilenos.
Así por ejemplo, en una Clínica Privada un médico deberá rendir en función de un estándar que los dueños de esa clínica establecieron. Entonces hará funcionar el «cronometro» y despachará a los pacientes, enfermos por cierto, a una velocidad impuesta por el dueño del negocio, atrás quedará el diagnóstico clínico (anamnesis). Poco importará el juramento hipocrático y el carácter ético de su disciplina y la responsabilidad ante el ser humano. Importará más si puede «atender» diez pacientes en diez minutos y, si además, puede otorgarles medicamentos cuyos laboratorios luego lo premiaran por los servicios prestados.
L as Farmacias chilenas cuyo número medido por habitantes es la más grande del mundo, pueden ubicarse en casi todas las esquinas más importantes de las ciudades del país. Acaparan todo, concentran el monopolio de los precios de los medicamentos operando como un verdadero cartel delictual contra las pequeñas farmacias de barrio. Se coluden con los laboratorios y obligan a los vendedores a transgredir la ética para vender productos que están acompañados de incentivos económicos y cuyo costo, en algunos casos es veinte veces más caro. La vergüenza y deterioro moral de estas prácticas se expresa en que un profesional de la talla de un Químico Farmacéutico deba transgredir aspectos esenciales de su ética para favorecer la avaricia del capital.
En síntesis, el médico, el químico farmacéutico y los vendedores son víctimas de la Industria Farmacéutica, algunas de ellas vinculadas con los bancos y fervientes devotos del Opus Deid.
Pero eso no es todo, en los Retail, en el Comercio y en los bancos, los directores de estas compañías y sus altos gerentes también aplican incentivos perversos. Se trata de contar con empleados cuyo sueldo es bajísimo, inferior al mínimo, y que a través de comisiones pueden ir mejorando sus ingresos.
En qué se ha convertido esta política remuneracional. En la estafa y abuso institucional.
Los Gerentes y Directores por cierto no lo reconocerán. Es por todo conocido que los créditos, por ejemplo, llevan aparejado seguros, y que una parte importante de las utilidades se obtienen por las comisiones y por las tasas usureras que se cobran. Las famosas ventas atadas no pasó de ser una mera propaganda, pues en la práctica se continúa operando de la misma forma. Las cientos de denuncias de falsificaciones de repactaciones es una práctica habitual que transgrede la conducta de las personas honestas, debido a esta nueva moral: la de engañar, la de estafar.
La disyuntiva para los trabajadores que se extiende cada vez más es: engañar a los consumidores para conseguir metas y alcanzar una remuneración acorde y digna, o, mantener firmeza en los principios y terminar perdiendo el empleo.
A eso han llevado estos empresarios «modernos» la ética de la ciudadanía. «Códigos de Conducta» que instalan en todas las empresas transmitiendo un discurso de honestidad, pero, al mismo tiempo, presionando a los trabajadores por alcanzar resultados y objetivos al precio que sea, inclusive transgrediendo las propias normas que ellos mismos han creado.
La Corrupción a lo largo de la historia la acometen los poderosos, los ricos
Los últimos acontecimientos que llamaron la atención en la desigualdad con la que son tratados las personas, lo constituyen los movimientos huelguísticos donde los trabajadores demandan mejoras económicas y son tratados como verdaderos delincuentes. El caso de Konecta donde desesperadamente los trabajadores se tomaron la línea 5 del Metro, los esposaron como delincuentes, en contraposición a los ladrones de La Polar y de las Farmacias.
Ese es el Chile que se está construyendo.
La moral de los señores poderosos contra la gran mayoría de chilenos que debe comenzar a transgredir sus propios valores para dar paso a esta «nueva moral» de los empresarios que concentran todo el poder económico en detrimento de la inmensa mayoría que vive con salarios miserables. Esto explica porqué Chile es uno de los países más injustos del mundo.
Chile tiene 17 millones de habitantes un PIB de US$272.119 millones. Ingreso per cápita U$$15.000 y cinco multimillonarios.
Australia tiene 22 millones de habitantes un PIB US$1.585.964 millones. Ingreso per cápita US$68.916 y cuatro multimillonarios.
Canadá tiene 34 millones de habitantes un PIB de US$1.804.575 millones. Ingreso per cápita US$51.689 y tres multimillonarios.
Japón tiene 128 millones de habitantes un PIB US$5.980.997 millones. Ingreso per cápita US$46.973 y dos multimillonarios
A pesar de las inmensas diferencias entre estos cuatro países, Chile cuenta con más supermillonarios; con un porcentaje considerablemente mayor de pobreza; con la desigualdad más alta en distribución del ingreso y, la jornada laboral, que ayuda a entender el nivel de intensidad del trabajo, en esos tres países es inferior a las 39 horas semanales, en Chile es de 45 horas.
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