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Muerte de Fidel Castro: Va cabalgando sobre una palma escrita

Fuentes: Rebelión

Dicen que murió Fidel y en Telesur hay una cadena televisada sobre las reacciones de la muerte de Fidel Castro Ruz. Yo no sé porque se atreven a decir que murió Fidel, y a derramar lágrimas que se deben de invertir para las verdaderas tragedias, no comprendo cómo se les ocurre decir que murió Fidel […]

Dicen que murió Fidel y en Telesur hay una cadena televisada sobre las reacciones de la muerte de Fidel Castro Ruz. Yo no sé porque se atreven a decir que murió Fidel, y a derramar lágrimas que se deben de invertir para las verdaderas tragedias, no comprendo cómo se les ocurre decir que murió Fidel Castro, y a pegar obituarios y requienes con consabidas muestras de resignación como si tratara de una pérdida irreparable, ni si quiera entiendo porque los diarios del mundo entero de derecha y de izquierda han malogrado sus espacios en primera plana que han sido embargados con la fotografía del joven revolucionario de la Isla Utopía que soñó Moro y Campanella.

En las calles de Miami los heresiarcas de la verdad celebran la muerte de un tirano que tuvo la osadía de sobornar a la Unesco para que pronunciara en los foros mundiales que la mejor educación y el acceso a la Salud en el mundo tenían en Cuba su paradigma. Este tirano que hablaba de más en discursos de 20 o 30 horas a favor de los pobres para quizás así acallar los siglos de silencios en que fueron sumergidos en los colonialismos. Este tirano que abrazó con generosidad el pluralismo de la diversidad racial, cuando los que hoy celebran su muerte que no son hortalizas porque hasta las zanahorias tienen corazón, eligieron a un monstruo que solo acepta a los inmigrantes como delincuentes genuinos y a los negros en café. Este tirano que abogaba por la salvación urgente del planeta, cuando los que hoy celebran que no son verdaderamente humanos porque es curiosa la amabilidad de la gente normal cuando estás muerto, eligieron a un depredador que jamás firmará los protocolos ambientales para dar un respirador artificial a los gemidos y a los gritos de auxilio de la madre tierra. Este tirano de una diminuta islita que incendió de esperanza los sueños de la humanidad cuando los que hoy celebran apoyaron y apoyan los embargos de esa horda de hunos calvinistas y anglicanos mercantilistas que venían en el MayFlower a anclarse en Plymouth Massachusetts y Nueva Inglaterra, y que hoy le rezan religiosamente al becerro de oro del mercado, de las fábricas y de los números torcidos del mundo de las finanzas.

Este acontecimiento de una muerte física no marca en las intrascendentes páginas del calendario gregoriano una fecha lúgubre, ni si su ocurrencia debe de compungir corazones. Ni la manida tragedia vislumbrar el horizonte de los latinoamericanos atados desde siempre a los imaginarios de la revolución cubana. Los que se mofan de la muerte del líder, y los que con corta visión y con una marcada ingenuidad lloran su muerte, los que preparan despedidas de pañuelos, los que alzan sus manos para decir adioses, los que sufren de verdadero dolor humano por su pérdida física, no pueden advertir que el que dicen que murió, si nació fue para quedarse para siempre en las caras esperanzas de los pobres del planeta, y para inocular por los siglos los dolores de cabeza y el paroxismo psiquiátrico a las oscilantes bonanzas de las bolsa de valores de los ricos del mundo y sus comparsas del grupo Bilderberg.

Los Discursos en la ONU por más tecnología que traten de borrar memorias para acallar indignaciones, ya han creado movimientos mundiales. Angola y Namibia es Fidel en la cara inocente de sus niños liberados de las absurdas muertes precoces. Sudáfrica es la sonrisa cómplice de Nelson Mandela agradeciendo al líder cubano por haber acabado con el Apartheid. Nicaragua disfruta de su seguridad y su armonía social, y la educación gratuita y la salud accesible para los más pobres, por la vida y obra de este gigante, que paradójicamente se educó con jesuitas inquisidores en la colonia y redimidos en el siglo XX, y con gallegos de sangre, y contempló desde su consciencia de privilegiado Homo Sapiens que las sociedades necesitaban una sacudida si precisaban sobrevivir al Armagedón social.

Venezuela navega en las cifras de la inversión social y se quitó el lastre de 60% de la pobreza extrema heredada de 600 siglos de colonialismo político y cultural por la influencia de ese aficionado al Baseball.

Ecuador en el ombligo de la tierra demostró que la tesis de Fidel en torno a quitarse la imposición de los organismos internacionales de crédito era posible, y hoy con una democracia acendrada y una ciudadanía protagónica le han cambiado la cara al país, como no lo hizo nadie en siglos de desesperanza.

