Ante la ofensiva criminal del ultraderechista, régimen Colombiano del presidente Duque-Uribe Vélez, la oligarquía colombiana, y el gran capital contra la determinación de paz de las grandes mayorías populares, y de la comunidad internacional; de nuevo los señores de la guerra, niegan la participación de la sociedad a quien criminalizan y aterrorizan por el creciente […]
Ante la ofensiva criminal del ultraderechista, régimen Colombiano del presidente Duque-Uribe Vélez, la oligarquía colombiana, y el gran capital contra la determinación de paz de las grandes mayorías populares, y de la comunidad internacional; de nuevo los señores de la guerra, niegan la participación de la sociedad a quien criminalizan y aterrorizan por el creciente ascenso de la movilización popular, que reclama el dialogo y cambios estructurales del modelo económico, que solo ve la paz de su clase, pero con el afán de reconcentrar la riqueza, los territorios y el poder; y para perpetuar la guerra, y la histórica desigualdad económica, social, cultural y política, que han enfrentado por más de 60 años el pueblo y los trabajador@s; con la lucha, la organización, la rebelión, y la movilización social, siempre perseguidas o desmovilizadas con el terrorismo de estado, el engaño; hasta buscar hoy, su exterminio total pero en una etapa signada por reemerger un nuevo ciclo de intervenciones militares y paramilitares, a países y pueblos hermanos, de la mano de la OTAN, el imperialismo, el narco-estado, o del espectro fascista que recorre el continente.
Para esta ofensiva, el Estado Colombiano, saca de sus entrañas una nueva guerra contra el proceso de paz que se niega a reconocer o a continuar, pues esto implica trasformaciones democratizadoras que debiliten los privilegios históricamente arraigados de la oligarquía, conseguidos por las vías del terror de un estado totalmente ilegitimo, que se niega al dialogo, y menos a redistribuir los medios de decisión política, que articulen una mueva esfera pública, que vaya más allá del estado, y que garanticen la justicia, la distribución de la tierra y de la riqueza, desde una nueva gobernabilidad por la paz con cambios, no centralista, y con gran incidencia política a nivel nacional e internacional, promoviendo la soberanía, la defensa de la vida y los territorios; afectados por la violencia para- militarista que protege el saqueo y el despojo por parte de las multinacionales, y en una guerra por la riqueza estratégica de los pueblos, en la que el Estado Colombiano está inmerso como aliado y sirviente del imperialismo, que exige de nuevo además del silencio de los pueblos, la humillación y su exterminio.
Duque –Uribe, para ocultar, – su inocultable- crisis, recurren a romper o violentar las iniciativas de paz del pueblo y de la sociedad, que con sus diferentes agendas, ponen en la mesa nacional el tema de la paz completa.
Recompone el Estado, su aparato terrorista y militar, para detener los reclamos sociales, criminalizar las luchas, profundizar la miseria, el saqueo, el despojo de los territorios, la profunda crisis de la salud, la educación pública, vivienda, o el trabajo; el sistema de pensiones, entre otros derechos del pueblo.
En este periodo en Colombia se reconoce la radicalización de las luchas de resistencia de los empobrecidos por la fuerte presión de los opresores que siguen la guerra, con sus prácticas de despojo y desplazamiento y asesinato de líderes y lideresas en los territorios, que niegan garantías para la paz, la vida, para la participación y las luchas sociales y populares, es una disputa por los territorios y la vida, entre fuerzas pro-hegemónicas burguesas, neoliberales y capitalistas que pujan por la mayor concentración de la riqueza en pocas manos, los de siempre; y la creciente fuerza organizada de los sectores populares que vienen de un largo periodo de resistencias y reconstrucción de propuestas desde lo local, regional y continental; poder de los pueblos en movimiento.
Hoy el autodenominado «Estado Colombiano», continua imponiendo en el país un Estado autoritario, excluyente, que amenaza a la comunidad internacional, a los pueblos y países hermanos, que ha sobrepasado sus propios límites constitucionales y legales, para actuar como un Estado terrorista, que aun sin golpes de Estado, como los sucedidos en América Latina, continua actuando como una democracia genocida.
Así, el estado burgués, le teme a la paz del pueblo colombiano, a su determinación de construir la paz, con sus propios mecanismos de participación y decisión, por una Colombia en paz y equidad, que se atreve a vencer con su liberación social y humana, enfrentando además, la guerra cultural que aspira a que todo horizonte de vida cotidiana, de realización personal y de convivencia sea controlado o amedrentado por el capitalismo, que ha llegado en Colombia también, a un callejón sin salida, por su propia naturaleza actual, excluyente para las mayorías, parasitaria en economía, depredadora del medio, antidemocrática, militarista y criminal, y que combate la paz con el terror del Estado, pues está convencido que no puede haber nada opuesto al capitalismo, ni que -nunca-, ocurra el fin de las dominaciones de su clase, pues los colombianos elegimos la urgencia de vivir de un modo diferente, de exigir y construir la paz y querer cambiar el país, hoy en rebelión contra la guerra y el capitalismo, en resistencia, y vinculando históricamente cambios sociales, humanos y revolucionarios capaces de construir la paz desde nuestros pueblos indígenas, campesinos, diversos, con sus historias de vida, lenguas, revoluciones, y territorios, que permean ya una revolución que acabe con el sistema de dominación que les niega todo, y que transforme las relaciones entre las personas, y de ellas con la naturaleza; para todo un pueblo, en una superación del colonialismo encabezados por l@s rebeldes, que no se subordinaran, pues están derribando el muro de las opresiones no solo opuestas a capitalismo, sino inventando un nuevo modo de vida como símbolo de paz, humanidad y valentía de un pueblo que ha combatido el sistema de dominación, enfrentándose a él, con los valores y capacidades que asumen con amplios sectores sociales, por la paz, contra la explotación y por la liberación nacional.
No podrán Uribe, Duque ni el fascismo, destruir la decisión de paz del Pueblo Colombiano, ni embotar su conciencia para humillarse, o para desmontar sus rebeldías, o aumentar la cultura del terror, el miedo, la indiferencia, la traición, el oportunismo , o el sálvese quien pueda.
¡Siempre Junto al Pueblo¡
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