La maestra Olivia González lleva 30 años dando clases en Cerro Navia, una de las comunas de la capital chilena donde más se concentra la contaminación atmosférica entre abril y agosto. Testigo directo de los efectos en la salud, es pesimista sobre el aire que respirará este año. «Todos los años, los estudiantes de la […]
La maestra Olivia González lleva 30 años dando clases en Cerro Navia, una de las comunas de la capital chilena donde más se concentra la contaminación atmosférica entre abril y agosto. Testigo directo de los efectos en la salud, es pesimista sobre el aire que respirará este año.
«Todos los años, los estudiantes de la escuela municipal donde trabajo presentan muchos dolores de cabeza y problemas respiratorios. Por ello faltan a clases constantemente y bajan su rendimiento», relata a Tierramérica González, de 51 años.
En 2008, la escuela debió suspender tres veces las clases de educación física al decretarse estado de preemergencia.
Maestras y familiares también sufren la contaminación, sobre todo la gente mayor, asegura González, quien se prepara para una nueva temporada gris.
En las últimas semanas renunciaron tres autoridades vinculadas al Plan de Prevención y Descontaminación Atmosférica (PPDA) de Santiago.
El 3 de este mes dimitió el «gerente del aire», Marcelo Mena, quien duró dos meses como asesor nacional en descontaminación. Su cargo fue creado para evitar que este año se repitieran los errores de pronóstico de 2008 en materia de esmog.
Mena arguyó «resistencias» a su labor en el aparato público, particularmente dentro de la Comisión Nacional del Medio Ambiente (Conama) de la región metropolitana. Le siguieron el director y el jefe de descontaminación atmosférica del organismo, Alejandro Smythe y Marcelo Fernández respectivamente.
Para la ministra del Medio Ambiente, Ana Lya Uriarte, esta situación obedece sólo a una «reorganización de los equipos regionales». Pero organizaciones ecologistas, parlamentarios y especialistas hablan de «crisis de la institucionalidad ambiental» y de «señales públicas negativas».
«Seremos extremadamente rigurosos en decretar los episodios críticos (alertas ambientales, preemergencias y emergencias) que sean necesarios. En ningún momento vamos a dudar que nuestro foco principal es la salud de la población», aseguró Jorge Lagos, reemplazante interino de Smythe.
Pero este año no se implementarán las propuestas formuladas en 2008 por un panel especializado convocado por el propio gobierno, que había sugerido la adopción de nuevos instrumentos para medir la contaminación, entre otras iniciativas.
Con 6,5 millones de habitantes, Santiago tiene graves problemas de ventilación natural por estar rodeada de montañas.
Las principales fuentes de contaminación son los vehículos y las industrias. Pero en los últimos años se han sumado las estufas a leña, las restricciones impuestas a las importaciones de gas natural desde Argentina –que llevaron a las empresas a quemar más petróleo– y el ineficiente funcionamiento del transporte público.
Entre abril y agosto de 2008, las autoridades constataron 20 episodios críticos: 14 alertas y seis preemergencias. En 2007 hubo 22 alertas e igual número de preemergencias. Fueron los dos peores años desde 2002, cuando se decretaron 17 alertas y siete preemergencias.
La alerta se activa cuando se detecta un promedio diario de 200 microgramos de partículas de menos de 10 micrómetros de diámetro (PM10) suspendidas en un metro cúbico de aire. Y la preemergencia, cuando se superan los 300 microgramos de PM10 por metro cúbico.
En 2008, el incidente más grave se registró el 1 de julio en Cerro Navia, con 444 microgramos por metro cúbico de aire.
La Organización Mundial de la Salud recomienda que la concentración diaria de PM10 no supere los 50 microgramos por metro cúbico, ya que éste y otros contaminantes producen infecciones respiratorias, cardiopatías y cáncer de pulmón.
Según un estudio del Ministerio de Salud, en 2007 la contaminación aérea fue responsable de más de 100.000 años de vida perdidos en este país por muerte prematura o discapacidad, y fue el cuarto factor de riesgo sanitario, después del consumo de alcohol, el sobrepeso y la obesidad, y la presión arterial.
Pese a los avances registrados entre 1997 y 2008, las medidas hasta ahora son insuficientes para cumplir las metas de descontaminación fijadas para 2011. Ello motivó en 2008 una segunda actualización del plan PPDA.
Pero las nuevas disposiciones aún no rigen porque el decreto está a revisión de la Contraloría General de la República. También es una incógnita cuándo se aprobará la norma que regula las cantidades aceptables de material fino suspendido en el aire (menor de 2,5 micrómetros de diámetro).
Para los ambientalistas, el nuevo PPDA tampoco contiene las reformas necesarias, como freno a la expansión urbana, mejoramiento del transporte público e incentivo a las empresas para que se trasladen a regiones menos saturadas.
Lo más probable es que este año los santiaguinos nuevamente dependan de las condiciones meteorológicas de la capital, comentó a Tierramérica Paola Vasconi, de la no gubernamental Fundación Terram.
El jefe del Departamento de Meteorología y Climatología de la Dirección Meteorológica, Jorge Carrasco, explicó a Tierramérica que es imposible hacer pronósticos ahora, pero dio algunas pautas.
Hasta mayo, el país estará bajo la influencia del fenómeno oceánico-climático de La Niña –fase fría de El Niño–, lo que implicará menos precipitaciones en la capital.
«Esto se relaciona con una mayor estabilidad atmosférica y una menor ventilación» de la cuenca de Santiago, indicó Carrasco, aunque recalcó que sólo son probabilidades. En junio, La Niña dará paso a una fase neutra y la incertidumbre será aún mayor.
* Publicado originalmente el 14 de marzo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.