Murió Osvaldo Romo. Quizás el ser más detestable de los últimos cincuenta años de la historia de Chile. Surgió desde la nada por la traición y la delación y saltó al «estrellato» en la represión durante la dictadura. Aunque civil y de origen humilde, se codeó con los grandes de la DINA y tuvo don […]
Murió Osvaldo Romo. Quizás el ser más detestable de los últimos cincuenta años de la historia de Chile. Surgió desde la nada por la traición y la delación y saltó al «estrellato» en la represión durante la dictadura. Aunque civil y de origen humilde, se codeó con los grandes de la DINA y tuvo don de mando. Porque Romo sabía mucho. Conocía al revés y al derecho la historia y estructura del Movimiento de Izquierda Revolucionario, MIR, y su gente y eso le abrió las puertas del «éxito». El antiguo militante socialista y líder poblacional de Peñalolén durante el gobierno de Salvador Allende, tenía la llave del cuarto donde para la dictadura se escondía un tesoro: la información suficiente para golpear al MIR, uno de los enemigos más odiados por Pinochet y su régimen.
Los últimos meses transcurrieron para Romo en estado terminal, con una diabetes avanzada y progresiva que le fue deteriorando el organismo. La última semana permaneció sin conciencia en el hospital de la Penitenciaría de Santiago.
«Lo haría igual, y peor aún. Y no dejaría periquito vivo. ¡Todo el mundo pa’ la jaula! Ese fue un error de la DINA, yo se lo discutí hasta última hora a mi general (Manuel Contreras). ¡No deje a estas personas vivas!», fue lo que declaró en una entrevista en 1992, luego que regresó a Chile expulsado desde Brasil.
Después, ya preso en Chile, en los últimos años empezó a negar lo malo que fue y trató de acercarse a sus víctimas. A los muertos y a los vivos, buscando el perdón, pero siempre desde la dicotomía, admitiendo y negando.
Cómo Osvaldo Romo Mena, el «Guatón Romo», llegó desde la izquierda a convertirse, más que en un colaborador, en uno de los agentes más sanguinarios que violó mujeres y torturó de propia mano, nunca quedó muy claro. Pero así fue. Antes del golpe militar, desde el partido socialista emigró con la fracción que formó la Unión Socialista Popular (Usopo), de la que fue candidato a regidor y diputado.
En su historia quedó marcado el día que en el sector Nueva Habana de la población Lo Hermida, enfrentó a Allende por la muerte de un poblador.
Con la DINA Romo asestó golpes fundamentales a la estructura del MIR. Son decenas los miristas que detuvo y desaparecieron. En esta tarea contó con la ayuda insustituible de «La Flaca Alejandra», Marcia Merino Vega, mirista detenida que también traicionó a los suyos y se convirtió en una agente colaboradora.
No existe certeza de qué manera Romo se salió de la DINA para irse a Brasil el 16 de octubre de 1975. Lo claro es que no huyó y lo hizo con el permiso y apoyo de sus amos.
Un documento histórico
En enero de 2006 llegó a las manos de La Nación un documento que ahora con la muerte de Romo pasó a ser historia. Son cien páginas escritas por el mismísimo «Guatón» Romo, de puño y letra, con buena caligrafía pero de redacción y ortografía endiablada. Se trata de lo que Romo quiso que fuera la primera parte de sus memorias. En su edición del 26 de febrero de 2006, La Nación Domingo publicó la crónica «Romo, desde la tinieblas», basada en estos relatos.
«A mis amables lectores, debo dar inicio a este escrito con bastante cariño y devoción. Hoy yo llego a empañar los cristales de mi lente (sic) que son los que ayudan mi visión, esto es porque llego a las lágrimas de un hombre duro, pero que tengo a pesar de que me las quiera dar de lo que muchos me dijeron de mi que era duro pero hoy me pongo en posición de poder yo recordar (sic)». Así comienza su manuscrito.
Repite con insistencia que no fue malo y busca el perdón de sus ofendidos. Incluso les habla «desde el alma». Al relatar un episodio en que en Villa Grimaldi torturan y matan a los miristas Alejandro de la Barra Villarroel (El «Nano») y su esposa Ana María Puga Rojas, el ex agente escribió recordándolos: «Deben estar juntos en la otra vida. El Nano, en honor a la verdad, debe estar mirando la luna, y debe mirar a la Anita María pensando que está dormida, linda como una diosa».
Cuando, vencido por su enfermedad en los últimos años, Romo comenzó a colaborar con los jueces, el Ejército le quitó los 200 mil pesos mensuales que le daba, dinero que el ex agente enviaba a Brasil para su esposa Raquel González Chandía y sus cuatro hijas y un hijo.
El lastre del pasado
El mismo día que falleció Osvaldo Romo Mena, sin duda el agente que simboliza todo el horror represivo de la dictadura militar, el ministro de Defensa, José Goñi, anunció que en las próximas semanas el Ejército pondrá fin a los aportes «voluntarios» que los miembros de la institución castrense hacen mensualmente para financiar la defensa de aquellos ex uniformados que se encuentran procesados por violaciones a los derechos humanos.
El «descuento por planilla» que desde 1990 se le hace a todos los funcionarios del Ejército había sido fuertemente criticado por el senador Jaime Naranjo, porque «la mal entendida solidaridad» les impide «cuestionar los graves hechos por los cuales sus ‘camaradas’ están siendo procesador y condenados» y que impide al «Ejército como institución desprenderse del lastre de su pasado».
Además, Naranjo afirmó tener testimonios de oficiales que el aporte es obligatorio porque «no pueden oponerse por temor a represalias morales y administrativas». La muerte de Romo y el fin del aporte del Ejército a quienes cometieron delitos de lesa humanidad, permite vislumbrar un nuevo escenario en el ámbito de los derechos humanos.
La derecha, la gran ausente del funeralBajo la lluvia que afecta a la capital y sin la compañía de familiar alguno, amigos o ex compañeros en su paso por la tristemente celebre Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), fue sepultado esta mañana el ex agente Osvaldo Romo Mena, también conocido como «guatón» Romo.
Luego de pasar la noche en dependencias de una de las sucursales de la red funeraria del Hogar de Cristo, el féretro con el cuerpo de uno de los más feroces torturadores de la dictadura de Augusto Pinochet fue llevado en solitario sigilo hasta el Cementerio General.
Allí, una vez que un sacerdote ofició un breve acto religioso habitual para todo sepelio, fue dejado en el nicho 32 del patio 39 luego de la gestión en ese sentido efectuado por la Congregación de las Hermanas de la Caridad que ayer asumieron el retirao del cuerpo.
El director del campo santo de la comuna de Recoleta -en el norte de Santiago-, Tulio Guevara, de acuerdo a radio Cooperativa, comentó que en los varios años en que se ha mantenido a cargo del recinto el de hoy es el primer funeral que le tocó ver en que en que nadie asistió a despedir al fallecido.
Romo Mena, conocido por enfrentar numerosas causas por violaciones a los Derechos Humanos de opositores a la dictadura, falleció en el nosocomio penal pasadas las 4 de la madrugada de este miércoles puor una falal multisitémica.
Estaba detenido en ese recinto desde 1992, cuando fue extraditado desde Brasil a donde fue enviado de manera clandestina por los militares para protegerlo ante su rol protagónico en secuestros, violaciones, torturas y muertes, fundamentalmente de miembros del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) a quienes conoció durante la Unidada Popular cuando fue un destacatdo dirigente poblacional socialista.