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Presentación del libro "MIR: táctica y acción política", Escaparate Ed.

MIR: detrás de cada concepción política, una perspectiva desde los oprimidos

Fuentes: Rebelion

En primer lugar, agradezco la invitación a comentar este libro, del cual celebro que esté dedicado a compañeras combatientes. El rol de la mujer en las luchas populares siempre debe ser reivindicado. Quiero comenzar mi intervención haciendo una afirmación fundamental a la hora de acercarse al legado histórico del MIR: la que detrás de cada […]

En primer lugar, agradezco la invitación a comentar este libro, del cual celebro que esté dedicado a compañeras combatientes. El rol de la mujer en las luchas populares siempre debe ser reivindicado.

Quiero comenzar mi intervención haciendo una afirmación fundamental a la hora de acercarse al legado histórico del MIR: la que detrás de cada una de sus concepciones tácticas y estratégicas siempre hubo una definición ética principal, la de situarse siempre desde la perspectiva de los oprimidos, es decir, del lado de quienes han sufrido y sufren los embates de la historia. Esta definición primera encerraba necesariamente una segunda: la de la actualidad y vigencia de la revolución.

Esta opción y definición no sólo dice relación con el pensamiento y decisión de los fundadores del MIR, sino también con un legado histórico que esta organización encarnó. En efecto, el MIR no nace como resultado de la visión preclara de un puñado de iluminados sino que se forja en un largo y complejo proceso cuyos orígenes se remontan a la escisión que sufriera el Partido Comunista de Chile en 1933, de la cual surge la Izquierda Comunista, escisión que rompe con el estalinismo y con una concepción dogmática del quehacer revolucionario.

Pero también en el nacimiento del MIR confluyen segmentos del Partido Socialista, trotskistas, cristianos consecuentes y una pléyade de militantes herederos todos de las enseñanzas de la Guerra Civil Española y de la Revolución China.

Es también el resultado del importante impulso revolucionario del proceso cubano, que impactó fuertemente en todo el mundo, así como de la lucha antiimperialista del pueblo vietnamita. El MIR nace, pues, en un contexto mundial donde la revolución estaba a la orden del día.

Asimismo, el MIR encuentra sus lejanas raíces en el desarrollo de las luchas obreras de las oficinas salitreras del norte; uno de sus fundadores, nuestro compañero Bautista Van Schouwen, nació en la oficina salitrera de Peña Chica, al interior de Iquique, con ficha de nacimiento inscrita en Pozo Almonte, y compartió sus primeros años de vida con los hijos de los trabajadores.

La presencia de Clotario Blest en la fundación del MIR no es una mera casualidad; en don Clotario se encarna la herencia de luchas y combates de los sectores más conscientes de los trabajadores en nuestro país. Forman parte también del grupo de fundadores algunos representantes de las luchas de los pobladores y pobladoras.

Además, concurren a la fundación del MIR vertientes anarquistas y experiencias de luchas libertarias. Pocos saben de la admiración que sentían algunos de los fundadores del MIR por el líder anarquista español Buenaventura Durruti, quien el día viernes 17 de julio de 1925, a las 13:10 horas, junto con Francisco Ascaso y un anarquista chileno, llevaron a cabo la primera expropiación realizada en Chile, en la sucursal Matadero del Banco de Chile, ubicada en Franklin con San Diego, en su periplo por América Latina para reunir fondos para financiar la resistencia contra de la dictadura de Primo de Rivera en España, método de acción directa que luego el MIR y sus dirigentes reivindicarían, al menos durante un período. Ambos dirigentes, Durruti y Ascaso, morirían años después durante la Guerra Civil en España, combatiendo la contrarrevolución.

Otro aspecto importantísimo a destacar en la constitución y desarrollo del MIR es su concepción internacionalista de la lucha. Concepción que no sólo está plasmada en sus documentos y discursos sino de manera concreta y sistemática en su práctica cotidiana y de lo que puedo dar plena fe: en nuestro lugar de militancia – GPM8 – hubo trabajadores miristas norteamericanos (Fundición Libertad), bolivianos (Industria Carrocera 4 Ases), peruanos (Textil Hirmas), argentinos, uruguayos, belgas y españoles, y en otros lugares participaron suecos, brasileños y militantes de muy diversas nacionalidades.

Por otra parte, cabe consignar que el MIR nunca fue una organización acabada y esto porque la lucha de clases no es un fenómeno lineal ni puramente ascendente; es una realidad en permanente cambio y, consecuentemente, el MIR debió adaptarse, adecuar su táctica y organización a los diversos momentos y avatares de los distintos períodos y coyunturas, aunque muchas veces lo hizo con retraso.

