“La historia de la lucha de las mujeres trabajadoras por mejorar sus condiciones laborales y por una vida más digna es la historia de la lucha del proletariado por su liberación.”
Alejandra kollontai
La presencia del COVID-19 ha dejado en evidencia la crisis capitalista que vive el mundo entero. En Chile, el virus ha comprobado que el único jaguar es el carnívoro capitalismo que nos despedaza y en medio de este desierto el único oasis fue el alzamiento popular de octubre y las recientes protestas en las poblaciones más pobres de Santiago y de algunas regiones, como la luz de esperanza para por fin articularnos como clase trabajadora y ser nosotros y nosotras quienes despedacemos este capitalismo monopólico y patriarcal.
En medio de todas las medidas que los burgueses han tomado para seguir defiendo su sistema de dominación, explotación y opresión, hemos sido los y las pobres quienes hemos pagado los costos de esta crisis. No obstante sabemos que solo entre nosotros y nosotras nos ayudamos.
Hoy nuestra clase se encuentra sin trabajo y sin pan, lo que nos obliga a salir nuevamente a la calle a exigir dignidad y a volcarnos a la solidaridad de clase; vecinos y vecinas, trabajadores y trabajadoras han organizado espontáneamente ollas comunes, pues la consigna es clara: “Morir luchando, de hambre ni cagando”.
Las ollas comunes han recorrido distintas épocas en nuestro país, siendo inicialmente instrumento de denuncia, de huelga sindical o tomas de terreno, donde las protagonistas en toda época y lugar han sido mujeres trabajadoras, organizadas y conscientes que, transformaron el problema del hambre en una oportunidad de solidaridad, organización colectiva y de lucha.
El registro de las primeras ollas comunes en nuestro país se remonta a inicios del siglo XX, en las numerosas huelgas y paros que organizaron trabajadores del Salitre frente a sus paupérrimas condiciones de vida. Aquí nuestras compañeras tuvieron un importante rol, destacando a la compañera Teresa Flores, quien impulsó “La huelga de las cocinas apagadas” obligando a los hombres a ir al paro, pues como la cocina estaba a cargo de las mujeres, eran ellas quienes decidían cuando comenzaban las huelgas y así presionaban a sus esposos y demás trabajadores a sumarse a las movilizaciones.
Otro hito importante de ollas comunes se llevo a cabo en los años treinta, debido a la crisis mundial del año anterior. En esta instancia el gobierno de Alessandri instala las “ollas del pobre” para frenar el descontento y mantener el orden público. No obstante, en las incipientes poblaciones callampas las mujeres no se quedaron cruzada de brazos, ni tampoco aceptaron migajas del gobierno, pues la solución más estable y permanente para sobrevivir era la organización y el compartir de las ollas comunes.
Las ollas comunes y sus cocineras nunca se fueron, estaban con llama baja para volver a cocinar a fuego alto a fines de los 40´y se instala con fuerza y permanencia en la década de los 60´ cuando numerosas familias se encontraban en tomas de terreno para asentarse definitivamente en la cuidad, las mujeres asumen la labor de cocinar y alimentar al campamento como base del trabajo colectivo.
Es así como llegamos al recuerdo más reciente que tenemos como clase de las ollas comunes; década del 80. En plena dictadura cívico – militar, las mujeres fueron las que lideramos la resistencia tanto en la lucha por acabar con la dictadura, como en la lucha por los derechos humanos y en la realización de las ollas comunes frente al hambre y la cesantía. Hoy, a más de 30 años, nuevamente las mujeres son la primera línea de lucha contra el hambre del pueblo y la indiferencia del burgués.
Si bien la fuerte presencia femenina que encabezan las ollas comunes está profundamente ligada con el trabajo domestico que realizamos las mujeres impuesto por el capitalismo, no permitiremos que nuestro pueblo pase hambre, seguiremos organizando y organizándonos ante el hambre, la explotación y la dominación.
Ahora el llamado es a hacer cada vez más efectiva la solidaridad de clase con perspectiva feminista clasista, llamamos a los compañeros a apoyar a las mujeres que encabezan ollas comunes, a intercambiar roles en las ollas comunes y a no aumentar la doble explotación que sufrimos las mujeres, pues como clase trabajadora debemos terminar con las diferencias estereotipadas para construir el camino al socialismo y a la sociedad sin clase. Que el despertar también incluya corresponsabilidad en las tareas domesticas, como en las tareas que demanda el pueblo. Somos mujeres al servicio del pueblo y sabemos que debemos luchar en conjunto, hombres y mujeres, para acabar con el hambre, el patriarcado y el salvaje capitalismo.
Por pan, trabajo, salud y techo ¡Mujeres Trabajadoras a Luchar!
Yannina T. Vásquez es parte del Bloque de Organizaciones Populares