Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Inspirada en su propia experiencia de víctima de abuso sexual, una reportera gráfica comenzó a documentar las víctimas y los autores.
Una niña intenta huir de la sala de reconocimiento antes de un examen médico forense. Un pariente de nueve años admitió que había hecho «juegos sexuales» con ella, más tarde se descubrió que él mismo había sido objeto de abusos. Ambos niños fueron enviados para asesoramiento. Clínica oso de peluche para niños maltratados, Johannesburgo, marzo de 2003 [Mariella Furrer]
«No hay mayor dolor que llevar una historia no contada dentro de ti» (Maya Angelou)
Cuando yo tenía unos cinco años un desconocido abusó de mi sexualmente. No creo que a esa edad entendiera realmente qué me había sucedido. Pero de alguna manera sabía que estaba mal y me sentí culpable por dejar que el hombre me tocase.
Poco después se lo conté a mis padres. No puedo imaginar el peso que mi revelación debe haber tenido en ellos, el dolor y la rabia. Furiosos consigo mismos por no protegerme montaron en cólera ante el hombre por lo que me hizo y se enfurecieron con el mundo por permitir que eso sucediera a su pequeña hija.
El abuso sexual no pudo durar más de un par de minutos, pero afectó mi vida en formas que son difíciles de articular.
No creo que siendo un niño de cinco años realmente entiendas que has perdido algo cuando abusan de ti, pero sabes que algo cambió.
En realidad pierdes tu infancia, te arrebatan la inocencia y lo poco que queda de ese niño puro alguna vez, ahora se transforma en un ser sexual, un niño con un conocimiento de las cosas mucho antes de su tiempo.
A partir de ese momento las cosas fueron muy diferentes para mí. Empecé a cubrirme. Ya entrada en la adolescencia llevaba una camiseta cada vez que nadaba. Odiaba que los hombres me mirasen, me sentía incómoda. Atravesé una fase bulímica, odiaba mi cuerpo y la atención que atraía.
Me tomó mucho tiempo después de eso confiar en un hombre -o alguien- de nuevo.
My Piece of Sky (Mi pedazo de cielo) es el resultado de un viaje por el mundo del abuso sexual infantil.
Se centra en la crisis de Sudáfrica, un país que se enfrenta a una epidemia de abuso sexual infantil, aunque no es exclusiva entre los sudafricanos.
A través de fotografías, revistas, obras de arte y testimonios de las víctimas y abusadores, se ofrece una visión de un mundo de depravación, de horror absoluto, pero también de la increíble capacidad de recuperación y de los jóvenes sobrevivientes que luchan por reconstruir sus vidas.
Mi investigación comenzó en noviembre de 2002, cuando recibí un encargo de una revista femenina estadounidense de tomar fotografías para un artículo sobre violación infantil en Sudáfrica.
Fui a trabajar con la Unidad de Protección Infantil de Policía de Sudáfrica en Port Shepstone, una ciudad en el sureste del país. Sólo llevaba con ellos unos días, pero me quedé muy sorprendida por el número de niños involucrados y decidí continuar trabajando en el tema. Cuánto más investigaba, más creció el proyecto.
La mayor parte del material vino a través de la Clínica del Oso de Peluche, con sede en Johannesburgo, para niños maltratados y los servicios de policía de Sudáfrica. Otros contactos se realizaron a través de personas que trabajan en el campo de la protección y curación de la infancia.
Las jóvenes sobrevivientes están rodeados de activistas de los derechos del niño y oficiales de protección de los niños cuya prioridad absoluta es el bienestar de los niños. Me tomó largo tiempo ganar su confianza, pero una vez que la tuve, fui considerada una de ellos.
Hoy creo que soy una activista por los derechos y la protección de estos niños como cualquier otro y muchos agentes de policía y defensores de la protección infantil siguen siendo mis queridos amigos, al igual que muchos de los jóvenes sobrevivientes y sus familias.
Todas mis fotos y las entrevistas con los niños se hicieron con el consentimiento de su tutor o cuidador. Una vez que tuve el material siempre expliqué al niño (si era lo suficientemente grande para entender) que estaba trabajando en un proyecto sobre las cosas malas que la gente hace a los niños, que también me pasó a mí, y que yo realmente esperaba que un día, cuando la gente vea estas fotos y lea estas entrevistas quiera que esto no les ocurra a otros niños.
También les garanticé que nunca serían identificados en fotos o entrevistas.
Cuando se molesta o se viola a los niños estos pierden el control sobre lo que les está sucediendo a ellos y sus cuerpos, por lo que cuando se trabajaba con víctimas yo era muy cuidadosa acerca de devolverles el control nuevamente.
Me gustaba empezar por sentarme en el suelo en una esquina o en algún lugar apartado. Una vez en mi sitio me gustaba moverme muy poco. Tomaba unas pocas fotos, esperando a ver cómo respondían los niños ante la cámara. A menudo también me gustaba interactuar con ellos y convertirme en parte del equipo que trabajaba para consolarlos y hacer que se sientan seguros. Durante todo el proceso les decía que si en algún momento se sentían incómodos conmigo o con mi cámara me detendría.
Estando unos pocos años en el proyecto, decidí que necesitaba más que la fotografía para contar esta historia. Tenía curiosidad por saber más sobre el abuso sexual infantil; su impacto en los sobrevivientes, sus familias, la policía, los abogados, y tratar de entender lo que motivaba a los autores. Así que empecé a hacer entrevistas en profundidad.
