No hay caso con los reaccionarios y derechistas. No tienen remedio. Resulta que el sonriente ministro Laurence Golborne, el de los 33 del norte, era gerente general responsable del holding Cencosud, del que es dueño Horst Paulmann -el que le canta a Ricardo Lagos- cuando se cometió el fraude por más de 2 mil 500 […]
No hay caso con los reaccionarios y derechistas. No tienen remedio. Resulta que el sonriente ministro Laurence Golborne, el de los 33 del norte, era gerente general responsable del holding Cencosud, del que es dueño Horst Paulmann -el que le canta a Ricardo Lagos- cuando se cometió el fraude por más de 2 mil 500 millones de pesos al internar como «víveres destinados a ayudar a las víctimas del terremoto y del maremoto» una enorme cantidad de mercaderías que en realidad llegaron para ser vendidas como cualquier otra, como efectivamente lo fueron. Eso establece el informe de la Contraloría tras una auditoría practicada a la Oficina de Emergencia. Nadie ha sido castigado. Piñera no le ha pedido la renuncia a nadie. Golborne dice que se trata sólo de «una diferente interpretación de los contratos». Tampoco la Onemi ni Cencosud han aclarado el tema del sobreprecio de las mediaguas destinadas a las víctimas que subieron de 480 mil pesos a 820 mil… No hay caso.
Otra más: a principios de enero un trabajador del Banco del Estado informó del escandaloso derroche de «regalos» que tuvieron los mandamases en la reciente Navidad. Se trata de la repartija entre 250 gerentes, subgerentes y ejecutivos de IPADS de Apple (tabletas electrónicas). Cada una vale más de medio millón de pesos ¿Qué opinarán la Contraloría y otros poderes del Estado, o los modestos clientes del banco, los que tienen allí sus libretitas de ahorro o los pequeños comerciantes a los que se les cobra usurarios intereses? Desde la dictadura se ha desnaturalizado lo esencial de un Banco del Estado, hasta su nombre, ahora «Banco Estado», preludio de una inminente privatización. La prensa «seria» no habla de estos temas.
Malos olores también en Investigaciones. Mientras ascienden a Héctor Silva, ex agente de la CNI, a jefe nacional contra robos y mientras recontratan al ex subcomisario Hugo Guzmán Rojas, condenado por Operación Albania, castigan al subcomisario Sandro Gaete, quien ha sido reconocido por su desempeño en las investigaciones de complejos y graves casos de violaciones a los derechos humanos. Estuvo a cargo de la detención del Mamo Contreras, de Paul Schaeffer, de Iturriaga Neumann y otros. Fue quien, junto a Abel Lizama, se opuso a la decisión del ex director Arturo Herrera de ayudar a un general de ejército, amigo suyo, para tratar de liberarlo de un proceso. Jueces, ministros, abogados y organizaciones de derechos humanos han expresado, privada o públicamente, su preocupación por el destierro de Sandro Gaete a Puerto Aysén. Se trata de una cobarde venganza política de los sectores más pinochetistas de la PDI. El funcionario ha sido víctima de burdos seguimientos, amenazas e intromisión en sus comunicaciones. Urgen los cambios, depurar las filas de la PDI de los nostálgicos de la bota militar. Una institución en que además el subdirector, Juan Baeza, fue miembro de la tristemente célebre Brigada de Asalto de tiempos de Pinochet.
Cerrando por ahora estos abusos de poder, están las recientes declaraciones del ministro de Defensa Jaime Ravinet, oscuro político que cambió por un ministerio su condición de demócratacristiano. Ha ofendido a la sociedad chilena en su conjunto, tanto a civiles como a militares, y son procedentes en su contra tanto una acusación constitucional como una acción penal por las ilícitas amenazas que contiene su prepotente advertencia de que, si se le exige que cumpla con trasparentar un sospechoso sobrepecio, las fuerzas armadas no volverán a cooperar en caso de calamidades de la naturaleza como terremotos o maremotos. Compromete el dañado prestigio de las fuerzas armadas y ni siquiera las consultó.
Este el país real. Pero también es real la justa rebeldía de los magallánicos, la indignación de los trabajadores de Caimanes, la movilización del pueblo mapuche, de los profesores, de los estudiantes, de los pescadores, en fin de los castigados por un sistema que hace agua por todos lados. Cada sucio manejo nos duele, nos provoca, pero nos incita a unir fuerzas para generar un gobierno totalmente distinto de los que soportamos desde el 11 de septiembre de 1973 hasta hoy.