La muerte bajo torturas es uno de los peores crímenes y fue práctica común durante la dictadura. Una víctima de la tortura fue el académico de la Universidad Católica Jaime Ignacio Ossa Galdames, de 32 años, asesinado en Villa Grimaldi el 25 de octubre de 1975. A los autores del crimen la Corte Suprema les […]
La muerte bajo torturas es uno de los peores crímenes y fue práctica común durante la dictadura. Una víctima de la tortura fue el académico de la Universidad Católica Jaime Ignacio Ossa Galdames, de 32 años, asesinado en Villa Grimaldi el 25 de octubre de 1975. A los autores del crimen la Corte Suprema les confirmó las sentencias de primera y segunda instancia.
El profesor Ignacio Ossa fue detenido en el domicilio de sus padres, en La Cisterna. Hasta ahí llegó una camioneta Chevrolet C-10 conducida por Basclay Zapata, alias El Troglo, junto a Tulio Pereira, jefe operativo de la Agrupación Halcón 1 de la Dina, acompañados de tres agentes y una mujer, empleada civil de la Armada, Teresa del Carmen Osorio Navarro, esposa de Basclay Zapata.
Lo habían buscado en la Universidad Católica donde les proporcionaron los datos del domicilio de sus padres. El rector designado de la UC era Jorge Swett, y su jefe de gabinete, el ex diputado de la UDI, Carlos Bombal. El cardenal Jorge Medina ejercía como pro-Gran Canciller. En antecedentes judiciales sobre la desaparición de otro profesor de la UC, Juan Avalos Davinson, Carlos Bombal reconoció haber entregado los antecedentes de la víctima.
Guadalupe Ossa, hermana de Ignacio, señalaba en un recurso de amparo que pasadas las 9 de la mañana, «entraron sigilosa y repentinamente. En ese momento solo se encontraban mis padres y un joven que había llegado hace unas tres semanas. Su trato en todo momento fue extremadamente brutal; mi madre (Otilia Galdames) fue lanzada sobre un sillón, luego encañonada con una pistola, le botaron la comida que tenía preparada y mi padre (Oscar Ossa) fue amenazado y encañonado». Guadalupe Ossa falleció en 1999 sin ver justicia.
El joven era José Moya Raurich, miembro del comité central del MIR, de 22 años, a quien los agentes no esperaban encontrar. «En forma violenta los agentes de la Dina comenzaron a interrogarme, requiriendo mi identidad, atándome y tendiéndome en el piso», declaró más tarde.
Ignacio Ossa había salido a realizar sus actividades, entre ellas ser enlace de la dirección de MIR. Días antes, otra militante del MIR, Gabriela Salazar, había retirado desde un hotel un bolso de cuero. «No sabía de dónde ni qué venía allí. Me lo llevé así a mi casa», dijo. La Dina rastreaba Santiago intentando localizar puntos de contacto de los militantes de partidos que trabajaban en la resistencia clandestina. Para no despertar sospechas, Gabriela se vistió ese día como si fuera una persona que hacía labores domésticas: con un delantal. «Puse el bolso en una de esas bolsas con que una va a la feria, coloqué apio y en otra pan, y metí al fondo el bolso, tapado con el pan. Así lo entregué», señaló. Gabriela no conocía a Ignacio Ossa. «Me encontré con él en una calle, en Avenida República u otra de ese barrio. Intercambiamos un par de palabras y nada más. El me dijo: ‘¿Te puedo ayudar con las bolsas?’ Y yo se las pasé. Nos despedimos de un beso y se fue», expresó al recordar los hechos.
Ossa volvió a su domicilio. En el intertanto, llegaron más agentes de la Dina. Cuando regresó alrededor del mediodía, «se produjo un revuelo, porque se dieron cuenta que en el interior del bolso de cuero había dinero y documentación del MIR», declaró José Moya en la investigación judicial.
«Antes de romperlo -añadió Moya- abren el bolso, que era elegante, y sacan una caja metálica que venía con tabaco, una pipa, y cosas que lo acompañaban, para que no estuviera vacío. El barretín estaba entremedio de los cueros». En él había un envío de la solidaridad internacional con Chile. Ello motivó que comenzaran a interrogar y torturar en su propia casa al profesor Ossa. El hallazgo de dinero enloqueció a los agentes.