No tenía una batería específica de preguntas durante las entrevistas. Formulaba preguntas basadas en el entrevistado, que me darían una mejor comprensión psicológica y emocional de sus vidas. Siempre empezaba mi entrevista pidiendo que me contasen su historia y que mientras hablaban me gustaría anotar todas las preguntas que venían a mi mente.
Una vez que terminaban su historia, les pedía más en profundidad haciendo preguntas personales relacionadas con la psicología detrás del trauma. ¿En qué estaban pensando cuando estaban pasando por el ataque? ¿Cómo les afectó a lo largo de su vida, emocional y sexualmente?
Cuando entrevisté a los autores, fue con el entendimiento de que mi Pedazo de cielo tomaría algún tiempo en completarse y que no serían identificados, a fin de no influir en los procesos judiciales pendientes.
Mis entrevistas con ellos estaban realmente motivadas por querer entender su infancia, cuándo comenzaron a sentirse atraídos por los niños, ya sea que abusasen o no, cómo escogían a sus víctimas y qué les hizo abusar de ellos.
Mi trabajo con los abusadores me sumió en una depresión muy profunda, pero no por las razones que usted podría pensar.
La verdad es que todos tenemos múltiples facetas de nuestra personalidad y estos autores no eran diferentes. Ellos abusaban de los niños, pero algunos de ellos eran divertidos, inteligentes, creativos y solidarios.
Después de asistir a sus sesiones de grupo durante varias semanas, uno de ellos me preguntó delante del grupo qué sentía por ellos ahora.
«¿Crees que somos todos monstruos?» No lo creo.
No podía tolerar en absoluto lo que habían hecho pero no los odio. Con este descubrimiento mi mundo en blanco y negro, del bien y del mal, se derrumbó sobre mí.
Después de todos estos años no soy la misma persona. No porque haya envejecido, sino porque he aprendido mucho, realmente demasiado.
El encuentro con estas personas y escuchar sus historias me ha llevado a los límites de mi existencia psicológica, emocional y espiritual. Me ha probado en formas que aún no he podido comprender y después de muchas de las entrevistas me tendía en mi piso durante horas, en estado de shock por lo que había oído.
Muchas veces he querido bloquear estas entrevistas y fotos y enterrarlas; pretender que nunca las había visto o escuchado.
Sólo un sentido de obligación con los que han compartido sus más profundos y oscuros secretos para que no vuelvan a suceder me ha impedido hacerlo.
El dibujo de un niño en la Clínica oso de peluche para niños maltratados en Johannesburgo. Abril de 2003. [Mariella Furrer]
Tinka Labuschagne, especialista en educación de alto nivel del Ministerio de Educación de Sudáfrica, consuela a una niña de 10 años que el día anterior había confiado a su maestra que su hermano y dos de sus amigos la obligaron a realizar sexo oral. Ella tenía graves problemas en los ojos, dolor de garganta, malestar vaginal y se sospecha que padece gonorrea. Thembisa, enero de 2006 [Mariella Furrer]
Las piernas heridas de Susanna. Iniciada en una secta satánica a los ocho años, 24 actualmente, sufre de trastorno de identidad disociativa (DID). Habiendo soportado abuso sexual ritual severo durante casi 18 años, desarrolló DID como un mecanismo de defensa y tiene más de 200 identidades diferentes, muchas de las cuales son de automutilación. Las iniciaciones implican muchas formas de abuso sexual, incluyendo con animales, violaciones en grupo y pornografía infantil. Diciembre de 2008 [Mariella Furrer]
Jennifer, de trece años, sentada en un coche de policía después de ser rescatada durante una incursión nocturna. Secuestrada en Durban, llevada a Johannesburgo y sometida al comercio sexual. Dijo que a pesar de que no estaba aún obligada a trabajar, sin embargo, el proxeneta y otro hombre la obligaron a beber y la violaron. Germistan, noviembre de 2004 [Mariella Furrer ]
El Inspector «Stroppie» Grobbelaar no sabe cómo decir a Anna Lesele, tía y madre adoptiva de Kamo de siete años, que el equipo de búsqueda no ha encontrado nada. Grobbelaar pasó por su casa todos los días para mantenerla informada. La búsqueda se prolongó durante un mes. Kamo nunca fue encontrado. Johannesburgo, diciembre de 2005 [Mariella Furrer]
El funeral de Sibongile Mokoena, de tres años, violada y asesinada el 8 de noviembre de 2003. Un conocido de la familia de 23 años de edad fue arrestado. Debido a la falta de fondos de la familia de Mokoena, una funeraria local donó el ataúd y pagó el funeral. Johannesburgo, 2003 [Mariella Furrer]
Un compañero de clase de Sheldean Human llora durante su funeral. Dos semanas después de su desaparición, el cuerpo de Sheldean fue encontrado después de la confesión de un hombre de 25 años. Abusaron sexualmente de ella y la asesinaron. Pretoria, marzo de 2007 [Mariella Furrer]
Lo anterior es el prólogo de My Piece of Sky de Mariella Furrer: Stories of Child Sexual Abuse. Para obtener más información sobre el libro, visite www.mypieceofsky.com
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.