En lo fundamental, el MIR fue un instrumento revolucionario de pensamiento y acción, generador de políticas y de diversas formas de organización concebidas para armar ideológica y prácticamente al conjunto del pueblo en su lucha por la conquista de una sociedad socialista, sin clases. Por ello, no es casual que desde un tiempo a esta parte se estén reeditando discursos, documentos, entrevistas, estudios y testimonios relacionados con el MIR. De alguna manera, el MIR representa hoy un referente, un ejemplo de organización de combate anticapitalista y el intento más acabado por construir en Chile una organización revolucionaria representativa de los intereses históricos de las grandes mayorías explotadas.

Hoy, más que nunca, el desafío sigue planteado.

En definitiva, el surgimiento, nacimiento y desarrollo del MIR fue producto de una necesidad imperiosa por parte de las clases explotadas por conformar y construir un colectivo ideológico, político, cultural y militar que fuese capaz de liderar y coordinar el conjunto de sus luchas. Pero este proceso no alcanzó a culminar, fue aniquilado en su transcurso, fue desbaratado en 1973 por una decisión que corresponde a la defensa estratégica del imperio americano y las clases dominantes locales. Esa necesidad de los explotados, de contar con uno o más instrumentos revolucionarios de coordinación y organización de sus luchas, está presente hoy en Chile. Es un desafío que se hace más imperioso y necesario cada día.

Hoy en Chile vemos que lenta, porfiada y complejamente resurgen y brotan las demandas populares – muchas veces de manera parcial, reivindicativa y por momentos con diversos grados de conciencia política-, que cuestionan el actual estado de cosas y apuntan a los causantes y sostenedores del sistema imperante. Vemos cómo sectores del pueblo ganan en conciencia y organización. La lucha del pueblo mapuche es un ejemplo de ello. ¿Pero podrá el pueblo mapuche solo llevar adelante su lucha anticapitalista, de recuperación territorial y autonomía?

La lucha de comunidades como Chiloé, Aysén, Freirina y otras demuestran también el inicio de un nuevo período de combates sociales, pero ningún sector por sí solo logrará avanzar de manera significativa ni podrá poner en jaque a las clases dominantes.

La clase obrera, pese a estar disminuida cuantitativamente, no ha dejado de existir, pero ha perdido incidencia y sus características actuales son distintas de las del proletariado clásico, pero no por ello deja de ser un sector importante y probablemente decisivo en la lucha popular.

Los estudiantes secundarios y universitarios constituyen también un detonante para emplazar a los actuales gobernantes respecto del estado de cosas; de hecho, han puesto a la orden del día temas que cuestionan al poder dominante y sus bases institucionales.

Sin embargo, todo esto es sólo el prólogo de lo que vendrá. Este proceso, que tenderá a agudizarse, lleva en su seno el germen de la conformación de nuevas organizaciones revolucionarias, porque sin ellas no es posible la coordinación, la unidad de las luchas populares y la construcción de tácticas para el logro del objetivo estratégico: cambiar radicalmente las bases económicas, políticas, sociales y culturales de nuestro país.

La fuerza y el poderío de las clases dominantes y sus resortes de dominio no podrán ser derrotadas sino mediante la construcción de una gigantesca fuerza social revolucionaria capaz de oponérseles en todos los frentes y en todos los ámbitos de lucha.

El legado del MIR debe ser rescatado, pero no de manera dogmática y acrítica, sino creativa y dinámica. Si bien sus dirigentes y militantes, cada uno de sus miembros, llevaron adelante con mucha honestidad un proyecto político cuya validez histórica es indesmentible, en su implementación se cometieron muchos errores, algunos de carácter grave:

– Sobreestimación de las propias fuerzas y subestimación de las fuerzas enemigas.

– Desarrollo de rasgos verticalistas de dirección para determinar las políticas y su implementación.

– Retraso para caracterizar y asumir concretamente las prioridades de cada período histórico y coyuntura.

– Lenta y deficiente socialización al interior de la organización de aquellas experiencias claves desarrolladas durante el proceso 1970-73. Por ejemplo, la del Complejo Maderero de Panguipulli, que comprometió a más de tres mil trabajadores y sus familias en un proceso de expropiación latifundista y autogestión revolucionaria del conjunto de las labores, entre otras, la de la fábrica de puertas y ventanas. Asimismo, la experiencia en la industria textil Hirmas, donde el MIR desarrolló un intenso trabajo político y social revolucionario, experiencias muchas veces desconocidas por el conjunto de la militancia.

