Era muy bella y tenía solo 23 años. Estudiaba Economía en la universidad. Se llamaba Muriel Dockendorff y era prima de quien hoy es ministro de la Presidencia del gobierno chileno. Fue arrestada en 1974 en su casa, arrancándola de brazos de su madre que clamó por saber adónde la conducirían los agentes secretos. Muriel […]
Era muy bella y tenía solo 23 años. Estudiaba Economía en la universidad. Se llamaba Muriel Dockendorff y era prima de quien hoy es ministro de la Presidencia del gobierno chileno. Fue arrestada en 1974 en su casa, arrancándola de brazos de su madre que clamó por saber adónde la conducirían los agentes secretos. Muriel se perdió en la espesa niebla de los detenidos que desaparecieron en los campos de concentración. Y como si hubiera intuido lo que iba a ocurrirle, escribió estas líneas a una amiga que también estaba arrestada en Cuatro Alamos: «Nos encontraremos a través de la niebla que despejaremos. No me olvides, camarada». También de 23 años y estudiante de Derecho de la Universidad de Chile era Cecilia Castro Salvadores. Fue arrestada en 1974, un año después del golpe militar. Era una de las mejores amigas de la ex canciller Soledad Alvear, ahora candidata a senadora por Santiago y una de las figuras políticas más relevantes del país. Alvear la ha recordado con dolor en muchos de sus discursos de campaña.
Muriel y Cecilia eran dos jóvenes chilenas, cultas e inquietas, soñaban con un mundo mejor y no habían cargado más armas que sus lápices para dibujar un Chile justo y solidario. Eso era todo y eso las hacía peligrosas. Pertenecer a un partido de izquierda y no rendir su conciencia ante el terror de la dictadura. No hubo tribunales. No hubo acusaciones ni derecho a defensa. Sabemos lo que hubo y no es necesario entrar en detalles para sentir escalofríos. Podríamos hasta rogar por un rápido disparo en la nuca, pero sabemos que la tortura se toma días y semanas que parecen eterna pesadilla hasta destruir a un ser humano. Muriel y Cecilia son dos de los 119 chilenos que sucumbieron en la llamada Operación Colombo, por la que el general Pinochet está siendo procesado en los tribunales chilenos. La mayor parte de las víctimas son jóvenes, menores de 30 años. Los 119 no tienen en común ni el partido político, ni la fecha de arresto, ni el campo de concentración. Su común denominador es una siniestra operación matemática que eligió 60 nombres para conformar una lista y 59 para otra, sumando 119 en una «acción de comunicaciones» que requirió del apoyo de la prensa derechista chilena -encabezada por El Mercurio- y el enlace de la agencia estadounidense UPI.
Los hechos son simples. La ONU presionaba a la dictadura chilena para que respetara los derechos humanos. La Iglesia Católica presentaba recursos de amparo por los prisioneros que no aparecían. Y el general Pinochet aceptó la propuesta de su jefe de inteligencia, el coronel Manuel Contreras. ¿En qué consistió la Operación Colombo? En inventar la noticia de que guerrilleros chilenos, infiltrados clandestinamente en Argentina, se habían enfrentado en una batalla por pugnas internas. Y el trágico saldo era de 119 muertos. Las listas fueron publicadas por dos revistas de única edición – la argentina Lea y la brasileña O´Dia- y la agencia UPI difundió la noticia que fue titular de portada de los diarios chilenos por varios días. Incluso el diario vespertino La Segunda -perteneciente a la cadena de El Mercurio- tituló «Exterminados como ratones».
Imagine por un momento que allí aparece el nombre de su hermano, de su padre, de su hijo. Imagine lo que ocurrió con los padres de Muriel y de Cecilia. Las listas se publicaron hace 30 años y demás está decir que nunca aparecieron los cuerpos de los muertos en esa supuesta batalla.
El dolor de las familias ahora se alivia. Los jueces han decidido procesar al general Pinochet. No hay juicio aún para la prensa que colaboró en esta operación criminal. Pero ya va teniendo otro sentido el poema que la bella Muriel Dockendorff escribió en el campo de Cuatro Alamos: «Adiós, compañero,/ será hasta siempre o nunca/ o quizás no será/ Te vas a cualquier parte/ donde haya que luchar/ Lanzar el grito/ y al pueblo despertar/ A construir un mundo nuevo/ donde exista igualdad».
Patricia Verdugo es Periodista. Es autora de «Los zarpazos del Puma», entre otros libros.