El periodista Ramón Martínez revela la íntima relación entre Estados Unidos y la droga. Descubre las políticas públicas esgrimidas por Alvaro Uribe Vélez para incrementar la producción de cocaína y explica cómo el tío Sam juega al gato y al ratón con el problema del narcotráfico para implantar un modelo de dominación cultural en América […]
El periodista Ramón Martínez revela la íntima relación entre Estados Unidos y la droga. Descubre las políticas públicas esgrimidas por Alvaro Uribe Vélez para incrementar la producción de cocaína y explica cómo el tío Sam juega al gato y al ratón con el problema del narcotráfico para implantar un modelo de dominación cultural en América Latina. Una historia de ‘mulas, sicarios y capos mafia’ que sataniza formas culturales propias para detener sus procesos revolucionarios.
El narcotráfico es hoy uno de los grandes negocios del mundo. Las cifras que mueve son realmente increíbles, tan altas como las de la industria del petróleo o más altas que las de la informática. Pero no es sólo un redituable negocio; es también -y quizá más aún- un mecanismo de control político-social. Por eso quien lleva la voz cantante en este campo es el conglomerado de poder financiero-político-mediático-militar de la gran potencia imperial que en estos momentos se erige como centro hegemónico mundial: Estados Unidos.
Marcelo Colussi entrevistó para ARGENPRESSS a Ramón Martínez, periodista colombiano radicado en Caracas, Venezuela, amplio conocedor del tema y coordinador de COLAREBO -Comité Latinoamericano por la Revolución Bolivariana-. Sus declaraciones sirven para echar luz sobre un tema bastante tabú, harto manipulado por los medios de comunicación, habitualmente enfocado desde estereotipos y prejuicios.
Argenpress: El narcotráfico, de un modo no muy distinto al llamado «terrorismo islámico», ha pasado a ser un demonio mediático. En Colombia esto ha alcanzado niveles increíbles; de eso nos habla justamente el proyecto de injerencia de Washington, llamado Plan Colombia, en cuyo nombre se dice perseguir este flagelo. ¿Cómo entender todo este fenómeno? ¿Qué hay de cierto, de mito y de manipulación con el tema del narcotráfico?
Ramón Martínez: Yo empezaría diciendo que es un tema tabú. Se lo puede enfocar de diferentes maneras. Por lo pronto se ha hecho toda una campaña, una filmografía incluso, sobre los capos del narcotráfico. En algunos casos a estos capos se los ha llevado a niveles de endiosamiento, de «salvadores», como fue lo de Pablo Escobar en Colombia, en Medellín, que pasó a ser un caso emblemático. Es un tema muy complejo, que tiene muy distintas aristas: es un tema político, un tema que tiene implicancias en el orden de la seguridad nacional de los Estados, que tiene implicancias en el desarrollo de las sociedades. Es delicado desde el punto de vista político, militar, y también es muy preocupante desde el punto de vista social. Podríamos encararlo desde cualquiera de estas facetas, pero preferiría empezar con la óptica de la política de dominación del imperio. Desde este punto de vista, hay que considerarlo desde la perspectiva de una política de dominación que se da el imperialismo hacia los países a los que él considera su patio trasero. No es nada nuevo decir que Estados Unidos ha jugado ese papel de potencia hegemónica en el continente buscando tener sojuzgados a los pueblos de la zona. Y los sojuzgó a través de distintos mecanismos: económicos, políticos, militares, culturales. Entre otros de esos mecanismos podemos mencionar el ALCA, el Fondo Monetario Internacional, la doctrina de seguridad nacional, la Escuela de las Américas, el plan Cóndor aplicado a todo el cono sur. En fin: diversas maneras con que se han venido reprimiendo las ansias de libertad de los pueblos latinoamericanos. Pero además de esa forma político-económico-militar de dominación, hay una que causa aún más dolor, que es más impresionante. Y es el narcotráfico. El narcotráfico creo que hay que