El trágico episodio que acabó con 15 personas muertas en Ceuta ha venido acompañado por un esperpento comunicativo por parte de las autoridades estatales en materia de seguridad, que han ofrecido versiones repletas de contradicciones entre si. Todo acompañado por una campaña mediática que se esfuerza en presentar a las personas migrantes como hordas violentas. […]
El trágico episodio que acabó con 15 personas muertas en Ceuta ha venido acompañado por un esperpento comunicativo por parte de las autoridades estatales en materia de seguridad, que han ofrecido versiones repletas de contradicciones entre si. Todo acompañado por una campaña mediática que se esfuerza en presentar a las personas migrantes como hordas violentas.
El mismo 6 de febrero, apenas dos horas después del intento de entrada en Ceuta por parte de un grupo de personas, la Delegación del Gobierno español en la ciudad africana informaba: «En ningún caso ha intervenido la Guardia Civil, el salto ha sido repelido por las autoridades marroquíes». Unas horas más tarde, el gabinete de prensa de la Guardia Civil corregía la información: «Se ha utilizado material antidisturbios en el paso fronterizo (…), siempre en tierra y nunca al mar». Al día siguiente, el director general del instituto armado, Arsenio Fernández Mesa, insistía en esta versión al asegurar que «pelotas de goma, en la mar, no». Una semana más tarde, el 13 de febrero, el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, enmendaba a su subordinado, asegurando que «la zona de impacto (de las pelotas de goma) siempre correspondió a aguas españolas».
No es más que una de las numerosas contradicciones en las que han incurrido los diversos estamentos de la autoridad estatal a la hora de explicar los hechos del 6 de febrero. Unas contradicciones solo explicables por el afán de ocultar una realidad que, sin embargo, poco a poco va aflorando a la superficie gracias a los testimonios de los hechos y a los vídeos grabados por algunos de ellos.
Otro ejemplo evidente es el de la polémica sobre si las personas que trataron de cruzar la frontera pisaron suelo español o no. El 8 febrero Fernández Mesa aseguró que «ningún inmigrante pisó suelo español». El vídeo adjuntado a continuación puso sobre la mesa la flagrante mentira del director de la Guardia Civil, por lo que, en su comparecencia parlamentaria, Fernández Díaz no tuvo más remedio que volver a corregir la versión oficial y asegurar que «23 personas llegaron a la parte española de la playa, algunos auxiliados por la Guardia Civil, momento en el que de forma inmediata fueron rechazados y se hicieron cargo de ellos las fuerzas marroquíes». Dos apuntes: el vídeo no muestra en ningún momento el supuesto auxilio de los uniformados, y las palabras del ministro confirmaron la devolución de personas migradas sin expediente administrativo ninguno, algo que viola la normativa española y europea.
Las correcciones de Fernández Díaz a su subordinado fueron unas cuantas más -sobre el uso de flotadores, por ejemplo- algo que llevó al gabinete de prensa de la Guardia Civil a emitir una inusual nota de prensa con la que intentó acreditar la ausencia de contradicciones en las diversas versiones ofrecidas por Fernández Mesa. Un esperpento que llevó al propio ministro de Interior a contradecirse en una misma frase el pasado lunes, cuando habló de la muerte de «15 personas en Ceuta, perdón, formalmente ha sido en Marruecos».
30.000 violentos a la espera de asaltar la frontera
Paralelamente a las mil y una versiones ofrecidas por las autoridades españolas, las Fuerzas de Seguridad del Estado y el ministerio de Interior han ido tejiendo un discurso en el que la Guardia Civil pasa de verdugo a víctima. Sucede a la inversa con la persona que intenta cruzar la frontera. El mismo 6 de febrero, la Guardia Civil habló ya de que «el grupo de inmigrantes ha mostrado actitudes violentas». Declaraciones similares a las de Fernández Mesa, que lamentó que las ONG se preocupen solo por las personas migradas y no de las condiciones en que trabajan los uniformados. «Nunca lo han hecho y estamos esperando que alguna vez lo hagan», añadió indignado.
Toda esta puesta en escena, que evidentemente persigue la justificación de la actuación de la Guardia Civil y de medidas como las polémicas cuchillas en la valla fronteriza -así como una vuelta de tuerca a la Ley de Extranjería ya en camino-, vino acompañada por la publicación, por parte del gabinete de prensa del instituto armado, de un vídeo en el que se observa cómo gente del lado marroquí de la frontera lanza objetos supuestamente a las posiciones ocupadas por agentes uniformados. El vídeo dura casi tres minutos, de las que apenas unos pocos segundos muestran a personas lanzando objetos. Además, pese a que la Guardia Civil asegura que las imágenes son del mismo 6 de febrero, resulta evidente que el vídeo está editado, por lo que su fiabilidad resulta, cuando menos, cuestionable.
La Guardia Civil no tuvo más remedio que entregar el miércoles las grabaciones completas al juez que investiga el caso, y en el Congreso de los Diputados, el PSOE amenazó también ayer al Gobierno con una comisión de investigación si no hace públicas dichas grabaciones. No hay que descartar, por lo tanto, novedades en los próximos días.
Este hecho, unido a las constantes contradicciones en las versiones oficiales, no ha impedido que la mayoría de grandes medios de comunicación hayan comprado el mensaje lanzado por las autoridades. Y no hace falta remitirse a la prensa más afín al Gobierno español, ya que este mismo lunes, ‘El País’ abría la portada del diario con el titular «30.000 inmigrantes aguardan en Marruecos para saltar a Ceuta y Melilla». Toda la información provenía exclusivamente de un informe policial.
Los efectos de esta dinámica en el mismo lenguaje empleado resulta evidente: los migrantes no esperan, sino que ‘aguardan’; no hay personas que intentan cruzar la frontera hispano-marroquí, sino inmigrantes que ‘asaltan la valla’; algunos no intentan entrar en vehículos, sino que utilizan ‘coches-kamikaze’; y no hay gente de carne y hueso que busca un futuro mejor porque las desigualdades cada vez son mayores, sino simplemente, una ‘brutal presión migratoria’.
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