Cara visible del acto del 3 de octubre en homenaje a Miguel Enríquez (Santiago – Teetro Cariola), a la actriz Gloria Laso le gustaría representar en el escenario «la consecuencia de vida y generosidad» de quienes ella denomina «sobrevivientes en dignidad». Es un rasgo que reconoce «tanto en los compañeros vivos como en los que […]
Cara visible del acto del 3 de octubre en homenaje a Miguel Enríquez (Santiago – Teetro Cariola), a la actriz Gloria Laso le gustaría representar en el escenario «la consecuencia de vida y generosidad» de quienes ella denomina «sobrevivientes en dignidad». Es un rasgo que reconoce «tanto en los compañeros vivos como en los que murieron luchando por el derrocamiento de la dictadura».
Su función de presentadora se inscribe en un encuentro amplio en el Teatro Cariola en que se conmemoran 40 años de la caída en combate del líder del MIR y de todos los chilenos y chilenas que, con heroísmo, dieron su vida en la lucha por la libertad de Chile.
-¿Cómo surgen los héroes?
-«La dimensión del heroísmo la da la historia. Así ha pasado desde Cristo. Los héroes se aceptan y reconocen por el peso de lo que hicieron, por su valentía y consecuencia. En nuestro país hubo miles de chilenos heroicos, no sólo Miguel Enríquez y los miristas, sino otros seres anónimos que dieron su vida enfrentando a la dictadura, sin entregar a sus compañeros y que fueron asesinados, detenidos, torturados.
Pero no sólo la vida física fue lo que destruyó el golpe, sino el proyecto de vida de toda una generación. Muchos de quienes pasamos por las cárceles y el exilio, seguimos, pero con consecuencias de todo tipo. Conozco a tantas personas que murieron de un cáncer 30 años después, asociado a esa época. En el Medio Oriente, desde chico se está inmerso en un ambiente bélico, la vida se concibe de ese modo. Pero en Chile no era así, entonces cuando cae el tajo del golpe militar, las cicatrices quedan para siempre».
-¿Qué imagen tienes de Miguel Enríquez?
-«Guardando la distancia por el contexto histórico, siento que Miguel fue el equivalente de Manuel Rodríguez. Un hombre joven, inteligente y consecuente, con un concepto romántico de la vida y la lucha, impregnado de ideales, tal como era la generación de esa época. La revolución cubana y mayo ’68 de Francia, fueron influencias muy grandes.
Todas las generaciones de revolucionarios nacen pensando que van a cambiar el mundo. A mediados del siglo XX, como en el Renacimiento, se dio la posibilidad de construir un mundo que fuera más justo, mejor para todos. Fue una década con muchos cambios. Otro mundo era posible y había que tomar el cielo por asalto…
El MIR, a mi juicio, un poco romántica y voluntaristamente también, recogió esta semilla y la sembró lanzándola al viento, dispuestos sus militantes a dar la vida. Dar la vida en ese minuto por esa causa y en esa forma, es heroico. Y, sobre todo, generoso, si se considera cómo es el Chile de hoy, con los valores del modelo que la dictadura impuso a sangre y fuego: cabros de 20, 30 ó 33 años preocupados sólo del auto, del estatus, del éxito, la antítesis del modelo que impulsaba la juventud de los 60. Gente fuerte y combativa que, además, tenía ya diez años de experiencia en las luchas políticas y sociales. Ellos fueron capaces de sembrar sus sueños en su misma generación, lo que continúa teniendo enorme valor, aunque sus sueños hayan terminado en la pesadilla horrorosa del golpe».
Lucha y poder
-Desde los 90 ha sido ignorada esa lucha y esa generación…
-«Es parte de la tragedia. Chile es un país trágico desde su nacimiento. Hay un doble estándar. Sólo O’Higgins queda como símbolo de la Independencia… y ¿qué pasa con los Carrera, Rodríguez y otros, prácticamente borrados o eliminados de la historia que escriben los vencedores?