verlo desde la óptica de la dominación cultural que se nos ha impuesto, que ha ejercido y ejerce el imperio sobre un sector de la población de América Latina. En los distintos pueblos de la región -y me voy a enfocar sobretodo en Colombia, que es lo que más conozco, pero esto también es válido para otras regiones latinoamericanas- la misma necesidad de sobrevivencia lleva a las poblaciones a buscar cualquier forma de vida ante la falta crónica de oportunidades, de empleo. Me apuro a aclarar lo siguiente: la industria del narcotráfico no la dominan los capos colombianos ni los capos mexicanos. La industria del narcotráfico está en Washington, está en Estados Unidos. El mayor lavado de dólares lo hacen grandes bancos estadounidenses. De eso hay sobradas evidencias, y no viene al caso ahora empezar a mostrar cifras. Pero baste decir solamente que estamos ante uno de los grandes negocios del mundo, enorme, a la par del petróleo. Junto a esas fortunas fabulosas que crea el narcotráfico va el problema de la deshumanización de la gente que se liga a este fenómeno. A través de la búsqueda de esas fortunas, que en realidad es para la gran mayoría de quienes están en este campo un objeto inalcanzable, a través de esa búsqueda casi imposible vemos los grados de deshumanización y degradación más grande que uno pueda imaginarse. En cierta forma podemos decir que el narcotráfico es la historia de las vidas cortas. Todos los que se ligan a él saben que tienen vidas cortas por delante, sea la mula, el sicario, el capo. Todas las cadenas de las mafias que están en el negocio son muy cortas, siempre con los días contados. El vendedor callejero al detal termina cayendo preso rápidamente, la mula hace unos cuantos viajes y se le termina su carrera. Todos los que están implicados en el negocio terminan mal muy rápidamente; esa es la cruda realidad, y no esa imagen un tanto estereotipada de los grandes traficantes ostentosos con sus cadenas de oro y joyas, viviendo en casas con grifería de oro y yacuzzis enchapados en oro. Esa es la visión que se suele transmitir cuando se habla del narcotráfico; pero la realidad verdaderamente es otra. Es una historia sórdida de sufrimiento, de dolor, muy corta. Por ejemplo, la mujer colombiana pobre, que no tiene ningún recurso y que termina prestando su vientre para transportar 90 dediles de 10 gramos cada uno, es decir: casi un kilo de cocaína, para llevarlos a Estados Unidos por unos cuantos dólares. Esa mujer, que está siempre al borde de la muerte si se le revienta un dedil, o está al borde que la detengan y se le termina su carrera, tiene una vida corta y no hace ninguna gran fortuna. Y esa es la realidad de la gente que forma las filas del narcotráfico: gente pobre, sin salida, que se presta a cualquier cosa para mágicamente solucionar su vida. Pero que no la soluciona; que en poco tiempo, por el contrario, termina su vida, porque o la detienen, o porque muere por sus mismas condiciones de vida. Son vidas cortas, muy cortas. Por otro lado, veamos la vida del sicario, la vida del joven al que preparan para matar, y al que le prometen una gran cantidad de dinero para matar por encargo. Esa también es una vida corta. Muchas veces las mismas mafias terminan matándolos para no pagarle lo prometido. No hay futuro con esas soluciones pretendidamente mágicas. Son salidas muy cortas, que se acaban muy rápidamente, un año, dos quizá. Y con el capo pasa otro tanto: son vidas siempre muy cortas, de no más de cinco años. O terminan presos o muertos, pero siempre son historias muy cortas. En todos los niveles del narcotráfico pasa lo mismo: son historias efímeras, y es mentira que todos hacen fortuna.
Argenpress: Hay una imagen estereotipada respecto a los narcotraficantes en Latinoamérica; pero contrariamente a esta opulencia con la que suele presentárselos, entonces: ¿quién hace el verdadero negocio con todo esto? ¿Qué hay más allá del «show» mediático con que se nos muestra el fenómeno?