Bolivia compuesta en su mayoría por población indígena ha comprendido que los discursos hueros de reservas culturales, son la soga oprobiosa que negaba la interpretación lúcida de José Carlos Mariátegui acerca de los eternos sujetos de explotación, y con Fidel comprendieron que el buen vivir se emparenta con la revolución social de una Isla que no tiene chatarra para comer, pero si el saludable alimento para vivir bien, y no ser víctima de los controles poblacionales por dietas de obesidad, que el ocio es la alternativa a la esclavitud del dinamo de las máquinas. Y que los libros son los amigos que nos acompañarán hasta nuestros últimos días.

Este padre hermoso nos enseñó que los fusiles se empuñan cuando las democracias y las tiranías se cierran al lenguaje, y atacan con represión militar el tierno sonido de las palabras. Este Aureliano Buendía sobrevivió a más de 600 atentados porque el Dios de los cristianos por primera vez mimetizó a los imperios que una sola hoja no cae sin su voluntad, y peor a un árbol que repartió sus frutos y sus enseñanzas a todas las jóvenes generaciones del planeta que hoy transitan las sendas de la dialéctica inyectados de utopías sociales, y que se aprestan para dar la batalla a la injusticia y a la exclusión porque la historia que antes discurría en los ríos de tintas de los mecenazgos, hoy ha sido arrebatada para absolver la vida de un hombre que ha mostrado que el socialismo, el bien común, la justicia social y la solidaridad humana son las únicas vías para salvar al planeta del extractivismo bestial, de las hordas de mercantilismo inhumano, de la polución exacerbada de productividad en serie que rentabiliza plusvalías de CO2 y metano que están colapsando los pulmones del planeta.

En países como Honduras hablar de Cuba siempre fue un Tabú. Desde niños nuestros padres nos contaban por la influencia de la prensa que Fidel Castro era la encarnación del mismísimo Satanás, y que para volver atea a su población les decía a los pioneritos cubanos que Dios no tenía ni tan siquiera el poder de darle confites. Pero Fidel se trasformó en la consciencia de cada hondureño, y hoy ya nadie habla de la Cuba de tiempos del Armagedón como lo proclamaron a los cuatro vientos las cruzadas de pastores evangélicos venidos del norte, cuando esta pequeña isla puso en aprietos el prestigio militar de los Estados Unidos con la crisis de los mísiles. Y para cambiar esta visión no se precisó prensa, trabajo ideológico, simplemente se necesitó que ese brazo de solidaridad humana cultivada en los valores sociales del régimen se haya convertido en un esfuerzo continental para asimilar las penurias de nuestro destino común latinoamericano.

Fidel facilitó becas para la formación en el campo de la medicina a muchos de nuestros compatriotas, y los frutos de esta instrucción humanista se han multiplicado en lugares donde no llegan los intereses lucrativos de muchos de los médicos formados en nuestras universidades. Pero Fidel no solo hizo eso por nuestro país, envió incluso médicos cubanos a nuestras selvas inhóspitas, y más de alguno murió trágicamente en el campo del deber, y para fortuna de los que no miramos por partida doble envió hospitales itinerantes para tratar con especialistas enfermedades de los ojos Y aunque más de algún político miope ha renegado públicamente de las relaciones humanitarias con este noble país, y se haya quejado infundadamente de su política en materia de derechos humanos, inobservando que en el nuestro hay ciudades y pueblos y campos de exterminios por hambre, y aunque le hemos inferido un puñal por la espalda en asuntos diplomáticos y de relaciones internacionales, Fidel entendió nuestro tercermundismo oficial, y no castigó al pueblo pobre de Honduras por los desafueros de sus mediocres gobernantes. Ayer el Presidente de Honduras recibió la noticia del regreso de los médicos cubanos expulsados en el Golpe de Estado. Por eso es que digo que Fidel nos ha abrió los ojos de dos formas. El pueblo de Honduras ahora ve claramente, y ve también como los cubanos, que no hay amor más grande que entregar la vida por los padecimientos de los demás. Por eso a los que gritan y vociferan que Fidel Castro ha muerto, les replico que no tienen oídos para escuchar sus pasos de gigante que siguen continuamente marcando con huellas indelebles de unicornio indomable nimbado donde la injusticia, el dolor, la esclavitud, la guerra, el hambre y la miseria requieran la presencia insobornable de este inocente quijote que si nació en pleno mediodía del siglo XX, fue para navegar a todo vapor en las caudalosas aguas dialécticas de los postreros siglos, y va cabalgando con su fiero trote sobre una palma escrita y sin distancias de los años resucita.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.