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Mofarse de Dios

Fuentes: Rebelión

Hay montones de chistes y caricaturas sobre Jesús, aun cuando la tolerancia y libertad de cara a la manifestación de opinión se recoge y acuña, también en los estados occidentales, con diferente intensidad y manera.  El caricaturista austriaco, Gerhard Haderer, fue condenado en su ausencia a seis meses de cárcel en enero del 2005 por […]


Hay montones de chistes y caricaturas sobre Jesús, aun cuando la tolerancia y libertad de cara a la manifestación de opinión se recoge y acuña, también en los estados occidentales, con diferente intensidad y manera. 

El caricaturista austriaco, Gerhard Haderer, fue condenado en su ausencia a seis meses de cárcel en enero del 2005 por un tribunal de Atenas por vulnerar la decencia pública y los sentimientos religiosos. La causa de la indignación en Grecia fue una tira del caricaturista mostrando a Jesús fumando marihuana y su paseo sobre las aguas del lago Genesaret un viaje en surf. La conferencia episcopal austriaca le acusó de poner en peligro los fundamentos de la democracia.

También en Alemania hubo un importante caso de «ultraje a Dios». Ocurrió hace 80 años y el pintor George Grosz tuvo que responder ante todas las instancias ordinarias de la jurisdicción alemana acusado de blasfemia. Uno de sus cuadros mostraba al Jesús agonizante con una máscara antigás. Todos los tribunales dictaminaron su culpabilidad, sólo el tribunal supremo de la República de Weimer le absolvió, si bien declaró el hecho como ultraje divino y ordenó la destrucción de los cuadros.

Günter Anders, nacido en 1902, soldado en la Primera Guerra Mundial a los 16 años; alumno de Husserl y Heidegger, ya en 1928 es uno de los más audaces denunciadores del hitlerismo y que cuando visita Auschwitz pronuncia aquellas palabras estremecedoras: «Si se me pregunta en qué día me avergoncé absolutamente, responderé: en esta tarde de verano cuando en Auschwitz estuve ante los montones de anteojos, de zapatos, de dentaduras postizas, de manojos de cabellos humanos, de maletas sin dueño. Porque allí tendrían que haber estado también mis anteojos, mis dientes, mis zapatos, mi maleta. Y me sentí -ya que no había sido un preso en Auschwitz porque me había salvado por casualidad- sí, me sentí un desertor». Pues bien, este hombre dirá:

«No fue por su participación en el movimiento dada, ni tampoco por los dibujos del Rostro de la clase dominante (desde ahora puesto en un plano de igualdad con los Desastres de Goya o los dibujos de Daumier para la Cencerrada) por lo que Grosz fue conocido o renombrado en los mayores círculos extra-artísticos, sino por el escándalo que suscitó su obra Crucificado con máscara de gas

No hace tanto la película «La pasión de Cristo» (2004) de Mel Gibson fue catalogada en declaración conjunta tanto de la Iglesia católica y protestante como por el Consejo central de los judíos de «favorecer la propaganda antisemita».

Hace un tiempo leí una reflexión sobre el tema del profesor y jurista alemán Heribert Prantl, que hoy resulta procedente. Decía:

El cabaretista Dieter Nuhr ha sido denunciado en el 2014 por mofarse del Islam. Pero el Corán, al igual que la Biblia, no está por encima de la constitución. En una democracia los creyentes tienen que soportar ironías y sarcasmos sobre su religión. Nuhr se ha mofado de una religión, del Islam. ¿No debe, no puede? Se recuerda la excitación y el revuelo alrededor del mundo, las protestas rabiosas y violentas que hace un par de años desataron y provocaron las caricaturas de Mahoma. ¡Por supuesto que Nuhr puede mofarse! Puede mofarse, incluso aun cuando lo hiciera de un modo más grosero que el que lo practica. La ironía y la mofa forman parte del cabaret y es parte de la ilustración; la mofa -también sobre una religión, sobre su líder y santón- forma parte de la libertad de opinión, es decir, es un derecho fundamental.

