¿Transición energética justa cuando el grueso de la población no tiene con qué comer y menos le alcanza para pagar la progresiva y abultada tarifa de luz? ¿Transición energética justa cuando mueren de hambre nuestros hermanos wayuu sin ninguna posibilidad de participar en la productividad?
Que la transición energética sea justa es un deseo plausible, pero no deja de ser una ilusión si no va acompañada de una acción colectiva que demande mediante la acción organizada y movilizadora del pueblo guajiro el levantamiento de un pliego general de peticiones a negociar con el gobierno central, que haga de esta transición energética una vida menos traumática de la población. Esto lo escribí el 30 de noviembre del 2021, en un artículo llamado “Transición energética y miseria en La Guajira”
Aún lo sigo sosteniendo. No veo en la decisión de un gobierno que defiendo y que ayude a elegir como el actual, profundidad en su propuesta de transición energética “justa”, cuando no se toca un pelo de los codiciosos inversionistas en el avance de los proyectos de energía eólica en La Guajira, que han ocasionado perjuicios y nada de bienestar para la población wayuu.
Si el viento que atraviesa La Guajira, es el propicio para la generación de energía, pregunto: ¿Se vincula al territorio donde se genera la energía a la satisfacción de proveerse de esa energía? No. ¿Tiene tarifa energética preferencial el territorio guajiro? No. ¿Cuál es la tasa de empleo que genera la energía eólica, sobre todo en el sector wayuu? Casi nula, el sector minero genera apenas el 1%. ¿Qué de ventajoso es, no producir gases invernadero y no poner al ser humano como centro de vida de la generación energética? ¿Qué garantías tiene de industrializarse La Guajira con la transición energética? Así como va, ninguna.
La transición energética es justa cuando pone al centro de las decisiones a los habitantes de la población, a los obreros consecuentes; mientras los codiciosos del capital sigan amenazando a toda una nación y a un gobierno de llevarse su dinero, y lloremos implorándole su benevolencia, seguiremos siendo esclavos del capital.
Si un obrero me habla de transición energética justa, está aceptando lo que nos han vendido del Cerrejón “minería responsable”, es lo mismo, dicho con palabras distintas, eufemismos, efectos publicitarios, en fin, engaños. ¿Transición energética justa cuando el grueso de la población no tiene con qué comer y menos le alcanza para pagar la progresiva y abultada tarifa de luz? ¿Transición energética justa cuando mueren de hambre nuestros hermanos wayuu sin ninguna posibilidad de participar en la productividad? Transición energética justa cuando nuestros recursos naturales solo servirán para abultar la acumulación de capital en pocas manos extranjeras? La transición energética debe garantizar la posesión progresiva del Estado de todas las fuentes y estructuras levantadas en el territorio.
Si ellos tienen la tecnología y el capital, nosotros tenemos lo que ellos no tienen: los recursos naturales; hay que negociar en mejores términos, que ello sea la oportunidad del verdadero desarrollo humano, no aquel mentiroso y criminal “desarrollo sostenible”: desarrolla el hambre, la pobreza, la desigualdad, etc, es el retrato vivo de Latino América, África y Asia, donde el capital financiero solo ha dejado a una multitud de jóvenes sumido en el ostracismo de la exclusión social.
Me disculpan pero en lo concerniente al Código de Minas no encuentro la salida que de solución al problema, no va al grano; no es la modernización en sí, no hay sistema más moderno en materia minera que el del Cerrejón, ¿de que nos ha servido?, si a su alrededor hay miseria y atraso en la población? En el Código de Minas, se tiene que buscar a proceder como aquellos tiempos en que las salinas de Manaure eran explotadas directamente por los indígenas; hoy, salinas le podría comprar directamente la producción, un caso concreto de productividad y, vamos amainando el hambre y la sed.
El Código de Minas tendrá que especificar sobre las utilidades anuales de los proyectos generadores de energía limpia, donde deben participar como accionistas los wayuu, y distribuirlas de la manera que considere el Estado, para que llegue directamente a los beneficiarios. Diferentes a las regalías que han servido para generar un puñado de corruptos que en últimas, son los que se benefician y, además, no pagar impuestos las trasnacionales. Para tal fin iremos construyendo un Estado eficiente. Inclusión progresiva de los wayuu a un trabajo digno en el sector energético debe ser lo esencial, respeto absoluto a las tradiciones ancestrales, la transición energética debe garantizar la coexistencia pacífica entre los clanes y no promover las rencillas, como la han hecho hasta el momento.
Me llama la atención, como guajiros “ilustres” llaman al inmediato funcionamiento de los dos proyectos de interconexión para satisfacer la demanda nacional, sin mediar una clara política que atienda primero nuestras necesidades; pero los agentes del capital así actúan, sin ningún recato y sin pudicia.
Ya las fundaciones internacionales están jugando su papel de apaga fuegos mediante la financiación de proyectos que “ayuden” a morigerar la conducta de obreros y dirigentes de izquierda apaciguándolos con la llamada transición energética “justa”. La clase obrera no puede enmarañarse en el cuento de una transición chata.
Alberto Palmarrosa Inciarte: Economista
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.