R.M. Es que el negocio como tal nace y lo hace el imperio. ¿Dónde se da el verdadero consumo de drogas? En los países del Norte. Recordemos años atrás todo el tema del ácido lisérgico (LSD); eso nos llegó a través de ciertos valores culturales asociados al rock. Sin con esto querer decir que estamos en contra del rock, hay que ver que allí hay en juego una transculturalización. La cultura del rock nos la impuso el Norte, y junto con ella, la droga. El tema de la cocaína ya es otra cosa. La coca como tal es una hoja medicinal que la utilizaron diversos pueblos originarios de América, como los incas, los aymaras en Bolivia. En sí mismo eso no es nocivo, para nada. El problema empieza cuando esa hoja natural se transforma en pasta básica y cocaína, y se comienza a comercializar como droga más allá del uso que tenía en esas culturas ancestrales. A través de un proceso de transformación química la hoja de coca se convierte en un producto artificial, en principio para pequeños sectores de las altas esferas económicas. Se lo persigue, y eso hace subir los costos del producto, haciéndose una mercadería de lujo. Al prohibirlo, se lo busca, y eso trae consecuentemente un gran mercado que produce grandes ganancias. Los factores de poder generaron este mercado de consumidores de droga, para obtener ganancias, ni más ni menos. El mayor productor de marihuana legal en el mundo es Estados Unidos, y en muchos estados eso es legal. ¿Por qué no es legal la marihuana que llega de Colombia? Supuestamente la persiguen, pero no así la que se produce en los Estados Unidos. Sabemos que lo prohibido siempre atrae, y gracias a ese mecanismo el producto prohibido es buscado, y como ley económica sabemos que la demanda hace subir los precios. El narcotráfico, en definitiva, es un gran plan de comercialización de un producto prohibido que deja enormes ganancias, más que nada al Norte. Las ganancias que vienen hacia el Sur son muy pocas realmente, es lo mínimo. Se realza la figura de los capos latinoamericanos como grandes magnates para ocultar las ganancias que en verdad quedan en el Norte. Por eso se han construido esos mitos aquí.
Argenpress: Se suele mostrar al narcotráfico como un demonio que se ha ido de las manos, algo que corroe los cimientos de las sociedades, que está fuera de control. Pero entonces, ¿no es esa la realidad?
R.M. Es cierto, se muestra esa imagen, pero la cuestión real no es así. El narcotráfico está todo fríamente calculado. Es un negocio que está fríamente manejado, como cualquier negocio. Pero además, retomando lo que decíamos al inicio, no hay olvidar que en todo esto hay políticas imperiales de dominación mundial. A través de la supuesta lucha contra el narcotráfico se han venido haciendo intervenciones militares en los países productores de hoja de coca y donde la misma se elabora; pero ahí hay una política igualmente calculada: es una política de dominación del gobierno de Estados Unidos, ahí hay una iniciativa de hegemonía internacional y para nada el asunto está fuera de control. Al contrario: está totalmente controlado. Vamos a meternos con un tema espinoso: el actual presidente de Colombia, Alvaro Uribe Vélez, es un de los grandes capos del narcotráfico de ese país. Cuando era director de Aeronáutica Civil facilitó a las mafias cantidad de pistas de aterrizaje para que operaran con total impunidad. Quiero decir con esto que allí no hay algo que se fue de control sino que son políticas diseñadas para dominar un país, todo muy bien planificado, calculado. Con el supuesto ánimo de combatir el narcotráfico se elaboró el Plan Colombia, se elaboró el Plan Patriota, que no son sino estrategias para combatir a una fuerza armada irregular como son las FARC. Esa es la verdadera situación, y no el combate al tráfico de drogas. El cultivo de coca, en Colombia, ha aumentado desde que se implementó el Plan Colombia. La cantidad de coca que ingresa a Estados Unidos crece diariamente. ¡Por favor! ¿De dónde sacaron que hay un combate al narcotráfico? Es simplemente agarrarnos de tontos decir que se está persiguiendo el narcotráfico, cuando pese a los tremendamente estrictos controles que tienen en sus fronteras, siguen entrando toneladas y toneladas de droga. Y también hay que destacar que a través de todo este campo de la droga se ha hecho igualmente una terrible transculturalización. A miles y miles de jóvenes colombianos se les ha hecho perder sus valores; dada la situación de pobreza crónica en que viven tantos colombianos, la ilusión de plata fácil que da el tráfico de drogas muchísimos jóvenes terminan enredándose en esas marañas de las mafias. De esa forma se ha conseguido desnaturalizar profundamente la sociedad. Cuando se habla del narcotráfico hay una tendencia a mostrar sólo la parte de los capos ostentosos que andan exhibiendo sus joyas y sus cadenas; pero se omite ahí toda la sordidez de esa desnaturalización, de pérdida de valores solidarios, de violencia y ética de pura sobrevivencia no importa a qué costo. ¿Qué hay detrás del estereotipo del capo con lujos? Sólo miseria. Riquezas enormes en el Norte, y control político. Y para nosotros, en el Sur, sólo miseria y más miseria, miseria humana, miseria moral. ¿Qué nos queda a nosotros? Gente muerta, gente enloquecida por la pérdida de sus allegados. Yo soy de Medellín; y te puedo asegurar que esa era una interesante ciudad. Pero los barrios ligados al narcotráfico son la verdadera cara de todo el fenómeno. Ahí uno puede ver realmente la pobreza, la miseria más increíble, más sórdida.
