Seguimos brindando argumentos para defendernos (nosotros y ustedes, lectores y lectoras) de la manipulación informativa a la que nos tienen acostumbrados los dueños del poder. La semana pasada publicamos una primera parte que desmentía mitos sobre el ELN, como: 1. «no tienen voluntad de paz», 2. «dilatan los tiempos», 3. «tienen una agenda abstracta», 4. […]
Seguimos brindando argumentos para defendernos (nosotros y ustedes, lectores y lectoras) de la manipulación informativa a la que nos tienen acostumbrados los dueños del poder.
La semana pasada publicamos una primera parte que desmentía mitos sobre el ELN, como: 1. «no tienen voluntad de paz», 2. «dilatan los tiempos», 3. «tienen una agenda abstracta», 4. «no van a dejar de secuestrar». En los grandes medios de des-información no suele haber espacios para el debate de ideas o, algo más elemental, para refutar mentiras. Por eso presentamos la segunda parte de «Mitos y Leyendas sobre el ELN»:
Cinco: «pretenden hacer la revolución en la mesa de negociación».
No es cierto que el ELN pida «solo» tres cosas (como se nos cuestiona con ironía): «lo político, lo económico y lo social». El ELN pide, eso sí, unas transformaciones mínimas y básicas para avanzar en el camino de la paz. No se trata de hacer la revolución en la Mesa, pero tampoco de renunciar en la lucha a cambio de nada para el pueblo. Además, no pedimos nada que no esté en la Constitución de 1991 o en un Estado decente, donde la noción de Estado social de derecho sea una realidad. Si a alguien la parece que discutir sobre la pobreza y la exclusión social es «hacer la revolución», entonces desde el Papa Francisco hasta Nelson Mandela deberían ser medidos con esa misma vara.
Seis: «la propuesta de participación no se entiende»
No es verdad que estemos planteando una asamblea de 49 millones de colombianos para, recién entonces, avanzar en los diálogos; o que solo invitamos a los sectores populares organizados a la participación. Lo hemos dicho en muchos medios, queremos que la participación de la sociedad involucre también a las grandes ciudades, a los empresarios grandes y pequeños, a los militares, a las iglesias, y a todas las expresiones sociales que quieran participar. Pero no somos nosotros los que le tenemos miedo a la participación. ¿Por qué insistimos en este punto? Porque una de las causas del conflicto es la exclusión política; si no se tocan, así sea mínimamente, dichas causas, la paz se reduciría al desarme de las insurgencias y no a los cambios sociales que el país espera.
Siete: «el ELN no tiene unidad interna»
Es cierto que somos una organización asamblearia, pero eso no nos hace una confederación. Hay una dirección y una política en la que se expresan todas las tendencias políticas y todas las regiones del país. Tenemos, como todo grupo humano, diferencias internas, pero podemos decir que nunca en nuestra historia la organización ha estado tan unida. Por eso, las órdenes que se han dado, desde la tregua unilateral con motivo del plebiscito de octubre de 2016 hasta la liberación de personas retenidas en Chocó o Catatumbo, han sido acatadas por las unidades del caso. Es más, la Delegación de Diálogos tiene en su composición a miembros de diferentes estructuras, incluyendo a alguna que se señala (como parte de la construcción malintencionada del mito), de estar separada del resto de la organización.
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