Rodeada de sus familiares más cercanos, la destacada artista visual Carmen Silva falleció la madrugada del lunes en el Hospital José Joaquín Aguirre de una insuficiencia respiratoria a raíz de una bronconeumonía que se le presentó, estando internada en dicho recinto para tratarse de la anemia aplástica que la aquejaba. En abril de 2008 se […]
Rodeada de sus familiares más cercanos, la destacada artista visual Carmen Silva falleció la madrugada del lunes en el Hospital José Joaquín Aguirre de una insuficiencia respiratoria a raíz de una bronconeumonía que se le presentó, estando internada en dicho recinto para tratarse de la anemia aplástica que la aquejaba.
En abril de 2008 se le diagnosticó esta especie de leucemia y desde esa fecha siempre estuvo internada en recintos asistenciales. «Ella nunca volvió a su casa», cuenta su hija Carmen Daskam
El día antes de su muerte, Carmen Silva emanaba el optimismo que la caracterizaba. Pese a que se iba apagando paulatinamente y sin poder hablar, pidió papel y lápiz para escribir «¿cuál es mi diagnóstico?», siempre con la esperanza de que iba a volver a pintar, hacer clases, exponer y ayudar al prójimo, lo que tanto amaba.
Esta mujer amante de la vida, que pese a estar en un frío cuarto de hospital decía que nunca había que perder el glamour, llenaba de alegría a todo aquel que la iba a visitar: «recuerdo que una vez me dijo que nos asomáramos a la ventana y viéramos la puesta de sol y de un momento a otro todos los que estábamos en la pieza terminamos mirando la puesta de sol, fue algo de otro mundo. Ella decía ‘mira que bello está el cerro, mira los chorros de amor que me llegan'», dice su amiga y pintora Gloria Paillás.
Teresa de Calcuta
Consecuente con sus ideas de izquierda, fue una socialista con todas sus letras: «era socialista pero de verdad. Si ella tenía un pan lo daba al más necesitado quedándose ella sin comer», recuerda Paillás. Agrega que tenía varios niños adoptivos: los chicos que vivían en las calles. «Ella les llevaba comida caliente y les daba clases de pintura. Incluso a veces le decían Teresa de Calcuta».
Su pintura también fue contestataria, plasmaba en sus cuadros al mendigo de la calle, la violencia de la guerra, todo lo que veía a su alrededor lo pintaba.
Madre de tres hijos (Juan Pablo y Andrés Orrego -este último falleció hace dos años- de su primer matrimonio y Carmen Daskam de su segundas nupcias), tenía un corazón de oro. Vivía en una eterna utopía, de sueños, contándole a todo el que la rodeaba cosas lindas, pero lo que marcó su vida fue la muerte de uno de sus hijos por problemas de salud, lo que nunca demostró. «No lloró aunque la pena se la comía por dentro y nunca pidió ayuda, siempre demostraba felicidad», dice una de sus amigas.
También le afectó la partida de este mundo de la hija de Pablo de Rokha, la pintora Lukó De Rokha, quien falleció en mayo pasado.