Argenpress: ¿En Colombia hay problemas serios con el consumo?
R.M. No, para nada. En Colombia la dosis personal es legal. Hay propuestas viables para terminar con esto del narcotráfico y toda la violencia que trae aparejado; y justamente, como son viables, no las han aceptado. La solución es la legalización de la droga como tal. Se estigmatiza todo el campo de la droga y del narcotráfico, pero no se presentan soluciones; y cuando se presentan soluciones viables como la legalización, no las aceptan. Al legalizar un producto que está prohibido -tal como pasó con la Ley Seca a principios del siglo pasado en Estados Unidos con la mafia de Al Capone- se cae el gran negocio que mantienen esas mafias que buscan que siga siendo ilegal. En Colombia el problema no es el consumo; lo hay, claro que sí, pero nunca con los niveles de la población de Estados Unidos. Las FARC hicieron la propuesta de legalizar la cocaína, en el año 2000. Ellos conocen muy de cerca toda esa problemática, sin decir que sean narcotraficantes. Conocen la situación porque en su área de acción, en el campo de Colombia junto a los campesinos que son históricamente productores de cultivos como el maíz, la yuca, la papa, también se da la coca. Y como este cultivo es más rentable, los campesinos finalmente terminaron haciendo la sustitución de sus plantaciones tradicionales por este nuevo, que les rinde más. Si ese cultivo se vuelve legal, se cae su cotización, y son los que hacen el gran negocio en el Norte los que no quieren eso. Por ello se mantiene ilegal, y como van las cosas, se va a seguir manteniendo ilegal. La despenalización contribuiría a que se acabe ese negocio, y por supuesto esos grandes poderes no lo van a permitir. Además, del negocio de las drogas salen grandes sumas para operaciones encubiertas, como fue el caso de la contra nicaragüense. Es decir: hay demasiados intereses creados para que todo este negocio siga. Hay que enfocarlo sin perder nunca de vista la geoestrategia en juego. El narcotráfico sirve para eso, por eso no lo quieren terminar. Lo pueden presentar como un problema de orden público, pero por debajo se juegan grandes políticas que no se van a terminar en lo inmediato. Hablábamos hace un rato del terrorismo islámico equiparándolo al narcotráfico; bueno, es cierto. Se usa de esa manera, para crear mensajes mediáticos. Antes el fantasma era «comunismo»; ahora se puede llamar «islamismo», o «narcotráfico» o «Chávez».
Argenpress: Es decir que el tema del consumo específico puede ser abordado en términos de salud, como problema biomédico-psicológico. Pero el tema del narcotráfico no, es del orden de la geopolítica, ¿verdad? Ahora bien: ¿esta geoestrategia es particular de Washington, o participan también en ella otros factores de poder como la Unión Europea y Japón?
En realidad el negocio se maneja básicamente desde Estados Unidos, pero los grandes capitales están totalmente transnacionalizados, están por todas partes. De todos modos son capitales de Estados Unidos y es su política imperial la que se impone a nivel mundial en todo esto del narcotráfico. Eso no se ve sólo en América Latina, sucede también en otras partes del mundo. En Afganistán, por ejemplo, que es el principal productor mundial de amapola para elaborar la heroína, también está la mano del imperio manejando con esta estrategia del narcotráfico; primero, porque es buen negocio, y además, porque de esa manera está metido y manejando un recurso tan importante como es el gas, básico para su política energética. Es decir que con la excusa del combate contra el narcotráfico se meten y pueden controlar desde dentro de los países todo lo que pasa ahí y a su alrededor, tal como es el caso de Colombia, que en realidad es una base para controlar la Revolución Bolivariana en Venezuela. En síntesis: el narcotráfico sirve a los grandes capitales, pero más aún a la política que traza Washington como gran potencia unipolar en su interés por seguir preservando su lugar intocable. Sabemos que el imperio está entrando en crisis, pero no va dejar todo así rápidamente. Para seguir manejando las cosas con su política de dominación global, para eso usa el narcotráfico.