LA UNIDAD DE LITERATOS Y CARLOS DROGUETT
Juan Angel Urbina Cáceres, ex funcionario de la Policía de Investigaciones destinado a la Dina en julio de 1974, dijo en el proceso que «la principal preocupación de los jefes de los grupos operativos tales como Krassnoff y el mismo Moren Brito no era desarticular el MIR ni emprender acciones patrióticas para salvar a los chilenos, sino obtener utilidades de los operativos, apropiándose de las remesas que en dólares recibía la gente del MIR (…) Esta apropiación de los dólares quedaba de manifiesto por los vehículos en que se movilizaban Krassnoff, Moren Brito y otros, autos que para la época, eran costosos», puntualizó.
El arresto del académico Ignacio Ossa fue consecuencia de los sucesos ocurridos en una parcela de Malloco el 16 de octubre de 1975, donde escaparon el secretario general del MIR, Andrés Pascal Allende, el miembro de la comisión política, Nelson Gutiérrez y sus compañeras. En el lugar cayó el dirigente Dagoberto Pérez enfrentando a la Dina.
Ossa formaba parte de una unidad de intelectuales militantes del MIR en la Universidad Católica. Con ellos participaba el novelista y Premio Nacional de Literatura, Carlos Droguett.
EL DEPARTAMENTO BUZON DE VILLA OLIMPICA
Su tía Raquel Ossa ayudó a Ignacio permitiéndole utilizar su hogar para recibir comunicaciones. Uno de los correos clandestinos era Raúl Guillén, quien conoció a Ossa como «Pablo».
Guillén declaró: «Nos encontramos varias veces en la calle. Pese a la situación, nos unió una simpatía mutua de inmediato, éramos muy afines en muchas cosas además de nuestra militancia, así que aprovechábamos nuestros encuentros para hablar de poesía y literatura. Soñábamos con un Chile diferente (…) Dado que los puntos de contacto en la calle se estaban tornando peligrosos, Pablo me sugirió contactarnos a través de familiares que vivían en la Villa Olímpica, y entregar y recibir ‘barretines’ allí. Como forma de justificar mi presencia, me pidió hiciera clases de química a una joven, pues soy ingeniero químico», contó.
Esa joven era Rosa Reyes Ossa, prima de Ignacio, quien interpuso el 20 de junio de 2000 la querella número 130 contra Augusto Pinochet, Manuel Contreras y quienes resultaren responsables de la muerte de Ignacio Ossa. «Yo cursaba enseñanza media. Las veces que Ignacio iba a nuestro departamento a dejar o buscar los ‘barretines’, que consistían en paquetes, cajas de detergente u otros, también me hacía clases de castellano, hasta dos días antes de su detención», recuerda Rosa Reyes.
Pasadas las 15 horas del 20 de octubre, Ossa y Moya fueron sacados tapados con frazadas desde casa en La Cisterna, convertida en ratonera durante cinco días. Los prisioneros fueron trasladados al cuartel Terranova de la Dina. «Al descender escuché una voz que me llamaba por mi nombre político (Adrián) que utilizaba en el MIR. Con posterioridad me enteré que la persona que me llamó por este nombre fue Miguel Krassnoff, quien lo conocía por intermedio de un ex miembro del MIR, de apellido Schneider (Leonardo, fallecido en 2012), quien estaba recluido en dicho recinto y colaboraba con ese organismo», declaró Moya a la justicia.
«SE CAIA VOMITANDO»
Al día siguiente de la detención de Ossa y Moya, el 21 de octubre, el diario La Segunda titulaba la detención de «un importante dirigente del MIR» y se refería al trabajo de la dirección exterior de ese movimiento.
En Villa Grimaldi, Ossa y Moya fueron torturados por Krassnoff, Pereira, Zapata y Marcelo Moren Brito, reveló en la investigación el médico Patricio Bustos. «Fue salvajemente torturado y las veces que pude verlo estaba realmente muy mal, después que le habían aplicado en grado superior la tortura, colgado de unos árboles. Luego lo vi, traído por dos guardias, desnudo, con su camisa ensangrentada y la última vez, no podía sostenerse y se caía vomitando sin parar», declaró Delia Veraguas Segura.
En Villa Grimaldi se encontraba detenido el historiador Gabriel Salazar. Patricio Bustos precisó: «Moya en La Torre, donde permaneció varios días, y Salazar y Ossa en la parrilla. Los vi ser conducidos a esa pieza, oi sus gritos y los recibí en muy malas condiciones, a veces apenas podían caminar. En una ocasión, ya oscurecido, golpeé el portón de la pieza grande y llamé a los guardias, a quienes dije que debían darse cuenta que Ignacio estaba muy mal, que la tortura le estaba afectando mucho y que podía morir de algún problema al corazón. Ossa era grande y corpulento, se quejaba de dolor precordial (al pecho) cada vez más intenso producto de las torturas».