Es trágico que quienes pelearon contra la dictadura hayan sido muertos o ignorados y los que no pelearon se quedaran con el poder. Y pasa lo mismo en la derecha. Los civiles y militares que crearon la idea de matar y torturar hoy están millonarios, felices de la vida, mientras que algunos familiares de los uniformados que llevaron adelante esas ideas, cargan con el peso de la historia de sus padres asesinos y torturadores».
-Me refiero a la Concertación…
-«Los procesos históricos son muy largos y cuando uno está inmerso no puede tener una visión profunda a largo plazo.
De algún modo lo que hemos vivido está muy cerca y nuestra mirada es sesgada. Lo que pasó es tan trágico que uno queda vivo, pero dañado, sólo un reflejo de lo que era.
Quienes tienen el poder hoy son también sobrevivientes, están tan heridos como los otros, y ante el ‘sálvese quien pueda’, no tuvieron compasión ni análisis ni la hidalguía de decir ‘aquí están los compañeros heroicos que lucharon dando la vida para derrocar a la dictadura’. Para mí, estos 24 años de democracia, cuando se vean en la perspectiva de cien años o más, van a ser considerados como parte de la dictadura sin Pinochet, porque vivimos en el país que querían Pinochet, los Chicago Boy’s y EE.UU.».
Nuevas realidades
-¿Cómo ves el actual desarrollo cultural?
-«La cultura está inmersa en la política y en el concepto actual de país. Hasta 1973, el país que iba a cierta velocidad volvió a la estación de partida. En esa época, había cantautores, teatro, grupos artísticos por todas partes… Después del golpe, predominó la vida social en los diarios… Se volvió atrás y, en estos años, se ha tenido que luchar sólo para legitimar que el quehacer cultural nos transforma en trabajadores, no en ociosos ni locos chiflados… Hoy hay que instaurar la seriedad de ser artista. El artista es gente normal que se levanta temprano, que trabaja como perro, que gana poca plata, que entrega visiones del mundo… Todavía es un concepto en proceso. Al menos hoy ya no te miran como raro por ser artista que trabaja en cultura».
-¿Y la llamada clase política?
-«La clase política posterior al golpe se parece a los veteranos del 79: los ponían al final del desfile… En Chile los políticos van detrás de las necesidades urgentes de la juventud, los estudiantes y las organizaciones sociales. Ojalá que una generación que tenga menos dolor y menos daño provocado por la dictadura se ponga a la vanguardia de los cambios.
Chile es un país con mucho miedo. Nos aferramos a pequeñas cuotas de poder, al auto que tenemos, a la casa que está endeudada, a la pega… Y se transa para defender todo eso, por miedo a perderlo, por miedo al rechazo, a no ser exitoso, a no ser querido, a ser pobre, a ser distinto, a estar solo, a no cumplir con el modelo de país que nos han metido en la cabeza. Y el miedo paraliza, invalida. Y eso hace negociar. La gente joven no tiene miedo y no transa. Es propio de la juventud y está bien que así sea».
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Historias clandestinas
AUTOBIOGRAFIA. Gloria Laso publicó en 2009 El río que fluía hacia arriba. Hija, nieta, bisnieta y tataranieta de militares, su familia incluye a su padre, Renato Laso Jarpa, coronel y a Juan Manuel Jarpa, comandante en jefe del ejército entre 1871-1875. Gloria Lazo fue detenida y torturada después del golpe de Estado y exiliada durante diez años.
TEATRO. Cienfuegos 39 aborda la clandestinidad en la vida política y cotidiana, con un hombre y una mujer que, sin conocerse, tienen que convivir clandestinamente, y que pese a existir una relación, no logran traspasar con éxito ese periodo tan difícil. «El heroísmo es una manera de pararse honestamente en la vida y ante uno mismo, en el día a día. El hombre nuevo que proponía el Che es rescatable, porque el ser humano debe evolucionar desde el alma para poder hacer los cambios en la sociedad. La obra no se exhibió con normalidad por el reclamo de propiedad intelectual, que fue rechazado, del dramaturgo Pierre Sauré, a quien le habíamos pasado el texto, basado en experiencias reales».
TELEVISION. En Volver a amar, es Blanca Hernández, una mujer que, producto de la violencia de su pareja y su mala situación económica, entrega en adopción a un hijo.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 813, 19 de septiembre, 2014