Rafael Barrett, nacido en España y reconocido en Latinoamérica, ejerció una mirada anárquica y rebelde sobre la realidad
El dicho «uno es de donde pace y no de donde nace» toma un mayor, y peculiar, sentido en casos como el de Rafael Barrett, escritor habitualmente asumido como latinoamericano, más en concreto paraguayo, aunque en verdad hubiera nacido en Torrelavega (Cantabria) y hubiera pasado buena parte de su corta vida (falleció a los 36 años) en España. Esta confusión «identitaria» se debe a que su desarrollo y consolidación como escritor y periodista, dos aspectos indisolubles en él, tuvo lugar en el continente americano.
De familia adinerada, su agitada biografía empieza a fraguarse en su traslado a Madrid, donde se hará conocido por su compartimiento atribulado y típico de señorito «bon vivant», entre las que se incluyen un gran número de juergas pero también un contacto con la sociedad intelectual de la época, alternando con representantes de la generación del 98 como Valle-Inclán o Ramiro de Maeztu. Precisamente como consecuencia de su vida libertina y de un altercado con un aristócrata deberá huir hacia tierras americanas.
Tras un primer paso por Argentina será en Paraguay donde se asiente y se concentre en su escritura, principalmente en el ambiente periodístico, además de ir adquiriendo paulatinamente un claro compromiso ideológico con los más desfavorecidos. Es precisamente esta actitud la que le hace pasar por la cárcel y finalmente verse exiliado, primero a Brasil y luego a Uruguay, lugar de gran importancia en su vida tanto en la parte positiva, por el prestigio intelectual que adquiere, como en el lado más trágico al empeorar de la tuberculosis que en poco tiempo acabaría con su vida.
«Moralidaes actuales» es un libro, recuperado ahora por la editorial riojana «Pepitas de calabaza», que recopila alguno de sus artículos y escritos, todos ellos de escasa longitud y de estilos variados, que sirven como crisol de lo que supuso su pensamiento y actitud ante la vida. Él mismo fue el encargado de la recolección, orden y sentido de todo lo elegido, para nada aleatorio y perfectamente estructurado, alternando formas y contenidos.
A lo largo de las páginas deja en evidencia su pensamiento anarquista, construido más como oposición a la autoridad y cercanía con el explotado que como consecuencia de un engranaje político tal y como demuestra en, por ejemplo, «Buenos Aires». La forma de escribir de Rafael Barrett no es fácil ni directa, adscrito de alguna manera a la corriente modernista, sus textos cuidan el lenguaje y la ironía o un peculiar sentido del humor suele encubrir un mensaje que a la larga, y debido al carácter político o social de sus escritos, tiende a aparecer.
Es precisamente en textos como «El robo», «La justicia» o «La guillotina» donde arremete sin compasión contra las leyes, el estado y la forma de imponer su fuerza casi siempre en confrontación directa con los intereses de los más desfavorecidos, en propias palabras del autor «su misión es conservar el poder de los que lo gozan». Los dardos de Barrett no se dirigen sólo contra la forma que toma la política, el racismo («Los colmillos de la raza blanca»), el papel de los intelectuales («El intelectual») o la labor del periodismo («Psicología del periodismo») tampoco se salvan de su certera mirada.
La religión también tendrá su papel en el libro, en varios de sus escritos reflexiona sobre el tema y plantea unas creencias mucho más humanas y alejadas del boato y de la institucionalización de la fe. Pero quizás una de las ideas que con más fuerza y sentimiento se desprende de «Moralidades actuales» es la de plantear la necesidad de tener esperanza en el ser humano y en su labor de crear un mundo mejor, alejado de las viejas, aunque vigentes, leyes, tal y como refleja en «Lo viejo y lo nuevo» o en el texto final («La obra que salva»), de innegable belleza y que se resume en una de sus frases «de nosotros depende aumentar la hermosura del destino».
Precisamente es la triste paradoja que tiene que cargar la obra de Rafael Barrett, totalmente olvidada en su lugar de origen (España) aunque reconocida al otro lado del océano, como demuestra el homenaje celebrado el diciembre pasado en Paraguay con motivo del centenario de su fallecimiento. Heredero de la función corrosiva que otros escritores como Mariano José de Larra ejercieron con el periodismo, su mirada sobre la realidad además supuso un canto de rebeldía y libertad.
Fuente: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article21487