Un viejo axioma del analisis internacional y las relaciones entre los Estados indica que la política exterior de un gobierno no es más que la prolongación de los intereses de los grupos dominantes que controlan el Estado, en el escenario mundial. Para el caso de los Estados capitalistas y aquellos cimentados en la explotación por […]
Un viejo axioma del analisis internacional y las relaciones entre los Estados indica que la política exterior de un gobierno no es más que la prolongación de los intereses de los grupos dominantes que controlan el Estado, en el escenario mundial. Para el caso de los Estados capitalistas y aquellos cimentados en la explotación por parte de oligarquias minoritarias y parasitas, que viven a expensas del trabajo de millones de seres humanos, su diplomacia no es más que la canalización de sus intereses y ambiciones de riqueza en el ámbito de las complejas relaciones interestatales.
En la situación concreta de Colombia, donde se ha configurado un «Estado mafioso» (democracia mafiosa, la llaman otras), controlado en todos sus niveles por los clanes del narotráfico y sus ejercitos privados de paramilitares, la política exterior y las relaciones diplomáticas no son más que el instrumento de una burguesía putrefacta, acaballada en la violencia, la corrupción, el tráfico de narcóticos, el lavado de activos, el hambre y la pobreza de millones de personas.
Para no ir muy lejos, la actual Canciller del gobierno del señor Uribe Velez, la señor Maria Consuelo Araujo (narcoparacanciller), según el reciente debate realizado en el Senado por la aguerrida Senadora Piedad Cordoba, es la más cabal expresión de la narcoparapolítica que infiltró al Estado. Su padre, sus tios, sus hermanos y hermanas y todo el mundo que la rodea en el Cesar y Bogotá, están articulados a los más violentos escuadrones de la muerte, que comanda Jorge 40, artifice de crimenes de lesa humanidad, homicidios, secuestros, tráfico de drogas, torturas y corrupción con dineros públicos en la Costa Caribe Colombiana.
Ella es la cuota en el gobierno de las más siniestras pandillas asesinas de campesinos y trabajadores. Ese es su perfil sociopolítico verdadero.
No obstante que ella se presenta como una gran gerente y técnica de los asuntos públicos, cada uno de sus pasos y estrategias recogen los protervos intereses de las bandas criminales.
Por ejemplo, las fumigaciones con glifosato en la frontera con Ecuador, envenenando la selva tropical y biodiversa del Putumayo y Nariño y de las provinicas norteñas del Ecuador, que impulsa el alto gobierno de la Casa de Nariño y fomenta la señora Araujo, dizque para acabar con los cultivos campesinos de coca, no es más que una estratagema cuyo fin es sabotear, en compliciad con el imperialismo norteamericano y la derrotada oligarquía ecuatoriana, la gestión del electo Presidente Rafael Correa, quien se posesiona el próximo 15 de enero para ejecutar un programa de gobierno progresista y antiimperialista.
Ni a Bush, ni a Uribe Velez, ni a Noboa, les conviene que el Presidente Correa lleve adelante el programa de cambios revolucionarios que recibió amplio respaldo en las últimas elecciones, el cual incorpora la reunion de una Constituyente soberana; la negativa a firmar el TLC; el fin de la base de Manta que controla el Comando Sur y con la que se llevan adelante las acciones del Plan Colombia con las fumigaciones en primer lugar; la renegociación de la participación petrolera con las multinacionales; la inversión social; y la defensa del medio ambiente amazonico y los recursos naturales estrategicos que ambiciona el imperialismo norteamericano.
Las fumigaciones en el Putumayo y Nariño son el Plan Colombia promovido y financiado por Washington para mantener su hegemonia imperialista sobre los pueblos latinoamericanos, cuya ejecución realiza una oligarquía titere del gobierno de Bush, la oligarquía que encarna mister Uribe Velez.
La campaña antiterrorista que dice impulsar Uribe, con los mismos trazos de la ejecutada en Irak y por todo el mundo por la diplomacia unilaterial bushiana, dizque para combatir a las FARC, no es más que una mascarada que pretende ocultar la condicion mafiosa del poder de la Casa de Nariño. Los principales narcotráficantes y dueños del negocio de la cocaina en Colombia son todos del circulo más estrecho del actual Jefe de gobierno Colombiano. Precisamente lo que ha mostrado el escándalo de la narcoparapolítica es que los principales capos de la droga (Mancuso, Macaco, Baez, Isaza, Aleman, Moreno, etc) son todos afines al pensamiento fascista y criminal de Uribe Velez.
Más aun, lo que hay detrás de toda esta crisis entre Colombia y Ecuador, alimentada desde Washington, es un plan para impedir que se haga realidad el programa socialista y transformador del Presidente Correa.
La mafia de la Casa de Nariño está pegando duro para abortar cualquier medida de cambio que beneficie al pueblo ecuatoriano y favorezca de paso, un clima para que Colombia pueda encontrar la solución más racional de su prolongado conflicto interno, a lo que tercamente se opone AUV.
Uribe Velez quiere que Correa sea su aliado en la fracasada campaña contra la guerrilla campesina de las FARC, algo que ha descartado de plano el nuevo mandatario de Carandolet en cumplimiento de un inobjetable mandato ciudadano.
Ha hecho bien el Presidente Correa con acudir a la solidaridad latinoamericana, que en principio se ha expresado de manera contundente en la palabra del Presidente Hugo Chávez, condenando las fumigaciones y las intrigas de la Casa Blanca, a tráves de su vasallo paisa, para sabotear al lider ecuatoriano de la Alianza Pais.
Seguramente con el transcurso de los dias otros mandatarios de la región y el propio movimiento popular y de la resistencia antioligarquica continental, concretaran su apoyo y solidaridad con Rafael Correa, el nuevo emblema de la movilización antiyanqui.