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Negro es bonito

Fuentes: Rebelión

¿Qué cosas tienen en común Jacob Kwesi Asiseh, el ghanés, y Eliza Manteca Oñate, la ecuatoriana? Muchos aspectos. Ambos son negros y trasmiten el esplendor, puro y genuino, de una cadencia sin ninguna contaminación trasgénica. ¡Negros!, y ambos lo dicen con orgullo, porque ser negro es bonito. Ambos son humildes. Ambos viven y lidian en […]

¿Qué cosas tienen en común Jacob Kwesi Asiseh, el ghanés, y Eliza Manteca Oñate, la ecuatoriana? Muchos aspectos. Ambos son negros y trasmiten el esplendor, puro y genuino, de una cadencia sin ninguna contaminación trasgénica. ¡Negros!, y ambos lo dicen con orgullo, porque ser negro es bonito. Ambos son humildes. Ambos viven y lidian en unos países que presentan datos alarmantes con respecto a migración, mortalidad infantil, analfabetismo y hasta acarrean con el peso de una fuerte deuda externa.

Eliza desarma con la sonrisa y el carisma, dos características que harían morir de envidia a la misma reina de Saba, claro, si ésta viviese en este siglo. Jacob cuando describe los problemas de su país, lo hace con el aplomo y la dulzura de quien domina una genética ancestral y hace del tiempo y el espacio un sortilegio de vaivén armonioso en una hamaca; Jacob es tan sosegado y cándido que si el mismo Rey Salomón se lo encontrara, por celos, a Jacob, no lo dejaría acercarse a sus 700 princesas y 300 concubinas, claro, si también el rey Salomón viviera en este siglo corriente.

La ecuatoriana y el ghanés andan armados de determinación y la globalización no los asusta. Eliza ha emprendido una misión para defender a la tierra de la erosión, de las malas políticas ambientales, para proteger la biodiversidad de Ecuador que tiene más de 25 mil especies; es una pionera, pues es la única mujer que en su país ha emprendido una lucha, para evitar el uso indiscriminado de la tala, para combatir a los que matan las aves, a los que contaminan las aguas; es una ecuatoriana que se enfrenta con los malos políticos de su país y les dice que ha llegado la hora de comenzar a hacer las cosas con conciencia.

«La fundación Golondrinas no cuenta con alguna ayuda del gobierno del Ecuador, nos autofinanciamos, para llevar a cabo nuestros proyectos y también salir al exterior a decirle a los compatriotas, que tenemos que atribuirle valor a la tierra; que hay que evitar la migración porque es triste marcharse a España o a Italia. A decir que las transnacionales de Estados Unidos, las españolas, las italianas (camaroneras, petroleras y tantas otras que tienen el poder sobre la energía), posiblemente, nos dejarán sin agua, sin forestas, sin animales, pero que es urgente y necesario que construyamos una red que nos una y nos permita demostrarle a los potentes que existimos y luchamos por la defensa de nuestro ambiente», dice Eliza Manteca Oñate.

Tanto Eliza como Jacob, no cuentan con las ayudas de sus respectivos gobiernos, sino que por iniciativa propia han emprendido un viaje a Europa, para darse a conocer, para sensibilizar a la Unión Europea. Sí, porque ambos sostienen que hay que evidenciar la propia presencia.

Jacob Kwesi Asiseh, el ghanés, también es la primera vez que visita un país europeo; es muy noble y dice que está contento de la visita, y que como es la primera vez que ha salido de su país, ha descubierto que el mundo occidental va de carreras, tiene un tiempo vertiginoso y muchos niveles: el del sótano, el de los primeros pisos y el del «top», en la punta de un rascacielos. Dice que no le gusta el trabajo de los periodistas que van de visita a su tierra porque no escriben la verdad sobre Ghana, sino que cuando llegan se dejan fácilmente, edulcorar por personajes del gobierno. Sostiene que allá en su tierra también existen ricos, que hay ghaneses que dicen: «I have a lot of money». Que la riqueza existe sólo en las grandes ciudades y que el campo es marginalidad, desidia y pobreza; que tienen cinco universidades privadas y son sólo para estudiantes ricos. Que la malaria mata a diario; que el 49 por ciento de los niños en edad escolar no puede asistir a la escuela; que las medicinas para los enfermos de SIDA cuestan muchos euros y que sólo Sudáfrica tiene la licencia para hacerlas.

