Mientras que para los liberales llega la oportunidad de abrir el Sumapaz a nuevas posibilidades como el turismo controlado y el comercio a mediana escala, para los de izquierda es el momento para consolidar su territorio, conservarlo ambientalmente y prevenir que lleguen amenazas externas. Luego de más de 60 años de vivir bajo el yugo […]
Mientras que para los liberales llega la oportunidad de abrir el Sumapaz a nuevas posibilidades como el turismo controlado y el comercio a mediana escala, para los de izquierda es el momento para consolidar su territorio, conservarlo ambientalmente y prevenir que lleguen amenazas externas.
Luego de más de 60 años de vivir bajo el yugo de la guerra, los campesinos del Sumapaz quieren dejar a un lado los años de muertos compartidos. Pero la división política que ha existido durante décadas entre comunistas y liberales ahora que las FARC se han desarmado se concretará en dos visiones radicalmente diferentes para el uso de sus tierras.
Mientras que para los liberales (que tienen tres ediles del Partido Liberal y uno de Cambio Radical) llega la oportunidad de abrir el Sumapaz a nuevas posibilidades como el turismo controlado y el comercio a mediana escala, para los de izquierda (con tres ediles) es el momento para consolidar su territorio, conservarlo ambientalmente y prevenir que lleguen amenazas externas a través de la figura de las reservas campesinas.
La zona de reserva campesina
Saliendo por la carretera de Usme y pasando de largo los frailejones, las puyas, el musgo y los conejos que por esta época abundan en el páramo, se llega a la cuenca del río Sumapaz. Allí, en el corregimiento de San Juan, el más grande y el más alejado de los edificios bogotanos, vive Misael Baquero, presidente del Sindicato de Trabajadores Agrícolas del Sumapaz (Sintrapaz).
La historia de su familia, como la de la mayoría de San Juan, ha estado atada a la de las luchas agrarias lideradas por el sindicato agrario.
Sentado en la mesa de su comedor recuerda, con precisión, la vida de los jefes comunistas Juan de la Cruz Varela y Erasmo Valencia, las masacres de los chulavitas, la ruptura entre «sucios» (comunistas y socialistas) y «limpios» (liberales) y su persecución bajo el régimen de Gustavo Rojas Pinilla.
Para él, en esa dictadura, se definió la geografía de la localidad, pues los comunistas, al ser perseguidos, decidieron vivir en los sitios más alejados; como San Juan.
Ahora que no suenan los fusiles sus habitantes esperan consolidar un proyecto que termine para siempre con los problemas agrarios por los que sus campesinos llevan más de 60 años luchando.
Aunque la mayoría de campesinos de San Juan se reconocen a sí mismos como comunistas, no puede afirmarse que todos sean de esa misma corriente ideológica, pues, según cuenta Héctor González -un campesino de la zona, integrante del Polo-, hay un ala radical, que en su mayoría pertenece a Sintrapaz, y otra socialdemócrata que se identifica más con los postulados del partido que ahora lidera Jorge Robledo.
Además, así como hay algunas familias de izquierda en otras partes de la localidad como las veredas de Sopas y Ánimas, hay algunas familias liberales en veredas de San Juan.
El corregimiento de San Juan de Sumapaz ha sido, desde finales de los años treinta, cuna de movimientos agrarios que han luchado por los derechos de los campesinos.
Para concretar su visión, Sintrapaz empezó a trabajar hace un poco más de nueve años en convertir a San Juan en una Zona de Reserva Campesina.
Con ella quieren evitar que se formen latifundios; asegurar que puedan educar a los niños de acuerdo a su forma de vida y que no se les imponga una educación urbana; y que se les delegue el cuidado ambiental para evitar «los estragos que el modelo extractivista ha causado en otras zonas del país», afirma Baquero.
«No queremos que San Juan se convierta en un barrio de Bogotá con delincuencia, drogas y pobreza», concuerda González que, como miembro del Polo, apoya la creación de la Zona de Reserva Campesina.
La Agencia Nacional de Tierras está trabajando en los últimos detalles jurídicos del borrador de Acuerdo que crearía la reserva. Luego de que lo terminen falta que Sintrapaz revise el documento para ver si está de acuerdo y, si eso ocurre, que el Consejo Directivo de la ANT la apruebe; algo que no parece imposible porque el Punto 1 de los Acuerdos con las Farc incentiva la creación de este tipo de territorios.
De llegarse a crear la Zona de Reserva Campesina, los campesinos del Sumapaz tendrían derecho a crear sus propios planes de desarrollo, formular sus propios proyectos agrosostenibles y cada familia tendría una cantidad de tierra limitada de acuerdo a sus necesidades.
Dado que este tipo de territorios prohíben cualquier actividad que perjudique la economía campesina, este tipo de zonas impiden la minería y la creación de grandes latifundios. Lo que, como contamos en La Silla Vacía, constituye una amenaza para los grandes acumuladores de tierras pero también puede hacer más difícil la llegada de nuevas inversiones.
La zona de productividad liberal
Del otro lado del páramo, en una zona en donde el ganado convive con los frailejones y los conejos ya no se ven con tanta facilidad, se encuentra la cuenca del río Blanco en donde quedan los otros dos corregimientos del Sumapaz: Nazareth y Betania.
Allí, tradicionalmente, han vivido familias liberales que hoy no están de acuerdo con que el camino sea la creación de una Zona de Reserva Campesina, pues consideran que es una medida que restringe el uso de la tierra y cierra sus posibilidades de desarrollo.
Por eso, conformaron la Organización Campesina Agropecuaria, Ambiental y Productiva, que llamaron Sumaproc por sus siglas, con el objetivo de crear una figura territorial distinta para la cuenca del río Blanco.
Como nos contó la edilesa liberal Yeny Pulido, una de sus principales promotoras, la idea es que en la región se puedan producir nuevas inversiones (incluyendo el cuestionado turismo) para mejorar las condiciones de los campesinos.
Su propuesta es que en el Sumapaz se le dé otro uso a la tierra y que las nuevas inversiones que se generen las manejen, exclusivamente, las organizaciones sociales del territorio siempre y cuando sus empresas sean ambientalmente responsables y los beneficios los reciban los campesinos.
Es decir, una visión que entronca con su estirpe liberal, así como la de San Juan es más propia de una mirada de izquierda.
Con estas dos propuestas, que nacen desde sus propias perspectivas ideológicas y que ahora convivirán una al lado de la otra, los sumapaceños piensan en las diferentes maneras de reconstruir un territorio azotado por más de 60 años de violencia. Su objetivo es asegurar que las condiciones que posibilitaron la guerra no vuelvan a repetirse.
Fuente original: http://prensarural.org/spip/spip.php?article21939