Hay que defender la ilustración frente a una interpretación de la religión que considera blasfemia el ejercicio de derechos fundamentales. Es verdad que la crítica a la religión y su mofa pueden herir y lesionar sentimientos religiosos. Pero la mera lesión de sentimientos no es punible. Y la criminalidad de la difamación hace tiempo que fue abolida. Es una característica del Estado moderno ilustrado oponerse a la presión de las religiones y teorías salvíficas, el de conformar un espacio público según sus convicciones y asentar sus principios sobre los derechos fundamentales.

También a un estado moderno corresponde proteger a las minorías. El Islam en Europa conforma una minoría religiosa potente, es una parte de Alemania; 150 mezquitas se alzan en las ciudades alemanas, sin contar las mezquitas en patios interiores. Según esto, ¿la protección de las minorías exige proteger a la menor más que a la mayor? O, con otras palabras, ¿Alá se siente más agraviado que el dios de los cristianos? ¿Penalmente está más necesitado de protección el Islam que el Cristianismo? El cabaretista Dieter Nuhr en su programa se burla del Islam y ha sido denunciado. ¿Hasta dónde puede llegar la sátira?

Las preguntas suenan un tanto absurdas, pero no las son. Cuando el derecho penal alemán reformuló en 1966 el ultraje divino, la denominada blasfemia, cometió un fallo. Quiso restringir más la penalidad de delitos contra dios y la religión, en el futuro no quería castigar la mera lesión de sentimientos religiosos. Por lo que unió la penalidad de la «injuria de declaraciones religiosas» a que esta injuria «sea adecuada, apta, para entorpecer la paz pública». Pero la formulación de la ley, aunque bien intencionada, conduce a un mal resultado: a depender de la militancia agresiva de los seguidores de la religión si un difamador contra dios y la religión debe ser o no penado.

El anterior papa, Benedicto -siendo cardenal de Munich- criticó acertadamente esta formulación como una invitación al derecho del más fuerte, del más agresivo. Su solicitud y ruego de que se conservase el antiguo parágrafo sobre la injuria divina era asimismo equivocado: con la antigua formulación se castigaba a todo aquel que «difamando a dios de manera injuriosa provocara escándalo». Pero los meros escándalos no pueden ni deben ser castigables porque nos pasaríamos el día castigando. Por lo demás, ¿no es mucho mayor escándalo que la mofa de dios el creer que un fiscal alemán tiene que proteger a su dios? ¿Pero de qué dios estamos hablando?

Hay que abolir todo derecho penal religioso. Hay que permitir cualquier crítica, cualquier mofa – el límite está en la instigación del pueblo. Debe ser castigado y penado quien estimula e incita al odio contra determinadas partes de la población. Eso sí es defensa del derecho penal de las minorías.

La sociedad marcada por el cristianismo tiene tras de sí una pelea de siglos en pro de la crítica religiosa, hasta que por fin la ha ido consiguiendo, como vemos más o menos dependiendo de países y culturas. Todavía la historia del arte del siglo XX está llena de casos litigiosos a este respecto, que se extienden desde George Grosz, que en 1928 pintó al Cristo en la cruz con una máscara antigás, con el lema «calla la boca y sirve», hasta las películas de Monty Python, Achternbusch, Scorsese, Mel Gibson… Los cristianos han aceptado que hay una disputa con su religión, que a muchos de ellos les disgusta, pero que la crítica y la mofa forman parte de una comunidad libre. También la mofa de dios es derecho del no creyente, y la paz del derecho no exige impedir esta crítica y esta mofa, al contrario exige soportarla. La disputa pacífica de tales conflictos es parte de la cultura ideal, dominante guía democrática. A esto se denomina ilustración. Y en las sociedades multiculturales resulta especialmente importante.

La cultura democrática exige entre otras cosas tolerancia, quizá mejor que tolerancia debiera decirse respeto. La integración se basa en el respeto entre sí. Este respeto no le priva a nadie de su religión ni de su toca o pañuelo en la cabeza, de sus costumbres vitales. Pero sí presupone que los libros sagrados no pueden estar por encima o en contra de la cultura democrática. Tampoco el Corán está por encima de la constitución.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.