«SE NOS FUE CORTADO», GRITABAN LOS AGENTES
Gabriel Salazar vio al profesor Ossa y habló con él. «Estaba en muy malas condiciones, tenía problemas para respirar, jadeaba mucho, como si tuviera asma. Al día siguiente nos volvieron a torturar juntos. A mi me amarraron en el catre metálico de abajo y a Ossa en el de arriba», relató.
Otro prisionero, Alejandro Núñez Soto, señaló que Ossa estaba «en deplorables condiciones de salud. Nos decía que temía por su vida, ya que estaba seguro que lo iban a matar y que si nosotros lográbamos salir en libre plática, que se lo dijéramos a su familia. Estaba deshidratado y con hematomas en todo el cuerpo. Junto a otro detenido, Carlos Patricio Barrera Sánchez, lo pusimos sobre uno de los camarotes de la pieza y lo tranquilizamos, ya que estaba muy aterrorizado por lo que estaba ocurriendo».
«Se le notaba tremendamente afectado y desorientado. Recuerdo que llegó a tenderse en el camarote, ahí se quedó aferrado a un chaleco que tenía sobre su pecho (…) Se encontraba ensangrentado, tiritando y balbuceando ya que había sido muy golpeado en la cara, lo atendimos con Núñez Soto y lo trasladamos hasta una cama donde le limpiamos la cara», declaró Carlos Barrera en el tribunal.
«El 24 de octubre de 1975, toda la noche torturaron a un hombre, sentíamos sus gemidos, con posterioridad supe quién era, ya que me sacan de la pieza para ser trasladada a Cuatro Alamos; mientras esperaba parada en un pasillo, unos agentes gritaban que trajeran un médico porque al torturado le habían dado agua, y le había dado un paro cardiaco; uno de los torturadores le pregunta a otro que quién era, respondiendo que era Ossa Galdames», manifestó Selva Ivonne Hidalgo. En tanto, Barrera escuchó los mismos «gritos horribles de Ossa Galdames y al rato siento toda una conmoción entre los agentes y se comentaba ‘se nos fue cortado'».
ENCONTRADO EN EL SERVICIO MEDICO LEGAL
El 27 de octubre de 1975, el ministro del Interior, general César Raúl Benavides, respondió al recurso de amparo por Ignacio Ossa afirmando que el académico se encontraba en Cuatro Alamos. Desde ese momento su hermana Guadalupe Ossa comenzó a visitar ese centro de reclusión intentando inútilmente obtener información.
«El 10 de diciembre me llaman del Comité Pro Paz a fin de comunicarme que al ir a retirar un cadáver de la familia Gallardo Moreno, un auxiliar les habría dicho que en la madrugada habría visto el cadáver de mi hermano», dijo Guadalupe Ossa en su declaración a la Comisión Rettig.
En el Servicio Médico Legal no querían darle información, ni el certificado de defunción. Finalmente indicaron que el cuerpo había sido entregado al Cementerio General para su sepultura como NN. Un funcionario «me señaló que la orden era cremarlo y que por un problema de los hornos, que no estaban funcionando, se había enterrado». Al exhumarse el cuerpo lo encontraron boca abajo con señales evidentes de tortura.
El jefe de la Dina, Manuel Contreras, entregó la versión falsa de que Ossa se había lanzado a las ruedas de un vehículo en Avenida España. Carabineros mediante oficio indicó que no se había producido accidente alguno en ese lugar.
Ignacio Ossa impartía las cátedras de ciencias fónicas I y II y teatro hispanoamericano en el Instituto de Letras de la Universidad Católica. Sus ensayos, críticas literarias y poemas formaban parte de las publicaciones universitarias. Acababa de publicar y prologar, en editorial Nascimento, un estudio sobre la pieza teatral Como en Santiago de Daniel Barros Grez. Había firmado también un contrato para prologar obras de autores chilenos. Escribió un ensayo sobre la pieza Fulgor y muerte de Joaquín Murieta , de Pablo Neruda.
LAS CONDENAS
El agente Osvaldo Romo fue procesado y falleció. El director de la Dina, Manuel Contreras, y Marcelo Moren Brito fueron condenados en 2014 por el ministro Alejandro Solís a 10 y 20 años respectivamente. Pero ambos murieron.
Los agentes de la Dina responsables del asesinato de Ossa están encarcelados en el penal de Punta Peuco cumpliendo varias condenas. Miguel Krassnoff acumula 20 años, Basclay Zapata, 15 años y un día. Sus cómplices, Fernando Lauriani y Rolf Wenderoth, 5 años y un día.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 863, 28 de octubre 2016.