Argenpress: Sabiendo entonces que el mundo de las drogas es algo manejado por los mismos actores que deciden las deudas externas de los países, y las guerras; sabiendo que no es simplemente un problema de salud pública ¿qué podemos hacer los ciudadanos de a pie para enfrentar todo eso?
R.M. Creo que hay que empezar por crear conciencia. Tener una cultura propia. El imperio nos controla de diferentes maneras, y también por medio de esta imposición cultural que es la droga. Nos vendieron la sociedad estadounidense como perfecta, donde se consigue todo, donde hay abundancia perpetua; pero en realidad es el peor modelo de sociedad que podamos imaginar. Para poder enfrentarnos realmente a esta estrategia del narcotráfico que nos impone el imperio tenemos que empezar por rescatar lo nuestro, nuestra cultura, nuestra idiosincrasia. No es sólo un problema de salud pública; así no lo vamos a poder enfrentar. Hay que verlo como problema geopolítico, como arma para dominarnos que nos pone el imperio, con muchas facetas, sin dudas. La legalización es la clave fundamental para cambiar todo esto; si lo sacamos de su lugar de prohibido, va a bajar mucho el consumo, y se va a terminar toda la delincuencia y la violencia que acompaña al fenómeno. El narcotráfico se presenta como una posibilidad rápida de resolver los problemas económicos; pero eso es absurdo. Ese es un mundo dentro del mundo, es una fantasía, y su realidad descarnada es la violencia, la muerte, la pérdida de humanización. Se presenta el mundo sólo desde la óptica de los dólares y la vida fácil. ¡Y ese no es el mundo real! Los problemas de la vida no se pueden arreglar con la entrada a ese mundillo fantasioso de los dólares fáciles; eso no es solución. Se necesitan políticas concretas que ayuden a dignificar a la gente, en salud, en educación, en vivienda. Si no, no hay salidas. La salida a través del narcotráfico lejos, muy lejos está de solucionar algo. La cultura que nos han vendido, de consumismo atroz, donde viene incluido también el consumo de drogas, eso no lleva a ningún lado. Por eso repito una y mil veces: estamos en el medio de una política de dominación que han creado para mantenernos maniatados. Cuando hablan de control del narcotráfico, eso hace reír. Cuando antes existía la DEA aquí en Venezuela se decomisaba muchísimo menos droga que ahora que ya no está. Está la DEA y te fotografía todo; ¿para qué? Para tener todo controlado, así de simple. En Cuba hay algo emblemático: el caso del general Ochoa, héroe de la guerra de Angola. Cuando se descubrió que participaba en una red de narcotráfico, lo fusilaron. Eso fue realmente una respuesta fuerte del Estado a un problema de narcotráfico, pero con un alto contenido político e ideológico. Lo que hace la DEA no tiene nada que ver con el control. Es una pura estrategia de inteligencia, de control, de injerencia. Ahora en Venezuela vemos que se da una real política de control en la materia. Sabemos que Venezuela se enfrenta al imperio, tiene una política de claro enfrentamiento con Estados Unidos, en todos los campos: económico, político, cultural. Ahora aquí sí se decomisa droga, porque hay un interés real, hay una política de Estado para enfrentar el tema. Pero antes, cuando estaba y operaba aquí la oficina de Washington para los narcóticos que es la DEA, era una persecución sólo simbólica. Por eso digo que hay que recuperar la soberanía; es la única manera de enfrentarse con la estrategia del imperio. Una cosa es el consumo tradicional de las diferentes culturas, los hongos alucinógenos, etc., que siempre han existido. Otra cosa es esta política que nos fuerza a consumir, para tenernos controlados luego. Para terminar, entonces: hay que entender el narcotráfico como un gran negocio y como una política de dominación, por lo que insisto entonces: la única manera de terminar esto es legalizando el asunto.