– Deficiencias programáticas importantes que incidieron en la ausencia de políticas concretas orientadas al trabajo político-militar de masas, la cultura y otras – propias del contexto histórico, pero no por ello excusables-, como las temáticas de género, medioambientales y ecológicas.

No obstante, el legado más decisivo que el MIR deja a las nuevas y futuras generaciones es su herencia ética: su adhesión irrenunciable a compartir la suerte de los desposeídos, los explotados, los trabajadores, los pobres del campo y la ciudad, y su lucha consecuente por expropiar a los expropiadores y contruir una sociedad justa e igualitaria, libre de la explotación del hombre por el hombre.

No es casual, como se ve a diario, que todas las corrientes oportunistas comparten un mismo denominador común: no considerar jamás los acontecimientos desde el punto de vista de clase de los explotados. Hoy la opinión pública asiste al resquebrajamiento de la máscara institucional del sistema, la que deja al descubierto la corrupción y la servidumbre grotesca de los políticos de turno al poder económico. Ve que el pueblo de Chile sigue sufriendo las consecuencias del capitalismo salvaje impuesto hace más de 40 años por la dictadura militar que incrementa a nieveles obscenos el capital nacional y trasnacional, que la desigualdad económica y social de Chile es una de las más aberrantes del planeta, que las Fuerzas Armadas, perros guardianes de las clases dominantes, siguen recibiendo los recursos millonarios que les entrega la Ley Reservada del Cobre y que oficiales y suboficiales utilizan en beneficio propio, que los juicios a los empresarios que manipulan los precios terminan en nada… Mientras, la casta gobernante mantiene una fidelidad sin fallas a la Constitución de la dictadura, al código laboral, a la impunidad de los violadores de los DD.HH., y le niega recursos a la salud, la educación, las pensiones, los medios de comunicación independientes…

Sabemos que la toma de conciencia de esta realidad no basta por sí sola para conformar una situación de crisis revolucionaria del sistema porque para ello falta lo principal: la reconstrucción de un movimiento social unitario, amplio, que incluya a todas las fuerzas sociales dispuestas a alzarse contra el sistema que las explota, subyuga y marginaliza, impidiendo el desarrollo de su potencial humano. Éste es el desafío mayor y más urgente, una tarea que convoca a la necesaria unidad de todas las fracciones, grupos, colectivos e iniciativas revolucionarias y democráticas consecuentes del país.

Y al momento de elaborar un programa democrático y revolucionario habrá que pensar en la lucha por la constitución de un Gobierno de Salvación y Reconstrucción Revolucionaria de Chile, porque la catástrofe sistemática a la cual ha sido sometido el país mediante el extractivismo feroz de sus riquezas mineras, forestales y marítimas, pero principalmente de su riqueza humana, obligará a efectuar una transformación titánica de nuestra sociedad.

Quisiera pensar que así como un grupo de estudiantes y jóvenes ingresó a La Moneda, con humor, creatividad, alegría y audacia para notificar al actual gobierno respecto de la ofensiva estudiantil, sembrando el desconcierto entre las fuerzas represivas y los gobernantes. Dentro de poco tiempo debiera ser también el conjunto del pueblo y sus organizaciones sociales y políticas quienes notifiquen a las clases dominantes y a sus bedeles de turno que una nueva ofensiva está a las puertas no ya de la casa de gobierno, sino a las puertas de la historia del país, con la finalidad de convertir a Chile en un país donde todos tengan los mismos derechos y oportunidades para desarrollar tanto la vida colectiva como la personal, no sólo en condiciones de vida digna, sino también con entusiasmo y alegría.

En este sentido, creo oportuno proponer que hagamos nuestra la consigna de Rosa Luxemburgo, cuando dice que: nuestra lucha es por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.

Si me permiten, quisiera terminar con la lectura de un poema que resume mi intervención, poema dedicado a la memoria de Miguel Enríquez y de todas nuestras compañeras y compañeros caídos en la lucha por un mundo mejor:

PROFECÍA DE SANTA FE

 

Después

de la refriega

y antes

de saltar el muro

para enfrentar

la muerte,

supo

que no todo estaba

perdido

y que había una luz

titilando

al final del túnel

de la era

y supo que ese fuego

llegaría en manos

de los condenados

/de la tierra.

Recién entonces

avanzó

hacia la crisis

/de su destino.

 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.