«Africa es un continente sin esperanza, y no hay que ser indiferentes porque los problemas de Africa son los problemas de Europa y los problemas de América. Debemos sensibilizar las mentes para cambiar el mundo, para que sepan que es lo que mi continente necesita y no necesita. Para que sepan la tipología de líderes que tenemos. Para que sepan que hace poco fue el Fondo Monetario Internacional a negociar la deuda. Nos hizo un descuento, y hay que denunciar ese círculo vicioso, pues el Banco Mundial hace préstamos a los países pobres, pero da la plata a gobiernos corruptos, entonces la ecuación se hace banal y, terriblemente, dañina: préstamos del Banco Mundial = a hipoteca al Fondo Monetario Internacional, que es igual a malaria, hambre y muerte. También para que sepan que nuestros granjeros quiebran porque el gobierno, para obligar a bajar el precio del pollo, importa patas de pollo estadounidenses, entonces el pollo ghanés no se vende porque es caro. Pero nosotros no queremos y no necesitamos copiar un «American style», así dice Jacob que nunca sueña con comer cornk flakes.

Jacob y Eliza no sólo derrumban clichés y estereotipos; Jacob no ha salido en una patera, ha llegado regular y ha entrado por la puerta de un aeropuerto; no está vendiendo carteras y accesorios en una paseo de Europa; no ha llegado «sans papier», no es un «vu cumprà», uno que pasa horas en una promenade de Sant Tropez a mirar, perdido, el horizonte y a soñar en que una estampida de antílopes, por el mar, llega a buscarlo para llevárselo, de vuelta, a su tierra; Jacob ha venido a Europa para recordarnos la existencia de Ghana, ceniza de un gran imperio que a finales del ochocientos pasó a ser colonia británica; un lugar, un tiempo tan rico, que era conocido como la costa del oro, y con un vasta variedad étnica, más de 75 tribus que hoy sufren porque sus forestas de árboles de ebano y baobabs cada día se hacen más pequeñas.

«Si desaparecen los árboles, ¿a dónde irán a posarse las 725 especies de pájaros que poseemos?», se pregunta Jacob, «ya los leones y los elefantes están desapareciendo y sólo se encuentran, como los aborígenes estadounidenses, en las reservas», explica. Por eso es necesario que promueva mi asociación y sus pequeñas actividades: una fábrica de Batik, una escuela y una conejera que me ha dado muchos problemas.»

Jacob se cree un heredero de Kuma y sus ideas de Panafricanismo y espera en una mirada a su cultura y a su grande pasado milenario para no copiar y no competir; para no caer en la homogenización de este tiempo plano, pues copiando y compitiendo, en este mundo globalizado, se pierde la herencia. Mientras Eliza llena de entusiasmo y determinación explica con su sonrisa, que ella tiene una misión, la de defender su tierra, y que va a seguir adelante. Ambos, Jacob y Eliza, han crecido tan arraigados a la tierra que han dado vida a asociaciones y fundaciones para defender el ambiente, la auto determinación, la identidad y no han llegado a Europa como fantasmas desanimados o abatidos, han llegado triunfantes. A lo mejor Eliza desciende de una princesa ashanti de aquel Imperio antiguo y potente que un tiempo fue Ghana y llegó a Ecuador cuando los españoles impusieron la esclavitud, entonces podríamos barajar una hipótesis fantástica, aunque Jacob y Eliza provengan de dos países tan lejanos, podrían ser parientes, y ¿quién se atrevería a decir lo contrario?